La intuición de Alejandro y Pablo no falló. Sabían que valía la pena emprender en el desarrollo de sistemas sostenibles de almacenamiento de energía. Sus visiones complementarias les permitieron identificar una oportunidad en una convocatoria abierta que Naciones Unidas realizó este año para participar en el congreso Youth4Climate en Roma, con énfasis en soluciones a la crisis climática en países en vía de desarrollo. Las condiciones incluían que fueran propuestas lideradas por personas menores de 30 años, con capacidad para replicar y escalar la propuesta.
De 1.163 proyectos, su iniciativa se incluyó en el listado de los 100 participantes seleccionados. La emoción no terminó allí, ya que al final del evento, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Ministerio de Ambiente de Italia eligieron 40 soluciones para recibir financiamiento y capacitación, y entre los elegidos se encontraba la iniciativa elaborada por BATx, la empresa liderada por los dos amigos, ambos graduados de EAFIT.
“Lo que llevamos a Roma fue la propuesta que tiene BATx a partir de la reutilización de componentes de baterías de vehículos eléctricos, que nos permiten ensamblar nuevas baterías para almacenamiento de energía solar. La idea es emplear esta tecnología para la electrificación de escuelas en zonas rurales apartadas, que no tienen hoy conexión de energía eléctrica”, explica Pablo Castellanos Ramelli, abogado y politólogo de EAFIT.
En principio, su idea es llegar a una zona no interconectada, donde esta tecnología es idónea por su larga vida útil, su operación es sencilla y no requiere un mantenimiento constante. Además, al ser parte de un proceso de economía circular, su costo no es tan elevado en relación con otras baterías existentes en el mercado.
Según cuenta Pablo, varias empresas y fundaciones les han manifestado su interés en apoyar esta iniciativa, lo cual ven como una fortaleza, ya que de esta forma podrían ofrecerle a la población una solución más completa, en la que no solo instalen los paneles solares y las baterías, sino que también las personas puedan recibir formación e insumos, generando así impacto ambiental y social, un elemento que está en la filosofía de BATx.
Baterías descartadas que merecen una segunda oportunidad
El insumo principal de BATx son las baterías descartadas de iones de litio del sector de la movilidad (carros y bicicletas), ya que cuentan con características importantes, como la posibilidad de cargarse y descargarse, versatilidad en cuanto a usos, disponibilidad —en Medellín se estima que hay más de cinco mil vehículos eléctricos que usan este tipo de baterías— y capacidad para almacenar altas cantidades de energía.
Lo que hace este emprendimiento es tomar los componentes de esas baterías y transformarlas en unas nuevas para distintos usos. Así lo explica Alejandro Camargo, ingeniero físico y profesional en finanzas de EAFIT: “Nosotros compramos las baterías cuando llegan al final de la vida útil por cualquier motivo y las diagnosticamos para identificar dónde está el daño. De acuerdo con esa información, definimos a qué uso las podemos mandar: energía solar, respaldo de energía o incluso se puede devolver a movilidad eléctrica. También, podemos agrupar varias baterías y fabricar una distinta. Me gusta ver que fabricamos un producto con un alto contenido de componentes reciclados, el 90 %”, afirma el ingeniero.
Mediante este proceso, BATx reduce la cantidad de baterías que se deben importar y gestionar como residuos peligrosos en el país, disminuyendo las emisiones de dióxido de carbono en el medio ambiente y proponiendo nuevas soluciones al proceso de electrificación rural. Para Alejandro, en el fondo se trata también de cambiar la visión de usar algo y descartarlo, por una mirada en la que hay varios niveles de uso.
La curiosidad marcó el inicio
La historia de BATx se remonta a los días en que Alejandro era estudiante de EAFIT; desde allí surgió su interés por investigar más sobre el tema de almacenamiento de energía en vehículos y sus problemas asociados. Al principio, no lo consideró como una oportunidad de negocio, sino como una posibilidad para experimentar. Luego se le unió Pablo, quien, con una formación distinta, le aportó su visión.
Con el tiempo, el equipo ha ido creciendo; ahora los acompañan cuatro estudiantes de ingeniería: tres del ITM y uno de la Universidad de Antioquia. En estos tres años, han tenido la posibilidad de desarrollar más de 50 proyectos y trabajar con empresas como Celsia, Auteco y AKT. En 2023, junto con Celsia, ganaron el Premio a la Innovación de la Feria Internacional del Sector Eléctrico.
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Alejandro Gómez Valencia
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