La confianza es un concepto cuya ausencia o presencia sale de la vida cotidiana y entra a otras esferas: laborales, económicas o las relaciones internacionales. En espacios como la bolsa de valores, juega un punto importante. Y es que cuando alguien invierte en una empresa tiene en cuenta sus resultados financieros, su responsabilidad social con la comunidad y el medio ambiente, su compromiso, vínculo con la sociedad, prácticas, transparencia y planes a futuro.
La confianza, además, se convierte en un elemento buscado y desafiante que se logra gracias a técnicas de negociación, las habilidades de expresión, la certeza de una promesa, la trayectoria de las personas involucradas, las renuncias o los compromisos, y la consistencia de un mensaje. Esto puede comprobarse al observar espacios como Camp David, un lugar a las afueras de Washington (Estados Unidos), en el que varios presidentes de este país se convirtieron en anfitriones de las conversaciones ancestrales de uno de los conflictos más desafiantes de la historia reciente: el conflicto entre israelíes y palestinos. A este ejemplo se suman las conversaciones de paz de La Habana donde intervinieron diferentes actores del conflicto colombiano y en la que el hecho de creer en los demás se convirtió en un desafío.
La confianza que se construye o desaparece en la vida cotidiana se lleva a cada persona y a través de escenarios distintos: la casa, la universidad, los trabajos y la calle.
Ilustración, Isabel Castaño
“Los otros: tan válidos como yo”
Santiago Silva Jaramillo es profesor e investigador del Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de EAFIT. Es politólogo, especialista en Estudios Políticos y magíster en Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad. Durante la Alcaldía de Federico Gutiérrez fue subsecretario de Cultura Ciudadana y como parte de su labor en esta posición trabajó temas como la confianza. Es consciente de la importancia de este tema en una región donde hay diversidad, y una situación social y de orden público a la que aún no puede fijársele la palabra tranquilidad.
Sobre este tema cuenta que es vital “reconocer que los otros son como yo y sus intenciones y preocupaciones son tan valiosos como los míos. Es asumir de entrada un prejuicio social positivo: que las personas son buenas y es posible confiar en ellas”. Explica que esto es posible al ver las semejanzas que tenemos todos por el simple hecho de ser personas. Y agrega que “a veces necesitamos tener garantías como la reputación para romper las dificultades y asegurar esa confianza buscada”.
Al mirar con detenimiento el refrán que se menciona al principio (“Piensa mal y acertarás”), anota un hecho existente en la cultura local: una desconfianza preventiva que parte del deseo de querer ser más hábil e inteligente o más “avispado” que el otro. Y con base en esta, se asume de entrada una sospecha, una incapacidad de ver lo bueno del otro. Se convierte en una invitación para estar alerta ante cualquier señal. Agrega que en este caso “la viveza termina siendo ineficiente” porque no deja ver con certeza una situación e impide que tenga una relación genuina con los demás.
Al preguntarle sobre formas de promover la confianza en estos tiempos en los que nos preparamos para elecciones presidenciales y en los que la rapidez de las noticias a veces supera nuestros ritmos de lectura y análisis, cuenta que es importante “saltar los traductores de contenidos”, aquellas personas, medios o instituciones que a veces comparten su interpretación de la realidad.
A la hora de decidir la intención de voto o revisar los candidatos presidenciales, sugiere leer con atención y revisar sus programas políticos, “ir a las fuentes primarias”. También menciona un punto importante: revisar las personas que acompañan a los candidatos, ya que “los políticos no gobiernan solos” y esas personas también contienen un poder, un mensaje.
Finalmente, recuerda que como personas tenemos una responsabilidad cognitiva que consiste en entender que todos podemos ser manipulables. “Ni el más inteligente es inmune”. Y por eso esta afirmación también se convierte en una invitación a la humildad, a entender que no lo sabemos todo y que corresponde a cada uno revisar el contenido de las publicaciones en medios o redes sociales. Saber que, como ciudadanos, tenemos un poder, que es necesario pensar antes de compartir información y es importante contrastar lo leído y escuchado con otras fuentes.