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EAFITUniversidad de los niñosUniversidad de los niños / NoticiasUniniños / Noticias 2021“La vida da vueltas, y en este caso, la vuelta fue nuestro favor”

“La vida da vueltas, y en este caso, la vuelta fue nuestro favor”

Malu Medina tiene 39 años y junto a su colectivo Culturizzarte, es una de las participantes del proyecto "Crear sin fronteras" que busca integrar y empoderar la población joven migrante venezolana en Medellín.

​​​​Hay alguien para quien no existen las fronteras, que se resiste a poner límites en los territorios o en los sueños: Martha Lucía "Malu"​ Medina. Aunque su corazón está en Medellín, esta lideresa de la Comuna 13 (San Javier) es originaria de Bucaramanga.

Malu llegó a la capital antioqueña con Maurizio Cortés, su compañero. Él es un artista y gestor cultural originario de Antioquia, pero fue desplazado a los 5 años. Después de varios intentos por regresar a la ciudad, los dos, juntos, lograron por fin llegar en el año 2008 a Medellín y en 2010 pudieron estabilizarse para dedicarse a lo que más querían: hacer servicio social a través del arte.

Maurizio había encontrado en las prácticas artísticas una forma de salvarse, y Martha, en el servicio social, la posibilidad de hacer lo que otros hicieron por ella: ayudarla después de quedar huérfana y abrirle posibilidades para que estudiara en la Universidad Industrial de Santander (UIS). El hecho de haber sido padres jóvenes (en el 2000 tuvieron a su hijo Kevin) los motivó a hacer cosas por otros. “A los dos nos atravesaba esa vena social", dice Malu.

Así, desde las calles de la Comuna 13, empezaron a convocar a niños, niñas y adolescentes para darles clases gratuitas de arte. Esquina por esquina fueron llamando a personas de la comunidad y en poco tiempo llegaron a tener 80 participantes que asistían todos los sábados y domingos a conectarse con diferentes prácticas artísticas en las cercanías  de las escaleras eléctricas de San Javier.

Los colectivos juveniles de las comunas 8 y 13​ de Medellín son los protagonistas en "Crear sin fronteras", un proyecto en el que participa la Universidad de los niños EAFIT de la mano de la Fundación Casa Tres Patios​, la Universidad de Edimburgo y el colectivo Mr. Klaje en el marco del Programa de Alianzas para la Reconciliación (PAR) de USAID y ACDI VOCA. ​


De esa manera nació Culturizzarte, un grupo que, alrededor de Maurizio y Martha, se convirtió en un referente para la comunidad, porque veían en ellos el don de servicio. Este reconocimiento de la comunidad fue el mayor impulso para que en el año 2013 se legalizan como corporación e hicieran la apertura de una casa en el barrio Belencito, cerca del Convento de la Madre Laura. Rentaron el espacio y la gente de la comunidad empezó a apropiarse de él. Los vecinos y amigos llevaron escritorios, sillas, computadores y todo tipo de antigüedades que hacen que ese pequeño lugar sea casi como un museo o galería de arte. ​​

Mientras la asistencia a la casa crecía, Martha se dió cuenta de la cantidad de caminantes que pasaban la frontera de Venezuela y empezaban a llegar a Colombia, especialmente a la Comuna 13. Al ver que había familias completas sin hogar y con tantas necesidades, tomó la decisión de empezar a prestar su hogar (la casa donde habitaba y el espacio de Culturizzarte) para ayudar a las personas que llegaban.

“Generamos un refugio de paso. No nos quejamos, sino que creamos una red y empezamos a hacer conexiones para enrutarlos y ayudarles", cuenta Malu. 

​Malu se echaba la bendición y confiaba en las personas que alojaba en su casa. Para ella lo más duro no era recibirlos sino escuchar los testimonios de los migrantes sobre cómo se las habían arreglado para llegar hasta Medellín y sobre la difícil situación en el vecino país. Lo demás, como las costumbres y cultura, no era tan difícil de manejar para ella ya que tiene familia venezolana y comprende que, en muchos casos, la mayoría venían de una línea de asistencialismo muy fuerte y que no era sencillo adaptarse aquí a otros valores y formas de vida.

Lo que hacían Maurizio y Malu, aparte de hospedar a los migrantes, era establecer puentes con organizaciones gubernamentales y no gubernamentales que les dieran una guía para solucionar sus necesidades más urgentes. También procuraban recomendarlos para trabajos informarles, velando por que los trataran justamente. Con aquellos que se dedicaban al arte, les prestaban implementos de la corporación para que pudieran tener condiciones mínimas para llevar a cabo su práctica y hacer conexiones. Además, hacían talleres para aprender a preparar postres e incluso a hacer correas; la idea era que los venezolanos ejercieran oficios que los ayudaran a salir adelante, así fuera desde la informalidad puesto que la documentación es uno de los grandes problemas que tienen los migrantes.



Culturrizarte fue la primera organización en la Comuna 13 ​que se tomó en serio el trabajo de apoyar a los migrantes ​venezolanos, les abrieron las puertas, y poco a poco otras organizaciones se sumaron para hacer frente a lo que Malu llama "una crisis histórica para una ciudad" a la que llegaban los venezolanos porque, según se dice entre ellos, Medellín era más cálido que en otros lugares del país.

Un día estaban celebrando la Navidad del barrio. Malu y otros líderes habían preparado comida para recibir a 180 personas que llegarían al evento a la 1:00 p.m. Eran apenas las 8:00 a.m. y tuvieron que cerrar las puertas porque ya habían llegado 235 personas, entre ellas, más de 100 venezolanos que decían: “yo no quiero que me den regalos sino algo de comer". Malu llamó a todos sus contactos y, de alguna manera, juntos se las arreglaron para atenderlos a todos. “Dios nos multiplicó lo que teníamos, y logramos cumplir la meta; no se fue nadie sin comer y a todos los niños les dimos regalito de navidad", cuenta.​

 

“¿Quiénes éramos nosotros para decir que ​no?"

“Fuimos un punto de refugio, y aunque esta situación era nueva para nosotros, el amor por las personas estaba ahí y nos esforzarnos para acogerlos", cuenta Martha quien calcula que entre 2016 y 2017 pasaron por su casa 190 venezolanos de 20 familias, y personas solas, incluso menores que querían trabajar para ayudar a sus familias que se habían quedado en Venezuela.

Y a pesar de que Malu tenía toda la convicción y la vocación para servir, no fue fácil. Entre 2017 y 2018, la situación se puso compleja, no solo por la crisis migratoria, sino que “Colombia, la comuna 13 y Medellín seguían siendo lo que eran", es decir, territorios con sus propios conflictos y violencias. Los combos estaban en su furor y fueron asesinadas varios de los jóvenes que pertenecían a Culturizzarte y algunos de los venezolanos que Malu había apoyado.

"Estaban muy molestos porque estaba llegando gente desconocida al sector, y yo los acogía en mi casa, y esa molestia fue creciendo hasta que nosotros también nos tuvimos que ir, desplazados de la comuna 13", recuerda Malu.

Irse de allí fue un dolor tremendo para Malu, sobre todo porque no quería dejar 'botada' la labor que ya había iniciado;​​ por eso, casi clandestinamente, seguía apoyando a las personas que la necesitaban. Lo más difícil para Martha, en ese momento, era ver cómo muchos de los que tuvieron que huir de Venezuela, aquí tuvieron que repetir la misma historia. La agudización del conflicto interno y la difícil situación de los venezolanos había tenido varias consecuencias. Una, que algunos migrantes se involucraron con grupos criminales y recurrieron a la delincuencia para generar ingresos; y la otra, que dentro de la comuna empezó a generarse mucha xenofobia y empezaron a perseguir a los venezolanos.

Según cuenta Malu, ni ella ni Maurizio ​tuvieron ninguna mala experiencia con las personas que acogieron, y para los cuales solo tenían dos requisitos o condiciones para recibirlos: que fueran lo más honestos posibles, que no abusaran de la generosidad porque “una camisa no se pone una sola vez y hay muchos que vienen detrás"; y que si la vida los premiaba con un trabajo y sus condiciones mejoraban, recordaran lo que habían hecho por ellos y cuando llegara otra persona venezolana, la apoyaran. Malu está dispuesta a volver a ayudar a quien lo necesite.


Martha no desistió. A mediados de 2019 logró regresar a la comuna 13. En 2020, con la pandemia y otras situaciones, Culturizzarte empezó a volver al trabajo comunitario y en 2021 recibieron con los brazos abiertos al proyecto "Crear sin fronteras​" que, como lo dice Martha, ha sido “un salvavidas y una gran oportunidad para 'hacer escuela".

A través de esta iniciativa que surge con el apoyo del Prog​​rama de Alianzas para la Reconciliación (PAR) de USAID y ACDI VOCA, los colectivos participantes pueden prepararse para asumir mejor la recepción de migrantes. 

Así uno tenga alma y corazón, sí se requiere una preparación", reconoce Martha. “Me gusta esa pedagogía que están usando, lo multisensorial. La virtualidad es algo aburrido, pero lo han abordado desde el ser para el hacer, desde lo humano y eso es muy bueno" explica esta líder que continúa transformando personas a través del arte y la formación en el territorio.​​​

Conoce más sobre Crear sin fronteras aquí​.