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Contienda en lo profundo

Andrés Carvajal López

acarvajall@eafit.edu.co - @andrescarvajallopez

A pesar de que Colombia es el actual campeón mundial de rugby subacuático, poco se sabe sobre este deporte que tanto reconocimiento le ha otorgado al país.

Tras el grueso cristal que contiene el torrente, se dibujan varias siluetas que danzan a ritmos diferentes: unas son más corpulentas, provocando surcos al girar, otras más delgadas serpentean de un lado a otro para escabullirse, mientras que otras permanecen estáticas en las orillas, vigilando cada movimiento que hacen las demás. Y aunque cada una quiere ser el centro de atención con su pirueta, la verdadera protagonista es una pelota que se pavonea por toda la cancha, con el único objetivo de ser depositada en las canastas que yacen en sus extremos. 

Esta aparente coreografía, que bien podría confundirse con la de un baile contemporáneo, no es otra cosa que rugby subacuático, deporte que ha sido protagonista de algunos titulares en reconocidos medios nacionales cuando la selección nacional colombiana se coronó campeona mundial en Graz, Austria, tras vencer a Noruega 2 – 0 en la final de 2019. Resulta extraño cómo algunas disciplinas, a pesar de sus logros, no ocupan portadas de revistas deportivas, ni causan furor en los connacionales.

El rugby subacuático nació en Alemania aproximadamente en 1960 como un entrenamiento complementario para los profesionales de buceo. Pero, aunque empezó siendo un ejercicio más integral para los practicantes de otra disciplina, poco a poco fue adquiriendo relevancia entre los aficionados a las actividades subacuáticas, hasta convertirse en un deporte avalado por la CMAS (Confederación Mundial de Actividades Subacuáticas). Gracias a esta difusión, el rugby subacuático logró cruzar el Atlántico y llegar hasta Colombia a finales del siglo pasado, cautivando a quienes posteriormente se convertirían en sus más destacados exponentes. 

El deporte fue practicado por primera vez en Cali, pero fue en Medellín donde realmente adquirió un rol competitivo, debido a la conformación de varios equipos especializados en la disciplina. Así lo comenta Alexander Cardona, actual director técnico del Club Ecomares, y quien practica este deporte desde hace 14 años, los mismos que tenía cuando lo conoció: “Actualmente, la ciudad cuenta con seis clubes de rugby subacuático, entre los cuales se encuentran los dos mejores del país, y el mejor del mundo”.

Alexander inició su carrera deportiva en Orcas, club de la Universidad de Antioquia que lidera el ranking internacional, debido a que su hermano mayor buscaba algún pretexto para alejarlo del sedentarismo y los videojuegos. Fue entonces como surgió una relación casi adictiva gracias a la cual tuvo la oportunidad de viajar representando a su equipo y a su país en varios certámenes mundiales, para luego dedicarse a la labor de entrenador, que lleva desempeñando hace cuatro años. De hecho, hace poco más de un año su club fue reconocido como el segundo mejor del país, logro que lo enorgullece bastante, aunque admite que el camino por recorrer es arduo si quiere superar al equipo que lo antecede.

Pero esta ambición de ser reconocidos como los mejores no es un simple capricho, sino que tiene una razón bien justificada: obtener un cupo para la Copa de Campeones, que es el nombre oficial que recibe el mundial de clubes en esta competición y para el que es obligatorio ser el número uno de su país si se quiere participar. “Orcas ha estado invicto en competiciones nacionales por muchos años, y a pesar de que mi club es el segundo, que es un gran logro, la brecha sigue siendo muy grande”, comenta Alexander.

Quizá muchos se pregunten cuál es la semejanza que tiene este deporte con su homónimo en tierra, cuál es la razón de que compartan el mismo nombre, ¿será acaso que la manera de anotar es parecida, o tal vez tenga que ver con las estrategias de juego? La respuesta es un rotundo no: “La única similitud que tiene es el gorro (que se usa para proteger las orejas de posibles impactos), de resto ni las tacleadas, ni los pases. Bien podría llamarse quidditch subacuático, y la diferencia sería la misma”, dice Cardona entre risas. El nombre fue casi un pretexto que usaron en su natal Alemania para referirse a él cuando todavía era un tipo de entrenamiento para buzos.

Las reglas son simples: dos equipos (Claros vs. Oscuros) de cinco jugadores se enfrentan en un escenario de 11x11 metros, con una profundidad de 3 a 5 metros, para “encestar” cuantas veces puedan un balón relleno de agua salada (que le permite hundirse) en una de las dos canastas que se encuentran en los bordes del cuadrilátero, durante dos periodos de 12 minutos. Aunque la dinámica parece sencilla e incluso podría pensarse que debió recibir el nombre de baloncesto subacuático, el componente de tridimensionalidad que añade la profundidad de la cancha y la posibilidad de ejecutar distintos tipos de “agarres” para evitar que el equipo contrario anote, lo hacen distanciarse bastante de otras disciplinas.

De este modo, no resulta extraño presenciar empujones, bloqueos, y casi cualquier tipo de llave, incluidas las crucifixiones (que consisten en inmovilizar a un jugador sujetándolo entre varios de las extremidades), mientras se intenta recuperar el balón para anotar en el canasto contrario a gran velocidad. No es necesario estar bajo el agua cuatro o cinco minutos aguantando la respiración, sino que lo primordial consiste en “estar 30 segundos, pero a todo timbal”, como dice el propio Alexander, situación que puede ser mucho más agotadora, pero para la cual se permiten cambios constantes entre los jugadores de un mismo equipo.

Para entrenar el deporte no se necesita un físico formidable, puesto que cada persona, independiente de sus condiciones anatómicas, puede aportar en gran medida a su equipo: “El más rápido mete goles de contragolpe, el más fuerte puede anotar con mayor facilidad, el más pesado empuja duro, el más flaquito se mueve como loco, entonces cualquier habilidad tuya puede aportar. Una técnica pulcra, con una fuerza adecuada, son los únicos requerimientos”, finaliza Cardona.

El rugby subacuático emociona por su ímpetu y su vigor, arrebatando más fácilmente el aliento de quienes lo presencian que de quienes lo practican. Quizá deberíamos atrevernos a experimentar con estas disciplinas que no tienen tanto eco en la opinión pública. ¿Qué mejor que iniciar en un deporte donde ya somos los mejores del mundo?