"Siento una conexión emocional con la Universidad de los niños. Ya tengo 18 años y voy a salir del Programa, y estas cosas que guardo van a hacer que la memoria siga viva; por ejemplo, tengo una bitácora donde está escrito el himno, que voy a poder cantar cuando quiera, incluso hasta cuando tenga 30 años. Es una manera de no salir nunca de la Universidad de los niños", dice Simón al preguntarle por qué aún conserva tantos objetos del Programa.
"Es difícil hablar de lo que me ha dado la Universidad de los niños, es como preguntar lo que me ha dejado mi papá o mi mamá", dice Simón. A pesar de ello, está convencido de que el Programa se convirtió en una identidad para él, y en un espacio donde ha construido las relaciones sociables más duraderas, estables y "bacanas" que ha tenido.
Un dibujo del sistema solar en su bitácora, le recuerda a Simón el primer taller que vivió en la Universidad de los niños: ¿Por qué la luna nos persigue?, en 2006. "Tenía dos talleristas: Ana Luisa Vieira, 'Lulú', y Felipe Diez. Ella era muy flaquita, tenía casi el mismo tamaño mío. Él, en cambio, era muy grande, yo lo veía gigantesco. Así que 'Lulú' era la Luna y Felipe era la Tierra, y ella daba vueltas alrededor".
La curiosidad y la motivación por hacerse preguntas guiaron a Simón a elegir el pregrado que quiere realizar: Periodismo. Detrás de esta elección, sabe que está la filosofía del Programa: "Daniel Samper dice que alguien elige ser periodista porque tiene mucha dificultad para entender las cosas, entonces siempre está preguntando y buscando entenderlas. Eso también es la Universidad de los niños, una búsqueda del conocimiento y, más allá de eso, de la felicidad".
En este maletín guardarás las herramientas que te servirán en este camino del conocimiento, dice el bolso que recibió Simón en los Semilleros de investigación, en 2008, y que aún conserva. Durante estos años, este maletín no sólo lo ha lo acompañado en su camino por el conocimiento sino que también ha estado con él en diferentes lugares: Estados Unidos, Argentina, Urabá y la Guajira. "Me lo he llevado adonde he ido de paseo, siempre estaba con él para arriba y para abajo; además, fue mi moral del colegio más o menos siete meses", recuerda.
"Esta es la camiseta que guardo con más emoción porque el año que más me gustó de la Universidad de los niños fue el 2011. Recuerdo que en el acto de clausura, el auditorio Fundadores estaba lleno y todos cantaron con intenso fervor el himno del Programa, algo que nunca había visto jamás, sólo en el fútbol. Al final, todo el mundo estaba feliz".
Además de su testimonio, Simón Murillo realizó una carta para agradecer a la Universidad de los niños por los aprendizajes y experiencias vividas que puedes leer aquí.