Más de 14 mil testimonios de víctimas y conversaciones con cerca de 30 mil personas, entre excombatientes, integrantes de la fuerza pública, empresarios, organizaciones de mujeres y campesinos suman las voces presentes en el informe final entregado por la Comisión de la Verdad el martes 28 de junio; un documento construido durante tres años y siete meses en reuniones, talleres, actos de reconocimiento, encuentros por la verdad y, como se lee en el informe, “con la convicción de que los traumas se pueden empezar a curar con la palabra y otras formas de expresión que puedan ocupar el espacio del silencio impuesto o cruzar las barreras al otro lado del dolor y el sufrimiento”.
Como lo explicó el padre Francisco de Roux durante la presentación en el Teatro Jorge Eliecer Gaitán, en Bogotá, se construyó “un método que se probó después de someterlo a la opinión pública y partió, justamente, de escuchar a las víctimas y responsables. Se pasó de ahí a dar respuesta al porqué sucedió y cómo fue que aconteció”.
En el proceso se elaboraron hipótesis y se crearon puntos de vista complementarios y contrarios para el diálogo y el contraste. El padre, en su intervención, también hizo énfasis en que la comisión no es dueña de la verdad, sino que hace una contribución para ayudar a esclarecerla, seguir adelante y evitar la repetición.
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Según cifras presentadas en el informe, el conflicto armado supone una afectación directa para el 20 por ciento de la población colombiana que resultó víctima, lo que muestra un impacto con consecuencias a largo plazo. Por eso es clave honrar esa memoria, esas historias, preocupaciones y angustias, como afirmó Santiago Silva, profesor del Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de EAFIT. “Este informe implica un equilibrio sobre dos puntos: la primera es cómo honrar esos relatos y honrarlas implica seguir apoyando y acompañando la implementación de los acuerdos de paz y los ejercicios de la Justicia Especial para la Paz; algo que ya el nuevo gobierno ha planteado y que, probablemente, lo hará incluso con más fuerza y más entusiasmo de lo que lo venía haciendo el gobierno actual”.
Pero esto, complementó Silva, implica una preocupación por detener los flujos en términos de victimización y violencia que también ha dejado la falta de implementación del acuerdo de paz: hay regiones del país donde el conflicto no ha terminado, hay fuerzas violentas, organizaciones criminales y presencia de guerrillas y grupos paramilitares que siguen viviendo bajo las circunstancias que llevaron a la victimización recogida en el informe.
En el 42 % de los casos recogidos por la Comisión, las personas fueron víctimas de distintos hechos en varios momentos e, incluso, por diferentes grupos armados.
El segundo punto mencionado por Silva tiene relación directa con la idea esencial del informe: “este va a presentar versiones sobre lo que ocurrió durante estos años, incluso como lo planteó la Comisión, es una contribución a la explicación sobre el por qué ocurrió lo que ocurrió y esos abordajes siempre implican establecer causalidades. La comisión no está juzgando, pero sugerir responsables o responsabilidades, y esas versiones obviamente particulares, puede complicar las ideas sobre convivencia democrática que tiene un país”.
Algunas personas se verán representadas en el informe, otras no. El caso es similar para diferentes organizaciones e instituciones. Desde el día de la presentación se han visto reacciones diversas de sectores políticos e institucionales, “por eso al Gobierno le queda la tarea de lograr mediar este informe, las implicaciones, la apropiación y la difusión, que es lo que también viene con la resistencia”, explicó Santiago.
Los retos para el nuevo gobierno
En la presentación de resultados estuvo el presidente electo Gustavo Petro, quien recibió las recomendaciones y se comprometió a tenerlas muy presentas en su período presidencial. Antes de este momento, desde su equipo, ya se había planteado la disposición para tener el informe dentro de sus planes de desarrollo y en futuras decisiones políticas. “Claramente la lista de recomendaciones y las apuestas generales sobre qué cosas son relevantes y siempre se van a enfrentar con las tensiones presentes en la decisión pública. Ahora vamos para un nuevo gobierno y un proceso de plan de desarrollo en el que hay una lista larga de demandas, de promesas y propuestas hechas en campaña, de demandas sociales acumuladas de la movilización del año pasado”, explicó Silva.
Añadió que hay muchas organizaciones y grupos que también están presentando listas de recomendaciones y que muchas pueden coincidir, sin embargo, el gobierno tiene un reto importante: “alinear toda esa información de cara ya no a un discurso o una propuesta política, sino a un instrumento de intervención y de trabajo en términos de planeación, que logre dar cuenta de las diversidades de preocupaciones”.
¿Y los retos para la academia?
Hay dos retos fundamentales. El primero tiene relación con la posibilidad de la lectura, la discusión y la disposición del informe como contenido pedagógico. También en la creación de espacios de conversación, discusión y apropiación dentro de una clase. “Ese primer ejercicio de hacer un esfuerzo para que se incluya la lectura y la puesta en común del informe dentro de los contenidos de las instituciones educativas. Esto es un elemento clave de esa apropiación”, agregó Silva.
El segundo reto trae una lista de recomendaciones de política pública para el nuevo gobierno y la sociedad. Y ahí en esa posibilidad de convertir esas recomendaciones en realidades también hay una labor que la academia puede realizar y es de desarrollar ideas y conectarlas con agendas políticas y públicas, de buscar evidencia, también de dirigir su agenda de investigación y de extensión.
El informe es un hito fundamental para Colombia, pues darse la oportunidad de conversar y construir memoria sobre el conflicto armado es clave para empezar, no solo a sanar, sino, como dijo el docente, “para poder empezar a imaginar un futuro distinto. Uno de los líos claves de un conflicto armado, de un ejercicio de victimización sistemática, es que se vuelve ancla, es decir, un obstáculo insalvable, y es comprensible que para muchas comunidades y personas sea complejo imaginarse el país sin estar determinado por esa dinámica”. Por eso, para empezar a crear nuevos imaginarios la academia da un paso adelante en la apropiación y reconocimiento de la memoria y en la creación de espacios para imaginar otros futuros posibles.
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Alejandro Gómez Valencia
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