Juliana Londoño Noreña - Juliana.londono9@gmail.com
"Puede obligarte a hacer todo tipo de cosas ridículas; puede paralizarte, anestesiarte y provocarte sordera o la ceguera" hablaba Freud de Carl Hansen, uno de los hipnotizadores más famosos del siglo XIX. Hansen llenó auditorios en toda Europa hasta que la Facultad Medicina vienesa se pronunció sobre "los riesgos mortíferos" de la hipnosis y cancelaron su espectáculo.
Todos hemos escuchado historias de personas con poderes extraordinarios que hacen a otro sujeto entrar en "trance" y cambiar todo su comportamiento hasta el punto de actuar como una gallina. A estos fenómenos se les conoce con el nombre de hipnosis pero, ¿qué es lo que realmente sucede en estas situaciones?
La hipnosis es un estado psíquico especial donde se disminuye la conciencia y aumenta la sugestionabilidad. El hipnotizado se comporta como si estuviera dormido para el mundo exterior, no presta atención a sus sentidos, solo obedece a la persona que lo ha hipnotizado. Esta relación de hipnotizador e hipnotizado se presenta en la relación médico y paciente, donde el famoso psicoanalista postula la palabra como principal instrumento del tratamiento psíquico, igualándola a la magia. Para que una curación se dé, se necesita el deseo del enfermo y el poder y simpatía que le atribuye al médico. De esta manera es como la sola presencia del profesional genera cambios en la salud de los pacientes y como un mismo remedio puede tener mayores resultados si es recetado por un doctor de moda.
La palabra clave es la sugestión, lograr influenciar el comportamiento y las actitudes de un individuo movilizando motivaciones psicológicas por encima de la lógica. Le Bon, importante sociólogo, expone como un individuo inmerso en una masa activa, muy pronto cae en una fascinación próxima a la de un hipnotizado por un hipnotizador, donde incluso el segundo puede no ser físico. Sirve de ejemplo la novela Las Penas del Joven Werther publicada en 1774, donde el protagonista sufre por un amor hasta suicidarse. La obra generó una ola de suicidios en la época al punto de ser prohibida en países como Italia y Alemania. Así es como en masa el individuo es dominado por su inconsciente, orientado por la sugestión que se acrecienta por la reciprocidad.
Hoy, la novela epidemiológica se llama Instagram y sus protagonistas, hipnotizadores por excelencia, influencers. Cómo no llamarlo magia, si Selena Gómez que tiene más de 130 millones de seguidores en Instagram, cobra alrededor de 1500 millones de pesos por publicar una foto con algún producto. ¿Cuántas personas movilizará para que tal jugada sea rentable?
"La masa es un rebaño obediente que nunca podría vivir sin un señor" decía Le Bon. Cuando se reúnen personas, instintivamente se ubican bajo una autoridad. El influencer, quien a veces es designado por sí mismo señor del rebaño, ha venido a cumplir ese papel. Para ser efectivo él debe ser fanático de sus ideas, debe tener una voluntad poderosa y más importante aún, poseer prestigio.
El status del médico consistía en una determinada posición social, años de estudio, gran número de diplomas en la pared y recomendaciones. Por otro lado, el influencer no tiene una colección de títulos, pero sí una colección de fotografías. Sus herramientas estriban en una cámara de alta resolución y programas de edición. Vale más su número de seguidores que su experticia en el tema. Se gradúa cada cierto tiempo cuando alcanza un mayor número de followers y lo celebra con bombas y champaña. Es como si Freud los hubiera descrito perfectamente "quien quiera influirla (a la masa) no necesita presentarle argumentos lógicos; tiene que pintarle las imágenes más vivas, exagerar y repetir siempre lo mismo". Su poder se lo ha dado la masa, impulsiva, inconsecuente, violenta en sus juicios. Una masa que pide ilusiones, donde prima la fantasía y retrocede el examen de realidad para dar paso al el deseo incumplido. Deseo que aprueba la multitud: valores compartidos de belleza, dinero, prendas, opiniones y necesidades de aprobación social que llevan a la imitación por contagio. El contagio no es más que el efecto de grupo por la seguridad que brinda copiar al otro.
No se trata de calificar el fenómeno como bueno o malo, sino de entenderlo. La unión de la masa mueve a los individuos sin saber por qué. Con su inmediatez, cobertura y repetición, Instagram es la plataforma que satisface ese deseo de pertenecer y los influencers son sus conductores. Por eso no es de extrañarse con el poder del #challenge, ni con que Kylie Jenner sea la billonaria más joven del mundo. ¿Ya intentó hacer la celebración de Dele Alli? Y ahora pregúntese ¿por qué? No es hablar de brutalidad, ni magia, es simplemente psicología de las masas y su poder hipnótico. La multitud puede hacer al individuo desatar sus mayores inhibiciones destructivas, pero también puede elevar su ética incluso sobrepasando su propio nivel. No estamos exentos de estos fenómenos al vivir en sociedad, pero al saber sus causas y consecuencias, sí podemos analizar los comportamientos automáticos, lo que escogemos ver, la adoración de lo irreal y la responsabilidad de ser líderes.
Saber por qué queremos esos tenis que tiene él o ella puestos, por qué "only God con judge me" o las muchas otras captions que trillamos, por qué sentimos angustia si no logramos una foto "decente" en aquel lugar o con aquella ropa, por qué nos unimos a una causa que ha sido expuesta digitalmente y no a la de nuestra comunidad. Simplemente cuestionarnos por qué estamos haciendo lo que hacemos cuando a veces el deseo y ganancia de pertenecer le roba terreno a nuestra individualidad. Por eso Freud desistió de la hipnosis que ahorcaba el poder crítico del individuo. Si él nos fuera a dar un consejo frente a Instagram seguramente repetiría lo que le escribió a un amigo con la llegada de Hansen a Viena: "Confío en que mantengas tu espíritu escéptico y que no te olvides de que 'maravilloso' es una exclamación de ignorancia, y no el reconocimiento de un milagro".