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Bajo el agua no se escuchan los disparos

​Isabella Franco 


Roberto Saldarriaga


Medellín tiene dos situaciones por resolver: la calidad ambiental y la delincuencia. En 1998 surgió Parce, una iniciativa que se ocupó de ambos problemas... hasta que llegó la nueva Alcaldía.

En 1991 Medellín fue bautizada como la ciudad más violenta del mundo registrándose 7081 homicidios en el año, es decir, casi 20 al día. La etiqueta se sostuvo por reclutamiento de menores, la formación de grupos armados, la drogadicción, el acceso cada vez más complicado a la educación y la constante sensación de inseguridad y miedo que todos los habitantes sentían incluso dentro de sus hogares. Esta cantidad de homicidios no sorprende en una ciudad que, acostumbrada al sonido provocado por el jalón de un gatillo, cada diciembre se pregunta si lo que sonó fue bala o pólvora.

Da la sensación de que esa tendencia a matarnos es folclórica, pero tenemos la seguridad de que reinventarnos es algo que nos define. Parce fue una de tantas iniciativas que buscó ofrecerle una opción de trabajo digno a los jóvenes que hacían parte de bandas delincuenciales; su labor: limpiar el río Medellín de manera indirecta a través del cuidado de las quebradas que desembocan allí.

El río Medellín nace en el alto de San Miguel, un bosque ubicado en la ciudad de Caldas. Fluye junto al Metro desde la estación Estrella hasta Madera; ahí, el río se dispersa hasta Girardota, donde culminan sus 104 kilómetros de extensión. Para abarcar esta gran distancia, que es como imaginarse 595 edificios Coltejer atravesando la ciudad, se necesitaba un elevado número de empleados para la limpieza del río, siembra de árboles, reforestación y recolección de escombros.

En 1998, Gerardo Emilio Duque, gerente del Instituto Mi Río —la entidad dedicada a la conservación y mantenimiento del río hasta el año 2005— se encontraba en un convite ambiental en la comuna Popular. Allí observó parados en una esquina a unos jóvenes que describió como mal presentados. Ellos lo vieron y le dijeron: “Parce, pónganos al menos a limpiar quebradas porque nos estamos matando entre nosotros”. Esa única frase inspiró a Gerardo a buscar una alternativa para aquellos que vivían en condiciones de violencia, desempleo y escasez, a crear un programa que beneficiara a una comunidad golpeada por el crimen y, a su vez, preservara, mantuviera y renovara el paisaje urbanístico de Medellín.

En la Alcaldía de Juan Gómez Martínez de ese año fue que surgió Parce: Programa de Aseo, Recuperación de Cuencas y Empleo. Fue presentado por Gerardo Duque al Consejo de Gobierno y se aprobó con un presupuesto inicial de veinte millones de pesos. El proyecto tuvo tanta acogida entre la comunidad que grandes grupos empresariales decidieron vincularse y apoyar la iniciativa. Fue así como el programa terminó con 7 mil millones de presupuesto.

Parce abordaba dos problemas palpables de la ciudad: la delincuencia y el mantenimiento del río Medellín. “A los bandidos, los pillos, los indigentes, la gente miserable se les pagaba por jornales 20 mil pesos diarios y se les daba un contrato que contaba con seguridad social. Se abrían procesos de inscripción, las comunidades llegaban, uno iba a las quebradas, miraba lo que había que organizar y hablaba con la comunidad. “Vengan que los voy a contratar para que limpien esta zona”, les decía Gerardo a las personas para vincularlas al proyecto.

Fueron 40 mil personas pertenecientes a las comunas: Popular, Santa Cruz, Aranjuez, Castilla, Robledo, Villa Hermosa y Buenos Aires, las que estuvieron trabajando en Parce durante tres años en el mantenimiento y cuidado del río. Habitantes de estos sectores vieron en un proyecto de cuidado ambiental la oportunidad de cambiar su contexto.

“Yo convocaba a los combos, se invitaban al proyecto para que trabajaran honestamente haciendo cosas por el barrio y la comunidad. El 90 % se animaba y se unía”, afirmó Edgar Castañeda, residente y líder de la Acción Comunal del barrio Castilla. La iniciativa permitió, por ejemplo, trabajos en la quebrada “La Picacha”, la cual sufre de constantes desbordamientos que generan daños en la comunidad e incluso muertes.

El empleo aumentó, la delincuencia disminuyó y los alrededores del río se mantuvieron cuidados y protegidos hasta el año 2001, porque con el cambio de administración en la Alcaldía, Luis Pérez, quien es el actual gobernador de Antioquia, decidió dar por finalizado el proyecto. La decisión fue tan impactante como una bala, las mismas que volverían a ser protagonistas de una guerra que renacería. “Las quebradas se volvieron a inundar y han muerto en la guerra 700 pelaos que hicieron parte de Parce”, aseveró Gerardo Duque.
Quienes se vincularon a esta iniciativa estaban cansados de vivir con el peso de la violencia, la muerte y la inseguridad en su espalda. No se dedicaban a las bandas porque les gustara sino porque el contexto les pesaba más que sus principios. Parce fue la posibilidad de poder elegir algo distinto: poder subsistir a través de la conservación ambiental y el trabajo legal.

“Se respiraba armonía porque la comunidad se sentía segura al saber que las quebradas no se iban a desbordar y estaban sin desechos”, recordó Edgar Castañeda haciendo alusión al cambio que hubo en la comuna en aquella época, entendiendo que este tipo de iniciativas promueven el trabajo colaborativo, la legalidad y el sentido de pertenencia por nuestra ciudad.

Las razones sobre el fin de esta iniciativa son un enigma. Aquellos que fueron parte y conocen lo que sucedió, ocultan o evaden responder el por qué. “Si yo doy una información verdadera de cómo han sucedido las cosas, mi nombre va a aparecer en los periódicos, y si no la dieron en el instituto Mi Río, ¿cómo voy a dar información a nombre mío?”, comentó un funcionario del Área Metropolitana.

Aunque actualmente hay una preocupación general por el cuidado ambiental y una serie de iniciativas que responden a las necesidades de la ciudad como el pico y placa ambiental, Puntos Naranja y Aguas Claras, realmente el río no tiene doliente porque su atención está dividida en diferentes instituciones.

Cerrar un proyecto que cuidaba al río que hoy está descuidado y reducía los índices de violencia, es un sinsentido. Cuando Parce se acabó, se fue con él la ilusión de muchos que esperaban cambiar el sonido de las balas por el del agua.