​Un invento para conservar el frío

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Una nevera es un compartimiento cerrado, aislado térmicamente, que se mantiene a temperatura constante –entre 2 y 6 grados centígrados–. Algunas tienen congeladores, que conservan temperaturas más bajas: hasta -18 grados centígrados.

Para alcanzar la temperatura deseada se utiliza un gas con bajo punto de evaporación, es decir, que pasa fácilmente de estado líquido a gaseoso. Este gas se hace circular por una tubería entre el interior y el exterior. Al ingresar a la nevera, el gas, que se encuentra en estado líquido, pasa por una válvula de expansión en la que pierde presión, y empieza a evaporarse debido al calor que absorve de los alimentos.

Al salir del refrigerador, el gas pasa por un compresor que aumenta nuevamente su presión haciendo que vuelva al estado líquido y que elimine calor por las paredes de la tubería. Este ciclo se repite hasta que el interior de la nevera alcanza la temperatura deseada.

Algunas neveras utilizan un sistema de absorción que emplea el mismo principio para su funcionamiento; es decir, se aprovecha la capacidad de las sustancias de absorber calor al pasar de estado líquido a gasesoso.

En la antigüedad, el hombre encontró la necesidad de conservar los alimentos por más tiempo o mantenerlos fríos. Para lograrlo, inicialmente utilizó hielo o nieve. Por ejemplo, hace más de 2.300 años, en China, los reposteros usaban hielo para mantener fríos los postres de los emperadores.

Durante la guerra, Alejandro Magno construyó cámaras frigoríficas subterráneas para conservar comida para su ejército. En la antigua Roma, se utilizaba hielo traído de las montañas más altas para enfriar las comidas y bebidas.

En 1784, el químico escocés William Cullen inventó la primera máquina para enfriar. Después, en 1859, el francés Ferdinand Carré fabricó el primer aparato frigorífico por absorción. Veinte años más tarde, Carl von Linde, inventor alemán, creó el primer refrigerador doméstico, comercializado por la empresa General Electric en 1927.

Actualmente, las neveras son comunes en los hogares para conservar alimentos perecederos a baja temperatura.
También se utilizan en el ámbito científico para mantener a baja temperatura sustancias o cambiar su estado de la materia. Allí se conserva material orgánico, líquidos, sólidos y cristales, entre otros.

En EAFIT hay laboratorios que utilizan neveras para estos fines, ya que el frío preserva todo tipo de materiales por largos períodos de tiempo y evita que estos se contaminen con bacterias.

En el laboratorio de Ingeniería de Procesos se utiliza un refrigerador para realizar el proceso de cristalización, que consiste en llevar una sustancia de estado líquido a sólido. En el de Ingeniería de Diseño de Producto, las neveras guardan moldes hechos de gelatina sin sabor, para fabricar objetos diseñados por los estudiantes.

En el laboratorio de Biología, las neveras se utilizan para conservar y aislar componentes de ADN que van a ser estudiados o modificados. En el de Termocronología, del pregrado en Geología, se utilizan para conservar muestras de sedimentos de los fondos marinos, tomadas a 2.000 o 3.000 metros de profundidad, que se analizan para investigar la historia del lugar de donde se extrajeron.

Por eso no importa qué tan familiar luzca una nevera, cuando se encuentra en un laboratorio, todo tipo de sorpresas pueden salir de ella.

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