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¿Quién inventó los meses del año?

La primera semana de la historia de la humanidad; tenía 30 días, aproximadamente, y con el paso de los siglos se transformó en lo que hoy denominamos mes.

​​​Un recorrido histórico de la mano de ​Álvaro José Cano, divulgador en Astronomía, para entender de dónde vienen los meses y quién los inventó.

Pregunta: Romario Arriaga Madera.

Responde: Juan Felipe Araque, comunicador social.

Asesor: Álvaro José Cano, divulgador en Astronomía, Planetario Municipal.
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El calendario que usamos para organizar, controlar y distribuir el tiempo de las actividades humanas lo conforman 365 días, aproximadamente, de 24 horas divididas en ciclos de luz y oscuridad, 52 semanas y doce meses que en conjunto constituyen un año.

El proceso de creación de este instrumento exigió la observación atenta del sol, la luna, las estrellas y los fenómenos naturales; las diferentes culturas lo modificaron para adaptarlo a sus intereses políticos, sociales, económicos o religiosos de la época.

Hace diez mil años los pueblos esclavos habitantes de Egipto y los valles de Mesopotamia, entre los ríos Tigris y​ Éufrates, observaban, en sus horas de descanso, el cielo nocturno y en especial la luna.

La consideraban una diosa digna de veneración por su capacidad gradual de  presentar distintas caras. Así fue como decidieron que entre cada luna nueva celebrarían un día en honor a ella.

Así nació la primera semana de la historia de la humanidad; tenía 30 días, aproximadamente, y con el paso de los siglos se transformó en lo que hoy denominamos mes.

En su observación atenta, además, aquellos esclavos descubrieron que cada siete días, la luna presentaba otras tres formas - creciente, llena y menguante- que merecían también de adoración.

Fueron, entonces, las cuatro fases lunares las que dieron origen a semanas de siete días con uno dedicado al descanso y la celebración en honor a este satélite natural de la Tierra.

Mientras tanto, los esclavistas se preocupaban por la principal actividad económica de aquellos días: la agricultura; por esta razón necesitaban conocer a la perfección las épocas ideales de siembra, cosecha ​y almacenamiento de alimentos.

Con la observación y la práctica agrícola identificaron las estaciones del año, y al relacionarlas con las fases de la luna concluyeron que, por ejemplo, entre una primavera y otra ocurrían doce ciclos lunares. ¡Así nacieron lo​s meses del año!

Los nombres y número de días que conforman nuestros meses fueron heredados del calendario romano o juliano, elaborado por el emperador Julio César, en el año 46 antes de Cristo (a.C.), con la asesoría del astrónomo y filósofo Sosígenes.

En sus inicios, este calendario constaba de diez meses: marzo, dedicado a Marte, dios de la guerra, arma de conquista; abril, cuando abre la primavera; mayo, consagrado a Júpiter, deidad suprema; junio en honor a Juno, hermana y esposa de Júpiter; julio, antes quintilis y más tarde ofrecido a la memoria del emperador Julio César; agosto, porque el soberano Augusto lo tributó a su nombre; septiembre, séptimo; octubre, el octavo; noviembre, noveno; y diciembre, décimo.

Pero, la suma de días del calendario juliano no coincidía con el ciclo astronómico. La solución a este inconveniente fue adaptarlo al modelo egipcio que consistía en años de doce meses que sumaban 365 días, y años bisiestos con 366.

Además fue necesario adicionarle dos meses. El primero, enero, dedicado a Jano, el Januario o portero, dios de la doble cara que mira al año viejo y al nuevo por venir, y que abre el ciclo solar tras el solsticio de invierno el 21 de diciembre.

El último sería febrero, fin del invierno y comienzo del deshielo que hacía a la tierra apta para la siembra. En medio de estas tareas, los esclavos se infectaban de hongos en sus pies padeciendo altas fiebres.  
Por esta razón, febrero debe el nombre a las fiebres, que se atribuían a un dios perverso que las causaba. La solución que implementaron consistió en acortar su duración, dejarlo de 28 días, para alejar al maligno.

En inglés, español, francés, italiano, portugués, los meses conservan los nombres del calendario juliano, que imperó hasta finales del siglo XV en los territorios conquistados por el imperio Romano.

Sin embargo, a pesar de los ajustes, el calendario juliano continuaba impreciso, tanto así que hacia el siglo XVI tenía diez días adicionales con respecto al ciclo astronómico. El papa Gregorio XIII reparó el error en 1.582.

Eliminó once días del calendario de los países católicos para que el tiempo del hombre estuviera en armonía con las estaciones climáticas, decretó cuáles años de los siglos serían bisiestos, a través de una fórmula matemática, y estableció el 01 de enero como comienzo del año nuevo.

Este es el calendario que hoy utilizamos, con semanas de siete días y uno sagrado dedicado al descanso;  se impuso con el triunfo del cristianismo sobre el imperio romano para luego esparcirse por el mundo.

El cálculo exacto de los días de un mes, y en consecuencia de la duración de un año, fue complejo, porque estuvo sujeto al movimiento irregular de los cuerpos celestes, lo que exigió observación frecuente y, en ocasiones, decisiones autoritarias para fijar o rectificar las fechas.

Por esta razón, el calendario es una convención mundialmente aceptada, para regular el tiempo de las sociedades humanas según sus estructuras sociales y políticas, sistemas económicos y culturales. Además está sujeto a los ritmos del universo y es resultado de observaciones y cálculos que dependen, también, del progreso de las ciencias y las técnicas. 

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Bibliografía recomendada:

ELIAS, Norbert. (1984). Sobre el tiempo. México: Fondo de Cultura Económica. Cap. 44-46. Págs. 209-217.
LE GOFF, Jacques. (1991). El orden de la memoria. España: Paidós. Cap. II. Págs. 184-215.
VILLEGAS, B. Fabio. (1995). Kalendario Mundi. Kalendario 2000. Medellín: Universidad Pontificia Bolivariana. Cap. I, II y IV. Págs. 15-47.


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