"…Marco entra en una ciudad: ve a alguien que vive en una plaza una vida o un instante que podrían ser suyos; en el lugar de aquel hombre hubiera podido estar él si se hubiese detenido en el tiempo mucho tiempo antes, o bien si mucho tiempo antes, en una encrucijada, en vez de tomar por un camino hubiese tomado por el opuesto, y al cabo de una larga vuelta hubiera ido a encontrarse en el lugar de aquel hombre en aquella plaza...".
Con esta cita de Ítalo Calvino, de su obra
Las ciudades invisibles, comienza Juan Sebastián Cardona Ospina la descripción de su pieza musical. Se inspiró en estas letras para escribirla, para intentar condensar en una partitura ese deseo permanente del ser humano por lo que pudo ser y no fue.
"De esta manera muchos encontramos en la anterior lectura una forma de conocer otros "hombres en las plazas", podemos conocer otros seres que pudimos haber sido, y otras circunstancias que nos pudieron rodear", sentencia.
Así nace
La promesa de Pisa, una pieza de ocho minutos y un solo movimiento, polimodal, con amplias referencias musicales. Ésta toma su nombre del libro del escritor holandés, de origen marroquí, Mano Bouzamour, "porque pudo ser un pasado o un futuro posible. En algún momento tomamos otra dirección, sin embargo, otros que nos rodean nos empujan a esa otra realidad posible. Es por eso que esta obra está dedicada a mi hermano, porque siempre me ha ayudado a evitar lo peor, a evitar el infierno", describe Juan Sebastián.
La promesa de Pisa lleva una carga de dramatismo, aunque su compositor prefiera describirla como el reflejo de la condición humana en determinadas situaciones: el pasado, el recuerdo, el anhelo, el futuro. "La obra la trabajé desde junio con los maestros Víctor Agudelo y James Díaz, como estudiante de la maestría en Música de EAFIT. Cuando estuvo lista, la envié al Concurso Nacional de Composición de la Orquesta Sinfónica de Caldas", cuenta.
El premio
El pasado 9 de septiembre La promesa de Pisa fue estrenada por la orquesta caldense en el teatro de la Universidad Nacional, sede de Manizales. Fue una de las tres obras ganadoras del Concurso Nacional de Composición, luego de una evaluación de sus características técnicas y artísticas.
Los maestros Mario Gómez Vignes, Fabio Miguel Fuentes y Yovanny Betancurt fueron los encargados de juzgar las obras participantes, labor en la que destacaron la considerable participación de compositores jóvenes en el concurso, quienes con su trabajo enriquecerán la producción de música académica en el país.
"Uno concursa más con la intención de participar que con la intención de ganar. El concurso es una motivación para producir, para foguearse y recibir retroalimentación sobre el trabajo que uno realiza. Pero sin duda, ganar es un gran aliciente y este es un reconocimiento no solo a mi trabajo, es un reconocimiento a todo lo que me ha enseñado mi primer semestre de maestría en EAFIT", concluye Juan Sebastián.