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Trincheras de tinta rescata la historiografía colombiana

En su obra, Patricia Cardona estudia la escritura histórica en el país durante la segunda mitad del siglo XIX a través de pequeñas obras, una de las formas esenciales de circulación del saber histórico republicano.

Foto: Róbinson Henao.​

​​​​​​​​​Rafael González Toro
Colaborador​​

Contrario a lo que se creyó durante muchos años, los libros de uso escolar con los que se enseñaba historia en el siglo XIX sirvieron para estudiar aspectos relacionados con la definición de la historia de Colombia en su sentido moderno. 

Ese es uno de los preconceptos que hizo a un lado la historiadora Patricia Cardona Zuluaga, tema en el que lleva más de una década indagando y que inició con la historia de dichas obras, su edición y sus narrativas. Este insumo sirvió para La escuela: el germen del Estado, el progreso y la civilización, trabajo de grado de su maestría en Historia en la Universidad Nacional. 

Para ese fin se centró en dos transformaciones que hubo en el país en el siglo XIX: la Reforma educativa de los liberales radicales y la Reforma de la Regeneración. De esta manera, la docente Cardona identificó el problema de los libros de uso escolar y las regulaciones políticas alrededor de los mercados de esas publicaciones. 

Así incursionó en esa línea de estudio, en la que comenzó a explorar las relaciones entre el mercado de libros y su producción en el periodo histórico del Olimpo Radical (1861-1885), lapso de dominio del liberalismo que introdujo reformas en modernización del Estado y un precario (pero novedoso) sistema educativo, entre otros aspectos.


Tesis y libro

Con base en lo anterior, revisó los textos que circularon en el país en ese periodo, las políticas educativas tendientes a la publicación de libros de uso escolar y cómo los utilizaban. Posteriormente, se enfocó en los libros de historia, atraída por la materialidad de los mismos como base de su tesis doctoral Hacer la historia y escribir la historia. Obritas de historia patria en Colombia 1850-1906. 

De este trabajo nace su libro Trincheras de tinta, publicado por el Fondo Editorial Universidad EAFIT en julio de 2016. “Cuando a uno le hablan de historia de Colombia hay una representación mental que es el libro. Y lo más cercano a eso son los libros de historia patria. Por eso empecé una investigación sobre los que circularon en el país entre 1850 y 1906”, comenta la profesora Patricia. 

La investigación plasmada en su libro tiene dos aristas: la primera es un trabajo historiográfico en el que la docente de EAFIT indaga cómo se construyó la narración histórica en Colombia con sus referentes de héroes y fechas cronológicas, cómo se establecieron las periodicidades, cuáles fueron sus hitos y el porqué del uso de la épica, que prevaleció durante mucho tiempo en este tipo de relato. Uno de los hallazgos interesantes en este componente, explica la autora, es que la historia patria para ese entonces ya incorporaba nociones de alusión a documentos y contrastación de información de oída con documentación que empezaba a circular en el país. 

La segunda vertiente del trabajo aborda la materialidad del libro para determinar por qué las obras voluminosas o las pastas duras definían quién era su lector. Por ejemplo, quienes leían libros de 10 o más volúmenes tenían disciplina de estudio, erudición y capacidad económica para comprarlo. En contraste, los libros de historia patria eran de un solo tomo, portables y con un componente muy importante: en su estructura narrativa incorporaban las formas de lectura oral. 

“Esos libros se hacían con el propósito de que pudieran ser leídos por parte de públicos menos versados en la lectura e, inclusive, para quienes no sabían leer, ya que a ellos les leían. Eran publicaciones que tenían estrategias de lectura oral y de memorización porque la historia patria, a diferencia de la historia académica que conocemos en la actualidad, era para memorizar”, afirma la profesora Patricia. 

Como parte de la investigación, la académica también analizó libros de geografía y almanaques, como una forma de circulación de los saberes populares. Además, textos de cronología, de moral y de catecismos religiosos o políticos. Casi reconstruyó el universo bibliográfico del siglo XIX para poder entender esas particularidades.​


Algunas conclusiones

Para Renán Silva, profesor titular del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes y director de la tesis doctoral de Cardona, “uno de los grandes méritos del trabajo es el de recordarnos que la única historiografía digna de interés no es la nuestra, y que el decidido espíritu histórico del siglo XIX republicano produjo novedades importantes en ese terreno, lo que de entrada anula la interpretación de esa historiografía como simple ideología a la que se opondría la ciencia, es decir, las nuevas formas del siglo XX”.​

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La investigación dejó claro que Colombia tuvo​ una vertiente de historia popular durante mucho tiempo mezclada con los libros de geografía.

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​Entre las conclusiones del trabajo está, primero, que el país tenía imprentas muy precarias para la época, pero un buen sistema de circulación de libros. Un ejemplo de esto es que la imprenta El Neogranadino, que empezó a funcionar en 1848, dos años después había consolidado un sistema de publicaciones moderno en Colombia desde traducciones hasta la fundación (1849) del periódico del mismo nombre. Esta imprenta tuvo un mayor cuidado por la tipografía e introdujo sistemas de encuadernación cosidos, pastas duras y textos más voluminosos.

Además, a partir de 1850 se nota una evolución en la impresión y publicación de libros, aunque no se puede decir que era un mercado masivo porque para esos años solo el 20 por ciento de la población sabía leer. Los impresos de mayor circulación eran religiosos como catecismos, novenas y misales, ya que en términos de mercado los impresores tenían que producir para ese público.

Otro punto importante es que el país contó, a partir de 1880, con una política de importación de libros. Por eso, en librerías como la de Salvador Camacho Roldán, en los catálogos de 1882, ya se encontraba lo que en ese momento eran las novedades literarias en el mundo como obras de Darwin o Tolstói. Estaban tan a la vanguardia, asegura la docente Cardona, que casi a la par que las obras de Dostoievski se publicaban en Francia, también se hacía en Colombia. Esto desmitifica el concepto de que este país estaba al margen de lo que era la tendencia mundial.

“En ese sentido creo que tenemos muchos prejuicios sobre nuestro pasado. Este no era un país ni tan encerrado ni tan ignorante ni tan atrasado como hemos creído. Por ejemplo, en el Archivo General de la Nación hay evidencias de impresores de España o Francia enviando muestras para garantizar compra de libros. Había relaciones entre las editoriales y los gobiernos”, puntualiza Cardona.

En cuanto a la escritura, la investigación dejó claro que Colombia tuvo una vertiente de historia popular durante mucho tiempo mezclada con los libros de geografía hasta la década del 50 del siglo XIX. Se entremezcla el relato geográfico con los hechos históricos. Además, otra rama, ya desaparecida, era la cronología, que establecía una organización temporal, contaba las fechas y empezaba a introducir la historia colombiana en la universal.


La ‘Historia de Colombia’

En Trincheras de tinta también se explica que solo hacia 1850 aparece lo que se conoció como ‘Historia de Colombia’, con una obra de José Antonio de Plaza que no pasó el filtro del tiempo por su animadversión con Bolívar. Aquel autor escribió dos versiones de dicha obra: Memorias para la historia de la Nueva Granada y el Compendio de la Historia de la Nueva Granada, este último exclusivo para el uso de las escuelas. De manera paralela, apareció una norma que decía que en las facultades de filosofía se debía estudiar historia general de la Nueva Granada.

Otro punto importante es que solo hasta 1872 se crea una cátedra de Historia patria en la Universidad Nacional de Colombia. En ese momento José María Quijano Otero escribió el Compendio de la historia patria, a la par de que daba su cátedra. Esta publicación apareció primero por entregas en el periódico La Escuela Normal y después se editó como libro. Es en ese periodo que se consolidó la enseñanza de la Historia patria.​​​

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​"Uno de los grandes méritos del trabajo es el de recordarnos que la única historiografía digna de interés no es la nuestra”:
​Renán Silva, profesor e historiador ​de Uniandes.​​

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​El profesor Silva espera que este trabajo “encuentre la mayor gratificación que desea quien investiga y escribe: el encuentro con el lector y el inicio de superación de la obra propuesta, paradójico y feliz destino de todo trabajo de ciencia”.

A esta investigación, devenida en libro, le siguen dos proyectos para el corto y mediano plazo, expresa la investigadora Patricia Cardona. Uno es el trabajo en unas tradiciones narrativas geográficas entre 1825 y 1848. El otro, un estudio del 20 de julio y cómo empezó a considerarse e imponerse como una fecha patria. De esta manera, la profesora de EAFIT continúa aportándole al análisis histórico e historiográfico de Colombia.

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La investigadora

Patricia Cardona Zuluaga

Historiadora y magíster en Historia, Universidad Nacional de Colombia. Doctora en Historia, Universidad de los Andes. Hace 12 años es profesora titular e integrante del grupo de investigación en Filosofía, Hermenéutica y Narrativas del Departamento de Humanidades de la Universidad EAFIT. Es autora de los libros Trincheras de tintaLa escritura de la Historia patria en Colombia 1850-1908 (2016), Y la historia se hizo libro (2013), y La Nación de papel. Textos escolares, lectura y política. Estados Unidos de Colombia 1870- 1876 (2008). Ha publicado artículos en las revistas Coherencia, Araucaria e Historia Crítica, entre otras.