Para este profe y exparticipantes de la Universidad de los Niños, las preguntas son la chispa de la ciencia
• Desde que participó en la Universidad de los Niños, a los 12 años, Juan Camilo Arango descubrió el poder de la curiosidad y de hacerse preguntas. Aquellas experiencias con la ciencia y el juego despertaron su vocación investigadora y lo llevaron a convertirse en ingeniero físico, joven investigador y hoy profesor de cátedra en EAFIT.
• En 2024 cerró el ciclo al regresar como investigador invitado para responder una de las preguntas del programa. Esta es la historia de un eafitense que comenzó su recorrido en EAFIT en la Universidad de los Niños y, hoy, hace parte del equipo de profesores de la Escuela de Ciencias Aplicadas e Ingeniería.
Aunque ya conocía la Universidad porque su abuelo lo traía cuando apenas tenía cinco o seis años, el verdadero vínculo de Juan Camilo Arango Gálvez con EAFIT se forjó a los 12 años, cuando su tía María Adelaida lo inscribió en la Universidad de los Niños.
De esos días no recuerda si venía con cuaderno o no, lo que si recuerda es que había ingresado por la portería con muchas preguntas: ¿qué es esto?, ¿para qué sirve? ¿qué es investigar?... y, en respuesta, solo obtuvo más preguntas por parte del programa: ¿por qué existen los idiomas?, ¿por qué flota un barco? y, especialmente, ¿por qué la Tierra tiembla?
Hoy, a los 30 años, no solo puede responder qué es investigar, sino que tiene la certeza que comenzó a hacerlo un viernes de aquel entonces cuando, subido en la Mesa Vibratoria con sus otros compañeros de la Universidad de los Niños, en el Laboratorio de Sismología de la Universidad, experimentó por primera vez la simulación de un terremoto.
Y aunque en ese momento no lo sabía, aquellas sesiones en los laboratorios, los juegos con preguntas imposibles y los experimentos que parecían magia, estaban sembrando en Juan Camilo una forma de mirar el mundo que años después se convertiría en vocación.
“Ese tipo de preguntas son las que más me acuerdo, sobre todo las relacionadas con las ciencias exactas, porque es a lo que me dedico hoy en mi vida. Yo soy ingeniero físico de EAFIT y, en parte, elegí esa profesión por lo que la Universidad de los Niños y sus preguntas sembraron en mí”, expresa este eafitense, quien antes de llegar a ser profesor de cátedra de la Escuela de Ciencias Aplicadas e Ingeniería, también fue joven investigador de MinCiencias y asistente de investigación.
Para él, ese hábito de interrogar la realidad, sin miedo a parecer ingenuo o a no saber, es uno de los mayores aprendizajes que le dejó este programa. “Pasar por ahí te enseña que no hay preguntas tontas, que todas pueden tener una respuesta o, por lo menos, un camino para buscarla. Eso para mí es fundamental, no solo en la formación científica sino en la vida”.
Esa misma curiosidad lo acompaña hoy como profesor, un rol en el que intenta replicar algunas de las metodologías que lo marcaron en Uniños, como participantes y como tallerista. Y, cada vez que ve a los grupos de la Universidad de los Niños recorrer el campus, revive algo de esa primera vez que entró por la portería principal lleno de asombro.
“Cada vez que los veo me acuerdo de esa sensación. Llegar a un ambiente universitario siendo un niño es muy distinto: todo es grande, todo es nuevo. Me parece genial que sigan viniendo, y si algún día tengo hijos, muy probablemente estarán en la Universidad de los Niños”, cuenta sonriendo.
Volver a la Universidad de los Niños, cerrar un ciclo
En 2024 Juan Camilo vivió una experiencia que lo marcó de manera especial: fue el investigador invitado a responder una de las preguntas del programa, ¿por qué nos reflejamos en el espejo? “Y desde la física, eso tiene que ver con cómo la luz se comporta cuando choca con una superficie pulida. Fue muy ‘bacano’ que me buscaran para eso, porque fui niño de la Universidad de los Niños, y ahora era yo quien respondía las preguntas. Fue como cerrar un ciclo”.
Durante esa jornada, los pequeños experimentaron con pelotas para entender cómo funciona la reflexión de la luz y trabajaron con láseres verdes para visualizar su trayectoria.
“Los niños hacen preguntas que uno como adulto ya no se hace, como por qué el láser es verde y no rojo. Esas cosas sencillas, que parecen obvias, son las que te obligan a pensar distinto. Es una interacción completamente diferente, sin prejuicios, sin miedo a que la ciencia sea difícil. Solo quieren entender”.
Por eso, cada vez que puede, recomienda la experiencia. “A todas las personas que tienen hijos se los recomiendo completamente. Es algo que va más allá de lo que aprenden en el colegio. Estar en un ambiente universitario, responder preguntas de otro nivel y hacerlo desde el juego, eso es lo más bonito de un programa como estos”.
Y si algo resume lo que aquel niño de la Mesa Vibratoria aprendió, y que el investigador que hoy sigue aplicando, es la importancia de hacerse preguntas. “Hacernos preguntas nos permite entender el mundo, pero también mantener viva la curiosidad. Preguntarse por qué funciona algo o por qué no, por qué nos movemos o por qué la Tierra tiembla... eso, creo, es lo que mantiene encendida la chispa de la ciencia y, en general, de la vida”.
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Última actualización
Noviembre 18, 2025