La salud de la naturaleza es la salud humana. Ese es uno de los mensajes que se puede leer en la alarma que está esparciendo la viruela símica en el mundo. Se trata de una señal que, según analistas de EAFIT, en ocasiones pasa desapercibida: nuestras acciones sobre el medioambiente se reflejan en la salud pública.
Como explica Alejandro Álvarez Vanegas, profesor del Área de Sistemas Naturales y Sostenibilidad de la Escuela de Ciencias Aplicadas e Ingeniería de EAFIT, consiste en tener una visión integral de la relación entre los seres humanos y el entorno ecológico. El docente parte de la idea de que si bien la naturaleza nos entrega beneficios y servicios ecosistémicos —que se traducen, por ejemplo, en alimentos, medicinas y materias primas—, también representa ciertos riesgos.
No son únicamente riesgos relacionados con inundaciones, huracanes, sequía o erupción de volcanes. Hay otros como la zoonosis, grupo de enfermedades de los animales que son transmitidas al hombre, entre las que se encuentran la viruela símica, también conocida como viruela del mono o monkeypox.
Esas enfermedades zoonóticas, como el covid-19, “tienen que ver con la forma en que nos relacionamos con el entorno, con cómo, por ejemplo, fragmentamos ecosistemas y terminamos desplazando ciertas especies que estaban muy guardadas, donde deberían estar, y que allá cumplen una función importante; porque no se trata de decir entonces que a las especies que tienen riesgos de patógenos hay que eliminarlas”, agrega el docente.
Nicolás Pinel Peláez, también profesor del Área de Sistemas Naturales y Sostenibilidad de la Escuela de Ciencias Aplicadas e Ingeniería, coincide con el profesor Alejandro. “La degradación del hábitat natural de las especies silvestres o el tráfico en dichas especies aumenta el contacto entre los humanos y las posibles fuentes de nuevos virus con capacidad del salto zoonótico”, dice Nicolás como ejemplo de los efectos de una relación insana con el medioambiente.
Nicolás comparte, además, que el pasado 21 de julio, dos días antes de que la Organización Mundial de la Salud declarara el brote actual de la viruela símica como una Emergencia de Salud Pública de Preocupación Internacional, se publicó en la revista científica Nature un estudio liderado por Colin Carlson y Gregory Albery, de la Universidad de Georgetown y de la organización EcoHealth Alliance, que explora la relación entre eventos zoonóticos bajo escenarios de cambio climático global.
“Analizando la futura distribución de múltiples especies de mamíferos portadores de virus con potencial zoonótico, los investigadores encontraron un aumento en la probabilidad y frecuencia de eventos de transmisión de nuevos virus que se pudiesen dispersar entre los humanos a medida que el rango de hábitat de las especies de mamíferos se restrinja a causa de las alteraciones climáticas”, explica el profesor.
También se debe cuidar
Hay entornos más cercanos y personales en los que el cuidado previene el contagio de enfermedades zoonóticas. Así lo explica Diana Carolina Gómez Restrepo, jefa del Departamento de Servicio Médico y Seguridad y Salud en el Trabajo de EAFIT. La médica llama la atención sobre la mayor incidencia de contagio debido a, por ejemplo, la inadecuada disposición de residuos y el mal manejo de carne comestible. “Si a la probabilidad de ser infectados se le suma la poca higiene, cada vez va a ser más fácil estar enfermos”, complementa.
La vacunación tiene un papel crucial. Fue así en la estrategia para contrarrestar la propagación del virus Variola major, causante de la viruela humana, pariente del de la viruela símica, responsable de la muerte de cientos de millones de personas —incluyendo la gran mayoría de los habitantes nativos del continente americano al momento de la llegada de los europeos— y declarado extinto del mundo en 1980 y de Colombia en 1979.
Así lo explica Nicolás Pinel, quien agrega que el cese de la vacunación contra la viruela humana propició una nueva generación de individuos susceptibles a infecciones por otros Orthopoxvirus, género vírico entre los que está el de la viruela símica. Incluso cita un estudio de febrero de 2022 contratado por la compañía biotecnológica Bavarian Nordic, que revisó todos los casos de monkeypox reportados hasta finales de 2021 y halló que el aumento de las infecciones tiene relación con la caída de la inmunidad comunitaria contra la viruela humana.
“Dos meses después de la publicación, el virus, que hasta entonces se había limitado a cadenas de transmisión al interior de África (excepto por un brote de transmisión zoonótica en Estados Unidos durante el año 2003 asociado a ratas de Gambia importadas como mascotas y a los perros de la pradera que estas contagiaron) y a casos aislados por fuera de su rango endémico siempre asociados a viajeros, una variante del virus logró viajar de Nigeria al continente Europeo y, en menos de tres meses, diseminarse a más de 70 países no endémicos”, dice.
Un ejemplo de los virus albergados por especies domésticas y silvestres se documentó en Colombia en el año 2017 cuando el Instituto Nacional de Salud reportó infecciones humanas en el departamento de Caquetá de los virus Vaccinia y el virus de la pseudoviruela vacuna (Parapoxvirus) adquiridas de ganado vacuno entre los años 2013 y 2014.
Ambos virus se cuentan entre los más de 600 reconocidos en mamíferos, cerca de estos 200 con capacidad de infectar naturalmente a otras especies, incluidos los humanos. Ese dato, y la dispersión global de la viruela símica a tan poco tiempo de la aparición SARS-CoV-2 le resaltan para Nicolás Pinel “la íntima conexión entre la salud humana, la salud animal y la salud ambiental”.
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Alejandro Gómez Valencia
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