Omitir los comandos de cinta
Saltar al contenido principal
Inicio de sesión
Universidad EAFIT
Carrera 49 # 7 sur -50 Medellín Antioquia Colombia
Carrera 12 # 96-23, oficina 304 Bogotá Cundinamarca Colombia
(57)(4) 2619500 contacto@eafit.edu.co

Opinión / 07/04/2021

La economía en un vistazo

​​​​​

​¿Qué está pasando en la economía? La tercera ola de la pandemia genera acciones de contención especialmente en Europa y América Latina. Las políticas expansivas en Estados Unidos muestran que el mundo empieza a pasar de la fase de contención y mitigación. En Colombia, se debe garantizar la sostenibilidad de sus finanzas y aprovechar la coyuntura para implementar una reforma fiscal que garantice esa sostenibilidad, impulse el desarrollo productivo y genere formas eficientes y equitativas de protección social, será la gran prioridad.

​​​


La tercera ola de la pandemia arremete con fuerza, incluso en un país como Estados Unidos, en el que la vacunación avanza a buen ritmo y en el que había sido ostensible el descenso de los nuevos contagios hasta la última semana de marzo. Un leve bucle descendente al final de la serie de nuevos contagios podría reflejar las medidas de control que se toman especialmente Europa y Suramérica, pero sin duda, el mundo está todavía lejos de haber superado el embate de la enfermedad.

Gráfico 1. Nuevos casos por millón de habitantes.​

Fuente: Our World in Data, a partir de Johns Hopkins University CSSE COVID Data.

A abril 3 se habían aplicado ya 363.7 millones de dosis de vacunas en el mundo (104 de ellas en Estados Unidos), pero las divergencias nacionales o regionales, tanto en el despliegue de la vacunación, como en las políticas puestas en práctica para revigorizar el crecimiento después de la pandemia, son cada vez más visibles. El presidente Biden ha anunciado su intención de implementar, tras su programa de estímulos a la economía por 1.9 billones de dólares, un paquete de inversión en infraestructura por 2.3 billones (equivalente a cerca del 11% del PIB anual del país), financiado con un incremento de la tasa de impuestos corporativa del 21% al 28% (que, dicen sus asesores, se compensaría en 15 años con los ingresos adicionales por 0.5 puntos del PIB que las corporaciones obtendrían, como consecuencia de tan vigoroso paquete de impulso a la economía1). No está claro el apoyo que reciba la propuesta, tanto en el Congreso como en el mundo empresarial, pero sin duda ella ilustra el ya definitivo paso de la fase de políticas de mitigación de impacto, a las de impulso al crecimiento, que marcarán sin duda profundas diferencias entre países desarrollados y economías emergentes.

Los pronósticos de crecimiento de las entidades multilaterales reflejan ya este giro (y seguramente explicarán parte de la mejora en perspectiva que el Fondo Monetaria Internacional (IMF) revelará el 6 de abril), pero los riesgos para economías emergentes con margen limitado de maniobra fiscal, podrían ser importantes. Como lo señaló el pasado 30 de marzo la directora de IMF, Kristalina Georgieva: “La recuperación acelerada trae buenas noticias en general, pero también puede generar algunos resultados menos deseados. Por ejemplo, un fuerte crecimiento en los EE. UU. puede beneficiar a muchos países a través de un mayor comercio (…) pero una recuperación estadounidense más acelerada podría provocar un rápido aumento de las tasas de interés, lo que podría conducir a un fuerte endurecimiento de las condiciones financieras y a importantes salidas de capital de las economías emergentes y en desarrollo”2.  

El rendimiento de los bonos del tesoro de los Estados Unidos a 10 años, que cerró la pasada semana en 1.72%, tras haber iniciado el año en 0.93%3, y la tasa de inflación esperada implícita en al diferencial de rendimiento de los bonos indexados y no indexados (que se ilustra en la gráfica 2, superando niveles del 2.3%) emiten señales de alerta para países emergentes con situación fiscal incierta, como es el caso de Colombia. Lo primero, porque muestra cómo será la competencia en la financiación de la deuda pública, y lo segundo, porque anticipa presiones adicionales sobre la tasa de interés, que harán mas exigentes los procesos de calificación de la deuda por parte de las calificadoras de riesgo y los mercados.

Gráfico 2.​

Fuente: https://fred.stlouisfed.org/series/T10YIE#0.


La incidencia que las restricciones que se derivan de ello tendrán en países emergentes con bajo margen de maniobra fiscal, dependerá también de otros factores, especialmente en un caso como el de Colombia, en el que el petróleo cumple un papel primordial en las finanzas públicas. La reunión de OPEP+ en abril 1 llegó a un acuerdo de aumento moderado de las cuotas de producción a partir de mayo, lo que probablemente limite el crecimiento futuro de los precios y posibles presiones de apreciación del peso; pero en cambio, la evolución de la moneda de referencia mundial, el dólar, en los mercados internacionales, podría generar presiones a la devaluación: el índice DXY se ha fortalecido durante 2021, pasando de niveles de niveles inferiores a 90 en el inicio del año, a niveles en torno a 93, en abril. Así las cosas, los niveles actuales de la tasa de cambio (en el rango entre 3.600 y 3.700) se mantendrían, con un leve sesgo al alza, que se tornaría peligroso en caso de que no seamos capaces, como país, de tramitar una reforma fiscal integral, que garantice la sostenibilidad de las finanzas públicas.

Los datos de empleo divulgado en Colombia el pasado 31 de marzo, permiten consolidar un diagnóstico de impacto estructural de la crisis en los mercados de trabajo, que se ilustra en el gráfico 3. Tras perder cerca de 6 millones de empleos en el inicio de la crisis, se han recuperado hasta ahora 4.7 millones de empleos: queda pues una profunda “cicatriz” en el mercado laboral, originada en la pandemia, y que puede interpretarse como la pérdida permanente de algo más de 1 millón de empleos, como efecto de la destrucción parcial de parte del aparato productivo (contenida, sin embargo, por políticas flexibles de crédito, y por el Programa de Apoyo al Empleo Formal, PAEF); del reacomodo de las estructuras productivas al entorno virtual al que muchas empresas se vieron forzadas a incursionar; y a la transformación disruptiva de los mercados de trabajo, que ya venía gestándose en el mundo, a partir de la digitalización y la robotización.

Gráfico 3.​ Variación del empleo. Series desestacionalizadas.​

Fuente: DANE, GEIH. Cálculos propios.


Las cifras son igualmente contundentes, si se analizan desde la óptica de la comparación de febrero de 2021 con febrero de 2020, el último mes sin pandemia que tuvo el país el año pasado: mientras la población en edad de trabajar ha crecido en 499 mil personas, el empleo ha caído en 1.18 millones, dejando 801 mil desempleados más, y 886 mil personas inactivas, que se retiraron o no ingresaron al mercado activo. Sin duda, un efecto profundo para un mercado ya de suyo afectado por altos niveles de desempleo e informalidad.

Pero lo específico del efecto de la crisis sobre el mercado laboral se percibe aún mejor en el cuadro 1, que compara las pérdidas de empleo al inicio de la pandemia, con las observadas en febrero de 2021. El empleo por cuenta propia, que había caído en 1.9 millones de personas en mayo de 2020, ahora muestra un crecimiento de 86 mil empleos. En cambio, el empleo particular, que se había contraído en 2.4 millones, todavía muestra un déficit de 924 mil empleos. Y mientras el empleo en empresas de más de 10 trabajadores ha recuperado ya 2.8 millones de empleos de 3.36 millones perdidos, el empleo en empresas de más de 10 trabajadores todavía tiene por recuperar 632 mil empleos de 1.5 originariamente perdidos.  Se ha generado pues empleo precario, entendiendo como precario aquel no implica algun grado de complejidad empresarial, pero no así el suficiente empleo asalariado, especialmente en unidades productividad medianas o grandes, en las que el trabajo goza en general de mejores condiciones de contratación y de protección social.

Cuadro 1. Variación del empleo por posición ocupacional y tamaño de empresa.​​

Fuente: DANE.

Ante estos hechos, hay que insistir en un diagnóstico estructural de la situación Post-pandemia: el país no recuperará fácilmente el nivel de empleo previo a la crisis, porque los mercados laborales han cambiado, la estructura productiva del país se ha recompuesto, y las transformaciones disruptivas de la digitalización y la robotización han empezado a impactar los procesos de producción. Será necesaria, en cambio, una transformación profunda del aparato productivo, que aproveche las disrupciones que se están dando en las cadenas globales de valor, desarrolle con celeridad nuevos sectores, y permita una nueva inserción de la economía colombiana en los mercados globales. La precariedad de nuestra entramado social y productivo se incrementará, en lugar de disminuir, si no logramos transformarnos, y las presiones sociales que ello generará terminarán por abatir las instituciones que con tanto trabajo hemos empezado a construir, para brindar una protección social mínima necesaria para las personas.

Pero tal transformación no puede darse sin acceso franco a los mercados financieros internacionales. Y ese acceso sólo se garantizará con la implementación de una reforma fiscal que garantice la sostenibilidad de las finanzas públicas, aborde los problemas de precariedad que agobian a los más pobres en la sociedad, y propicie la transformación productiva, necesaria para crear las oportunidades del futuro. 

Por ello, resulta paradójico que las discusiones sobre la necesaria reforma fiscal, aún antes de ser presentada formalmente al Congreso, empiecen a parecer lo que en teoría de juegos se denomina un dilema del prisionero, en el que cada grupo de interés busca minimizar sus obligaciones y maximizar sus beneficios, pero en el que se desaprovechan los beneficios de la cooperación, para alcanzar un resultado mejor para todos. La reforma debe cambiar el énfasis de la tributación empresarial a la tributación personal, desplazando gravámenes a la creación de riqueza y remplazándolos por impuestos al disfrute de la misma; debe simplificar y expandir el régimen del IVA, eliminando subsidios indebidos a quienes no lo necesitan, so pretexto de proteger a los más desvalidos, devolviendo eso sí, el impuesto pagado al 40% más pobre de población que requiere de apoyos asistenciales; y debe preservar una tributación sencilla y competitiva para las empresas, para que estas emprendan, en asocio con un estado emprendedor y proactivo, la Misión de transformar el país en un país desarrollado.

Las clases medias se verán, por supuesto, afectadas en la reforma: es inevitable, pero también equitativo. Serán ellas las que se beneficien de un país próspero, en el que se genere empleo de calidad, y en el que puedan aprovechar los recursos financieros y el capital humano y relacional de que disponen, para construir un mejor futuro para ellos y sus hijos. Y por supuesto, será necesario gravar también a quienes más se benefician del progreso, el 10% más rico de la población. De lo que podemos estar seguros, es de que un esquema fiscal sencillo, eficiente y equitativo, en el que se limite el espacio para la “gestión tributaria” y se reduzcan los “gastos fiscales”, garantizará el acceso a mercados de crédito al país, permitirá el desarrollo del aparato productivo, y servirá de base a un nuevo enfoque de protección social, en el que la enfermedad, la vejez, la precariedad económica y la falta de futuro por acceso limitado a la educación, no agobien a la población impulsándola a aventuras populistas.

1 https://www.weforum.org/agenda/2021/04/joe-biden-s-2-3-billion-investment-plan-explained

2 https://www.imf.org/en/News/Articles/2021/03/25/sp033021-SMs2021-Curtain-Raiser.
 
3 https://www.treasury.gov/resource-center/data-chart-center/interest-rates/Pages/TextView.aspx?data=yieldYear&year=2021. 

Última modificación: 07/04/2021 9:35

Escriba su opinión sobre este artículo