“Al cacao lo conozco de toda la vida”, dice Diana Maritza Angulo Quiñonez, líder comunitaria de Tumaco. Sus abuelos, campesinos cacaocultores, le transmitieron el amor por este fruto, aunque muchos de su generación no siguieron esa vocación. En su caso, Diana se ha dedicado a acompañar procesos juveniles en su territorio, lo que la llevó a formar parte de El Efecto Cacao, una alianza entre USAID Colombia, Casa Luker, Fundación Luker, Enel Colombia, Fundación Saldarriaga Concha, IDH y EAFIT.
Después de cinco años de trabajo con 974 familias productoras de cacao de las regiones de Urabá, Bajo Cauca, Huila y Tumaco, esta iniciativa recoge y evalúa sus frutos. Con el apoyo de la firma consultora ConLab, el 15 de febrero, se presentaron los resultados de la medición del contexto y las condiciones de vida de los socios productores que participaron del proceso. Se destacó la rehabilitación de 1.187 hectáreas y el aumento del 69.4 % en la productividad de los cacaocultores, con un cambio desde 441 Kg/ha hasta 602 Kg/ha de cacao. Esto representa un incremento del 36 % entre el año base de ingreso de cada productor al programa y el 2023.
En palabras de Diana, el proyecto se trató esencialmente de la dignificación de su trabajo. “En Tumaco, mucha gente que se ha dedicado por algún tiempo al cultivo de la coca aprendió con este proceso a reconocer que con el cacao te puedes sentir orgulloso. Con el dinero que resulta de este trabajo pueden contribuir realmente a la transformación de sus condiciones de vida, algo que no funciona tanto con cultivos ilegales”, afirma.
Asimismo, durante el proceso se capacitaron 837 personas en emprendimiento, de las cuales, el 63 % fueron mujeres. Si bien el proyecto tuvo logros notables en la dimensión económica, también tuvo un impacto en lo social y ambiental. En esa medida, 2.630 niños, jóvenes y adultos se formaron con los programas académicos ofrecidos por la iniciativa; 895 personas recibieron talleres para mejorar su salud mental y resiliencia; y el 90 % de los cacaocultores promovieron corredores de conectividad entre bosques existentes y sistemas productivos.
Los hogares productores de El Efecto Cacao tuvieron, en términos generales, mejores condiciones de vida en comparación con los hogares promedio de las zonas rurales colombianas. Además, gracias a la adopción de prácticas ambientales amigables en el manejo de plagas, se disminuyó el uso de agroquímicos prohibidos en los cultivos. “El Efecto Cacao fue el que enseñó a empoderarme de mi cultivo y hacer valer mis ideas. Desde que implementé todas las recomendaciones que los técnicos me hicieron, los árboles de cacao empezaron a producir como nunca lo habían hecho”, relata Eugenia Jiménez, cacaocultora de Urabá.
Según se explica en el informe, los ingresos de los hogares productores provienen de diferentes fuentes y dependen poco de las ventas de cacao, que representan en promedio el 34.1 % de los ingresos totales. Frente a esta situación, y con el acompañamiento de EAFIT, el proyecto logró fortalecer 20 asociaciones de productores, las cuales incrementaron su índice de capacidades técnicas, comerciales y administrativas en 36 puntos porcentuales, pasando de 45 % a 81 %, y que se manifiestan en una mejor gestión de la cadena de abastecimiento y logística, gestión tecnológica, entre otras habilidades
Respecto al papel desempeñado por la Universidad en este proceso, Antonio Copete Villa, vicerrector de Ciencia, Tecnología e Innovación de EAFIT, expresa que “la clave del éxito en estas intervenciones radica en la colaboración entre la academia, la sociedad y la empresa. Queremos dejar atrás el rol del académico que actúa como experto y ser más un socio de la comunidad, promoviendo nuevas prácticas de innovación”.
Retos para el futuro
De acuerdo con el análisis hecho por ConLab, los desafíos que quedan después de la implementación del proyecto incluyen la promoción de prácticas asociadas a la productividad, el incremento de la participación del cacao en los ingresos del hogar, la ayuda para que más hogares salgan de la pobreza y la inclusión generacional en la cadena productiva del cacao.
En relación con este último reto, Diana menciona que se debe “seguir trabajando en la participación de los jóvenes en todo el proceso productivo del cacao, no solo como productores, sino también en toda la cadena de valor". Según el informe de evaluación del proceso, se observó que los productores jóvenes lograron mayores incrementos en la productividad en comparación con los productores adultos, posiblemente debido a su disposición para implementar mejores prácticas de cultivo.
Para Sara Vélez Zapata, profesora e investigadora de EAFIT, el futuro del campo radica en los jóvenes. Desde la Fundación Luker y EAFIT, se trabajará en los próximos meses para escuchar las necesidades de esta población: "Convocaremos a un foro en abril. La idea es establecer una red de aliados para reflexionar sobre cómo, desde las capacidades de cada actor, podemos contribuir a crear oportunidades para los jóvenes rurales", concluye la investigadora.
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Alejandro Gómez Valencia
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