Se dedican al aseo. Las identificaron tres investigadores de EAFIT, Pascual Bravo y Universidad de Medellín que utilizan estas microalgas para tratar aguas residuales y, en ese proceso, notaron que también se podían generan biofertilizantes y otros productos que son un valor agregado para las industrias que en sus procesos requieren el uso de agua.
La tecnología se ofrece como una solución para las empresas, no solo para cumplir con los requerimientos de la legislación, sino también para ser ambientalmente responsables con los residuos que expulsan a los recolectores de agua.
“La idea es aprovechar estos microorganismos que hacen fotosíntesis, como las plantas, que y están de manera natural en los ecosistemas. En Colombia hay muchos tipos y se caracterizan porque se adaptan a diferentes condiciones y se alimentan de materia orgánica”, explica Adriana Aristizábal Castrillón, profesora de la Escuela de Ciencias Aplicadas e Ingeniería de EAFIT, e investigadora de este proyecto junto a Lorena Cardona Rendón, de la Institución Universitaria Pascual Bravo, y Catalina Arroyave Quiceno, de la Universidad de Medellín.
Fue justamente en las especies colombianas en las que las investigadoras encontraron muy buenos resultados en esa tarea de limpieza y en la adaptación a entornos difíciles. Catalina Arroyave explica que en el proyecto se aislaron muestras que evidenciaron características particulares de las microalgas del país como “la capacidad de crecer en aguas residuales mucho más rápido y que se adaptan muy bien, incluso más que especies comerciales”.
Estas cualidades se enmarcan en el concepto de economía circular que resaltan las líderes del proyecto: las aguas son tratadas con microalgas de la biodiversidad nativa y, además, se genera un biofertilizante que se presenta como una solución ante los altos costos de los insumos para la agroindustria. Una solución con valor agregado pues, tal como explica Catalina Arroyave, estas microalgas tienen un alto contenido de nitrógeno, un rango entre 11 y 13 por ciento, “muy alto en términos de fertilizantes”.
Lo esencial, dice Lorena Cardona, es garantizar una producción efectiva, cubriendo así una deficiencia común en el mercado, pues algunos fertilizantes, al no ser absorbidos por la planta, terminan en el suelo generando contaminación.
Transferencia al servicio de la sociedad
El trabajo que se requiere del laboratorio está listo, el foco ahora está en la adaptar la tecnología a las diferentes necesidades del contexto. Se han realizado pruebas piloto con éxito y sigue escalando en su nivel de madurez tecnológica.
“Si bien las empresas tienen un tema productivo por el que debe responder, es relevante incluir dentro de sus procesos la forma más sostenible de hacer esa producción. Entonces ahí entra la Universidad”, enfatiza Melissa Londoño, jefa encargada de Transferencia de Tecnología y Conocimiento de EAFIT, dependencia que acompaña el proyecto.
Es por esto que, actualmente, se buscan aliados para continuar con su desarrollo. La tecnología está disponible para llegar a las empresas interesadas en aplicar el tratamiento de agua con menos impacto ambiental y menos costo, lo que la hace accesible a toda la industria. Además, la tecnología también puede ser útil en la generación de productos para el sector farmacéutico, en medicina, alimentación, productos químicos, entre otros.
Así se consolida lo que explica Diego Villanueva Mejía, director del Área de Sistemas Naturales y Sostenibilidad de EAFIT, sobre el interés institucional por que el conocimiento que se genere también tenga aplicación. En el caso de estas microalgas aseadoras de agua el profesor destaca que “contribuye totalmente a la sostenibilidad que tanto pide el entorno”.
Alejandro Gómez Valencia
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