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Buscando a elena

Águeda Villa

La quebrada Santa Elena servía de eje y referente en Medellín durante los años veinte, pues atravesaba la ciudad de oriente a occidente y era un lugar significativo de recreo y economía para sus habitantes. A falta de acueducto y por problemas de contaminación, fue cubierta entre 1930 y 1940. Hoy continúa su curso debajo de la avenida La Playa y desemboca en el río Medellín a la altura de La Minorista.

Desde su cubrimiento en las décadas de 1930 y 1940, muy pocos saben que la quebrada Santa Elena existe, que tiene numerosos afluentes y que cumple un papel fundamental en el abastecimiento de algunos acueductos de la parte alta de Medellín. Nace en el Altiplano de Oriente, conocido hoy como Rionegro y pasa por sectores como Buenos Aires, Villa Hermosa y La Candelaria, desembocando en la quebrada la Iguaná y finalizando su recorrido en el río Medellín.

En los años veinte dividía la ciudad de oriente a occidente y le daba aire y vida al entorno. Medellín, en pleno proceso de crecimiento, contaba con dos sectores a los que sus habitantes se referían como Quebrada Arriba y Quebrada Abajo, tomando la quebrada como un referente de ubicación que funcionaba como un eje determinante en el proceso de población de la ciudad. Desde su nacimiento hasta su llegada a la ciudad, la quebrada estaba atravesada por pocos puentes que comunicaban a los habitantes de ambos lados y era utilizada al principio como lugar de recreo.

Canalizar la quebrada Santa Elena para rectificar su cauce fue una labor asociada con el progreso ya que evitaba nuevas crecientes y desbordamientos y daba tranquilidad a quienes vivían más cerca. Sus orillas fueron llamadas “La Playa”, y, aunque allí tomaron lugar nuevos amores y planes familiares de fin de semana, algunos negocios locales de agricultura y ganadería comenzaron a utilizarla como vertedero de sus desechos industriales y químicos, convirtiéndola en un desagüe que provocaba malos olores y que empeoraba cada día debido a la falta de alcantarillado.

La Sociedad de Mejoras Públicas llevó a cabo el proceso de cobertura de la quebrada, que consistió en respetar su flujo de manera subterránea mientras en la parte de arriba se construía una avenida. En medio de esta construcción, que muchos definieron como progreso, medellinenses y visitantes de La Playa se despidieron de Santa Elena sin mucho pesar. Las caminatas y los paseos quedarían ahora en sus recuerdos; ahora lo que importaba era darle paso a la solución de los malos olores. Desde entonces, Santa Elena está cubierta desde la Calle 38 hasta el sector de La Minorista, sin que muchas personas lo sepan o hablen de eso.

Hoy, en donde antes estaban sus orillas, hay andenes amplios; y, sobre ella, a modo de tejado y solución, una carretera grande que conservó el nombre del antiguo paseo y continúa llamándose Avenida La Playa, en donde, en lugar de agua y botes pequeños, hay un flujo vehicular utilizado por varias rutas de buses que hacen el mismo recorrido de la quebrada y vienen desde arriba, pasando por Caicedo, Buenos Aires, Villa Hermosa y Parque Berrío, llegando a La Minorista y viendo sin mucha sorpresa cómo Santa Elena se descubre nuevamente.

Mucha gente no sabe que debajo de sus pies, en plena Avenida La Playa, hay un caudal de agua que atraviesa el centro de Medellín y que es parte importante de la historia de la ciudad. Cuando se enteran, casi siempre por una anécdota de los más viejos, hay sorpresa y pesar. Saberla ahí, guardada y escondida debajo de la Avenida La Playa, se convierte en una revelación triste.

Juan Miguel Villegas la conoció de cerca, en su infancia en Loyola, cuando caminaba el sector junto a su familia recogiendo frutas como plan dominguero. Como muchos, Juan Miguel la fue dejando a un lado a medida que crecía. Tuvo con ella un reencuentro en el año 2003, cuando estudiaba Comunicación Social y Periodismo en la Universidad de Antioquia y comenzó la investigación de un reportaje sobre los animales subterráneos de Medellín. “En el camino me di cuenta de que la fauna subterránea es muy limitada; que necesitaba conocer lugares aireados que dieran cuenta de la existencia de esa fauna. Ahí supe que el espacio subterráneo con más agua y más aire de Medellín es la quebrada Santa Elena, y comencé ese reencuentro, escribiendo el reportaje Los bichos invisibles de la vieja Elena, que me dio en el camino un montón de contexto y de información que no sabía”, cuenta Juan Miguel, quien desde ese momento se volvió un gomoso de la quebrada y que a raíz de ese reportaje, junto a varios amigos, hizo Santa Elena está perdida, un documental que la narra, la recorre y la muestra. 

Esa quebrada, tan querida en su infancia, se convirtió en el eje de su curiosidad. Al realizar el documental con su compañera María Cecilia Restrepo pudo conocer a muchos que, como él, también querían saber más de la quebrada. Terminaron recorriéndola a pie: entraron al túnel con ayuda de varias personas que la conocían mejor y utilizaron toda la protección posible. Al mismo tiempo, sobre la Avenida La Playa, alguien más guiaba su camino levantando las tapas del alcantarillado para permitir así que la quebrada respirara, impidiendo que estos nuevos intrusos se ahogaran con los gases y el mal olor. Hubo tramos con mayor caudal que otros, recibieron de sorpresa los desechos de algunos tubos, vieron a su paso basura y roedores y terminaron en la sala de urgencias; esos fueron algunos de los sacrificios que Juan Miguel y sus amigos tuvieron que hacer para vivir la quebrada de cerca y motivarse a recuperarla.

Muchos reconocen que crear la Avenida La Playa le dio un nuevo aire a Medellín. Juan Miguel hace parte del grupo de los más románticos y optimistas que guardan la esperanza de que la ciudad descubra la quebrada, la recupere y la haga visible de nuevo. Algunos alcaldes se han referido a ella, a la vieja Elena, pero dentro de sus respectivos planes de desarrollo ninguno ha incluido un proceso de descobertura. “Es una quebrada que viene muy contaminada desde arriba; no está saneada y muchos utilizan su agua y la devuelven sucia”, cuenta Juan Miguel, quien con varios amigos de diferentes profesiones tiene un grupo al que llaman con cariño “Los Guardianes de Santa Elena”, que la tienen presente todo el tiempo y sueñan con volverla a ver respirar. “Sabemos que si la quebrada se destapa, Medellín conocería una quebrada muy contaminada. Sin embargo, creemos que destaparla le haría entender a la gente por qué hay que limpiarla. Lograrlo sería mejorar la calidad del aire en el centro, tener una temperatura más baja con mayor vegetación, más plantas, más aves y una mejor circulación de los vientos”, dice Juan Miguel, quien piensa que el centro de Medellín tiene retos más importantes como la movilidad sostenible y afirma que, más que devolvernos al pasado, es importante conocer bien qué sucedió, porque “las ciudades empiezan a tener futuro cuando tienen clara su historia y deben abrazarse e incorporarse a los procesos naturales que hay a su alrededor”.

Hoy todavía sobreviven muchos de los árboles de La Playa. Ceibas y balsos que son hoy testigos vivos y erguidos de lo que vivió Santa Elena, que dan sombra a quienes pasan por allí y recuerdan, tal vez, a esos habitantes del pasado que realizaban antes el mismo recorrido, marcando con sus raíces el sendero que caminaron los indígenas de Aburrá y que caminan hoy quienes, junto a edificios, buses y metro viven lo que hace unos años se pensó como progreso.