Luisa Correa Valencia
Colaboradora / Tema especial
Seguro están en el recuerdo las fuertes lluvias que se vivieron en el país en marzo de 2009, cuando en Medellín se realizó la Conferencia del BID y, ante los derrumbes y el cierre de las vías de acceso a la ciudad, los visitantes tuvieron que llegar en helicóptero desde el aeropuerto José María Córdova. Se dijo que ese era el peor invierno en la historia de Colombia.
Sin embargo, cuando el país afrontó las consecuencias de las lluvias del fenómeno de la Niña a finales de 2010 e inicios de 2011, se volvió a decir que era el mayor desastre vivido. Y, desde entonces, resulta recurrente que cada vez que se presentan las temporadas de lluvias, las consecuencias sean peores.
Uno de los argumentos de las instituciones responsables de prevenir y controlar los desastres ha sido que el cambio climático es el culpable de toda la situación invernal, con consecuencias que incluyen deslizamientos, derrumbes, inundaciones del río Cauca, del Magdalena, de la Mojana en Sucre, en la depresión momposina y las rupturas del sistema del canal del Dique.
No obstante, cuando se analiza el cambio climático global y se aterriza a Colombia, se puede concluir que esa no es necesariamente la razón, que no hay una demostración científica de que la ocurrencia de los fenómenos del Niño y la Niña, y sus consecuencias, tenga relación con el cambio climático.
Juan Darío Restrepo, investigador del grupo de Geología Ambiental del Departamento de Geología, adscrito a la Escuela de Ingeniería de la Universidad EAFIT, en compañía de otros científicos, ha estudiado algunas estaciones climatológicas en el río Cauca, en la cuenca oriental del río Magdalena, del Sogamoso y del Opón, y ha comparado las lluvias de los últimos 30 años con el caudal de los ríos.
La conclusión es que durante ese tiempo no ha habido aumento en la precipitación en casi ninguna de las 30 estaciones analizadas, pero los ríos sí están aumentando su caudal.
De manera coincidente, el año pasado en San Francisco, Estados Unidos, Germán Poveda Jaramillo y su equipo de investigaciones hídricas de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, presentaron las estadísticas de las precipitaciones en Colombia, durante los últimos 10 años.
Demostraron que no hay una tendencia estadística ni de aumento ni de disminución de las precipitaciones en el país en cuanto al cambio climático. De hecho, están disminuyendo las precipitaciones en el Amazonas, la región del pacífico y en la cuenca andina
Resulta que las montañas y los suelos actúan como esponjas para la erosión mecánica de los suelos, absorben el agua en temporada de lluvias y conservan el cauce en época de verano. Y, ¿qué ha pasado con este proceso de respiración vital en los ríos? Según el informe del Ideam de 2000 a 2010, que se socializó el año pasado en Bogotá en los Foros Semana, Colombia deforesta 336.000 hectáreas por año, un área similar al departamento del Atlántico.
Según el informe global de deforestación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), Colombia ocupa el séptimo lugar de deforestación. Luego de Brasil e Indonesia, que ocupan los primeros lugares y son responsables del 50 por ciento de la deforestación en el mundo, el país ocupa el tercer puesto. Es decir, que mientras el área continental del territorio nacional solo representa el 0,1 por ciento del planeta, su aporte a la deforestación global es del 5 por ciento.
La transformación de los suelos en el país ha sido exponencial en la última década. Por lo tanto la hipótesis del grupo de Geología Ambiental de EAFIT es que los ríos perdieron la regulación hídrica, se ha alterado el ciclo hí- drico de los suelos y de las cuencas
Esta información la conocen los expertos de Colombia Humanitaria y de instituciones nacionales, que no han podido refutar la hipótesis planteada. En la actualidad, el Fondo Nacional de Adaptación se propone iniciar estudios para evaluar la cuenca del Magdalena en los últimos 50 años, para obtener indicadores económicos en la variación del impacto en los recursos naturales y, a partir de ahí, implementar estrategias a corto, mediano y largo plazos.
Eso permite afirmar que se aplica una política errada, se destina una cantidad de recursos para hacer lobby internacional con un tema sobre el que Colombia no tiene capacidad de decisión, como sucedió en la Cumbre de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible (Río+20), en Río de Janeiro en junio de 2012.
Allí, representantes del país hablaron de sostenibilidad y de los Objetivos del Milenio, mientras que el tema puntual del cambio geomorfológico de los suelos y la mitigación de lo que el ser humano ha hecho con las cuencas de los ríos en los últimos cincuenta años no recibió la atención que merece.
Lo que se propone, antes de generar una gran infraestructura para el cambio climático, es crear en la comunidad una conciencia de uso e implementar planes de adaptación, mitigación y conservación de los suelos.
De esta manera, una vez se cuente con conceptos técnicos, científicos y políticos –de corto, mediano y largo plazos para proteger los recursos naturales–, se aborde la deforestación, la sedimentación de los ríos, la contaminación que reciben y las inundaciones, sí se piense en las emisiones de las chimeneas de otros países.
La industria del cambio climático
Era el principio de 1970 cuando se nombró por primera vez la expresión “cambio global”, que surgió a raíz del Programa Internacional sobre la Geosfera y la Biosfera (IGBP) del Consejo Internacional de la Ciencia y las Naciones Unidas, para abordar el cambio natural del planeta y el impacto del hombre sobre el medio ambiente. Este concepto fue el punto de partida para hablar luego del cambio climático.
En el reporte de 1990 del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), del que hoy hacen parte 195 países, se presentó evidencia científica del problema climático internacional y de la necesidad de una plataforma política internacional para mitigar sus efectos y buscar soluciones.
“El problema no es el cambio climático, es el cambio global. Porque lo que estamos haciendo con los suelos, los bosques y los mares no tiene nada que ver con el cambio climático sino con el hombre. ¿Por qué? Por presión económica, por globalización y por el modelo económico”.
Asociado a esto, se han creado segmentos en lo que se denomina “la industria del cambio climático”. Una industria que incluye el diseño y la comercialización de artículos y servicios en pro de la adaptación climática; consultorías en cambio climático y energías renovables, generación y comercialización energías alternativas (eólica y solar), captura, almacenamiento y comercialización de carbono; generación de biocombustibles; optimización de eficiencia energética; y construcciones verdes, entre otros.
En opinión de Maria Alejandra Gonzalez-Perez, jefa del Departamento de Negocios Internacionales de EAFIT, “el cambio climático es un tema multidimensional con implicaciones tecnológicas, políticas y sociales a escala internacional, y de manera más acentuada para los países de economías emergentes, en donde de manera simultánea nos enfrentamos en paralelo a los retos de cambio climático y de seguridad energética, dado que a medida que se fortalece el crecimiento económico de un país, hay un aumento significativo en las emisiones de carbono”.
Estos retos, dice, tienen consecuencias tanto para las empresas como para los consumidores y ciudadanos, y asumirlos es una necesidad, pero también puede constituirse en oportunidades para negocios.
Geopolítica, medios y consumo
Mientras la mayoría de los habitantes del planeta se encuentra preocupada porque los polos se derriten, otros ven cómo la misma situación plantea oportunidades. Es el caso de Rusia.
Su presidente Vladimir Putin promulgó en julio pasado una ley que regula por primera vez la ruta marítima ártica, considerada la alternativa al canal de Suez y que podría revolucionar el transporte mundial de mercancías. La vía de navegación por el Ártico es prácticamente un tercio más corta que la ruta tradicional.
Debido al aumento de las temperaturas, la considerable reducción de la capa de hielo que cubre el océano Glacial Ártico, permitió hace dos años que un petrolero ruso abriera este itinerario con la ayuda de varios rompehielos. De hecho, Rusia es el único país del mundo que cuenta con una flota de rompehielos atómicos. Esto cambiaría por completo la dinámica mundial del comercio marítimo, por ejemplo entre China y Europa occidental. La nueva valoración de los recursos naturales, de las tierras y los mares también plantea cambios en las políticas y relaciones entre los países, como sucede actualmente entre Turquía y sus vecinos. En una zona donde el agua es un bien cada vez más escaso, esta nación ha puesto en marcha amplios planes de irrigación y una red de embalses que tiene en alerta a sus vecinos, Irak y Siria.
Como consecuencia de las infraestructuras construidas en las cuencas de los ríos Éufrates y Tigris, el descenso de caudal no solo supone un desastre medioambiental, sino que hace que la población rural iraquí se vea forzada a desplazarse, comenta Juan David Escobar, director del Centro de Pensamiento Estratégico de EAFIT.
Esa es la perspectiva de la geopolítica, una disciplina que estudia las implicaciones del entorno en las decisiones polít cas que se toman y que frente al cambio climático plantea una transformación importante del mapa geopolítico mundial.
Y las migraciones están a la orden del día. El profesor y ambientalista Norman Myers, de la Universidad de Oxford en Inglaterra, presentó a mediados de la década de 1990 predicciones en las que se pronosticaba que habría 200 millones de refugiados climáticos en el año 2050. Aunque estos pronósticos son evaluados por las organizaciones ofciales como carentes de rigurosidad científica, sirven para aumentar el nivel de conciencia de los eventos climáticos.
Los medios de comunicación de masas han contribuido con la difusión exponencial del tema, particularmente cuando en 1992 Al Gore, la fórmula vicepresidencial de Bill Clinton, publicó Earth in the balance: ecology and human spirit, en el que plantea una revolución ecológica necesaria para el siglo XXI.
En 2006, Al Gore protagonizó el documental ganador del Oscar, Una verdad incómoda, que trata del cambio climático, del que responsabiliza a las personas, los gobiernos y las industrias que lo generan, e invita a emprender un camino de búsqueda de energías limpias para evitar la destrucción del planeta. Al año siguiente recibió el premio Nobel de Paz por su contribución a la reflexión y acción mundial contra el cambio climático.
Divulgación de la realidad
Frente a la divulgación de este fenómeno, el profesor Daniel Hermelin, del Departamento de Humanidades de EAFIT, opina que los aportes de los medios hacia una comunicación crítica siguen siendo, en muchos casos, precarios y carecen de rigor. Aún están lejos de mantener agendas que favorezcan la prevención y que se centren en las responsabilidades humanas, con tratamientos del tema que sean más atractivos.
Aaron Tauss, del Departamento de Negocios Internacionales de EAFIT, considera que no es apropiado hacer una separación desde las diferentes disciplinas para abordar el cambio climático, porque todas confluyen en la naturaleza y el hombre forma parte de ella, se trata de una cuestión sistémica.
Según el académico, hay que entender la relación entre el sistema económico, el financiero y la naturaleza. Expone que el mercado se impuso sobre la sociedad y la naturaleza, y ve a esta solamente como una fuente para generar ganancias en un sistema económico que estructuralmente tiene que crecer cada día. Además, es ineficiente porque produce artículos que no son necesariamente sostenibles.
Desde su conocimiento como historiador, menciona que el calentamiento de la Tierra no es algo nuevo. La temperatura global subió en la edad media, entre los siglos X y XIV; una teoría afirma que cuando se dio el descubrimiento de América hubo una pequeña “época de hielo” a causa del exterminio de las comunidades indígenas en el continente, que se calcula entre 30 millones y 60 millones de personas. Esto originó una reforestación que absorbió el CO2 y bajó la temperatura global.
Ese consumismo sin fin toca la ética de los individuos y de las empresas. Sucedió con las compañías fabricantes de bombillas eléctricas que, alrededor de 1950, llegaron a un acuerdo para restarle vida útil a las bombillas con el fin de incrementar su demanda. Igual que con las medias con lycra, que hoy son prácticamente desechables. También es fácil constatarlo en la actualidad con las impresoras, que están diseñadas para tener un número determinado de impresiones. Esto es lo que se conoce como obsolescencia planificada, que es el tiempo de vida útil que un fabricante le da a su producto.
En 2010, la industria del cambio climático generó para los Estados Unidos 327 billones de dólares. La revista Climate Change Business Journal estima que actualmente existe un mercado mundial de cerca de 2 billones de dólares, solamente en consultorías en aspectos directamente relacionados con el cambio climático.
Resulta entonces fundamental nombrar el papel de la responsabilidad social empresarial (RSE), que se asume como una forma de hacer negocios, en la que la empresa gestiona sus operaciones en forma sostenible en lo económico, lo social y lo ambiental.
Juan Carlos Sanclemente, coordinador del área de Mercadeo Gerencial de EAFIT, comenta que la RSE también comprende la ética en el marketing, la distribución minorista, el marketing social, el marketing relacionado con una causa, el comercio justo, el consumo responsable y la vulnerabilidad de los consumidores, la filantropía, el marketing responsable, el marketing verde y el greenwashing
Este último es el uso engañoso de relaciones públicas o de marketing verde por parte de una empresa, con la finalidad de promover una percepción errónea de que sus políticas o los productos que ofrece son ambientalmente amigables. Se suele decir que las compañías que tienen más comprometida su imagen son las que más se involucran con el greenwashing.
A todas las empresas del mundo los consumidores les piden la triple cuenta de resultados: económicos, sociales y ambientales. Bajo este análisis, Juan Carlos Sanclemente plantea preguntas como: ¿desde cuándo la empresa privada enseña qué hacer con el empaque o el desecho cuando vende un producto?, ¿de dónde vienen, quién inventa y vigila los sellos verdes o azules?, ¿hasta cuándo el consumidor estará dispuesto a pagar precios más altos por los productos verdes?, ¿por qué no nos transportamos o alumbramos de otra manera? y ¿qué tanto esfuerzo se está dedicando a la búsqueda de energías alternativas?
Modelación matemática aplicada
Los cambios que se producen periódicamente en el clima pueden tener causas naturales, que corresponden a ciclos de muy larga duración. Pero lo que se percibe en la actualidad es que el clima está alterado por la aparición de factores antropocéntricos, con una fuerte evidencia que se está cambiando la temperatura promedio del planeta, en un periodo muy corto con respecto a la escala geológica, afirma Luis Antonio Quintero, del Departamento de Ciencias Básicas de EAFIT.
Los modelos que se aplican para prever los efectos del cambio climático son los modelos globales de circulación, que son muy exigentes en datos. En un solo modelo pueden participar hasta 30 grupos de académicos alrededor del mundo, recogiendo información, analizándola estadísticamente e introduciéndola en complejos algoritmos de simulación.
Estos modelos plantean hipótesis dinámicas, sobre las que la comunidad académica busca consensos, basándose en evidencias recogidas mediante medidas de campo, sobre los efectos que el incremento en la concentración de gases de efecto invernadero está ocasionando al clima. Los modelos se desarrollan para varias décadas hacia adelante, extrapolando las tendencias actuales en el comportamiento climático.
El largo horizonte temporal también plantea problemas en las predicciones que se puedan tener y en las visiones que estas proyecciones generan. Igualmente se desarrollan modelos a escalas locales para determinar los efectos a escala regional, los que son intensivos en información estadística y en algunos países sirven para tomar decisiones en la gestión que se hace del territorio.
Fuentes Consultadas
Luis Antonio Quintero
Físico, economista, magíster en Planeación Urbano Regional, PhD en Ingeniería. Profesor del Departamento de Ciencias Básicas, Universidad EAFIT.
Juan Darío Restrepo Ángel
Océanografo, investigador del grupo de Geología Ambiental del Departamento de Geología de la Escuela de Ingeniería, Universidad EAFIT.
Juan Carlos Sanclemente Téllez
Doctorando en Administración. Especialista en Economía Aplicada y gestión, y MBA. Coordinador del área de Mercadeo Gerencial, Universidad EAFIT.
Joshua Large
PhD en Historia, profesor del Departamento de Negocios Internacionales de la Escuela de Administración de la Universidad EAFIT.
Aaron Tauss
PhD en Ciencias Políticas, pro fesor del Departamento de Negocios Internacionales de la Escuela de Administración de la Universidad EAFIT.
Más información sobre el investigador
Maria Alejandra Gonzalez-Perez
Post-doctorado. PhD. Jefa del Departamento de Negocios Internacionales, Universidad EAFIT.
Daniel Hermelin Bravo
Ingeniero químico, magíster en Enseñanza y Difusión de las Ciencias y las Técnicas, magíster en Medios y Mediaciones, profesor del Departamento de Humanidades de la Universidad EAFIT.
Juan David Escobar Valencia
Ingeniero civil, magíster en Administración. Director del Centro de Pensamiento Estratégico de la Universidad EAFIT.