La salud mental depende, en gran medida, de las habilidades que tiene cada persona para relacionarse con el ambiente. En el caso de los jóvenes las instituciones de educación y los profesores tienen la posibilidad y la responsabilidad de ayudarles desde diferentes alternativas a desarrollar esas habilidades. ¿Cómo se puede aportar desde la academia?, ¿cuál es el papel que pueden asumir las instituciones, los docentes y los pares de los jóvenes?
Mariantonia Lemos Hoyos, profesora de EAFIT y psicóloga clínica de orientación cognitivo-conductual, explica que la buena salud mental no es algo que simplemente nazca, es un estado que tiene origen en nuestras variables disposicionales y personales para interactuar con el entorno. En ese sentido cree que en el caso de los jóvenes las universidades pueden aportar ayudándoles a formar habilidades fundamentales como la resolución de problemas, el manejo del estrés y la regulación emocional.
Promover estrategias para desarrollar esas habilidades a través de campañas en las áreas de bienestar es, dice Mariantonia, igual de importante en las universidades como en las escuelas y colegios. Pero la tarea no se queda en las instituciones. “Es muy importante acompañar esa formación desde cursos, pero también desde nuestro acompañamiento como profes porque nosotros como docentes no solo somos formadores en conocimiento de los estudiantes, sino en habilidades en ellos, y eso es precisamente lo que hacemos con una mentoría constante que debemos hacer”.
La comprensión a través de investigaciones, estudios, conferencias, publicaciones y contenido sobre el bienestar y la salud mental y emocional de los estudiantes es otro aporte que se puede hacer desde la academia. Así lo comparte Sara Moreno Osorio, coordinadora de Apoyo Psicosocial y Psicopedagógico de Desarrollo Estudiantil de EAFIT.
Sara agrega que desde las universidades se puede contribuir a través de programas de promoción y prevención en salud, la oferta y desarrollo de actividades deportivas y artísticas, la oportunidad de socialización en la diversidad y el trabajo colaborativo, la posibilidad de agrupación para trabajar por intereses y objetivos comunes, el acceso al aprendizaje de habilidades y conocimientos para el desarrollo personal, la oferta de alternativas de atención en asesoría o consulta psicológica, entre otras.
Las acciones y programas que menciona la coordinadora de Apoyo Psicosocial y Psicopedagógico se enmarcan en la idea de que la experiencia universitaria puede ser un entorno protector para la población juvenil. La profesora Mariantonia amplía esa noción explicando que las instituciones educativas pueden facilitar el desarrollo de estrategias argumentativas para no enfrascarse en conversaciones que no trascienden, así como ser espacios de reflexión para escuchar diferentes opciones, aprender a argumentar y ayudar adquirir herramientas para comprender las situaciones de manera diferente y más acompañada.
“Cuando tenemos cualquier dificultad de salud mental, y no me refiero solamente a trastornos, sino cuando estamos preocupados o estresado, sentir apoyo social es uno los factores que sabemos que es un factor protector. Entonces que las universidades desde la institución, pero también desde los profes yfacilitando grupos estudiantiles que funcionen como apoyo social de pares podemos llegar a ser moduladores de las afectaciones en salud mental que puede tener la población”, manifiesta Mariantonia Lemos.
Otra manera en la que las universidades son entornos protectores favorables de la salud mental de los jóvenes, complementa Sara Moreno, está en permitirles el necesario y sano distanciamiento del cobijo familiar para explorar gustos, intereses y habilidades personales en entornos diversos y retadores.
Prevenir y acompañar
Un recientemente estudio realizado por investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona y el Colegio Colombiano de Psicología para comprender los efectos psicológicos de la pandemia determinó que las mujeres, las personas con bajos niveles de ingresos y los adultos jóvenes entre los 18 y los 29 años son los más afectados por contingencias que amenazan la estabilidad emocional de los individuos. De acuerdo con la investigación, cerca de una tercera parte de la población ha presentado síntomas de ansiedad, depresión y somatización de enfermedades.
No poder tramitar esas emociones y otras como la vulnerabilidad, el desamparo, la indignación o la rabia puede tener afectaciones en la salud mental. Así lo considera Jonny Javier Orejuela Gómez, docente e investigador del Departamento de Psicología de EAFIT, quien manifiesta que los jóvenes tienen mayores condiciones de riesgo porque están viviendo una situación crítica. “En términos de su ciclo evolutivo están en el momento de cambio hacia la vida adulta y viviendo un período de transición que no deja de tener un costo afectivo para ellos”.
En relación con lo anterior, Sara Moreno Osorio considera que otros factores que también pueden deteriorar la salud mental de la población juvenil son la escasez de oportunidades laborales adecuadas, al acceso a educación sin tener un alto endeudamiento y a la construcción colectiva de una sociedad y cultura más equitativa.
Finalmente, tal como indica Mariantonia Lemos, otro de los aportes de las Universidades en este tema es brindar acompañamiento en la detección de problemas de salud mental que sean tratados en las entidades prestadoras de salud.
“Más allá del diagnóstico oportuno y acompañamiento en la remisión tenemos un gran trabajo en la promoción de habilidades para desarrollar una mejor salud mental y, desde la prevención, acompañando con el apoyo social que ofrecemos como institución, como profes y como pares favoreciendo el desarrollo de grupos entre estudiantes y promoviendo espacios de reflexión”, concluye la docente.
Mayores informes para periodistas
Alejandro Gómez Valencia
Área de Información y Prensa EAFIT
Teléfono: 574 2619500 ext. 9931
Correo electrónico: jgomez97@eafit.edu.co