En sesenta años de desarrollo floricultor en Colombia, representado en el cultivo de una amplia variedad de flores, sobre todo en los municipios de la Sabana de Bogotá y el Oriente antioqueño, este sector de la agricultura se ha consolidado como protagonista del desarrollo rural del país por su nivel de exportación e impacto social. ¿Qué puede hacer la nación en cuanto al desarrollo de la agroindustria para consolidarse como líder mundial en ese sector e incluir nuevas líneas de desarrollo de flores tropicales que complementen el mercado existente?
Cultivos de rosas, claveles, hortensias, crisantemos, alstroemerias, pompones, anturios, heliconias, entre otras especies nativas, son algunas de las variedades plantadas en los campos colombianos, con más de 7700 hectáreas sembradas en estos productos ornamentales, según la Asociación Colombiana de Exportadores de Flores (Asocolflores), que actualmente llegan a más de cien países del mundo.
Y es que el mercado de la flor, dentro de las exportaciones agropecuarias, se ha consolidado como uno de los sectores de mayor crecimiento junto al café y el banano. En cargas aéreas y líneas navieras desde los puertos colombianos se envían millones de flores frescas de corte a clientes estadounidenses, europeos, australianos y asiáticos. Según la agencia gubernamental Procolombia, en el año 2018 las exportaciones fueron de 1463 millones de dólares, unas 259.523 toneladas.
“Las flores es un cultivo de éxito en el país por el aporte al desarrollo social y la economía como empresa, hoy es un sector consolidado en el empleo y en las exportaciones. La flor como todos los artículos de exportación está sujeto a las variabilidades del mercado. Los últimos años ha gozado de una excelente tasa de cambio lo que le ha permitido desarrollarse más y mantener una condición de proyección muy importante en el país”, expresa Diego Miguel Sierra Botero, exsecretario de agricultura en Antioquia y asesor del pregrado en Ingeniería Agronómica de EAFIT.
Este sector del agro, tradicionalmente, ha sido uno de los más competitivos y estratégicos por las ventajas naturales con las que cuenta el país para la producción de flores. Estas bondades geográficas, al estar en la línea ecuatorial, le permiten tener una diversidad floral cercana a las 1600 variedades y la posibilidad de cultivarlas durante todo el año.
“Somos el país más importante en producción y exportación de flores de corte. Colombia como productor tiene para ser líder en el mundo por lo que estamos haciendo en innovación e investigación. Con la ventaja competitiva que tenemos los únicos países que nos pueden competir son Kenia y Etiopía, y, en nuestra región, Ecuador. El tema es buscar una combinación entre mecanización y mano de obra”, expresa el floricultor Carlos Manuel Uribe Lalinde, gerente de El Capiro, productor y exportador de crisantemos en el ámbito mundial.
Históricamente este mercado ha sido dominado por los Países Bajos, un destacado comercializador de flores cortadas como los tulipanes. Sin embargo, el crecimiento del sector floricultor en Colombia se proyecta como el mayor productor y exportador de tallos. Hoy el 95 por ciento de su producción está dirigido al mercado mundial y con el tratado de libre comercio que opera desde el año 2016 con Corea del Sur, Colombia se ha convertido en el primer proveedor de claveles en este país asiático.
“La flor en Colombia tiene tecnificación. Pero hasta ahora los invernaderos son, principalmente, una protección ambiental contra la lluvia, los vientos, para algo de plagas y radiación. La adopción de maquinaria permite la eficiencia de un 30 por ciento de la mano de obra, pero al proceso le falta más desarrollo tecnológico y más capacidad”, señala el consultor Diego Miguel Sierra.
Algunos de los desafíos que identifican los expertos agrícolas, para potenciar el desarrollo floricultor, pasan por mejorar los estándares de capacitación entre los productores que contribuyan a la tropicalización o adaptación de la agroindustria al campo colombiano, con el fin de aumentar su productividad.
Con la aplicación de ciencia y tecnología, la industria floricultora colombiana puede dar pasos hacia nuevas líneas de desarrollo de flores tropicales que complementen el mercado existente. Las especies nativas y las flores de maceta, por ejemplo, representan un mercado emergente e implican un desarrollo de vanguardia en viveros y materiales para el tratamiento de plantas a raíz desnuda.
“La tecnología va a pasos agigantados en el exterior, con máquinas cosechadoras, con robots de plantulación, con sensores de control de plagas y enfermedades. Aquí se hace algo de eso, pero falta un aspecto tecnológico importante, no solo por alcanzar la gente de afuera, sino por ajustarlos a las condiciones tropicales. Allí la Universidad tiene un foco de oportunidad, toda vez que busca manejar más las variables climatológicas en los viveros: se puede automatizar y manejar gran número de datos para ir ajustando el proceso”, expresa Diego Miguel.
En el caso del desarrollo social, la floricultura es uno de los mayores contribuyentes a la transformación rural. Según Asocolflores el sector genera más de 140.000 puestos de trabajo en 60 municipios colombianos, donde el 70 por ciento de la mano de obra es femenina y madres cabeza de familia.
“Estamos trayendo tecnología y haciendo una mecanización de los procesos. La estamos ‘tropicalizando’ porque los invernaderos nuestros son muy distintos a los europeos, no necesitamos los invernaderos totalmente cerrados y esa es una ventaja competitiva. Con las universidades vamos de la mano, hemos desarrollado algunos robots como lava plásticos, sembradores, cámaras que cuentan las plantas sembradas”, dice el floricultor Carlos Manuel Uribe, que genera alrededor de 1800 empleos en los municipios del Oriente antioqueño.
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Alejandro Gómez Valencia
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