“Para qué zapatos si no hay casa”. Esta es una línea de diálogo que difícilmente se le ocurriría a un guionista, pero hace parte del guión de La vendedora de rosas. Y es que uno de los méritos de este guión, y en general de la obra de Víctor Gaviria, es su capacidad para convertir al lenguaje del cine esos universos forjados de realidad, así como saber qué elementos específicos, como esta frase, harán parte del texto final, de entre todas esas incontables horas de investigación sobre el tema y de convivencia con unos personajes que, luego, se confundirán con actores.
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