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El Eafitense / Edición 110 Cuatro siglos de El Poblado de San Lorenzo de Aburrá: la génesis de Medellín - El Eafitense

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Cuatro siglos de El Poblado de San Lorenzo de Aburrá: la génesis de Medellín

Cerca de 80 indígenas tributarios, entre los 15 y los 55 años -con sus respectivas familias-, fueron ubicados en 1616 en lo que hoy se conoce como El Poblado. Ellos fueron los primeros habitantes del asentamiento de El Poblado de San Lorenzo de Aburrá, un caserío que sentaría las bases para el futuro nacimiento de la ciudad de Medellín. El 2 de marzo, EAFIT conmemoró los 400 años de este lugar, de mano de diferentes académicos que analizaron el acontecimiento desde la perspectiva de la geología, la política, la religión, la arqueología y la biología, entre otras.

Fotos: Róbinson Henao​​​
Jonathan Montoya Correa
Periodista Área de Información y Prensa de EAFIT

La discusión sobre las fechas está saldada, también se disolvió el dilema de si hubo o no traslado y, lo más importante, ya existe un reconocimiento de las estructuras sociales que había hace cuatro siglos en el lugar donde hoy se encuentra el Valle de Aburrá. Sí, aunque el 2 de noviembre de 1675 figura en los referentes históricos como la fecha en que fue erigida la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín, durante muchos años la historia desconoció uno de los principales antecedentes de la fundación de la segunda ciudad más importante del país: El Poblado de San Lorenzo de Aburrá. 

La versión comúnmente aceptada del origen de Medellín refiere cómo, en el siglo XVII, varios españoles y criollos se adueñaron de las tierras al sur del valle y establecieron un caserío en el sitio de Aná, donde se ubica actualmente el parque de Berrío. En 1674 el asentamiento obtuvo el título de villa y al año siguiente nació la ciudad. Sin embargo, décadas atrás los españoles habían creado un poblado en el que juntaron tribus indígenas de varios lugares de Antioquia, con el fin de protegerlas en comunidades con estilos de vida europeos.​

“Este caserío no siempre ha estado claro en la memoria antioqueña, incluso en algunos documentos históricos se habla de un traslado desde San Lorenzo a la Villa de la Candelaria. Pero debe quedar claro que no se trató de un traslado, sino de un pueblo indígena que existió en El Poblado mucho antes de la Villa”: Leonardo Ramírez.​​​

Se trató, efectivamente, de un asentamiento en el que fueron agrupados cerca de 80 indígenas varones, entre 15 y 55 años, con sus esposas, familias y pertenencias, y que fue levantado por el visitador Francisco de Herrera Campuzano, en lo que hoy se conoce como el barrio El Poblado -Comuna 14- en 1616. 

“Pero en esa época no tenían las nociones de biología y sociología que tenemos ahora, por lo que fue un intento muy forzado y el resguardo tuvo una vida muy corta: desde 1616 hasta 1685”, explica Leonardo Ramírez Álvarez, politólogo de la Universidad Sorbona de París (Francia) y consultor en mediación intercultural. 

Este año, cuatro siglos después, investigadores de las universidades EAFIT, Nacional de Colombia, Pontificia Bolivariana y la Escuela de Altos Estudios Sociales de París, -incluido Leonardo-, se unieron para reivindicar el pasado de este poblado, desde diferentes perspectivas como la geología, la biología, la arqueología, la religión, la política y la simbología. 

400 años de El Poblado de San Lorenzo de Aburrá: la génesis de Medellín fue el nombre de este ciclo académico que se realizó el miércoles 2 de marzo de 2016, en el Auditorio Fundadores de EAFIT, y que arrojó luces sobre los comienzos de la vida urbana y la diversidad étnica de la ciudad y región actuales. 

“Este caserío no siempre ha estado claro en la memoria antioqueña, incluso en algunos documentos históricos se habla de un traslado desde San Lorenzo a la Villa de la Candelaria. Pero debe quedar claro que no se trató de un traslado, sino de un pueblo indígena que existió en El Poblado mucho antes de la Villa”, continúa explicando el investigador. 

Esta afirmación también la corroboró Juan David Montoya Guzmán, magíster en Historia de la Universidad Nacional y panelista del ciclo. Su exposición, Historia de los pueblos de indios en Antioquia, presentó cómo este asentamiento fue producto de varias expediciones de españoles. 

“Estas expediciones que partían de lugares como Cartagena, Santa María la Antigua del Darién o Lima iban en busca de oro, pero en el camino se encontraron con diferentes provincias de indios con culturas similares”, menciona. De esta manera, tal y como narra el académico, Herrera Campuzano tuvo la iniciativa de agrupar a integrantes de tribus de ebéjicos, nutabes y maníes en un resguardo al que bautizó con el nombre de El Poblado de San Lorenzo de Aburrá. No se trató del único en su tipo, ya que el visitador y oidor real también ayudó a crear, al menos, otras siete naciones indígenas de este tipo en el departamento. 

Y aunque Antioquia ha sido sinónimo de riqueza aurífera, contrario a la creencia popular, los habitantes de El Poblado de San Lorenzo no contaban con este elemento y se caracterizaban por ser la despensa de otros asentamientos como los de Zaragoza, Cáceres y Remedios. 

Un pestañeo en la historia de Medellín 

Un total de 400 años desde la perspectiva geológica es un pestañeo. Por eso, para Pablo Castro López, profesor del Departamento de Ciencias de la Tierra de EAFIT, la historia del Valle de Aburrá se remonta a más de 3 millones de años, gracias a la formación de diferentes rocas metamórficas.

Para el investigador no se trata de un hecho muy lejano a la historia actual, pues destaca que los primeros pobladores ya extraían del suelo una arcilla color naranja para sus construcciones y que hoy en día continúa caracterizando las edificaciones de la ciudad.

Se trata de un material al que, más tarde, se le sumó el roble. Según Carlos Monsalve Marín, magíster en Bosques y Conservación Ambiental, y docente de la Universidad Nacional de Colombia–sede Medellín, el ingreso de este árbol a la región data de 500 años atrás.



“Pero nuestros ancestros disfrutaban de un ambiente muy rico y con una biodiversidad propia. Más tarde, este se vería alterado para darle respuesta a la masificación de su población”, apunta, y destaca que algunos de esos vestigios todavía pueden apreciarse en los páramos de Belmira y del Sol, este último en Urrao.​

Y aunque Antioquia ha sido sinónimo de riqueza aurífera, contrario a la creencia popular, los habitantes de El Poblado de San Lorenzo no contaban con este elemento y se caracterizaban por ser la despensa de otros asentamientos como los de Zaragoza, Cáceres y Remedios.​​

​Por otra parte, Pablo Aristizábal Espinosa, doctor en Arqueología de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, ha tenido una aproximación más cercana a las costumbres y formas de vida de los aburraes, a partir de los diferentes hallazgos arqueológicos encontrados en la ciudad. 

En noviembre de 2013, por ejemplo, tuvo la oportunidad de participar en la excavación de una tumba en el sector de La Colinita -barrio Guayabal-, un descubrimiento que aportó mucha información sobre los primeros moradores.

“Los hallazgos de tumbas, necrópolis y restos en los últimos 50 años apuntan a que, anteriormente, existieron otros asentamientos cercanos a quebradas como Aná, Niquía o La Iguaná. Incluso, la acentuación en la letra ‘a’ hace referencia, precisamente, a la presencia de cuerpos hídricos”, menciona.

Según el arqueólogo, el levantamiento de El Poblado de San Lorenzo obedeció no solo a una estrategia por su cercanía a las quebradas, sino a una continuidad cultural de las prácticas de los pueblos que siempre han habitado la región hasta el día de hoy, en una ciudad cuyas dinámicas siguen girando alrededor de un eje principal: el río.
 
​Junto al hallazgo de La Colinita, también se han encontrado otras necrópolis en el cerro El Volador y en el cerro de la Universidad Adventista. La posición geográfica de las tres excavaciones conforma una medialuna que, según el académico, señala todo el terreno donde se encontraban los aburraes antes de la llegada de los españoles. “Somos un pueblo con más de 600 años de historia”. 

La educación histórica de las generaciones actuales.

La dualidad histórica entre El Poblado de San Lorenzo y Medellín también ha estado muy relacionada con el cambio en la forma en la que la historia se ha enseñado a los estudiantes en escuelas y colegios, la que es dividida en varias etapas por Juan Camilo Escobar Villegas, profesor del Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de EAFIT, a cargo de la ponencia Los relatos fundacionales en los textos escolares.​

Un total de 400 años desde la perspectiva geológica es un pestañeo. Por eso, para Pablo Castro López, profesor del Departamento de Ciencias de la Tierra de EAFIT, la historia del Valle de Aburrá se remonta a más de 3 millones de años, gracias a la formación de diferentes rocas metamórficas.​

​ “Hasta 1970, los textos usados en las escuelas estuvieron dirigidos a tratar de formar una especie de admiración por la Conquista y la presencia de lo que llamaban ‘la verdadera luz de la civilización’, especialmente en los libros de segundo y tercer grado de primaria. Allí sostenían que los indios eran personas humildes y salvajes a las que había que conquistar, dominar y obsequiar el regalo de la civilización, reflejado en las espadas de los conquistadores”, relata el académico. 

Igualmente, advierte que existió otra corriente de la historia que incurrió en un error conocido como anacronismo, que se manifiesta cuando se valora a los pueblos del pasado con los valores del presente. Esta presentaba a los españoles, según él, como injustos asesinos y estaba muy influenciada por tendencias políticas de izquierda. 

En contraposición a estas visiones, Escobar Villegas indica que los historiadores de comienzos del presente siglo estudian a las sociedades indígenas con los mismos criterios con los que se acercan a cualquier otra cultura: “Teniendo en cuenta sus particularidades y diferencias sin asumir ninguna como superior o inferior, únicamente como parte de la historia humana”. 

Hacia una ciudad que conoce su historia y se aferra a su identidad 

Para Juan Luis Mejía Arango, rector de EAFIT y experto en historia de Antioquia, el hecho de que el lugar recibiera el nombre de San Lorenzo de Aburrá, ya daba cuenta de la mezcla de dos mundos y concepciones muy diferentes: la católica de los españoles y la autóctona de los aburraes, lo que ha influido, en gran medida, y configura hoy a los habitantes de la ciudad. De ahí la vigencia de analizar la importancia del poblado a la luz de los tiempos actuales.

Igualmente, el directivo señala que, durante los últimos años, el nacimiento de diferentes carreras en historia, antropología y otras afines ha contribuido a la formación de nuevos profesionales que han entendido la importancia de continuar estudiando este tema y sus beneficios para la academia y la investigación. Se trata de una opinión en la que coincide el investigador Leonardo Ramírez, para quien, además de la conmemoración de esta efeméride, se hace necesario un conocimiento más profundo y acertado del poblado que dio origen a la ciudad, incluso como un insumo que alimente el discurso de las políticas públicas en el futuro.

“Después de haber superado el tema de las fechas, podemos ahora establecer relaciones y comparaciones entre lo que había antes y lo que existe ahora, para que la sociedad le encuentre sentido a su historia y sepa que Medellín no empezó de cero, sino que aquí ya vivían otras personas que son nuestros antepasados”, señala. Y agrega que los pueblos van progresando y madurando con sus relatos. “Esta es una ciudad muy joven aún y este reconocimiento es un primer paso que nos va a permitir llegar a una edad adulta”. 

Durante su presentación en el encuentro conmemorativo sobre El Poblado de San Lorenzo de Aburrá, Leonardo presentó algunos fragmentos del Libro Primero de Bautizos de la Candelaria, que se convierte en uno de los testimonios más contundentes sobre la vida en los tiempos del caserío y, posteriormente, en los primeros años de Medellín. 

Este volumen, que aún lo conserva la Arquidiócesis de la ciudad, presenta una continuidad civil, urbana y social entre ambos lugares, pues comenzó a escribirse en San Lorenzo y luego contiene registros desde la Villa de la Candelaria. Nombres, bautismos, matrimonios e, incluso, fallecimientos están registrados en este texto histórico. 

“Ver esto, 400 años después, tiene un valor simbólico grande, y permite que las personas entren en un contacto más fuerte con sus raíces, que mejore la convivencia y la seguridad en nuestra identidad cultural como pueblo”, concluye.​

De El Poblado de San Lorenzo solo queda un cuadro
“Dadme vuelta” fue la frase que le dijo San Lorenzo a su verdugo mientras padecía el martirio de ser quemado vivo en una parrilla, al que fue condenado por el emperador Valeriano.
​Y e​se también parece haber sido, ​por muchos años, el destino del cuadro de San Lorenzo que estuvo en la capilla doctrinal de El Poblado de San Lorenzode Aburrá: dar vueltas por diferentes puntos de la ciudad.
​Hoy, después de permanecer al cuidado de diferentes parroquias y ser restaurado en una ocasión,  la pieza permanece en la iglesia de San José, en el centro de la ciudad. Para Leonardo Ramírez se trata de un símbolo de la génesis de Medellín.​​​

Última modificación: 28/02/2017 0:33