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Juan Darío Restrepo

Los investigadores te cuentan

​​Juan Darío Restrepo

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Asesor de los talleres ¿Cómo surge la vida?¿Por qué el agua del mar es salada y la de los ríos es dulce? y ¿Por qué se desbordan los ríos? ​​

Juan Darío Restrepo Ángel es biólogo marino y doctor en Ciencias del Mar. Desde que conoció el mar, a los 4 años, se enamoró de él y de los grandes barcos que vio; desde ese momento supo que quería trabajar con el agua de los ríos y los océanos. 

Apasionado por la conservación de los ecosistemas, Juan Darío se dedica a investigar los efectos que tiene la contaminación de diferentes ríos colombianos en el medio ambiente, para buscar soluciones a estos problemas.

​​Recordando días del pasado

¿Cuándo era pequeño qué le gustaba jugar? ¿Por qué?

Me gustaban mucho los barcos: jugar con ellos, conocerlos, construirlos e ir al mar para verlos. Cuando crecí un poco, también me interesé por el fútbol, pero los barcos me seguían llamando la atención; hacía muchos en papel o los compraba de plástico para ponerlos a navegar en canales.

​Desde que conocí el mar, a los cuatro años, quedé fascinado con los barcos y, desde allí, quise ser marinero. 

Recuerdo la primera vez que entré a un barco bananero; venía desde Suecia a cargar bananos y todos los marineros tenían ojos azules. Cuando salí de él me puse a llorar. Al preguntarme por qué estaba triste, les dije 'porque no puedo ser marinero, no tengo ojos azules'. 


¿Con quién compartía y pasaba la mayor parte del tiempo cuando era niño? ¿Por qué?

Con mi hermanita pequeña o solo. Mis papás casi no estaban cerca porque viajaban o trabajaban mucho, entonces me cuidaban unas monjas que vivían por el Parque Lleras; así que también pasaba mucho tiempo con ellas, rezando o castigado.

Con mi hermana jugaba Estralandia, que era como un Lego, o caminábamos mucho. En esa época vivíamos en El Poblado, en el sector de Santa María de los Ángeles, y había muchas mangas, era muy lindo. También jugaba fútbol con la barra de amiguitos del barrio. 


¿Hubo algún profesor que lo marcó significativamente? ¿Por qué?

Sí, hubo dos. El primero, durante mi pregrado, en la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá. Se llamaba Gustavo Gutiérrez, experto en embriología e invertebrados marinos. De él aprendí a tener mayor capacidad de asombro, de lectura y estudio. 

El segundo, fue el profesor que me asesoró en el doctorado que hice en Estados Unidos, un gran oceanógrafo sueco. Él me enseño que para ser exitoso en la vida hay que ser buena persona; además, me guió en temas de ciencias y fue un gran apoyo durante ese tiempo. 


Si en sus manos estuviera proponer un modelo educativo para las nuevas generaciones, ¿en qué consistiría?

Yo volvería a las bases de antes como el respeto, la disciplina, el esfuerzo, el deber y el nivel académico; pero con algunas correcciones, como que el profesor no sea el centro del sistema. 

Antes, en el colegio exigían mucho más; ahora, los chicos no salen de los colegios tan preparados ni interesados. Por eso, esta Universidad de los niños es el bálsamo que puede ayudar a salvar algo, desde etapas tempranas. 


Viviendo el aquí y el ahora

¿Hay algo que lo obsesiona?

La degradación ambiental del país. Es una situación muy grave, donde no veo cómo ser optimista. El medio ambiente se está acabando y el país está en una situación muy mala. 

Por eso me gusta trabajar para que todas las personas entiendan esta situación. Yo hablo con políticos y ministros, por ejemplo, en búsqueda de que comprendan mejor lo que sucede. 


¿En qué cree?

En la pasión. Creo que tenerla hace que todo sea más auténtico, que uno quiera a alguien de verdad, que sea excelente en su campo. Si uno tiene pasión por lo que hace es más dedicado, autocrítico, curioso y comprometido; eso es lo que hace a una persona más exitosa. Además, cuando las cosas se hacen con pasión, se hacen bien. 

¿Hubo algún acontecimiento determinante que lo llevará a descubrir su vocación profesional?

Al terminar mi carrera, Biología Marina, me fui a trabajar y a vivir por dos años a las Islas del Rosario. Durante ese tiempo, reflexioné bastante mientras hacía diferentes actividades como bucear o trabajar. 

Allí me di cuenta de que yo no quería ser como los demás biólogos marinos de aquella época. Mis compañeros eran muy soñadores y con expectativas en el campo muy estrechas: querían ser buzo y dar clases de buceo, trabajar en parques nacionales marinos o en cultivos de acuicultura. Fue así que tomé conciencia de que yo quería investigar, generar conocimiento y enseñar en la academia. 


En este momento, usted investiga sobre los efectos de la contaminación que genera el Río Magdalena en la bahía de Cartagena y en las zonas marinas aledañas. Supongamos que la única posibilidad de realizarla dependiera de un "sí" de los ciudadanos ajenos a temas de ciencia, ¿cómo le explicaría su importancia y necesidad? 

Le explicaría a los ciudadanos que esas investigaciones están tratando de luchar y defender el patrimonio común de todos: la naturaleza, el agua, los suelos, el aire y la vegetación; el cual estamos entregando a las multinacionales y grupos privados, perdiéndolo y causando mayor daño. 

Con la investigación en la bahía de Cartagena, le enseñaría al ciudadano las repercusiones de la contaminación en la salud pública, la economía y el medio ambiente, para que se eduque en referencia al problema de su comunidad, tenga mejores herramientas para entenderlo y sepa cómo actuar frente a este. 


Si usted tuviera que personificar el objeto de su investigación, ¿Cómo describiría su personalidad? 

De un solo sentido, no doble vía; los ríos no tienen doble vía, fluyen en un solo sentido. Si yo fuera hacer una analogía con lo que trabajo, diría que mi vida tiene un solo sentido y es hacia delante.