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Opinión / 10/03/2022

La economía en un vistazo




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En el panorama internacional, las tensiones provocadas por la guerra entre Rusia y Ucrania tienen repercusiones mundiales. Por otro lado, las condiciones de incertidumbre en elecciones nacionales son un reto para impulsar la economía.


1.     El entorno internacional.

La invasión en curso de Ucrania, por parte de Rusia, configura el más complejo momento histórico que ha vivido el mundo en las últimas décadas, y ello no sólo por las naturales consecuencias de mediano y largo plazo que los aires de guerra anticipan, sino también por las consecuencias inmediatas que puede tener sobre los mercados financieros, sobre las cadenas de abastecimiento y sobre los mercados energéticos. El refuerzo de presiones inflacionarias que de ello resulte, y los traumatismos que puedan experimentar algunas economías, particularmente las europeas, harán más complejo el panorama económico mundial, y avivarán los temores de esta inflación, que han rondado la mente de los analistas en las últimas semanas.

Tras el ataque de Rusia a Ucrania, occidente ha reaccionado con energía, proveyendo armas e insumos a Ucrania, imponiendo restricciones al sistema bancario ruso y a su banco central, y tomando otras acciones restrictivas en temas tan variados como los deportes y el manejo del espacio aéreo. En respuesta a ello, el presidente Putin ha ordenado al Ministerio de Defensa poner en “régimen especial de servicio" las fuerzas de disuasión estratégicas, lo que se constituye en un peligroso paso hacia el escalamiento del conflicto, pero no ha detenido las primeras conversaciones entre las partes en conflicto, que empezaron el 28 de febrero en Bielorusia, con pocos avances, pero dejando sin embargo puertas abiertas a futuros acercamientos.

¿Qué puede pasar, a partir de ahora? Hay tres escenarios posibles: el primero, un acuerdo mínimo aceptable por las partes, que incluya suspender la ofensiva sobre Ucrania, garantizando como contraprestación un compromiso de la OTAN de aplazar la vinculación de nuevos miembros al acuerdo de manera indefinida; el segundo, una prolongación del conflicto, en la que Rusia termina por imponer un gobierno amigo en Ucrania, pero asumiendo inmensos costos económicos, que debilitan a su presidente y lo obligan a buscar alianzas profundas con otros socios comerciales, como China o la India; o tercero, una generalización del conflicto, con impredecibles consecuencias futuras sobre el destino de occidente y del mundo.

Lo que no parece probable en el punto actual es que Rusia retire su ofensiva sin un logro concreto, que justifique la aventura emprendida. La sabiduría de los líderes de occidente radicará en abrir el camino para justificar esa retirada, permitiendo que el líder ruso muestre resultados determinado de la aventura emprendida.

Entre tanto, las consecuencias de corto plazo sobre la economía son complejas: el encarecimiento del petróleo y de otros energéticos, con consecuencias negativas sobre el ritmo de actividad económica, aun a pesar de que las transacciones energéticas no han sido expresamente incluidas en las acciones de retaliación de occidente; presiones de costos adicionales en todo el mundo, por las disrupciones en el abastecimiento de algunas materias primas e insumos agrícolas y energéticos de los que Rusia y Ucrania son proveedores importantes a nivel mundial, como lo ilustra la tabla 1; posibles aplazamientos en el proceso de endurecimiento de la política monetaria en los países desarrollados, hasta que se definan mejor los impactos de la crisis sobre la economía; y seguramente turbulencias en los mercados financieros internacionales, que alterarán las actitudes ante el riesgo de los principales agentes.


Colombia experimentará efectos mixtos, en el corto plazo: se verá afectada por presiones de costos derivadas de los problemas en las cadenas de abastecimiento de insumos agrícolas, que agudizarán las presiones inflacionarias; podría verse también afectada negativamente conforme cambie la actitud ante el riesgo en los mercados financieros, dada la vulnerabilidad que exhibe la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos, cuyo déficit cerró en 7 % del PIB en el cuarto trimestre de 2021; pero se beneficiará de los altos precios del petróleo, aún a pesar de que la cantidad de petróleo importada se ha ido reduciendo; y probablemente también por el eventual aplazamiento de los aumentos en la tasa de intervención del banco central en los Estados Unidos. Pero los efectos de largo plazo, de prolongarse o agudizarse la crisis, son impredecibles, y generarán sin duda, en caso de presentarse, grandes retos al manejo de la política económica.

1.     La economía colombiana.

Tras cerrar el año 2021 con un buen crecimiento del 10,6 %, que se ilustra en la tabla 2, los retos del 2022 son complejos, especialmente por las condiciones de incertidumbre que se dan en un año de elecciones como éste: impulsar el crecimiento del empleo, que se ha rezagado con respecto al crecimiento del PIB; enfrentar el problema inflacionario, que ha agudizado considerablemente en los últimos meses; y mantener controladas las finanzas públicas, sin destender las necesidades de la población más pobre, todavía afectada por los efectos de la pandemia, y sin afectar significativamente las posibilidades de crecimiento económico.

El empleo se ha rezagado con respecto a la producción, como lo ilustra la figura 1: mientras el Indicador de Seguimiento a la Economía está en 107,1 en diciembre de 2021 y el índice de ocupación nacional está en 94,79, ambos medidos con relación a febrero de 2020. Ello indica que se están generando 0.885 empleos por cada unidad de producto, en comparación con la situación vigente en el período previo a la pandemia. Los datos de empleo de enero de 2022 muestran una tasa de desempleo del 14,6 %, que refuerza la importancia que debe tener el tema en la discusión pública.​

 


FIGURA 1. Indicador de seguimiento a la economía e índice de ocupación.


Fuente: Dane, Cuentas Nacionales

La Inflación anual del 6,94 % a la que llegamos en enero (ver figura 2), es por su parte, uno de los mayores problemas que enfrenta la política pública del país. Es especialmente preocupante, porque uno de sus componentes principales (la inflación de alimentos y bebidas no alcohólicas) registra un aumento del 19,94 %, que afecta especialmente a los grupos más pobres, que destinan mayor proporción de sus ingresos a esos bienes. Por ello, la inflación de los más pobres llegó al 8,29 %.

Las perspectivas son además complejas, porque las presiones de costos que experimentan los productores se están reflejando en un elevado nivel de incremento del Índice de Precios a los Productores (el IPP), a una tasa anual, en enero, del 28,2 %, lo que seguramente impulsará alzas futuras del IPC.​

 

​Fuente: DANE, Cuentas Nacionales

Hay varias causas del problema: en primer lugar, presiones internacionales. La inflación ha crecido en todo el mundo. En Estados Unidos la inflación anual ha llegado en enero al 7,5 %, un nivel ciertamente excesivo para ese país. Las cadenas de valor globales no se han recuperado de las disrupciones vividas, y todavía se observan dificultades en el abastecimiento, lo que se refleja, en el caso colombiano, en el encarecimiento de los insumos importados. A ello se sumarán los efectos negativos que puede tener la crisis en Europa oriental, con motivo de la invasión de Ucrania por parte de Rusia.

Las cadenas logísticas no se han normalizado aún: los costos de fletes se han elevado sustancialmente, generando presiones adicionales sobre las importaciones.

Y por supuesto, hay desajustes entre oferta y demanda en los mercados internos: la demanda creció vigorosamente en 2021, y la oferta no se ha ajustado en todos los casos con la misma rapidez. Ello se traduce en incremento de precios.

El aumento salarial de 2022, aunque sin duda muy bien recibido por aquellos que se benefician de el, ha representado presiones adicionales de costos, que se traducen también en inflación. La devaluación ha tenido también su contribución importante al problema: entre febrero de 2021 y febrero de 2022, se observa una devaluación del 7,9 %. Ello genera también presiones de costos.

Las acciones necesarias son claras: se impone una política monetaria restrictiva, que mande señales adecuadas del compromiso del Banco Central con contener la inflación, y modere las expectativas inflacionarias. Esa política (que ya empezó a aplicarse, con el aumento de 100 puntos básicos en la tasa de intervención) modera presiones de demanda, y fortalece la posición del país en los mercados financieros internacionales. El alza de la tasa de intervención disminuye además el riesgo de flujos de salida de capitales, que agravarían aún más las presiones sobre la tasa de cambio.

Hay que considerar la reducción transitoria de aranceles en la cadena alimenticia, para moderar presiones de costos en ella. Y hay que extender, como efectivamente se está haciendo, el programa de Ingreso Solidario, dando ayuda a quien ciertamente lo necesitan, dada la precariedad de sus ingresos y los costos de su canasta básica.

Pero, ante todo, deben emprenderse acciones decididas para impulsar la transformación productiva del país, en línea con las recomendaciones de la Misión de Internacionalización: las disrupciones el en las cadenas de valor, ocasionadas por la pandemia y fortalecidas por el proceso de desacople de China y Estados Unidos, representan una oportunidad única para que el país se integre de manera novedosa a los mercados globales.​




Última modificación: 24/02/2023 11:32

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