Los tiempos de la ciencia

La ciencia está hecha de tiempo, de memoria y de historia.

Última actualización

Agosto 24, 2025

Aprendemos, enseñamos, investigamos, inventamos y producimos conocimiento en el tiempo.  

Las sociedades son comunidades de conocimiento y de práctica que conservan o transforman sus tradiciones de saber a través de apropiaciones y negociaciones con otras sociedades.

Cada cultura con sus tecnologías disponibles y sistemas de conocimiento son el resultado histórico de migraciones e intercambios (humanos y ecológicos) que han estado en movimiento por decenas de miles de años y a escala global.  

Entender la globalización como una historia común de conexión, permeabilidad y adaptación nos permite pensar que la relación entre tiempo y conocimiento es dinámica y compleja. En ese sentido, en lugar de una noción de tiempo global único, lineal y sincronizado, la historia del conocimiento nos propone calibrar el tiempo como una medida plural.

La ciencia se presenta a menudo como una empresa futurista impulsada por la innovación tecnológica, con la aspiración de superar las limitaciones del presente y el pasado, y las particularidades locales.

Esta imagen idealizada retrata la ciencia como una actividad de individuos e instituciones comprometidos en una carrera de sincronización acelerada, buscando métodos universales y aplicaciones estandarizadas. Esta imagen, aunque útil para dinamizar la industria del conocimiento y promover transformaciones urgentes, no captura la complejidad temporal de la actividad científica en el mundo.

Se trata de una concepción y propuesta de un tiempo homogéneo e impersonal, acumulativo y progresivo que suele contarse en una sola dirección: una historia de la ciencia y la tecnología narrada desde un momento de partida (ya sea en Egipto, Sumeria o Grecia) y dirigida a un solo punto futuro donde Europa y Estados Unidos serían los únicos centros de avance y cúspide de la racionalidad.

Sin embargo, concebir el tiempo de la ciencia como una competencia hacia la gran sincronización oscurece y simplifica la divergencia de las tradiciones de saber, sus necesidades sociales, sus trayectorias tecnológicas, y sus múltiples formas en que experimentan el tiempo del conocimiento.  

Esto produce inevitablemente evaluaciones arrogantes con las que se etiquetan a otras comunidades como temporalmente subdesarrolladas y atrasadas.

Pero más allá de la exclusión y desvaloración cultural, se ha creado un padecimiento moral y psicológico en el trabajo del conocimiento: la ansiedad de no lograr estar a tiempo, de no poder asimilar y digerir a tiempo los resultados y las innovaciones que se producen a diario.

¿Cómo podemos recalibrar nuestro sentido del tiempo y aprender a valorar los ritmos con los que las tradiciones de conocimiento florecen?

La historia excluyente del progreso científico y la alienación temporal que engendra la idea de un tiempo único pueden remediarse a través del reconocimiento y el cultivo de ritmos y temporalidades diversos.

Por lo tanto, para pensar el tiempo de la ciencia desde Colombia, por ejemplo, es necesario abrirnos a historias mucho más ricas y matizadas, donde las diferencias culturales y las negociaciones entre tradiciones muestren su papel fundamental en la configuración del saber científico.

Justamente, las acciones que conforman el conocimiento científico son intrínsecamente históricas, marcadas por contingencias, horizontes de posibilidad, olvidos, memorias y expectativas situados socialmente.

La concepción del tiempo como una línea progresiva, donde el conocimiento se acumularía de manera uniforme en una sola trayectoria, resulta ser una ilusión y un ideal construido a expensas de omisiones, exclusiones y simplificaciones.  

Diferentes comunidades y culturas reproducen, a su manera, herencias y pasados específicos, lo que implica que no todas parten de un mismo lugar, no todas comparten las mismas tradiciones de saber, y no todas cambian y se transforman al mismo ritmo. Esta realidad de asincronía ocurre simultáneamente en todos los centros y comunidades de saber, incluso en países que sobresalen por su liderazgo e influencia global.

La idea alternativa de que cada comunidad y lugar generan una experiencia temporal distinta es fundamental para comprender las realidades locales que conforman la diversidad científica del mundo globalizado.

El tiempo, en este sentido, se manifiesta como una dimensión espacial, donde cada ubicación geográfica y social posee su propia manera de transcurrir y transformarse.

Las herencias y los pasados tecnológicos que cada cultura preserva influyen profundamente en cómo abordan y desarrollan el conocimiento científico.

Las comunidades no heredan las mismas preguntas, métodos o prioridades, no todas las culturas comparten una misma medida del tiempo y una misma manera de pensar el cambio.

Toda esta diversidad simultánea conduce a experiencias temporales divergentes en las empresas científicas.

En la práctica científica global, lo que observamos es una coexistencia de simultaneidades en lugar de una sincronía en una única línea de tiempo.

Si bien las actividades científicas y tecnológicas pueden ocurrir al mismo tiempo en diferentes partes del mundo, estas se amoldan a tradiciones divergentes que operan con sus propios ritmos temporales, y permiten imaginar futuros alternativos.

La historia de la ciencia, vista a través de una lente temporal plural y descentralizada, se puede narrar como un acontecimiento de encuentros o desencuentros, de intercambios o paralelismos, de negociaciones o disputas entre diferentes aspiraciones de cambio y estilos de pensamiento.  

Reconocer estas divergencias temporales aporta una comprensión más generosa y justa de la historia y la práctica científica.  

El tiempo histórico y social de la ciencia podría visualizarse de manera más acertada como una estructura laberíntica con varios caminos posibles, o como una red tentacular o arborescente, con ramificaciones que actúan con cierta autonomía.

Esta multiplicidad temporal no es solo útil para pensar las sociedades del pasado, sino que también se presta para entender el presente, matizar la idea de progreso y desarrollo, e imaginar otras historias y representaciones de la ciencia en el tiempo…

Una historia y un proyecto de sociedad global de conocimiento a la altura de tal diversidad identifica, valora y cultiva espacios de tiempo en los que la producción del conocimiento esquiva el ideal ansioso de un único tiempo de acelerada sincronía.

Esta sugerencia de una visión más inclusiva y afirmativa permite apreciar la diversidad del ingenio humano a lo largo de la historia, mantiene abiertas las propuestas de futuro, y nos ayuda a comprender que las sociedades construyen y transforman vitalmente sus conocimientos con diferentes ritmos y en tiempos simultáneos. 

 

Conoce la Trayectoria de Estudios de Ciencia que fomenta el pensamiento crítico para entender la historia y vida social de la ciencia y la tecnología.

 

Autor

Andrés Vélez Posada

Investigador de la Escuela de Artes y Humanidades

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