Casita Rural: una historia que se escribe a varias manos
A unos cuantos metros de una carretera hay una Casita Rural llena de libros, juegos de mesa y un piano. Este proyecto educativo y cultural nació en 2013, en la vereda La Porquera en San Vicente Ferrer (Oriente de Antioquia). Su propósito: que los niños cuenten sus historias, crean en sí mismos y sueñen.
“Voy a la escuela y soy muy chiquita, pero cuando puedo me vuelvo heroína y me monto en mi caballo Morita. Me salen culebras de la cabeza para asustar villanos, resuelvo problemas en un momentico y hago tratos con el fuego para salvar humanos. Me gusta juntar a la gente, mirarme en un lago con luna y estrellas y darles comida a las gallinas. Me va bien en la escuela cuando hago tareas buenas. Mi travesura favorita es la sonrisa”.
Fragmento del libro Silvestre
Hablar con Diana Londoño, coordinadora de Casita Rural, es emocionarse con cada palabra. Agrónoma de profesión, con estudios de posgrado en Nematología en el exterior y un enorme sentido social, nunca dejó de pensar en los niños con los que pasó los fines de semana de su infancia en la vereda La Porquera en San Vicente Ferrer (Oriente de Antioquia): “¿Por qué mis amigos no tuvieron las oportunidades que yo tuve?”.
Movida por esta inquietud, le propuso a su madre, Luz María Cardona, que transformaran “la casita de los cachivaches”, que tenían al lado de su finca, en una biblioteca, que luego se convertiría en un proyecto más grande. Diana se encontraba fuera del país, sin embargo, esto no fue un obstáculo para que Luz María y su prima Ruth impulsaran lo que hoy es la Casita Rural, un espacio acogedor, que sorprende por su sencillez, belleza y cuidado.
Sin muchos recursos, pero con un tejido social fuerte liderado por mujeres, la Casita Rural abrió sus puertas. Diana cuenta que el primer voto de confianza fue el de su madre y su prima: “Seguro pensaron que estaba loca, pero me apoyaron y creyeron en mi sueño”. De ahí en adelante, han sido ocho años de logros, momentos difíciles y sonrisas que recargan a los voluntarios.
“Le damos fuerza a todo lo que nos ayuda a ser mejores juntos”. Es una premisa que resume ese espíritu que mueve el proyecto que es refugio, tranquilidad, expresión, amor, hogar. Un proyecto en el que la comunidad cree y confía.
Ilustración, Isabel Castaño
“Lo que más me gusta de la Casita es que puedo leer, jugar, escribir, tocar el piano. Es una casita muy bonita”, dice con timidez Jonier García Orozco, uno de los niños que hace parte de Casita Rural. Esta iniciativa benefició en primer lugar a los pequeños de la vereda La Porquera, pero luego se abrió a más espacios. Hasta 150 niños de otras siete veredas han podido disfrutar de diversos procesos y actividades. Con la pandemia, las mujeres de Casita Rural buscaron recursos y lograron dotar distintas escuelas con 140 tabletas, para así, poder continuar con los encuentros a distancia.
A esta Casita la rodea una magia, llegan donaciones de personas que confían en su quehacer, aparecen manos amigas que incentivan la creación: “Eso de creer abre la puerta para la gente. Nosotros simplemente generamos el espacio y la gente llega y se va quedando”, comenta Diana. Este fue el caso de Daissy Pérez, quien, junto con su hermana Elizabeth, llegaron con la intención de conocer el proyecto y ser voluntarias por un tiempo. Ahora son las personas que lideran los talleres de danza y escritura.
De los procesos de lecto escritura han surgido dos hermosas publicaciones: Te cuento mi historia y Silvestre, esta última salió a la luz en 2017 y reúne los textos anecdóticos y poéticos de ocho niños de la vereda, entre los 6 y los 12 años.
En este momento, los niños de La Porquera y de otras veredas de San Vicente Ferrer, preparan una nueva publicación, fruto de los encuentros virtuales durante la pandemia. Para Daissy, la confianza “es necesaria en estos espacios de creación, porque compartimos nuestras historias y nos conectamos con los otros”. La escritura es uno de los ejes de trabajo de la Casita Rural, también, ha sido la oportunidad para que cada uno de los niños se reconozca como autor y protagonista.
“Los niños tienen cosas importantes para decirnos”, afirma Diana con convicción, y es que gracias al trabajo amoroso de las personas que aportan a la Casita Rural, la voz de estos pequeños seguirá resonando desde las montañas. Mientras haya alguien que crea, ellos continuarán soñando.
“Vivo lejos, como a tres montañas de la escuela. Para ir a estudiar camino sobre una tabla, debajo de la tabla hay una quebrada. La quebrada se crece cuando llueve. Yo soy valiente”.
Fragmento del libro Silvestre