El profesor Antonio Annino Von Dusek, investigador de origen italiano y autor de obras como Silencio y disputas en la historia de Hispanoamérica (2014), es desde hace más de treinta años, cuando publicó su primer libro sobre la Revolución cubana, uno de los principales referentes en los estudios historiográficos de las independencias en Latinoamérica durante los siglos XIX y XX.
Este catedrático de la Facultad de Ciencia Política de la Universidad de Florencia (Italia), quien cuenta con una larga trayectoria académica entre Europa y América Latina, y actualmente está vinculado a la Universidad Externado de Colombia, fue uno de los invitados internacionales al seminario Nuevas miradas a la independencia hispanoamericana, un encuentro con la historia, que celebró EAFIT el pasado viernes 2 de agosto como homenaje en los 200 años de la Batalla de Boyacá, que se conmemoran oficialmente este miércoles 7 de agosto.
¿Qué define la cultura política hispanoamericana?
El municipalismo. No solo en Colombia, sino en América Latina, existen estados con base municipal, que es algo muy especial en Hispanoamérica, pues no sucede en otra parte del mundo. Esto me parece un dato que merece mucha atención por parte de los historiadores. El municipio tiene una autonomía muy fuerte frente al Estado central, tanto en los sistemas federales como los sistemas no federales, con un autogobierno que es una comunidad política no solo administrativa. Y en la cultura política hispanoamericana el municipalismo es un valor. Todo esto dicho así parece un hecho, pero lo interesante es reflexionar sobre cómo se dio este fenómeno cultural y político, por lo tanto el municipio es un sinónimo de libertad política. Estudié, en particular, la inclusión municipalista durante la crisis de la monarquía en las primeras épocas republicanas, y vi cómo esa multiplicación de los municipios tuvo un efecto enorme sobre la lógica política de los sistemas nacionales.
¿Y cómo se da esta situación tan particular en Hispanoamérica?
La gran pregunta es cómo se explica todo eso. Aquí nos topamos con otro dato macroscópico: la crisis de la monarquía hispánica fue sorpresiva, porque lo que pasó en el año 1808 en Bayona (abdicación del rey Carlos IV y su hijo Fernando VII) es algo que nadie podía imaginar, que una familia entera cediera la corona a Napoleón; era el deber de un rey mantener el reino. Entonces la abdicación de esta manera es una forma de traición.
¿Cómo influenció en las colonias americanas ese vacío de poder en la corona española?
Con la abdicación se viene abajo, improvistamente, todo el sistema. Ese es el punto. Ahí comienza todo un proceso dramático, donde al final ganan los poderes locales. No gana ningún centro nuevo. Bogotá, cuando se forma Colombia, tiene mucha dificultad para gobernar porque los poderes locales son muy fuertes, el territorio es más fuerte que el sistema político y eso me parece que es un dato interesante. Los municipios son grandes actores de todo esto. Sin el acuerdo, sin el consenso y la alianza de los municipios no se puede gobernar en la República. Entonces la República tiene un fundamento municipalista que determina su forma de funcionar, su forma de ser.
¿Bajo esta mirada se comprende el origen del federalismo en los países del nuevo continente?
Pienso que existen dos federalismos. Un federalismo municipal por el cual los municipios que se movilizan hablan entre sí y no pasan por otras autoridades. Y un tipo federalista de territorios más grandes. Aquí hay un hecho, una herencia dramática del derrumbe de la monarquía del sistema colonial. En la guerra de Independencia las jerarquías territoriales, sobre todo las que había construido el régimen colonial, se quiebran. Es difícil crear unas jerarquías políticas y territoriales porque cada capital de provincia no controla la provincia. Los municipios se pueden rebelar contra la capital como pasa a menudo. El constitucionalismo hispánico privilegia siempre los municipios, eso también sucede en España, donde hay una tradición hasta de tratadística jurídica acerca de los derechos municipales.
¿Cuál fue su interés por estudiar la historia hispanoamericana?
Hay varias explicaciones, algunas más personales. Como italiano vengo de un país con una historia muy dramática, no vengo de un país triunfante como Francia o Inglaterra. Italia se unificó como país muy tardíamente, en el año 1870, y padeció siempre de un problema de integración nacional. El sur de Italia era latifundista y presentaba características muy similares a la problemática latinoamericana. Allí el estado siempre fue débil y no logró incorporar a la sociedad. Entonces la dimensión latinoamericana me parece como una problemática, en cierto sentido, familiar. Y como italiano me parece entender bastante ciertas problemáticas latinoamericanas que, quizás para un francés o inglés, son raras.
¿Cuáles son las claves para entender el proceso de construcción nacional en Hispanoamérica?
El tema de la nación es muy complicado, porque es difícil definirla. En los años setenta y ochenta del siglo XX hubo un gran debate internacional acerca de esto, donde intervinieron muchos autores importantes. El logro más importante es que la nación es un proyecto, entonces hay que estudiar los recursos que se emplean y las ideas que se tienen. El segundo punto, quizás más importante, es que no hay que pensar que la temática de la nación, como la entendemos nosotros, es una temática universal. Para los ingleses la nation no es un problema, para los norteamericanos tampoco. Para los ingleses el término es country, se piensa como país. Entonces en la era anglosajona el tema de la nación no fue dramático ni fue objeto de interés. En Rusia hay una única palabra, narod, que quiere decir pueblo y nación a la vez. Ahí se entiende cómo en la tradición rusa el pueblo es la nación. ¿Qué quiero decir con esto?, que el tema es dramático para los países que utilizaron y aceptaron el concepto de nación a la francesa. Porque ahí se crea una disyuntiva entre pueblo y nación.
¿Y de qué manera se adoptaron estas ideas en Hispanoamérica?
Los grupos dirigentes y el establecimiento, más allá de los conflictos, querían crear una nación porque eso era lo que había que hacer, generar una identidad. Y más si venía de una historia colonial donde no había identidades fuertes. En estos últimos treinta años ha habido un gran cambio en la historiografía acerca de la Independencia. Mientras antes dominaba la idea tradicional de que había naciones que se liberaron de España ahora esto no es así. Estamos convencidos de que no fueron las naciones que quebraron la monarquía, sino que fue la crisis de la monarquía por lo que cayó el imperio. El problema nacional se impuso después para definir estos espacios fragmentarios, salidos de la herencia de la crisis de la monarquía. Por esto se ha evaluado mucho el 1808 como año crítico, pues ahí empieza algo.
¿Comprender la historia hispanoamericana cómo ayuda a entender la historia universal?
Después de la Revolución francesa, la reflexión europea crea la nueva polis de la libertad moderna, que supuestamente tiene valores universales como la libertad y la igualdad. Pero los requisitos no son universales y no todos tienen derecho a entrar, por eso la historia se vuelve un tribunal a manera de medir la tasa de civilización de un país. Este es un invento que viene directamente de la Ilustración, entonces América Latina fue expulsada de la nueva polis a nivel internacional y, en parte, esta expulsión fue vivida dramáticamente e incorporada por la cultura liberal latinoamericana. En el siglo XIX América Latina desaparece de las historias universales que se escriben en Europa. No hay América Latina ni España, porque cae en los mismos problemas como las guerras civiles. España es expulsada de la nueva polis e Italia pasó por el mismo fenómeno, es decir, ese desencanto hacia las nuevas libertades. La gran apuesta es normalizar la historia de América Latina. No hacerla excepcional porque excepcional lo es, lo que tenemos que hacer es normalizarla.
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Alejandro Gómez Valencia
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