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El Eafitense / Edición 112 Skip Navigation Linksjoel-dicker Joël Dicker y su vida de éxitos y letras tempranas

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Joël Dicker y su vida de éxitos y letras tempranas

​​La carrera del escritor suizo Joël Dicker ha sido meteórica: a sus 31 años de edad ha publicado tres novelas y ganado cuatro importantes premios de literatura y periodismo. En su paso por EAFIT, como invitado del Hay Festival Medellín, habló sobre su carrera, su historia y las estrategias creativas detrás de su obra.

Daniel Rojas Arboleda
Colaborador


La relación de Joël Dicker con las letras comenzó a temprana edad. Sus primeras lecturas e intentos de creación literaria ocurrieron a los seis años y, cuatro años más tarde, ya editaba y publicaba su propia revista: La revista de los animales, un trabajo  que llamó la atención de la prensa y le valió, en 2005, el Premio Cunéo a la protección de la Naturaleza y el reconocimiento como el editor más joven de Suiza.

De la creatividad de este joven escritor surgieron las novelas Los últimos días de nuestros padres (2012), La verdad sobre el caso Harry Quebert (2012) y El Libro de los Baltimore (2015), así como el cuento corto El tigre (2005). Su producción literaria es corta pero precoz, y ha estado cargada de reconocimientos como el Premio de los Escritores Ginebrinos (2010), el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa (2012) y el Premio Goncourt de los Estudiantes (2012).

Dicker estuvo en EAFIT, como invitado del Hay Festival Medellín 2017. En esta entrevista revela su proceso de crecimiento como novelista.

¿Qué elementos de escritura dramática aprendió en 2004, cuando asistió a la escuela de Drama del Cours Florent, en París, que le permitieran crear personajes y tramas de ficción?

Es una muy buena pregunta, aunque nunca me había detenido a pensar en eso. Recuerdo un profesor que resaltó la importancia de mantener vivo el niño interior, de actuar y pensar como un niño, pero no como lo haría un adulto, hablaba de ponerse, en serio, en los zapatos del pequeño. Es muy importante hacer eso porque los chicos no piensan tonterías, son de mente muy abierta y no temen hacer las preguntas que los adultos no harían. No analizan si deben ser corteses o amables o si deberían o podrían interrogar a alguien sobre ciertos asuntos. Esas nociones no están en sus concepciones. Mantener mi alma de niño fue uno de los buenos consejos recibidos en el Cours Florent.

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En mis libros, quiero de verdad compartir historias importantes para mí. Tal vez por eso alcanzo a personas jóvenes y a todo tipo de lectores, sean hombres o mujeres, es decir, a una audiencia muy amplia.​

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¿Estudiar leyes le ayudó a mejorar, de alguna manera, su escritura?

No lo creo, es decir, yo fui en 2005 a la escuela de leyes en Ginebra —de la que me gradué en 2010—, pues siempre es bueno permanecer abierto a aprender en varios campos. Quería tener más oportunidades en la vida y no encasillarme solo en escritura o derecho, pero no creo usar nada de lo aprendido cuando
escribo mis novelas.

¿Cómo cambió su visión como escritor luego de ganar el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa por La verdad sobre el caso Harry Quebert?

Este premio no fue para mí un logro sino un ​​estímulo. No fue como si me dijeran “eres el mejor” sino más bien “hiciste un buen trabajo y te estaremos observando para ver qué más haces”. Cuando eso sucede a una edad tan temprana —yo tenía 27 años—, es apenas el inicio de tu carrera, el comienzo de algo más. Lo recuerdo como un momento muy energizante y alentador que me llenó de fe en mí mismo para seguir trabajando. 

¿Teme que sus obras pierdan algo de su significado luego de ser traducidas a más de 30 idiomas, como fue el caso de esta novela?

Yo leo muchos libros traducidos y nunca he cuestionado la fidelidad de los mismos. Mucha gente me pregunta acerca de cómo puedo saber si fue bien traducida y, de hecho, no puedo estar seguro. Yo confío en la gente y en la editorial encargadas de mi obra y sé que están haciendo un gran trabajo. Además, de los lectores con quienes hablo en Colombia, los Estados Unidos, Italia y otros países del mundo, escucho y recibo comentarios, mensajes y preguntas muy similares. Eso, en mi opinión, es una prueba de que el mensaje de mis libros, escritos originalmente en francés, permanece igual, a pesar de no ser las mismas
palabras, pues han sido traducidas.

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Siempre es difícil dar consejos, pues se corre el riesgo de sonar pretencioso, y aún soy un escritor joven que ha contado con suerte.​

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La verdad sobre el caso Harry Quebert y El Libro de los Baltimore son, respectivamente, una novela policiaca y la historia de una familia dividida por las diferencias sociales. Son temas universales, tratados infinidad de veces e incluso, en el caso de la primera, considerados subgéneros literarios. Sin embargo, su novela más conocida ha sido leída por tres millones de personas en el mundo. ¿Cómo dota de frescura y actualidad estos temas para atraer a tantos lectores?

Por encima de los temas se trata de lo que quieres contarles a las personas, y la manera de hacerlo. A veces, alguien habla de forma sencilla y genuina, al punto de transmitirte fácilmente el mensaje. Es como ir a la conferencia de un astrofísico, sobre temas de corte científico, y escucharlo exponer de manera
tan clara que crees saber y entender sobre astrofísica, aunque no sea así. Es tu habilidad para captar la atención de la gente, pues en realidad quieres compartir algo con ellos. En mis libros quiero, de verdad, compartir historias importantes para mí. Tal vez por eso alcanzo a personas jóvenes y a todo tipo de
lectores, sean hombres o mujeres, es decir, a una audiencia muy amplia. Siempre es difícil dar consejos, pues se corre el riesgo de sonar pretencioso, y aún soy un escritor joven que ha contado con suerte.

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El personaje de Marcus Goldman sirve a Joël Dicker para dar cuenta de la soledad del escritor, cuyo proceso creativo, en su opinión, sucede siempre en un ambiente aislado, por cerca de dos años y tres horas diarias de escritura, para dar forma a una novela.​

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Sus personajes adquieren forma a pesar de la poca información que da sobre su apariencia...

Yo no los describo realmente. En mis libros doy, a veces, muy poca información física sobre ellos. Por ejemplo, sobre Marcus Goldman, quien aparece en las dos novelas mencionadas, nunca se dice si es rubio o pelinegro, o si usa o no gafas. No lo sabemos, pues nunca lo escribo. Prefiero enfocar mi atención en la descripción psicológica de los personajes para dejar a los lectores tomar decisiones y crear sus propias imágenes de los mismos.​

¿Pero tiene sus propias imágenes de los mismos?

Sí, las tengo, pero no siempre es clara. No estoy seguro exactamente de cómo lucen, pero tengo una imagen bastante acertada de quiénes son internamente. Esa es la parte más importante, pues, al final de cuentas, lo esencial para los lectores es llegar a conocer al personaje como si fueran amigos. No ser capaces simplemente de reconocerlos en la calle, sino de conocerlos de verdad.

Por ejemplo, aunque ahora tenemos muchas fotos y todo eso en las redes sociales, hace poco chateábamos con la gente sin poder ver sus rostros, y dábamos forma a un cuadro alrededor de ellos con pocos elementos. Hoy, nos creamos una realidad propia con las imágenes que compartimos.

Las diferencias sociales descritas en El libro de los Baltimore pueden ser comparadas con situaciones geopolíticas y sociales contemporáneas, como la oleada de inmigrantes africanos arribando a Europa. ¿Es decir, estas ficciones le permiten dar su propia visión sobre estos temas?

Sí. Son temas universales, pueden pasarle a cualquier familia en el planeta. No creo que la novela muestre mundos diferentes sino una división en un mundo aparentemente único, y la familia es el lugar en donde esto pasa más a menudo. Cuando dos personas comparten padres, genes y lazos filiales puede aparecer
una falla y generar una división.

Eso es algo muy interesante, pues, la mayoría de las veces, esta es creada por ambas partes y, como en el libro, todos contribuyen a aumentar ese distanciamiento, pues piensan o sienten algo negativo hacia los demás. Si llegaras a crear el conflicto entre un habitante de Ginebra y otro de Medellín, podrías explicarlo mediante el hecho de la lejanía geográfica y crear una situación en la que el primero siente celos del segundo porque en su ciudad, en pleno enero, el clima muestra una temperatura de 25 grados centígrados y este puede salir a la calle mientras, en Ginebra, la temperatura no supera los -4 grados centígrados, y afuera la gente se congela. Por eso, es más interesante generar divisiones entre personas muy cercanas, con todo en común.

¿Le gustaría volver a escribir relatos cortos o seguir escribiendo novelas?

No soy tan bueno en relatos cortos, aunque me encantaría, pues siempre me ha impresionado la manera como en una historia de 20 páginas puedes encontrar todo. Es algo muy intenso. Yo no tengo este don, pero tal vez algún día estaré en capacidad de hacerlo. Yo necesito realmente muchas páginas, tiempo y
material para escribir algo grande y construir mis personajes. Pero durante las vacaciones, por ejemplo, leo relatos de Agatha Christie, y algunos de ellos no superan las siete o las diez páginas, y son tan vívidos e intensos que cierras el libro con una sensación como de ¡Oh Dios mío, eso fue increíble!

¿Qué escritores lo han influenciado?

Todos los autores leídos alguna vez, pues muchos me gustan y me impulsan a hacer algo similar, y a otros no los disfruto, pero también son necesarios, pues me sirven de ejemplo para saber el tipo de libros que no quiero escribir. Hay algunos importantes para mí como lector: Vladimir Nabokov, Marguerite
Duras y Romain Gary.

¿Tiene algún consejo para quienes empiezan a escribir?

Siempre es difícil dar consejos, pues se corre el riesgo de sonar pretencioso, y aún soy un escritor joven que ha contado con suerte. Apenas tengo tres libros publicados y estoy empezando. Muchos autores tienen hasta 20 o 30 libros circulando. No obstante, un consejo sería no subestimar la cantidad de trabajo
para escribir un libro, y mantener siempre el ánimo arriba para trabajar muy duro.

Algunas personas me cuentan sobre cuando intentaron crear una novela y se rindieron a las pocas páginas. Debes volver a tu escritorio e intentar de nuevo varias veces. Este proceso te enseñará a no desanimarte ni sentirte como un cero a la izquierda porque tuviste un momento difícil. Si quieres escribir hazlo, y síguelo haciendo.​​​

En soledad

El personaje de Marcus Goldman sirve a Joël Dicker para dar cuenta de la soledad del escritor, cuyo proceso creativo, en su opinión, sucede siempre en un ambiente aislado, por cerca de dos años y tres horas diarias de escritura, para dar forma a una novela. “Nunca le pido a nadie que lea mis libros hasta que estén terminados”. Para este suizo, de 31 años de edad, es necesario confiar en los propios instintos, saber lo que se está haciendo y no permitir que la visión de los demás sobre los diferentes momentos del libro afecten la creación literaria.​