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​Segunda fase: Ética y academia ​



​Ética y academia, una relación indisoluble

Con el dicho popular “el vivo vive del bobo” y la frase pronunciada por Miguel Nule “la corrupción es inherente al ser humano” comenzó el 18 de julio de 2011 la primera fase del proyecto Atreverse a Pensar, liderado por el Departamento de Comunicación y Cultura de la Universidad EAFIT y dedicada al culto a la viveza.

A continuación prosiguieron frases como “las cosas no son del dueño sino del que las necesita“, “es mejor estar en la rosca que no estar en ella“, “yo no lo tumbé, él se cayó solo” y “ah…es que dio papaya“. Ahí inició la reflexión sobre un sistema de creencias y unos valores arraigados en los colombianos que la Universidad EAFIT considera le han hecho mucho daño a la sociedad y por eso quiere invitar a que nos preguntemos si valdría la pena replantear esos paradigmas y, a lo mejor, proponer unos nuevos basados en la ética, la responsabilidad y la integridad.

En cafeterías, en aulas de clase, en los cines foros y en algunos medios de comunicación se inició la reflexión sobre temas grandes como la corrupción, la deshonestidad y la llamada malicia indígena, entre otros, que han justificado tantos negocios turbios, contratos ilícitos y comportamientos inmorales a todos los niveles. El no seguir indiferentes ante tantas realidades que nos deberían avergonzar como sociedad fue el objetivo de esta primera fase del proyecto, y con satisfacción la Universidad ve cómo, en efecto, nos atrevimos a pensar.

La Universidad EAFIT es la primera universidad colombiana y la segunda en Latinoamérica, luego del Tecnológico de Monterrey, en ser miembro del Centro Internacional de Integridad Académica, que reúne alrededor de 200 universidades de todo el mundo.

 

Ver artículos relacionados con esta fase  ​Ir al Icai



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Conferencia central: ¿Por qué hacemos trampa?​​

Mauricio García Villegas, doctor en ciencias políticas de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) y doctor honoris causa de la Escuela Normal Superior de Cachan (Francia)​
11 de octubre de 2011​



​​​​Opiniones de algunos estudiantes y profesores​​






​Ética y academia, una relación indisoluble​
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Con el dicho popular “el vivo vive del bobo” y la frase pronunciada por Miguel Nule “la corrupción es inherente al ser humano” comenzó el 18 de julio de 2011 la primera fase del proyecto Atreverse a Pensar, liderado por el Departamento de Comunicación y Cultura de la Universidad EAFIT y dedicada al culto a la viveza.

A continuación prosiguieron frases como “las cosas no son del dueño sino del que las necesita“, “es mejor estar en la rosca que no estar en ella“, “yo no lo tumbé, él se cayó solo” y “ah…es que dio papaya“. Ahí inició la reflexión sobre un sistema de creencias y unos valores arraigados en los colombianos que la Universidad EAFIT considera le han hecho mucho daño a la sociedad y por eso quiere invitar a que nos preguntemos si valdría la pena replantear esos paradigmas y, a lo mejor, proponer unos nuevos basados en la ética, la responsabilidad y la integridad.

En cafeterías, en aulas de clase, en los cines foros y en algunos medios de comunicación se inició la reflexión sobre temas grandes como la corrupción, la deshonestidad y la llamada malicia indígena, entre otros, que han justificado tantos negocios turbios, contratos ilícitos y comportamientos inmorales a todos los niveles. El no seguir indiferentes ante tantas realidades que nos deberían avergonzar como sociedad fue el objetivo de esta primera fase del proyecto, y con satisfacción la Universidad ve cómo, en efecto, nos atrevimos a pensar.

Fue en septiembre de 2011, que inició una nueva etapa que se concentró en la ética y la academia, una relación que por la naturaleza y la responsabilidad del acto educativo en la universidad debería ser armoniosa pero que, lamentablemente, se rompe con bastante frecuencia. Ahora, ¿qué tiene que ver el culto a la viveza con el fraude académico? Todo.

Atreverse a Pensar parte desde su concepción de que quien es capaz de quebrantar la norma en lo pequeño se verá más fácilmente tentado a quebrantar la norma en lo grande. Cuando el individuo no tiene una moral sólida que respalde la importancia del cumplimiento a la norma, ya sea por el mero placer de actuar rectamente (profunda conciencia sobre lo ético), por el temor a sentirse mal después (la culpa) o por temor a las consecuencias legales (relación con la autoridad), es muy factible que cometa actos que irán en contra de lo moral, cultural o legalmente aceptable.

En ese sentido, la deshonestidad mirada desde el ámbito universitario se presenta con el fraude académico, práctica que infortunadamente ha venido en franco crecimiento en el mundo. Por ejemplo, el fraude académico se ha venido estudiando con gran interés en Estados Unidos en las últimas dos décadas. Como lo plantea Deborah Meizlish (i), consultora de la Universidad de Michigan, “nacionalmente ha habido gran atención pública sobre la integridad académica y profesional. Casos de plagio de alto nivel en la academia y el periodismo han atraído la atención de los medios de comunicación al igual que las investigaciones realizadas en varios campus que revelan que muchos estudiantes reportan comportamiento académico deshonesto".

En diversos estudios realizados en ese país del Norte se concluye que mientras un 23 por ciento de los estudiantes cometía fraude en sus universidades en 1941, estudios de 2006 mostraban un ascenso al 80 por ciento.

Colombia, por supuesto, no es la excepción a esta problemática mundial. En el libro Normas de papel  editado por Mauricio García Villegas (ii), se afirma que “la cultura del fraude académico sigue estando profundamente arraigada en la mentalidad de los estudiantes colombianos, desde el bachillerato. Esto se debe, en parte, a que las instituciones educativas han visto este tema como una simple violación del reglamento académico, y no como una práctica con hondas raíces pedagógicas y culturales”.

También coinciden los expertos en que el acceso a las tecnologías de la información ha agravado el  problema del fraude, específicamente en lo concerniente al plagio académico. En este caso, las prácticas más frecuentes son copiar y pegar párrafos enteros de Internet sin citar la fuente, parafrasear lo que otro dijo sin dar el crédito a quien produjo ese conocimiento y bajar trabajos enteros de la web y firmarlos como propios. En estudios realizados en más de 30 universidades en Estados Unidos entre 1984 y 1998 se concluye que entre un 75 y un 98 por ciento de los estudiantes ha incurrido, por lo menos, una vez en fraude académico (García Villegas).

En cuanto a las otras prácticas de fraude en las universidades, las más comunes son copiar y dejar que le copien en exámenes, incluir o que lo incluyan en un trabajo en el que la persona no participó y prestar un trabajo. Aunque menos común, también se encuentran la presentación de certificados médicos falsos y la suplantación en pruebas.

¿Qué hacer frente a este grave fenómeno del que, por lo visto, no se escapa ninguna universidad?, ¿cómo seguir graduando estudiantes que mienten sobre su conocimiento?, ¿cuál es el papel de la institución, del docente y del estudiante en el fraude académico?, ¿debe ser esta una reflexión moral o legal?, ¿se podrán encontrar soluciones desde la transformación de la cultura o se tratará de aumentar las sanciones? Son todas estas preguntas difíciles de responder.

Atrevámonos a pensar. La discusión está abierta.

(i) Meizlish, Debora. 2005 “Promoting Academic Integrity in the classroom”, en CRTL Occasional Papers, University of Michigan, No. 20.
(ii) García, Villegas Mauricio. 2009. Normas de papel. Bogotá: Siglo del Hombre Editores.​


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