Las cifras son igualmente contundentes, si se analizan desde la óptica de la comparación de febrero de 2021 con febrero de 2020, el último mes sin pandemia que tuvo el país el año pasado: mientras la población en edad de trabajar ha crecido en 499 mil personas, el empleo ha caído en 1.18 millones, dejando 801 mil desempleados más, y 886 mil personas inactivas, que se retiraron o no ingresaron al mercado activo. Sin duda, un efecto profundo para un mercado ya de suyo afectado por altos niveles de desempleo e informalidad.
Pero lo específico del efecto de la crisis sobre el mercado laboral se percibe aún mejor en el cuadro 1, que compara las pérdidas de empleo al inicio de la pandemia, con las observadas en febrero de 2021. El empleo por cuenta propia, que había caído en 1.9 millones de personas en mayo de 2020, ahora muestra un crecimiento de 86 mil empleos. En cambio, el empleo particular, que se había contraído en 2.4 millones, todavía muestra un déficit de 924 mil empleos. Y mientras el empleo en empresas de más de 10 trabajadores ha recuperado ya 2.8 millones de empleos de 3.36 millones perdidos, el empleo en empresas de más de 10 trabajadores todavía tiene por recuperar 632 mil empleos de 1.5 originariamente perdidos. Se ha generado pues empleo precario, entendiendo como precario aquel no implica algun grado de complejidad empresarial, pero no así el suficiente empleo asalariado, especialmente en unidades productividad medianas o grandes, en las que el trabajo goza en general de mejores condiciones de contratación y de protección social.
Fuente: DANE.
Ante estos hechos, hay que insistir en un diagnóstico estructural de la situación Post-pandemia: el país no recuperará fácilmente el nivel de empleo previo a la crisis, porque los mercados laborales han cambiado, la estructura productiva del país se ha recompuesto, y las transformaciones disruptivas de la digitalización y la robotización han empezado a impactar los procesos de producción. Será necesaria, en cambio, una transformación profunda del aparato productivo, que aproveche las disrupciones que se están dando en las cadenas globales de valor, desarrolle con celeridad nuevos sectores, y permita una nueva inserción de la economía colombiana en los mercados globales. La precariedad de nuestra entramado social y productivo se incrementará, en lugar de disminuir, si no logramos transformarnos, y las presiones sociales que ello generará terminarán por abatir las instituciones que con tanto trabajo hemos empezado a construir, para brindar una protección social mínima necesaria para las personas.
Pero tal transformación no puede darse sin acceso franco a los mercados financieros internacionales. Y ese acceso sólo se garantizará con la implementación de una reforma fiscal que garantice la sostenibilidad de las finanzas públicas, aborde los problemas de precariedad que agobian a los más pobres en la sociedad, y propicie la transformación productiva, necesaria para crear las oportunidades del futuro.
Por ello, resulta paradójico que las discusiones sobre la necesaria reforma fiscal, aún antes de ser presentada formalmente al Congreso, empiecen a parecer lo que en teoría de juegos se denomina un dilema del prisionero, en el que cada grupo de interés busca minimizar sus obligaciones y maximizar sus beneficios, pero en el que se desaprovechan los beneficios de la cooperación, para alcanzar un resultado mejor para todos. La reforma debe cambiar el énfasis de la tributación empresarial a la tributación personal, desplazando gravámenes a la creación de riqueza y remplazándolos por impuestos al disfrute de la misma; debe simplificar y expandir el régimen del IVA, eliminando subsidios indebidos a quienes no lo necesitan, so pretexto de proteger a los más desvalidos, devolviendo eso sí, el impuesto pagado al 40% más pobre de población que requiere de apoyos asistenciales; y debe preservar una tributación sencilla y competitiva para las empresas, para que estas emprendan, en asocio con un estado emprendedor y proactivo, la Misión de transformar el país en un país desarrollado.
Las clases medias se verán, por supuesto, afectadas en la reforma: es inevitable, pero también equitativo. Serán ellas las que se beneficien de un país próspero, en el que se genere empleo de calidad, y en el que puedan aprovechar los recursos financieros y el capital humano y relacional de que disponen, para construir un mejor futuro para ellos y sus hijos. Y por supuesto, será necesario gravar también a quienes más se benefician del progreso, el 10% más rico de la población. De lo que podemos estar seguros, es de que un esquema fiscal sencillo, eficiente y equitativo, en el que se limite el espacio para la “gestión tributaria” y se reduzcan los “gastos fiscales”, garantizará el acceso a mercados de crédito al país, permitirá el desarrollo del aparato productivo, y servirá de base a un nuevo enfoque de protección social, en el que la enfermedad, la vejez, la precariedad económica y la falta de futuro por acceso limitado a la educación, no agobien a la población impulsándola a aventuras populistas.
1 https://www.weforum.org/agenda/2021/04/joe-biden-s-2-3-billion-investment-plan-explained