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Cazando sombras en el agua

Sebastián Garcés

Lo único que no me gusta de salir a pescar sabaletas en el río es ese viejo loco. El pobre señor lleva quién sabe cuántos años gritándole incoherencias al agua. Siempre lo veo vestido con sus piyamas blancas, que ahora son grises, harapiento, sucio y con moho verde en la barba de estar todo el día hundido en el río. Yo lo veo picando y revolviendo la arena del fondo con su bastón de yarumo. Está buscando algo.

“¡Ayúdenme a buscar, bastardos! ¿No ven que se está ahogando?” Nos grita a los pescadores el viejo loco ese. Se revuelve las greñas que le caen por los costados de su calva brillante y nos grita azotando el aire con las palmas abiertas. Nadie le hace caso porque sabemos que ahí no hay nadie, ¿quién se va a ahogar en poco más de un metro de agua? Él dice que hace “naditica” se acaba de hundir un viejo en el agua y que nada que asoma la cabeza. Lleva con ese cuento casi diez años, casi que desde que comenzaron a encauzar el río.

El paisaje no cambia: estacas y vayas de maderas surcando al río Medellín, algunas balsas flotando, pescadores con la cara quemada por el sol usando sus sombreros de paja, niños saltando en los charcos más bajitos del cauce, fogatas con sancochos de gallina en las orillas peladas de la Avenida Libertadores y, río abajo, el viejo loco está metiendo y sacando la cara cada vez que veía una figura extraña: cazando sombras en agua. El viejo loco persigue esas sombras y mete la mirada en las olas buscando una extremidad que rescatar del lecho, nunca la encuentra. Nunca la encontraba.

Un día el viejo loco investigaba las laderas del cauce, escarbaba entre las estacas que enderezaban el azaroso río Medellín. De tanto picar y picar dañó la base del surco, la arenisca se desmoronó y dejó salir a flote una sombra. Chapaleó durante dos horas en el agua hasta que lo vi petrificarse. No se movía, no respiraba, no parpadeaba, no gritaba ni blandía su bastón de yarumo. Solo dejaba correr el río entre sus piernas abiertas mientras miraba con asombro lo que yacía en la mitad del afluente. Se lanzó y de un salvaje clavado se zambulló hacia la sombra, por fin cazaría su primera presa, la única que tenía que cazar, pero la presa no se dejó y el viejo no salió.

A mí no me caía bien el viejo porque me espantaba los pescados, pero cómo lo voy a dejar ahogar. “¡Ey, señores! ¡Señores! –Le gritaba yo a los otros pescadores- ¡El viejo no salió! ¡El viejo loco no salió!” Ya habían pasado cinco minutos y su calva no salía a flote. Los otros pescadores no se dieron por enterados ni de su desaparición ni de mi desesperación. Nadie decía nada, entonces yo me dije que hiciera algo: me bajé de un tirón de la balsa y dejé chapaleando todas las sabaletas que hace naditica había pescado; con grandes zancadas esquivando los sumideros de las arenas en el fondo del río, me acerqué donde se estallaron la últimas burbujas de aire del viejo loco y no hallé más que una sombra que se desvanecía con los rayos solares del mediodía.

Escarbaba entre las ondas del agua alguna prenda rasgada, una cana podrida o un bastón de yarumo flotante, pero no encontré más que peces inertes y pescadores indiferentes: “¡Ayúdenme a buscar, bastardos! ¿No ven que se está ahogando?" Pero ninguno se inmutaba en siquiera mirarme. Entre metidas y sacadas de la cara al agua, me salí chapuceando hasta los matorrales de la orilla y con machetazos le tumbé una rama al primer yarumo que encontré para tantear el lecho pedregoso y las abandonadas estacas a la orilla del río. Picaba y picaba hasta que por fin solté una base del surco, la arenisca se desmoronó y dejó salir a flote una sombra que se puso debajo de mis pies y me miró a la cara. Me petrifiqué. No podía moverme, ni respirar, ni parpadear o blandir mi bastón de yarumo. De repente la sombra comenzó a subir y me agarró de la cabeza hasta que me hundió con ella hasta al fondo de un metro de profundidad. Me agarró por la garganta y me enterró en el caudal mientras escuchaba en la superficie a alguien gritar “¡Ey señores! ¡Señores! ¡El viejo no salió! ¡El viejo loco no salió!”.