Son 25 puntos de una larga diferencia. En el año 2021 en Colombia, mientras que 76 de cada 100 hombres en edad de trabajar estaban en la fuerza de trabajo, en el caso de las mujeres el dato no llegó a 50 (49.4). Una brecha de 25 puntos que en palabras de Juan Daniel Oviedo, director del Departamento Nacional de Estadística (Dane), habla de las “trampas” que les pone a las mujeres nuestra sociedad al momento de emplearlas.
En Antioquia, en 2021, esa misma brecha se representó en que 17 de cada 100 mujeres de la fuerza de trabajo estaban desempleadas, mientras en el caso de los hombres los desempleados eran 10. Es una brecha de 5.6 puntos porcentuales, que en el caso de las mujeres jóvenes se convierte en 9 puntos.
¿Por qué pasa eso? Para el Director del Dane la sociedad tiene unos estereotipos de género muy marcados. “Si hiciéramos una votación sobre si estamos más de acuerdo o menos de acuerdo con la frase ‘Las mujeres son mejores que los hombres haciendo oficio en la casa’, dos terceras partes de los encuestados -sin importar sexo u orientación sexual- estarían de acuerdo con esa frase. Esto es Colombia”, dijo.
Esa percepción tiene consecuencias drásticas para las mujeres que se reflejan en el tiempo que dedican a actividades del cuidado y del hogar y la no remuneración por las horas de trabajo. Según los más recientes datos, que corresponden a los años 2020 y 2021, una mujer trabaja en promedio alrededor de 15 horas cada día y solo recibe remuneración por siete horas y media, el resto corresponden al tiempo en el hogar. Un hombre trabaja 12 horas y le pagan por nueve, las otras tres son en el hogar.
“Estas cifras tienen un elemento cultural supremamente importante. Por eso la necesidad de dejar de ver el problema de participación de las mujeres en el mercado laboral simplemente como una brecha de tasa de desempleo. No nos podemos dejar echar cuentos de los gobernantes que dicen que van a proponer una política de reactivación que sea incluyente en género si no tenemos unas reflexiones de fondo sobre los elementos estructurales que tenemos que romper en nuestra sociedad. Y en este momento no hay un espacio en el sistema educativo del país para que los niños y los jóvenes resuelvan estos estereotipos”, opinó Juan Daniel Oviedo en un encuentro este jueves 28 de abril en EAFIT, propiciado por la Escuela de Finanzas, Economía y Gobierno.
Esos sesgos también se reflejan en el tipo de trabajo que realizan las mujeres. Según datos de la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) del Dane, en 2021 la mayoría de las mujeres ocupadas (52,5%) se empleaban en tres ramas de actividades: Comercio y reparación de vehículos (20,7%); administración pública y defensa, educación y atención de la salud humana (19,1%); actividades artísticas, entretenimiento, recreación y otras actividades de servicios (12,7%). Si bien esas tres ramas abarcan diversos oficios, en el caso de las mujeres se traducen a empleos en el sector de la alimentación, haciendo aseo, vendiendo ropa, cajeras, instrumentadoras quirúrgicas, auxiliares de odontología, profesoras de preescolar, y otros similares.
“¿Dónde están las mujeres trabajando en sectores como el financiero?”, se preguntó el funcionario para responder que las hay, pero que ganan mucho menos que los hombres. Así presentó otra de las dimensiones de la brecha laboral en el país, la de la diferencia en los salarios entre ellas y ellos.
Las cifras del Dane revelan que “en 2020 las mujeres percibieron ingresos laborales mensuales 5.8% menores que los hombres. Sin embargo, los ingresos de las mujeres son 6.5% mayores en el ingreso por hora. En el ingreso mensual, son más afectadas las mujeres rurales, mayores, sin educación y con autorreconocimiento indígena”.
La conclusión de Daniel Oviedo es que con la pandemia retrocedimos diez años en brecha de género en materia del mercado laboral, hasta el año 2004. Aunque son diez años en los que esa brecha, tal como demuestran los datos, no era más corta porque se estuvieran rompiendo los estereotipos, se mantienen hoy.
“La reflexión es que hay que evolucionar estás brechas que enfrentan las mujeres en el mercado laboral. Hay que reconocer que sus orígenes están basados en la cultura y se resuelven en la educación. Solo con cambios de estereotipos vamos a tener mayor posibilidad de que tengamos a las mujeres, que son mayoría en el sistema de educación superior, trabajando en actividades que le agregan valor al desarrollo económico del país”, expresó.
Otros efectos de la brecha
Un efecto de la brecha de género en el mercado laboral se refleja en asuntos domésticos. Si es uno de los dos sexos de la pareja el que está copando la mayoría de los ingresos, el acceso a propiedades y las redes profesionales, ¿cuál de esos sexos va a poder tomar decisiones de manera más autónoma dentro del hogar?
La pregunta la hizo en el evento Karen García, coordinadora del Grupo de Enfoques Diferenciales DANE, quien compartió en el encuentro datos que revelan que en Colombia 18.6 millones de personas residen junto a una pareja del sexo opuesto en el mismo hogar, lo que corresponde a 9.3 millones de parejas. En la mayoría de las parejas (70.9%) el hombre es mayor que la mujer; en la mayoría de los casos (60.3%) los dos miembros de la pareja tienen el mismo nivel educativo; y en el 24.6% de las parejas, la mujer tiene mayor nivel educativo que su pareja.
El acceso al mercado laboral es esencial en este punto porque se relacionada con temas como la toma de decisiones en el hogar, puesto que las mujeres tienden a tomar menos decisiones por ellas mismas. Por ejemplo, ante la pregunta sobre quién decide en la pareja si usted debería tener un empleo o trabajar en un negocio de manera remunerada, las mujeres que toman esa decisión en pareja son mayor proporción que los hombres.
Lo mismo ocurre, dijo la funcionaria, con otras cuestiones financieras estratégicas para el hogar como pedir préstamos, comprar o vender una propiedad, planificación de pensiones, vacaciones, adquirir electrodomésticos o carro, entre otras. Ahí la tendencia es que más del 80 por ciento toman estas decisiones en pareja, pero entre quienes dicen que toman estas decisiones de manera individual hay más representación de los hombres.
Si bien la educación y la cultura son esenciales en romper esas tendencias, es posible acelerar el avance gracias a políticas públicas y del sector privado, justo como mencionó César Tamayo Tobón, decano de la Escuela de Finanzas, Economía y Gobierno de EAFIT. Precisamente sobre las posibles alternativas que tiene el sector público, Juan Camilo Chaparro, profesor de la universidad e investigador del mercado laboral, habló sobre la necesidad de incentivos que permitan, justamente después del golpe que dio la pandemia al empleo de los jóvenes y las mujeres, vincular a estos sectores al trabajo.
Desde el sector privado también se pueden y se están haciendo esfuerzos en ese sentido. Así lo sostuvo Alejandro Torres García, director de Desarrollo Económico de Proantioquia, cuando consideró que la pandemia fue un experimento natural que develó las brechas, teniendo presente la velocidad “impresionante” a la que las mujeres abandonaron el mercado laboral y la lentitud con la que están retornando.
Para aportar a resolver este desafío, al igual que otras organizaciones, desde Proantioquia, expresó Alejandro, se trabaja en la implementación de una política nacional del cuidado, para que se distribuyan las cargas de esa tarea y las mujeres puedan participar en el mercado laboral de una manera más activa, mejoren su poder de negociación en el hogar, tengan más ingresos y aumenten la productividad.
“Hemos identificado que el sector privado de cierta manera es consciente de esto pero esa conciencia todavía no se ha vuelto acción. En la práctica lo que encontramos es que dicen que es importante, que hay que hacerlo, pero hay que pasar de reconocer el fenómeno a implementar políticas que efectivamente empiecen a cambiar esa realidad”, dijo el Director, quien agregó que incluso en la inteligencia artificial que se utiliza para la selección de personal pueden existir sesgos en contra de las mujeres.
La labor por el cierre de brechas que realiza Proantioquia, que agrupa a cerca de 60 empresas, se hace en parte desde la Alianza Empresarial por la Equidad de Género, una apuesta por disminuir las brechas sociales y promover las buenas prácticas de inclusión en la que también participan EAFIT, Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia, Comfama, Avon Colombia, ANDI Seccional Antioquia, Aequales, Grupo Argos y la Gobernación de Antioquia.
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