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Universidad EAFIT
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I Concurso Nacional Universitario de Microrrelato

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​Ver acta del jurado

Primer lugar:

El circo
El payaso abrió la puerta del camerino y encontró una nota en el espejo: “La sonrisa es pintada”.

 
Pedro Juan Vallejo Peláez, Universidad EAFIT. 
“Abogado y estudiante de psicología. Aunque soy un lector asiduo, creo que las historias no están en los libros sino en la calle. Por eso trato de 
mantenerme con los ojos y los oídos bien abiertos para poder atraparlas”.
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Segundo lugar:

Monstruo
Mis amigos habían ido al espectáculo de fenómenos de la feria. Yo no quise acompañarlos. Me senté a descansar y encontré a un antiguo profesor. Charlamos de todo y le pregunté:
–Profesor, ¿los monstruos existen? 
–Claro que sí. 
–¿La criatura de Frankenstein? 
–Gente que se hace cirugías innecesarias, o que construye su vida a partir de lo que copia a otros. 
–¿Zombis?
Con una mano apuntó a quienes caminaban frente a nosotros y respondió: 
–Probablemente todos ellos están muertos, solo que no se dan cuenta. 
–¿Habitantes de las Tinieblas? 
Señaló un televisor con un pastor cristiano que dictaba su número de cuenta bancaria.
–¿Vampiros? 
–Aquellos que dependieron del sacrificio de otro, aun así no modifican su conducta y desperdician su vida, se alimentan de su sangre. 
–¿Ángeles Caídos? 
Hizo una pequeña pausa y dijo:
–Esos son los peores, horripilantes. Hay uno encerrado allá. Ve y míralo, pero debes ir solo.
Se despidió y yo decidí caminar por ese pasillo oscuro, preguntando qué clase de monstruo encontraría. Al final había una pared de ladrillo con un rectángulo a la altura de mis hombros. Me acerqué, lo estudié detenidamente y no tuve duda de su naturaleza: era un simple espejo.

 
Alejandra Daniela Solarte Sarasty, Universidad del Cauca
“Mi nombre es Alejandra Daniela Solarte Sarasty, tengo 24 años de edad, nací en la ciudad de Pasto, Nariño, actualmente estudio química en la Universidad del Cauca. Me gustan los libros  de ciencia ficción, terror, aventura y las novelas policíacas”.
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Ocho de noventa y cinco, seleccionados por el jurado:

Antes del principio

–Maestra, tengo miedo de no ver bien y que la tarea me quede mal hecha…
–La vista es un sentido sobrevalorado. Por ejemplo, cuando vemos las estrellas, vemos cosas que probablemente no existen ya, y por el mismo principio, vemos cosas que nunca lograremos alcanzar. 
–Yo he tratado de hacerlo todo bien, pero también tengo miedo que algo inesperado ocurra, que mi creación enfrente algo para lo que yo no la había preparado. 
–La incertidumbre y el caos son inevitables. Hay cantidades y variables que nunca podremos medir con la precisión que queremos. Además, toda nuestra ciencia se basa en principios que son o bien incompletos, o inconsistentes. 
–¿Y eso qué significa, maestra?
–Que no somos infalibles. Que no podemos controlar nada de manera absoluta. Que nuestra ciencia bien puede hacernos perder el camino. No se puede esperar a conocer todas las respuestas antes de empezar. Siempre es necesario dar el primer paso, aunque haya cuestiones sin resolver. 
–¿Y cómo comienzo?
–Como se acostumbra en estos casos…
–Está bien, maestra: “¡Hágase la luz!”

 
Freddy Bolaños Martínez, Universidad Nacional de Colombia-Sede Medellín 
“Freddy Bolaños está vinculado hace diez años como docente de tiempo completo a la Universidad Nacional de Colombia. Tiene un título de pregrado en Ingeniería Electrónica y títulos de Maestría y Doctorado en Ingeniería, con énfasis en Electrónica. Su especialidad está relacionada con temas de procesamiento digital de señales y diseño de sistemas digitales complejos”.
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Contando ovejitas

Estaba cansada y debía levantarse temprano para ir a trabajar, y sin embargo Ana no lograba quedarse dormida. Ansiosa por no poder descansar y por la posibilidad de tener que soportar una nueva jornada de pantallas y papeleo sin haber tenido chance de refugiarse por algunas horas en la comodidad de su sueño, se le ocurrió de pronto aquel manido cliché de contar ovejitas. Imaginó vagamente una especie de valla de madera en un terreno verde, quizás una granja, y empezó a contar ovejitas que solo eran pelusas blanquísimas con patitas que aparecían de la nada para saltar la valla, correr y desaparecer nuevamente. Cada ovejita, cada salto, un número. Estaba preocupada porque numeraba ovejitas y más ovejitas sin lograr dormirse, y cuantas más ovejitas, menos tiempo para descansar. Se paró por un momento para reevaluar su estrategia, pero se dio cuenta de que había olvidado cuántas había contado. Todas sus ovejitas estaban ahora frente a ella y pensó que volver a contarlas le tomaría el poco tiempo que ahora debía quedarle, y más aún porque corrían y se dispersaban. Resignada, comenzó a perseguir ovejitas para tratar de recontarlas y poder volver, luego, a intentar dormir…

 
Andrés Felipe Zapata Morales, Universidad Nacional de Colombia-Sede Medellín
“Soy Andrés, estudiante del pregrado en economía de la U Nacional y soy aficionado a las caricaturas, los comics y la música Rock. Me gustan mucho los dulces como a un niño y también la lluvia y aunque soy callado y poco conversador tengo muchos buenos amigos con los que suelo pasar las tardes en la universidad. ”
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De-mente en fuga

Elodia entra al carro de su novio. Este nunca la besa o la mira, ni un “hola” o “amor”. Ella se sienta y él arranca. Sagradamente va por ella, pero siempre tarde y eso la desquicia. Saca el cuchillo y se lo entierra en el ojo. Él pierde el control y se estrella. El ojo cae sobre el tablero de velocidad y la mira fijamente acusándola de la hemorragia. Él grita, gira hacia ella y le propina un golpe en la cara. La sangre fluye por su nariz y sus labios. Saca la botella de varsol que lleva en su bolso, se la arroja por toda la cabeza, él se revuelca de dolor, -Maldita perra, me la vas a pagar. Ella lucha para abrir la puerta, él intenta agarrarle el cuello. Ella sale desbocada del carro, saca un Zippo y lo lanza sobre él. Un perro negro en llamas brinca y se retuerce, ladra cosas ininteligibles. Le da la espalda. -¿Qué diablos te pasa?, debes ir al médico, esos ataques de silencio que te dan me desesperan, pensé que te había dado una especia de catalepsia, estás loca. -Sí, a veces quisiera estar loca. Suspira y sube al auto.  

 
Yuri Andrea Rodríguez Gómez, Universidad Nacional de Colombia
“Mujer de unos veinte y tantos años. Nacida en Ibagué. Posee una extraña adicción al conocimiento, al parecer discípula de Cioran. Amante de los idiomas en especial el alemán. Disfruta de largas horas de lectura, visitar galerías o museos y danzar al ritmo de notas extrañas y perversas. Hace 6 años descubrió que la escritura funciona como un gran órgano, resonador de sus demonios internos que, al modularlos en do, mi y sol se transmutan en una sinfonía de sensaciones; en donde el lector sentirá las punzadas de sus vibraciones al ritmo de sus palabras directas y sin tapujos. Una escritura cruel no obstante marcadamente sincera, siendo evidente el placer por la muerte, la lujuria, la sangre y la venganza”. 
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El mago

La multitud lo aclamaba, lanzaban aplausos y vítores ante la magnificencia de sus habilidades de prestidigitador. Era al acto final lo que todos esperaban con ansias, el antiguo y simple truco de sacar un conejo del sombrero nunca dejaba de asombrar. El mago tomó aire, se quitó su sombrero, comprobó un par de veces que estaba vacío, y de repente sacó un dinosaurio enorme con una cola monstruosa. Entonces fue el acabose, lo chiflaron, lo criticaron, y lo sacaron del escenario entre insultos y tomatazos. Todos esperaban un conejo; a veces, el mundo no está para sorpresas. 

 
Diego Fernando Clavijo Gutiérrez, Universidad de Pamplona
“Nacido el 11 de agosto de 1988 en Pamplona. Químico de la universidad de Pamplona y actualmente docente del colegio Luz de la Esperanza del municipio de Tona. En la actualidad cursa estudios de especialización en Pedagogías didácticas contemporáneas en la UNAD y de maestría en Educación en la Universidad de Pamplona. Fue finalista del Concurso Nacional de Poesía Andrés Barbosa Vivas en 2011”.​
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Feliz​

Lo decidió en la ducha, 5:00am. “Voy a largarme de ese trabajo maldito, no aguanto más esta vida de oficinista; la madrugada, las tales reuniones de división, que me celebren el cumpleaños con una tortica en el escritorio”. Llegó a la oficina del jefe, 7:00am, y le mostró la carta de renuncia. El jefe la leyó y la aceptó sin preguntas ni nada de esas cosas. 

 
Salió feliz, con esas ganitas de vivir que se le habían silenciado hacía tiempos… Volvió a su apartamento, 9:00am, se tiró en el sofá, prendió un cigarrillo y se puso a leer los poemas de Dylan Thomas, feliz, feliz, desempleado, libre. 

 
A las tres semanas, cuando llegó la factura de la renta y ya casi todos los ahorros se le habían ido en mercado, en café, en wisqui, en cigarrillos, se metió al baño, se afeitó y lo decidió en la ducha, 9:30am. Llegó a la oficina del jefe, 11:30am, y le mostró la carta de arrepentimiento. El jefe la leyó y la aceptó sin preguntas ni nada de esas cosas: “Bienvenido de nuevo, ingeniero Cardoso, usted sabe que esta siempre va a ser su casa”.

 
Josef Amón Mitrani, Universidad del Norte
“Nacido en Bogotá D.C en 1987. Filósofo de la Universidad de los Andes. Magister en literatura de la Pontificia Universidad Javeriana. Dos libros de poesía, Mamarracho de meditaciones imposibles y Lluvia de astronautas, publicados con editoriales independientes. Profesor de tiempo completo de la Universidad del Norte. Director del Club de Lectura y del Taller de Escritura Creativa de la Universidad. Investigador y promotor de nuevas formas para la promoción de la lectura y la escritura por placer”.
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Los motivos

“Solo puedes escribir 200 palabras”, además, “los microrrelatos no seleccionados serán des-tru-idos en su totalidad”, me advirtió en tono serio pero amable. Después me nombró a Hemingway, algo sobre la teoría del iceberg. Le advertí que mi historia podría desilusionarla, pero pareció no escucharme. No recuerdo nada antes de conocerla. Yo estoy seguro de que nací en el momento en que vi sus ojos. Su ambición es dolorosa, una noche escribió con tanta fuerza sobre el papel, sentí una punzada en el pecho que parecía que no iba a terminar. Algunas veces su carácter me estremece, pero otras, sus ilusiones me compadecen: quiere que yo escriba una buena historia para ganarse una pluma, en cambio yo escribo esta historia para vivir, o por lo menos eso fue lo que me prometió. Aunque una noche me dijo que el premio era solo una excusa, pero no, ya puedo imaginarla como la veo justo ahora, inundada de placer y con los ojos explosivos escribiendo sobre una hoja en blanco con su nueva pluma. Aunque dudo que deba estarles diciendo esto, además, el espacio es corto. Así que este es mi ‘microrrelato’: Soy Gabriel Benincasa y escribo esta historia por dos motivos.

 
Paola Andrea Moreno López, Universidad Central
“Soy estudiante de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Central. Participé en dos talleres de escritura: Taller de escritura de la Universidad Central y el Taller de escrituras creativas de Idartes. Realicé mis prácticas profesionales en la Revista Arcadia. En la actualidad me dedico a terminar mi trabajo de grado y a escribir algunas historias”.​

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Para vivir

Era una reunión aburrida, pero ella era una mujer muy bonita. Luego de las presentaciones vino una más de esas preguntas protocolarias, formuladas mecánicamente para avanzar en el manido guion de los desconocidos que fingen querer conocerse y tener interés por la vida del otro.  
–Y cuéntame… ¿Qué haces para vivir? —interrogó ella sonriendo.
–Escribo —respondió él escuetamente. 
–¿Te ganas la vida como escritor? ¿De eso vives? —indagó ella en un tono que a él le pareció de incredulidad. 
–A ver —repuso él algo irritado—, ¿me preguntaste qué hago para vivir o qué hago para poder comer? ¡Para poder comer y pagar cuentas trabajo como tendero! Sí, tengo una pequeña tienda de esas de barrio en el garaje de mi casa. Y para vivir… ¡para vivir escribo!
Luego de un embarazoso silencio en el que germinó un hermoso rencor mutuo, él formuló la pregunta consecuente en el trillado guion:
–Y usted ¿qué hace para vivir?
Un brillo de estrella fugaz apreció en la mirada de la bella mujer, mientras sentenciaba con aspereza:  
–¡Para poder comer y pagar cuentas escribo! Si, trabajo como escritora. Y para vivir… ¡para vivir cultivo mi jardín! 

 
Yesid Alexis Espinosa Zapata, Instituto Tecnológico Metropolitano-ITM
“Psicólogo de la Universidad de Antioquia y estudiante de Derecho de la misma Universidad”.
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Psicopatologías

Hay ciertas cosas que no se pueden cambiar, como el hecho de que no volveré a soñar. Sé por qué lo digo. Desde la última vez que dormí, comenzó a visitarme un hombre extraño con una larga gabardina roja y un bastón de roble similar al que me prestó un vecino mío en el pasado. Toca la puerta tres veces, suspira y se va volando hacia la luna. Lo hace siempre a la misma hora, todos los días. Y es curioso, pues anoche llamó mi vecino, me dijo que necesitaba encontrar algún modo para mantenerse despierto.

 
Hoy le he visitado, vestí una gabardina roja que encontré en el armario y antes de salir tomé su bastón para regresárselo. Toqué la puerta tres veces, lo vi en la ventana superior de la casa pero no pareció reconocerme, así que suspiré y me fui volando hacia la luna. Creo que regresaré mañana a esta misma hora, quizá entonces sí me reconozca.

 
Luis Miguel Arroyave Quiñones, Universidad EAFIT
“Estudiante de segundo semestre de Ingeniería de sistemas, con fascinación tanto en las matemáticas y la tecnología, como en la literatura y el arte”.