Estos cuentos son doce heridas como el espejo roto del ascensor en un edificio de clase media. Una vez adentro y cerradas las puertas no queda más que mirar nuestro reflejo descompuesto en esa superficie astillada por un golpe que ya nadie sabe cómo ni cuándo ocurrió. Como le sucede al protagonista de una de las historias. Como las cosas que nos dicen estos personajes desajustados y angelicales, que constituyen una grieta en el muro de los protegidos.
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