Naturaleza, humanidad y confianza
Según Rotenstreich, la confianza no nace de la nada, se basa en la expectativa de que una acción o situación tendrá lugar porque así lo sugiere la experiencia. A veces, incluso, somos capaces de confiar en otro, aunque la experiencia nos aconseje no hacerlo. En parte porque confiar no siempre es un acto racional. El hecho de confiar es en sí mismo un tipo de acto generoso y recíproco, un riesgo que se corre sobre la expectativa de cierta fidelidad futura y la esperanza de la reciprocidad presente.
A veces los humanos tomamos ese riesgo y confiamos en la naturaleza, muchas veces con base en la experiencia o nuestra capacidad para aprender y conocer de otros seres vivos. Este es el caso de la relación que podemos construir con algunas plantas. Como lo explica Alejandro Giraldo, egresado del pregrado de Biología de EAFIT, aunque no podemos esperar una acción recíproca de las plantas, sí confiamos en ellas como agentes que nos brindan salud, paz y bienestar.
Esta relación parece ser más evidente en las comunidades que pueden mantener un contacto más estrecho con la naturaleza. Giraldo explica que en el Parque Nacional Natural Los Nevados aprendió que los campesinos tienen la costumbre de saludar un árbol que llaman Pedro Hernández (Toxicodendron striatum): “El árbol es supremamente tóxico; el solo hecho de estar cerca de él genera irritación. Entonces, si lo ves, te quitas el sombrero y lo saludas. Así evitas que te haga daño, evitas el riesgo y la desconfianza, pero más allá de eso, aprendes a tratarlo con respeto y a confiar en lo que se sabe de él y lo que representa”.
Otra manera de confiar en las plantas, y en general de la naturaleza, es a partir de los beneficios que obtenemos de ellas. A esto se le llama “servicios ecosistémicos”, un enfoque calificado como antropocéntrico, pero que ha demostrado su utilidad. “Confiamos en que las plantas pueden limpiar el aire que respiramos, brindarnos materiales para construir nuestros hogares, fibras para vestirnos, alimento para nuestras mesas y belleza para nuestra alma. Ese disfrute estético a mí personalmente me genera seguridad”, afirma Giraldo.
Sin embargo, no siempre esta relación humanidad-naturaleza se presenta tan virtuosa. Díaz explica que, a causa de la pandemia por covid-19, y de otras enfermedades zoonóticas como el ébola, se ha generado un fuerte movimiento de inseguridad y rechazo al mundo natural, un proceso que no es nuevo y que se presenta como el resultado de la modernidad. Se trata del miedo a un mundo salvaje que nos parece hoy desconocido.
“La naturaleza nos provee muchos más beneficios que problemas. Nosotros somos de hecho parte de la naturaleza, lo que ocurre es que hemos generado ambientes artificiales que nos alejan de ella. Yo creo que son precisamente esos ambientes artificiales y el estar desconectados de ella lo que nos hace sentirnos ajenos y nos priva de sus beneficios. Por eso, necesitamos conocerla, interactuar con ella. Y no se trata de volvernos expertos, es cuestión de eliminar esa barrera para poder sentirla, tocarla, estar en ella”, concluye el profesor Nieto.
Quizá esta sea otra de las rutas que debemos explorar para enfrentar los numerosos retos que plantea el reciente informe IPCC 2021 de la ONU sobre el clima. En últimas, se trata de revisitar posturas como la de Humboldt, que hace poco menos de 200 años se percató de que la humanidad es un hilo de un gran tejido interconectado, tejido que se basa en el orden y la belleza y que no es otra cosa que la naturaleza. Depositar nuestra confianza en este tejido implica garantizar un futuro posible para la humanidad; y para lograrlo, es urgente conocerla y reconocer nuestro rol en ella.
Convencido de la necesidad de acercar a los niños a la naturaleza, el profesor Juan Fernando Díaz trabaja con EAFIT en un proyecto para acercar a las familias a los entornos naturales: “estamos pensando en formas de llevarlos a conocer áreas naturales de manera segura, pero muy práctica. Queremos que los niños y sus padres toquen, sientan, conozcan de cerca un murciélago, un ave, un marsupial. Es que conocer es el primer paso para confiar”, señala.