Por esto es tan importante hoy para las organizaciones desarrollar estrategias que generen confianza entre los trabajadores y sus líderes, y los trabajadores y la organización. En el ámbito público estamos en igual tenor. La sociedad civil organizada demanda garantizar la confianza entre los ciudadanos y las instituciones sociales. Por esto se recurre a mecanismos como la rendición de cuentas, las leyes de transparencia y las sanciones a la corrupción para restituir la confianza mínima necesaria para poder coexistir en estabilidad, bienestar social y democracia.
El fuerte proceso de individualización, sumado a la cultura del narcisismo, fragiliza los lazos sociales de solidaridad necesarios para poder vivir confiados los unos de los otros, con la fe en que los otros y las instituciones nos serán leales, fieles y poder tener la seguridad de que acudirán a nuestra ayuda y cuidado cuando así lo solicitemos.
La mejor manera de construir confianza en lo cotidiano es a partir de pequeños pero poderosos gestos como gratitud, reciprocidad, solidaridad, generosidad, lealtad, reconocimiento mutuo, respeto de los derechos del otro, honestidad, trasparencia, integridad ética, acogimiento, empatía, compasión, aceptación y tolerancia del otro.
Volviendo a Erickson y a Honneth recordemos que es importante el sentimiento de confianza básica, pues de lo contrario aparece en nosotros una sensación de desamparo, exclusión y débil significado de la vida. Y no importa cuán ricos o pobres seamos, cultos o analfabetos, ¡al final del día todos necesitamos sentir que llegamos a puerto seguro donde podamos recostar la cabeza!