¿Cómo hacer que un barco de papel con 50 monedas encima se mantenga a flote en el agua? Ese es uno de los muchos retos que los estudiantes de Tatiana Roldán Rojo deben aprender a resolver en sus clases Mecánica de fluidos. Para esto, pueden trabajar en grupo, conversar, evaluar los materiales y los pesos, crear cámaras de aire y buscar, con recursividad, todas las formas posibles de lograr su meta.
Al final, lo más importante, menciona la profesora de la Escuela de Ciencias Aplicadas e Ingeniería de EAFIT, es que después del proceso de ensayo y error hayan aprendido cómo conectar la teoría con la práctica, y puedan aplicar estos conceptos en la solución de problemas que sean reales y cercanos a sus contextos.
“En el campo de la física el reto que tenemos los profesores es lograr que los estudiantes tomen los conocimientos, los vivan en experiencias reales y se los lleven para aplicarlos a situaciones y decisiones que harán parte de su recorrido personal y profesional”, expresa.
Por su parte, Tatiana Ortiz Pradilla, de la Escuela de Administración, se ha planteado el reto de que todos sus estudiantes, sin importar la disciplina en la que se estén formando, puedan ser creativos. Por eso, como ella sostiene, en sus cursos de la asignatura de Creatividad, “el aprendizaje debe atravesar la mente y el cuerpo”. Por eso sus clases tienen varios componentes: movimiento, preguntas movilizadoras y casos reales de la industria que les permiten a los estudiantes brindar soluciones a problemas específicos de las empresas.
Ambas profesoras han logrado implementar en sus cursos actividades de aprendizaje experiencial, una metodología que ya está presente en la realidad de muchas instituciones de educación superior.
Pero… ¿qué es aprendizaje experiencial?
Los juegos de rol, los laboratorios, las prácticas profesionales y las clínicas, la investigación aplicada, las mentorías, los consultorios o las misiones académicas, y también el aprendizaje colaborativo y basado en retos, las aulas invertidas, o la inmersión en entornos de simulación, solo por mencionar algunos ejemplos, son experiencias que propician que el estudiante no solo sea protagonista de su proceso, sino que también pueda desarrollar competencias corporales, socioemocionales y cognitivas que le aporten a su vida.
Ese enfoque educativo se conoce como aprendizaje experiencial y, en el caso de EAFIT, desde hace varios años todos los programas avanzan en su implementación, incluidos los profesores quienes, bajo este modelo, son reconocidos como guías, compañeros, facilitadores, expertos, evaluadores y mentores.
Pero entonces, ¿cuáles son los retos que tienen los maestros para adaptarse a estas dinámicas de enseñar y aprender? A propósito del Día del Profesor, que se celebra los 15 de mayo (y está acorde con una declaración de la Organización de las Naciones Unidas), son varios los desafíos y perspectivas de futuro a los que deben responder para acoplarse a este modelo.
Uno de los aspectos fundamentales del aprendizaje experiencial es entender que esta metodología no riñe con las otras estrategias tradicionales basadas en lo disciplinario. Al contrario, como lo explica Paola Podestá Correa, vicerrectora de Aprendizaje de EAFIT, son totalmente complementarias. “Es decir, el hecho de que en una clase se trabaje desde el aprendizaje experiencial no significa que excluye otros componentes. Y de ahí la importancia de tener una actitud de disposición y apertura para adaptarse a estos modelos”, señala.
Este primer paso es decisivo para que los profesores puedan explorar cómo los casos, retos, simulaciones, juegos de rol o proyectos especiales pueden generar en el estudiante procesos de aprendizaje basado en lo experiencial. En resumen, el profesor está llamado a ser la primera persona que experimente las metodologías diseñadas, porque como lo afirma la Vicerrectora, el aprendizaje experiencial parte de la experimentación, pasa por la observación y luego permite realizar intervenciones concretas.
Se trata de una opinión a la que se suma Willy Henao Zea, coordinador de Aprendizaje Experiencial de EAFIT, y quien señala que hay que desmitificar el hecho de que este tipo de metodologías son aplicables, únicamente, a ciertos tipos de asignaturas. “Todos los conocimientos son susceptibles o tienen la posibilidad de ser compartidos mediante actividades de aprendizaje experiencial. Todas las personas son creativas, algunos con más habilidades que otras, pero ahí es donde entra otro de los grandes retos para seguir fortaleciéndolas en quienes ya lo hacen o motivar a quienes apenas están comenzando: la formación”, puntualiza.
Sí, la formación es importante, pero ¿formación en qué?
Para lograr que los profesores avancen en la ruta de la implementación del aprendizaje experiencial hay que desarrollar las capacidades, y esto se logra a través de formación. Una formación que, como explica Patricia Toro Pérez, coordinadora del EXA, centro eafitense para la excelencia en el aprendizaje, debe incluir los fundamentos conceptuales de esta metodología, pero también ir más allá.
Esa oferta formativa debe incluir opciones en aprendizaje basado en proyectos, casos, juegos, retos, problemas y servicios. En el caso de EAFIT estos ejercicios han derivado en la generación espontánea de comunidades. Una de estas es el Círculo de Aprendizaje Experiencial, en el que participa el profesor Alejandro Álvarez Vanegas, de la Escuela de Ciencias Aplicadas e Ingeniería, junto a otros docentes de diferentes escuelas de EAFIT. Este espacio, en el que intercambian aprendizajes y ejercicios, les ha permitido identificar otra serie de retos a los que hay que apuntarle.
Para Alejandro, por ejemplo, el aprendizaje experiencial debe ser, en primer lugar, interdisciplinar. Los profesores no deben ceñirse solo a su campo, sino explorar la posibilidad de integrar elementos de otras disciplinas. “También hay que tener en cuenta que no existe una sola forma de aprendizaje experiencial, sino que existen muchas prácticas que se pueden combinar con los componentes cognitivos de cada clase, y que lleven a los estudiantes a cuestionarse sobre la realidad que los rodea y generen reflexiones en ellos”, indica.
Y eso lleva a un reto final, el de preguntarse por el alcance, impacto, aplicación y potencial de estas metodologías, para evaluar en dónde es más efectiva y en cuáles aspectos hay que fortalecerla. “Creo que lo más valioso que nos muestra esto es que uno enriquece más su rol en la medida en que más se pregunta por la manera de enseñar, y lo que hemos visto en el Círculo de Aprendizaje Experiencial es que este tiene mucho potencial, pero sin duda hay que seguir trabajando para superar obstáculos en materia de contenidos, disposición de los estudiantes y espacios de aprendizaje, entre otros”, concluye Alejandro.
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Alejandro Gómez Valencia
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