Presentar un contexto amplio de la situación que se va a discutir, plantear argumentos sólidos y verificables, escuchar abiertamente los distintos puntos de vista, tener disposición a los cambios de paradigmas y hacer una valoración de los argumentos expuestos son elementos relevantes al momento de construir un debate crítico.
Se trata de cinco competencias identificadas por profesores de EAFIT y que María Rocío Arango Restrepo, docente de la Escuela de Humanidades, condensó en una guía. Estas son analizadas a continuación:
1. El contexto: se espera que las personas que debatan reciban previamente información relacionada con la discusión y que logren enmarcarla en el contexto adecuado.
El contexto se entiende como el conjunto de circunstancias que rodean una situación y sin las cuales no se puede comprender correctamente. Para Julder Alexander Gómez Posada, doctor en Filosofía y profesor del Departamento de Humanidades de EAFIT, las discusiones argumentativas son importantes porque permiten que los ciudadanos conozcan diversos puntos de vista, que tomen decisiones mejor informadas y que estas sean privilegiadas por la mayoría de la población para que gocen de mayor legitimidad.
Preguntas como ¿qué situación motiva la discusión?, ¿quién participa en ella?, ¿quién puede decidir algo?, ¿cuáles son las posiciones de los participantes?, ¿cómo se han justificado en el pasado posiciones semejantes?, ¿cuáles serían las consecuencias prácticas de adoptar alguna de las posiciones en discusión? son algunas de las cuestiones que se deben plantear al momento de iniciar el debate.
“Podría considerarse que conocer el contexto de una discusión es una obligación de quienes participan en ella, no solo de quienes presentan razones, sino también de quienes provisionalmente integran la audiencia y luego harán parte de los hablantes", dice Julder Gómez.
2. Un argumento completo: una opinión debe estar acompañada de hechos (datos, información verificable), de garantías (que logren unir la información y la opinión) y ojalá de respaldos (fuentes confiables, verídicas o razonables).
Además de hechos, datos e información verificable, también debe haber garantías para unir la información con la opinión que se expresa, en lo posible a partir de respaldos como fuentes confiables, verídicas y razonables. De esta manera, un argumento es un razonamiento que se emplea para demostrar que lo que se dice es cierto. Su finalidad es persuadir a las otras personas sobre la veracidad de las afirmaciones, lo que significa que estos deben ser coherentes y sin contradicciones.
De acuerdo con la profesora Paulina Yepes Villegas, en los argumentos se enlaza lo que queremos decir con los datos y por eso es relevante en un debate la información completa y pertinente. "Es importante que participemos en las discusiones con argumentos completamente desarrollados, porque así vamos a tener todas las garantías de que ese argumento va a estar bien. También contar con datos o hechos que podemos comprobar y partir de una conclusión de aquello que queremos defender".
3. Escucha: se debe contar con disposición a escuchar a las personas con opiniones opuestas o diferentes para lograr evaluar sus argumentos.
"Cuando estamos en una discusión nuestra mente está buscando los argumentos que el otro dice para confirmar, por ejemplo, que él no está de acuerdo con nosotros o cómo nos vamos a defender. Es decir, no estamos pendientes de lo que nos dice, sino de la manera en que vamos a contra-argumentar", explica Mariantonia Lemos Hoyos, doctora en Psicología y coordinadora de la maestría en Estudios del Comportamiento de EAFIT.
Para la investigadora, esta actitud conlleva a perder la posibilidad de conocer otros puntos de vista y reconocer una visión distinta de los hechos, ya que la realidad no puede ser comprendida hasta que se logra entender el mismo fenómeno desde muchas ópticas. "Una buena escucha debería comenzar por hacer una síntesis o un resumen de lo que el otro dijo, para que de esa manera el otro sepa que realmente sí escuchamos. Con esto ya podemos, por ejemplo, presentar nuestra opinión teniendo claro en que estamos de acuerdo o en desacuerdo", expresa.
4. Disposición al cambio: se necesita que las partes que debaten estén dispuestas a cambiar sus ideas y que esto se refleje en sus acciones o compromisos.
Para Jonny Javier Orejuela Gómez, doctor en Psicología Social del Trabajo y profesor del Departamento de Psicología de EAFIT, esta disposición implica pensar críticamente, incluso frente a uno mismo, así como ir en contra sentido para identificar nuevos sentidos que energicen nuevos comportamientos y actitudes.
"Estar dispuesto a cambiar implica seguir a grandes maestros de la sospecha como Freud, Nietzsche o Marx, estar dispuesto con humildad a salir de mi argumento y perspectiva para contemplar que puede haber algo más de lo que tiendo a ver, a sospechar de mi y de mi prejuicio. Significa disponerme humilde y abiertamente a dejarme afectar por los demás, encontrando en eso la gran oportunidad de ampliar mi visión de mundo", explica el investigador Jonny.
5. Valoración: después de presentar argumentos se puede abrir la posibilidad de valorar los argumentos, asegurarse que estén completos, que sean pertinentes/relevantes, aceptables y suficientes.
Valorar un argumento consiste en evaluar si los datos, la garantía y el respaldo ofrecidos son adecuados y pertinentes para ayudar a resolver el desacuerdo. "Aunque un argumento esté completo es posible que no sea pertinente al tema que se quiere resolver. También puede ser que aunque esté incompleto sea valioso en tanto abre posibilidades de acción no contempladas por los participantes", afirma María Rocío Arango Restrepo, profesora del Departamento de Humanidades.
La sugerencia de la docente es, entonces, continuar indagando por los datos, o el respaldo de esos datos, y girar la conversación hacia las acciones posibles para resolver el desacuerdo. Así se llega a un acuerdo razonable, que es aquel al que se llega después de exponer argumentos a favor y en contra de las propuestas discrepantes.
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Alejandro Gómez Valencia
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