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Libre comercio visto desde el oporto y el bacalao

​​​Una investigación doctoral ilustra la relación entre el comercio de bacalao y de vino oporto en los siglos XVIII y XIX, además de la concepción de libre comercio que tenían los mercaderes británicos.


La pesca del bacalao de Terranova llegó a niveles insostenibles en 1968, con la extracción de 810.000 toneladas, antes de desplomarse drásticamente en la década de 1970. En 1992 el gobierno canadiense impuso una moratoria en la pesca del bacalao del norte de la isla.​

Juan Ignacio García
Colaborador / Proyectos de investigación​
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Joshua Large, profesor del Departamento de Negocios Internacionales de la Universidad EAFIT, se adentró al mundo del comercio del vino de oporto por su amor a esta bebida y su aprecio por Portugal. Pero revisando los libros contables y la correspondencia de la casa mercante de la familia Newman, originaria del condado de Devon en Inglaterra, descubrió también las relaciones entre el comercio del bacalao de la isla norteamericana de Terranova y del licor producido en el valle del río Duero entre 1780 y 1850.​

Mercaderes ingleses y lusitanos​

Al este de Terranova los británicos adelantaban expediciones pesqueras sin establecer un asentamiento oficial en la isla, en parte por las duras condiciones climáticas y agrícolas, y en parte por la oposición de los comerciantes que fletaban los barcos.

Una colonia oficial implicaría cobro de impuestos y una explotación pesquera hecha por los residentes. Para evitarlo, los comerciantes presentaron varios argumentos al parlamento inglés y el de mayor impacto fue que los hombres que emprendían estos viajes pesqueros temporales servirían a las fuerzas navales en tiempos de guerra, lo que hizo de esta actividad una guardería de marinos.​

Muchos mercaderes ingleses vendían este producto en España y Portugal, naciones católicas cuya tradición de vigilia genera una gran demanda. La entrada a estos mercados se facilitó por unas condiciones políticas favorables, conseguidas por Inglaterra gracias a la necesidad portuguesa de contar con el respaldo británico en caso de un conflicto con los españoles.​

El acuerdo comercial de 1654 les otorgaba a los británicos la libertad de comerciar en territorio luso y brasileño sin permiso del gobierno portugués, la exención del impuesto municipal y una jurisdicción judicial exclusiva.​

En 1703 el Tratado de Methuen garantizó a los ingleses la entrada de sus textiles sin arancel a camLibre comercio visto desde el oporto y el bacalao bio de que los vinos portugueses pagaran dos tercios de la tasa impuesta a Francia. Gracias a esto el vino de oporto, con su fuerte aroma, dulzura y mayor nivel de alcohol conquistó el gusto anglo.

Los barcos de las casas comerciales británicas llevaban el bacalao pescado en Terranova a los puertos lusos, donde recogían el vino de oporto para transportarlo a Inglaterra. El balance comercial era favorable a los ingleses y los mercaderes lusitanos cubrían este déficit con el oro extraído en Brasil.

“Técnicamente era ilegal transportar oro o plata desde Portugal a cualquier otro país, pero fue permitido porque no había ninguna otra manera de hacer el intercambio –señala Large–. Indirectamente, Inglaterra se enriqueció con la producción de oro y plata de los imperios español y portugués”.

El libre comercio​

Estas libertades exclusivas que disfrutaban comerciantes como los Newman correspondían a la visión de libre comercio dominante en la época: la capacidad de conducir los negocios con poca interferencia de los gobiernos, la necesaria para proteger sus intereses. Específicamente, esto significó que una determinada industria o área geográfica no estuvo bajo el control exclusivo de un monopolio real. En ese contexto, los comerciantes sabían que esa libertad necesitaba de una fuerte protección militar y diplomática, y por este apoyo reconocían tácitamente ciertas obligaciones hacia el Estado.​

​​​​​​Los barcos de las casas comerciales británicas llevaban el bacalao pescado en Terranova a los puertos lusos, donde recogían el oporto para transportarlo a Inglaterra.

​ Sin embargo, desde el liberalismo, la política que los británicos impusieron al sistema capitalista de mediados del siglo XIX, el libre comercio se planteaba como un intercambio de bienes entre naciones sin intervención estatal y sin aranceles para que el flujo de mercancías se regulase por las ventajas comparativas de cada país, es decir, que cada nación se especializa en las actividades donde tiene más ventaja.​
Este postulado, señala Guillermo Maya, docente de la Universidad Nacional de Colombia, fundamenta la idea de “que Gran Bretaña se convirtió en líder industrial en el siglo XIX por su supremacía en el desarrollo tecnológico que dio forma a sus ventajas comparativas sobre el resto del mundo”.​

La estrategia de los comerciantes ingleses era adoptar las leyes que les beneficiaban y obviar aquellas que interferían con su idea de libertad comercial.

​Sin embargo, Maya señala que fue el proteccionismo el que permitió a los británicos construir su dominio. Por ejemplo, aunque “las innovaciones tecnológicas no lograron desbancar los tejidos indios, que eran de mejor calidad y más competitivos que los británicos, en 1813 el arancel sobre los productos tejidos de India llegó al 85 por ciento”.​

Durante la época de industrialización de los Estados Unidos a mediados del siglo XIX se argumentaba que la abundancia de recursos naturales unida a la inventiva y emprendimiento de los norteamericanos eran las ventajas comparativas que causaban el desarrollo económico de esta nación y su creciente importancia en el comercio mundial. Pero en ese periodo ​Estados Unidos impuso aranceles a los productos extranjeros que alcanzaron a estar entre el 40 por ciento y el 60 po ciento. “Por eso, la idea de que Estados Unidos se enriqueció con una política de liberalismo no es cierta”, dice Large. 

Las contradicciones sobre el libre comercio no son distintivas del siglo XIX. Aún hoy se encuentran visiones nacionalistas y proteccionistas en el marco de la ideología neoliberal.

Ralf Leiteritz, profesor de la Universidad del Rosario, explica que todavía hay una brecha entre la teoría y la realidad: “La política agrícola de la Unión Europea protege sus producciones nacionales con el argumento de que no pueden sacrificar el sector por su valor cultural e histórico”.

Los subsidios a los productos agrícolas europeos o estadounidenses son de los más altos en el mundo y su ventaja comparativa nace de una intervención estatal, contraria a la idea liberal de libre comercio que se implementa en Colombia. ​​

Leiteritz señala que la dirigencia de Colombia comprende la hipocresía de los países desarrollados que promueven los TLC, pero continúa el proceso porque sobredimensionan su “papel en el desarrollo del país y subestiman los riesgos de estos acuerdos”.

​Adelantados a su tiempo

El comercio de bacalao y vino de oporto continuó en el siglo XIX a pesar de que las reformas inspiradas en la concepción liberal del comercio –libre circulación de productos, capital y trabajadores dentro y fuera de Europa con mínimas restricciones posibles– disminuían los privilegios de mercaderes como los Newman.​

El libre comercio se planteaba como un intercambio de bienes entre naciones, sin intervención estatal y sin aranceles para que el flujo de mercancías se regulase por las ventajas comparativas de cada país.

​ En este sentido, el gobierno portugués fue retirando la exclusividad que tenían los británicos y su dominio en el comercio del vino de oporto disminuyó, aunque las casas comerciales inglesas crearon mecanismos que les fueran favorables en la compra de las cosechas. Además, eran las únicas que tenían acceso al mercado británico, el mayor consumidor de ese tiempo.​

La oficialización del asentamiento británico en Terranova aumentó la actividad pesquera de los colonos. Los comerciantes se convirtieron en los proveedores de mercancías esenciales no producidas en la isla como alimentos y herramientas, para recibir como pago la pesca de los residentes y mantener la posición dominante en el comercio del bacalao por muchos años más.

Estos cambios evidencian que la principal estrategia de los comerciantes ingleses era adoptar con celo las leyes que les beneficiaban y, en la medida de lo posible, obviar aquellas que interferían con su idea de libertad comercial.

Como señala el profesor Large, la insistencia de los comerciantes ingleses con el concepto mercantil del libre comercio frente a las reformas liberales no era una posición obsoleta. Ellos estaban adelantados a su tiempo.​

Investigador​

joshua-large.jpgJoshua Large​

Bachelor of Arts, Universidad de Washington; magíster en Estudios Liberales, Universidad de Columbia; magíster en Historia Europea Central, Universidad de Europa Central; PhD en Historia Europea Moderna, Universidad de Chicago. Docente-investigador del Departamento de Negocios Internacionales de la Universidad EAFIT.​

Más información sobre el investigador​​

Última modificación: 02/03/2017 11:45