Gustavo Adolfo Tapias Henao

Norbey Román

Juan Carlos Escobar

José Luis Camisón

​La alquimia del tiempo y la roca

EAFIT celebra 40 años del pregrado en geología participando en la mayor expedición paleontológica en la historia de Colombia

Las mañanas aquí pueden ser frescas y acogedoras. A veces hasta se levanta una brisilla suave que anima a salir a campo. El engaño, no obstante, dura poco.

Llegan las 10:30 y es como si una mano in​visible encendiera un gran horno... 30, 35, 40 grados centígrados. El sol se cierne agresivo sobre el paisaje de cactus, arbustos y matorrales creciendo a parches sobre el suelo expuesto y los turupes de las cárcavas rojizas por las que alguna vez fluyó el agua. Un par de horas después la lengua se pega al paladar y desaparecen del morral los obligatorios dos litros de líquido.

Tal es la bienvenida del desierto de la Tatacoa, Huila, a los novatos que venimos a “fosilear" durante una semana de mayo junto a paleontólogos, geólogos, paleobiólogos y otros profesionales curtidos por experiencias de campo, de al menos diez instituciones nacionales e internacionales.

Se trata de la expedición paleontológica más grande que se haya dado en Colombia, y el contingente de EAFIT es el más numeroso.

Dos profesores investigadores, una estudiante de doc​torado, cuatro estudiantes de pregrado y cuatro miembros de un equipo de comunicaciones vienen a demostrar lo que afirma Carlos Jaramillo, geólogo y palinólogo del Smithsonian Tropical Research Institute, y líder de la expedición: que la paleontología en Colombia está sucediendo hoy en Medellín y que “EAFIT es donde está el centro de esa a​ctividad".

Para la muestra, un botón: el profesor Andrés Cárdenas Rozo extiende sobre el suelo un enorme mapa geológico que muestra detalladamente la estratigrafía de la zona, y que junto con el geólogo Camilo Montes de la Universidad del Norte y otros colegas, elaboraron en 2021.

El mapa es crucial para saber qué edades tienen las rocas a nuestro alrededor, dónde está cada estrato y dónde ir a buscar qué. Examinamos atentamente el colorido plano, y luego, con los ojos de la imaginación, escaneamos el terreno bajo nuestros pies. Capas y capas de fósiles y trozos de huesecillos anidados entre sedimentos antiquísimos se agolpan como capítulos de una enciclopedia esperando ser hallados, leídos e interpretados. 

Cada uno, un lapso de tiempo geológico con su propio glosario, sus propios organismos, sus propios secretos sobre la vida y el clima del pasado profundo del norte de Sudamérica.

Pero es el intervalo que transcurrió entre hace 16 y 11,6 millones de años, un período geológico conocido como el Mioceno medio, el que les roba el sueño a todos estos investigadores, que acarician el suelo con la mirada y le rompen la piel con sus martillos.

Después de todo, la Tatacoa es parte de La Venta, hasta ahora el lagerstätte, o repositorio de fósiles del Mioceno más rico y en mejor estado de preservación de los trópicos, en todo el mundo. Tanto así que se le honró oficialmente con su momento geológico distintivo, el “Laventense".

La Venta nos da una idea de cómo era la vida del norte de Sudamérica en ese entonces. No hay otro lugar ni remotamente parecido a este en términos de su capacidad para mostrarnos cómo fue ese momento, cómo era la fauna en la región antes de la oleada principal del Gran Intercambio Americano de criaturas, cuando América del Sur era una isla gigante completamente separada e independiente del resto de las Américas.

Los fósiles que se han venido sacando a la luz en este bosque desértico y caluroso del presente están permitiendo entender que hace 13 millones de años este era un lugar totalmente diferente.

Un paisaje más bien plano, compuesto por pantanos, lagos someros, ríos, planicies de inundación, todos interconectados entre sí, cuando aún no existían los Andes, ni el río Magdalena, el Amazonas o el Orinoco. Un ecosistema llamado “Pebas", aparentemente más de selva proto-amazónica que de otra cosa, donde convivía un alucinante número de especies totalmente distintas a las actuales.

Desde peces de agua dulce, incluyendo un género que era capaz de vivir bajo y sobre el agua porque tenía pulmones, hasta hermosas tortugas gigantes, una asombrosa variedad de especies de cocodrilos tanto terrestres –una verdadera rareza– como acuáticos, serpientes, armadillos, aves, crustáceos, gliptodontes, ungulados, marsupiales, roedores y más murciélagos y especies de monos del Nuevo Mundo que en cualquier región fósil de América del Sur.

Las damas de los xilópalos 

Lo que poco se ve por aquí son fósiles de plantas. Los pastos, el polen, o las grandes hojas de los árboles, brillan hasta ahora por su ausencia por razones que los frustrados expertos no acaban de comprender. Aunque en esta expedición se hallaron hojas de palmas y algunas hojitas de un tipo de helecho acuático llamado salvinia, en parches muy pequeños.

Las plantas son la base de un ecosistema. Las que nos hablan del clima, de la humedad del ambiente, del tamaño de los bosques, de la fauna que podían sostener. Es decir, sin ellas, la película está incompleta. Lo cual es irónico porque los paleobotánicos que las estudian son contados en la mano.

La Universidad EAFIT, a falta de una paleobotánica, cuenta con una profesora y tres estudiantes. Dos de ellas están de suerte, porque lo que sí abunda en la Tatacoa es su especialidad: las maderas fósiles.

Las inspectoras de estos bosques distantes son la profesora Camila Martínez Aguillón, bióloga especialista en la ecología evolutiva de plantas tropicales, y su estudiante de doctorado Diana Karen Pérez Lara, una bióloga que vino a EAFIT desde su natal México siguiendo su interés en estos hermosos trozos de leños mineralizados.

Las seguimos por el desierto de Tatacoa admirando su destreza para detectar visualmente los troncos. Las científicas han recibido ayuda de los pobladores locales, que demuestran cómo, al ojo no avezado, una madera puede parecer una roca cualquiera.

“Nosotros no tenemos que excavar para sacar las maderas, sino que las vamos encontrando en el suelo, y es como que le dicen a uno 'oye, recógeme, acá estoy'", dice Diana Karen agachándose al lado de un fragmento de fósil de vetas jaspeadas alineadas en una misma dirección.​

“¿Ves estos poritos?", añade acercando las narices a la lupa de geología sobre el trozo previamente humedecido para ver mejor el detalle.​

“En realidad son vasos, tubos. De entrada, me están diciendo que no solo es una madera fosilizada, sino que se trata de un árbol que producía flores. Una angiosperma. Los poritos son vasos que transportan el agua desde la raíz hasta las hojas. Eso es una innovación evolutiva dentro de las angiospermas. Y también una indicación de que probablemente el fósil está bien preservado".

Eso significa que la alquimia que reemplazó el tejido de este tronco con minerales comenzó hace millones de años cuando el árbol quedó cubierto por sedimentos llenos de sílice, que junto a la acción del agua, se fueron filtrando y sustituyendo cada célula de la madera.

En el laboratorio, las investigadoras cortan las muestras en láminas de 5 milímetros de espesor, para luego pulirlas manualmente con polvos abrasivos hasta reducirlas a un grosor de entre 60 y 100 micras, que permita pasar la luz para observarlas bajo el microscopio. Cuando la madera está bien fosilizada, es posible ver las células “como cuando el árbol estaba vivo".

Por eso el subyugante nombre de Xilópalo, por la combinación de palabras griegas 'madera' y 'piedra preciosa'. Pero los xilópalos de la Tatacoa son mucho más que joyas.

De hecho, según ambas científicas, las plantas nos dan información más confiable que los vertebrados porque los animales se mueven. “En cambio, ellas se tienen que quedar ahí. Entonces han desarrollado ciertas adaptaciones para poder tolerar el estrés ambiental", dice Diana Karen. “Las maderas específicamente nos pueden dar pistas de cómo eran la precipitación y la temperatura, o si había temporada seca o no, y cuánto duraba".

Conoce la Exposición “Bosques del pasado: semillas que viajan en el tiempo​" en el Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas. 

Los paleobotánicos miden los anillos de crecimiento –que en plantas tropicales son menos conspicuos por la ausencia de estaciones marcadas–, aunque quizás lo que más se mide en las maderas tropicales fósiles son el grosor y la cantidad de los vasos, o poros, por milímetro cuadrado.

La presencia de menos de 20 vasos gruesos por milímetro cuadrado en la muestra indica que esa madera vivió en un lugar donde había mucha agua, mientras que más de 80 vasos muy delgados anuncian que se trataba de un bosque seco.

“En tres géneros de maderas leguminosas reportadas previamente para La Venta, Goupioxylon, Leguminoxylon y Terminalioxylon, se ha visto que no tienen vasos muy grandes", explica Diana Karen. “Pero tampoco son vasos típicos de un lugar seco, como el bosque seco de la actualidad. Estos árboles del pasado tenían una disponibilidad de agua bastante aceptable, pero no extrema".

Lo cual suena muy interesante porque en los últimos años se ha estado debatiendo qué tan húmedo era realmente el ecosistema Pebas. “Se podría pensar que esta parte del sistema Pebas en el que hoy es la Tatacoa era un poco más seca de lo que se calcula –​propone la investigadora–​​ pero por ahora sólo tenemos los reportes de esos tres géneros que hemos hallado hasta el momento, entonces no podemos hacer esa afirmación. Necesitaríamos al menos otros 20 morfotipos".

Tiene sentido, añade, que en la Tatacoa haya tantas leguminosas, que a diferencia de lo que uno pudiera pensar no son endebles plantas verdes, sino que el grupo también incluye árboles leñosos como la acacia y el tamarindo. Porque se sabe que las leguminosas siempre han sido más abundantes en zonas calientes. “Y justamente en Tatacoa las tenemos por montones durante este óptimo climático del Mioceno, cuando las temperaturas y los niveles de dióxido de carbono eran altos".

Otra madera que les está hablando muy claro a las dos expertas es la Goupia, que hoy en día es un componente importante del Amazonas y que crece también a orillas del Magdalena. “Estas goupias nos cuentan acerca de la conexión que existía entre Amazonas y Tatacoa. Eran árboles de unos 20 a 30 metros de alto, con unos 100 centímetros de diámetro. Nos podrían llegar a indicar si se trataba de un bosque húmedo tropical, o bien un lugar altamente inundable".

 

El trópico es la clave​

Para la profesora Camila Martínez, una clave del estudio de las maderas fósiles está en la ubicación tropical de la Tatacoa.

“El registro fósil de las plantas se ha explorado muy poco en general en el planeta y en los trópicos aún menos. Entonces cada pequeño hallazgo que uno hace en esta región es un gran descubrimiento para la ciencia. En Colombia la investigación que se ha hecho en ese campo es mínima o casi nula".

La otra clave es estudiar las maderas modernas porque “para poder interpretar el registro fósil tenemos que entender muy bien cómo funcionan las plantas hoy en día".

El plan ahora es proveer material didáctico para los museos y otros espacios en el desierto visitados por turistas. Eso incluye montar una exhibición sobre maderas fósiles en el Museo de Historia Natural de La Tatacoa, en La Victoria, donde se vive la paleontología de avanzada de esta región.

El museo, dirigido por los hermanos Andrés y Rubén Vanegas –oriundos de La Victoria–, con ayuda del Smithsonian Institute en Panamá, guarda unos 3,000 fósiles hallados por ellos mismos con sus colaboradores y por paleontólogos como los de esta expedición.

Los especímenes están estupendamente bien preservados y van desde huesos sueltos hasta el cráneo perfecto de un mico, tortugas, purusaurios y enormes gaviales con mandíbulas y vertebras articuladas, para mencionar solo algunos.

El museo es también el sitio de reunión donde los cansados pero emocionados investigadores se reúnen cada noche a mostrar los tesoros recogidos ese día en campo, tesoros que se quedan aquí mismo. Otros más, colombianos y extranjeros venidos de otros países, prefieren pasar horas sentados en el bien equipado laboratorio examinando e identificando fósiles de sus especialidades con los que hasta ahora solo han podido soñar.

En medio de todos ellos está Diego Urueña, un joven estudiante de geología y paleontología nacido en La Victoria que desde pequeño se dejó seducir por los tesoros del museo y los que están enterrados a su alrededor. Entonces fue becado por EAFIT y otros patrocinadores, y está en Medellín, metido de cabeza entre fósiles.

Bien podrá terminar dedicado a los de su Tatacoa natal, o por qué no, seguir las huellas de ballenas o dinosaurios. Pero de lo que está seguro es del enorme impacto social que la paleontología profesional ha tenido en la vereda.

“Nadie en este pueblo pensaba que era posible de vivir de recoger piedras, que eso era una pérdida de tiempo", dice durante un recorrido guiado por el museo, que cada vez atrae a más turistas. “Pero cuando ven que a alguien de acá se le presenta una oportunidad de estudiar en una ciudad, ven que eso vale la pena. Y es importante para el desarrollo de la comunidad, ya que a través del museo ha habido más desarrollo económico".

 

Una semana de calor y polvo en La Victoria se hace corta a la luz de los fósiles, las conversaciones fascinantes y la camaradería que hay en las expediciones. También, con los planes para el futuro. Durante la última salida de la expedición, nos sorprende un maravilloso caparazón de tortuga. Ayudando a mover a la criatura de piedra había al menos dos familias, incluyendo una pequeña paleontóloga en ciernes, brocha en mano.

Todos ellos escucharon las conferencias nocturnas que dieron los expedicionarios en un auditorio. El pueblo entero acudió a la celebración de los 100 años de investigación paleontológica de La Tatacoa, con todo y torta de cumpleaños a los fósiles de la región.

Esos fósiles merecen todas las tortas de cumpleaños del mundo. Porque son mensajeros de ese Mioceno medio, ese período que resulta ser el mejor ​análogo disponible para nuestra futura Tierra bajo el cambio climático exacerbado por los humanos.

 

Este artículo hace parte de una estrategia transmedia del Laboratorio de Divulgación Científica de EAFIT para la divulgación y apropiación social de la Colección Paleobotánica de la Universidad EAFIT, administrada por la Escuela de Ciencias Aplicadas e Ingenierías.

Autores

Ángela Posada-Swafford

Periodista científica egresada del MIT Knight Fellowship

Ilustración

Camilo Montoya Castaño

cmonto41@eafit.edu.co​

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Angélica Londoño

Intención de abandono en estudiantes de pregrado: factores y soluciones (investigación en curso)

​​​​​​​​​​​​​​​En Colombia ha prevalecido un enfoque a posteriori para estudiar la deserción estudiantil, el cual analiza a los estudiantes que ya han abandonado sus estudios. Bajo esta perspectiva se han desarrollado una cantidad considerable de estudios con el propósito de identificar causas, variables y riesgos determinantes en la interrupción del proceso académico de los estudiantes colombianos.​

Sin embargo, Después de casi una década de estudios y políticas, la deserción estudiantil continúa siendo un tema vigente en el país. Existe una cifra casi constante desde el 2007 de la tasa de deserción universitaria a nivel nacional por cohorte (42%). Bajo este contexto, la Universidad EAFIT abordó la problemática del abandono en educación superior por medio de un estudio que tiene un enfoque diferente, a priori, analizando a los estudiantes cuando aún no han tomado la decisión de retirarse del pregrado que cursan, pero manifiestan la intención de hacerlo.

El principal propósito del estudio se centró en medir el efecto que tiene la satisfacción y los resultados del aprendizaje de los estudiantes en su intención de abandono, con el fin de elaborar estrategias dirigidas a la población estudiantil activa y futura para fortalecer su paso por la Universidad EAFIT. La metodología del estudio fue cuantitativa (psicometría). En estos momentos se está realizando la segunda etapa del estudio con el propósito de ampliar y profundizar en las variables y relaciones que inciden en la intención de abandono encontradas en la primera etapa, e identificar estrategias que fomenten la permanencia de los estudiantes.

Consulte el informe completo con los resultados para cada pregrado

Mayores informes sobre el estudio:

imontesg@eafit.edu.co  y srodrig7@eafit.edu.co 

Pre-Textos, una “acupuntura pedagógica” para avanzar con imaginación y rigor

Vivimos un momento clave para el futuro de la educación a nivel nacional e internacional. Los bajos niveles de lectoescritura y de comprensión lectora atentan contra el desarrollo humano y la construcción de una paz sostenible. Las bajas tasas de alcance educativo representan una crisis que debemos abordar con imaginación y rigor. Sin imaginación, los patrones improductivos seguirán haciendo estragos en la escolarización, y sin rigor justificaremos la pérdidas cognitivas y sociales que conlleva el retroceso escolar.​

Pre-Textos es una apuesta para sanar este mal y avanzar. Eficaz y validada a lo largo de más de una década, esta metodología anima el deseo de aprender y logra altos niveles de avance intelectual.

Tenemos una herramienta sencilla, intuitiva, basada en prácticas populares y nutrida por el placer de explorar tanto las materias escolares como las relaciones interpersonales, lo cual fortalece la autoestima y mitiga problemas causados por la ansiedad y la depresión.

Hace unos veinte años, los finlandeses estaban desesperados con los resultados de sus pruebas PISA entre los más bajos del mundo. El país decidió c​​​ambiar la pedagogía de sus escuelas públicas primarias y secundarias y remplazar sus prácticas convencionales por otras interactivas y amables, semejantes a las de Pre-Textos. Con el modelo finlandés, esta metodología comparte los fundamentos de la pedagogía Montessori y los de la educación popular de Paulo Freire y Augusto Boal, entre otros.

Los beneficios para los estudiantes finlandeses se han atribuido a su identidad nórdica y a la inversión en los sueldos de los maestros. Sin embargo, es importante también tener en cuenta lo que han logrado modelos como Pre-Textos con un cambio en la “coreografía" escolar, incluso en ámbitos desfavorecidos como un asentamiento informal en Kenia.[1]

[1] Ver Una intervención de alfabetización artística para los síntomas de depresión y ansiedad de los adolescentes: resultados de un ensayo controlado aleatorio de Pre-Textos con adolescentes de Kenia. Original en inglés: Osborn, T.L., Ndetei, D.M., Sacco, P.L., Mutiso, V., Sommer, D. (2023). An arts-literacy intervention for adolescent depression and anxiety symptoms: outcomes of a randomised controlled trial of Pre-Texts with Kenyan adolescents. eClinicalMedicine 66: 102288. https://doi.org/10.1016/j.eclinm.2023.102288

"Describimos Pre-Textos como una 'acupuntura pedagógica' porque con la consigna 'haz arte de este texto' se activa toda una gama de facultades cognitivas, emocionales y cívicas. Este método representa un protocolo, no un contenido, ya que los textos son propuestos por los maestros desde la variedad de materias que se pueden trabajar".

Todos los campos de aprendizaje dependen de la lectura. Hasta en matemáticas, un problema se debe entender bien para empezar a manipular los números.

Pre-Textos invita a cualquier persona a facilitar una dinámica tan intelectualmente desafiante como entretenida. “Peca de sencilla", es la observación del rector de una universidad paraguaya frente a esta herramienta. Si el pecado se entiende como la falta de necesidad de expertos, se aprecia por qué los mismos expertos, ofendidos, suelen rechazar la propuesta, y por qué hace falta una decisión política.

Los contenidos de un texto son, a veces, técnicos. Pueden ser de cálculo, astrofísica, biología –campos que hemos abordado con la osadía y la humildad que caracterizan al artista y al emprendedor–.

Entonces, si nos preguntan ¿qué hacer para aumentar la comprensión de estos textos y campos del conocimiento?, respondemos: siguiendo el protocolo.

Primero, formamos un círculo y escuchamos el texto en voz alta mientras hacemos alguna manualidad. Luego, cada uno le hace preguntas al texto, las pone en común y juntos hacemos una interpretación creativa de él. Sometemos el texto a operaciones creativas y lúdicas, para así disfrutar la dinámica artística mientras dominamos la materia. 

El texto no proviene de la experiencia personal o particular del técnico, el especialista o el neófito. Es un objeto que se somete al escrutinio de todos, para abordarlo desde la ignorancia y para llegar a entenderlo en profundidad gracias al conjunto de los participantes.

Se comparte, se recicla, se lee y se interpreta múltiples veces hasta que quienes se enfrentan a él alcanzan altos niveles de comprensión y de pensamiento crítico.

El texto, como un textil, se compone de hebras que se pueden sacar y volver a tejer. También se pueden generar nudos y diseños y ver cómo se relacionan unos con otros para formar una urdimbre social, cultural y espacial que dé sentido al lenguaje y estreche lazos entre los intérpretes.

​Para resumir, ¿cómo hacemos para disfrutar un texto difícil? Pues lo leemos en voz alta, mientras nos ocupamos con una manualidad. Los neurólogos saben que las manualidades nos ayudan a concentrarnos. Por ejemplo, nos gusta dibujar y fabricar “libros a la cartonera", que son librillos con materiales reciclados. Otras veces cosemos, tejemos... Así entramos a un texto desafiante por gusto.

Además, promovemos la dinámica natural de los niños y las niñas, que es hacer preguntas, en lugar de decirles que no hagan tantas. Limitar las preguntas es contraproducente cuando se busca desarrollar la capacidad de pensar de manera crítica y de escuchar. Cada participante es un investigador, un interrogador del texto. Todas las preguntas se validan sin competir.

Cuando nos preguntaron sobre terapia psicológica en un congreso sobre justicia restaurativa escolar, respondimos con otra pregunta sobre el origen de la agresividad en los estudiantes. Una causa clara y poco reconocida es la competencia por lucir dentro del aula de clases.

Sentamos a los niños y a las niñas en filas militares y les hacemos competir por la única respuesta correcta. Alguien gana y los demás pierden. Después preguntamos por qué están deprimidos. ¿Qué enseñamos con esa dinámica, si no autoritarismo y agresividad?

Por eso, una de las diferencias fundamentales entre Pre-Textos y la educación convencional es que en la primera se sienta a los participantes en círculos: todo el mundo se mira, se habla y comparte el acto de mirarse los unos a los otros. Es la disposición espacial más ética, según Emmanuel Lévinas, ya que nos responsabiliza frente al otro.

Pensemos en cualquier sociedad tradicional y nos daremos cuenta de que “reunirnos" quiere decir formar un círculo, estar en la maloca. Si la gente no se mira, no hay comunicación, no hay paz sustentable. Cambiar una cosa tan básica y sencilla como la coreografía del aula es cambiar el mundo.

 

Autores

Doris Sommer​

Profesora de Lenguas y Literaturas Romances, Estudios Africanos y Afroamericanos, Harvard University.

Correo: dsommer@fas.harvard.edu

Victoria Eugenia Mena

Especialista en Innovación y Pedagogía Universitaria y profesora asociada de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

Correo: ​victoriamena@gmail.com

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