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Silvana Montoya Noguera

Doctora en Ingeniería Sísmica Geotécnica y asesora del taller ¿Qué descubrimos experimentando? Le gusta montar en bicicleta y hacer yoga.

«Mi amor por la investigación nació de ese interés por descubrir algo nuevo, siempre he tratado de ver cosas nuevas»

¿Qué hace una persona que estudia geotecnia o suelos?

Un geotecnista se dedica principalmente a hacer estudios de suelos. Antes de que tú construyas un edificio o una casa tienes que saber qué tipo de suelo hay en el lugar y cómo se comportan los materiales por debajo de la superficie. Hay suelos muy buenos cerquita de la superficie, hay otros que hay que arreglar. A veces es necesario excavar para hacer unas cimentaciones más profundas. 

En cambio, yo me enfoco en investigar la dinámica de lo suelos, es decir, cómo se comporta el suelo, ya no para soportar un edificio normalmente, sino para soportar el edificio cuando llegue un terremoto. Me interesa cómo se comporta el suelo cuando llegan cargas dinámicas. 


¿Ves el suelo de manera diferente a como lo ve un agrónomo o un sismólogo?

Como ingeniera sísmica y geotecnista, me preocupan aspectos como el color o la forma del suelo, pero lo principal es el comportamiento mecánico del suelo, es decir, cómo se va a deformar si yo le pongo una carga; esa es la principal diferencia. A otros profesionales les interesa saber otras cosas del suelo: qué seres vivos lo habitan, qué nutrientes tienen, si son cultivables, en qué lugar de las profundidades del Planeta se origina un terremoto.

Por ejemplo, un agrónomo, un ingeniero geotecnista o un sismólogo vemos el suelo en diferentes escalas. Un agrónomo «ve» los primeros metros cerca de la superficie, un sismólogo varios kilómetros o incluso todo el Planeta y un ingeniero se enfoca en el suelo que hay entre 1 y 100 metros de profundidad. 


¿Qué herramientas usas para investigar?

En mi trabajo necesito ir al campo, tomar notas y recoger datos de estaciones que miden cómo se mueve la tierra cuando llega un terremoto. Uno se imagina que esas estaciones son aparatos gigantes, pero son cajitas pequeñas de unos 10 centímetros que pueden enterrarse a una profundidad de 15 a 50 centímetros de la superficie para que no estorben. Esas estaciones están siempre conectadas a internet enviando datos. Cuando llega un terremoto registran las señales asociadas a este. 

Yo me enfoco en analizar todos esos datos para obtener resultados de investigación. La mayor parte del tiempo estoy frente a un computador. Los laboratorios ya no son solamente esos espacios con erlenmeyers en los que hay que usar batas y gafas. También hay laboratorios virtuales en los que podemos simular lo que pasa en el campo con un computador. 

Estas simulaciones se hacen con modelos computacionales que tienen como herramientas las Matemáticas y la Física. Los programas computacionales que usamos idealizan la realidad para simularla enfocándose en ciertos aspectos.  Simplificamos la realidad intentando que esas simulaciones se parezcan cada vez más a los datos que recogemos en el campo y en el laboratorio. Las simulaciones son una gran herramienta: yo no puedo llevar a un laboratorio todo un edificio ni todo el Valle de Aburrá, pero puedo coger pedacitos para estudiar en el laboratorio y hacer simulaciones. 


¿Eso ayuda a hacer mejores edificios después?

Sí. Y los edificios son cada vez mejores porque desarrollamos mejores modelos matemáticos; ese proceso de mejoría nunca se acaba. Con esto logramos dos cosas: primero, que estemos cada vez más seguros y que nuestros edificios sean más resistentes y, segundo, que el proceso de construcción sea cada vez más eficiente y económico. 


¿Qué quieres lograr con tu investigación?

He estado enfocada en cómo se puede mejorar el suelo de formas un poco menos invasivas. Por ejemplo, cómo podemos fortalecer las bacterias que están dentro de la tierra dándoles nutrientes para que ellas ayuden a mejorar el suelo, a volverlo más resistente y que se parezca más a una roca. 

Por otro lado, me interesa pensar en otras formas de construcción para que las estructuras sean más amigables con el ambiente, más económicas y eficientes. Hay estudios que han demostrado que las cimentaciones profundas, que normalmente pueden hacerse en concreto y con mucho metal, pueden hacerse también de madera, como se hacían hace quinientos años, y todavía funcionan y tienen súper buena resistencia. 


¿Recuerdas algo que te haya asombrado mucho en el camino que has recorrido en la investigación?

En un proyecto al que me invitaron durante el doctorado, participábamos ingenieros civiles de construcción (que se encargan solamente de la estructura), ingenieros geotecnistas (que solo ven el suelo) y sismólogos (que solo tienen interés en la roca a 80 km de profundidad donde se genera el terremoto). Me asombró ver que hay unos muros invisibles entre esos distintos conocimientos, los cuales tratamos de romper para comunicarnos. Estábamos hablando de lo mismo: las mismas matemáticas, la misma física, pero le ponemos nombres diferentes a todo. Por ejemplo, lo que para unos es amortiguamiento para otros es el inverso de la radiación; pero los primeros no saben qué es radiación ni los segundos qué es el amortiguamiento.


De lo que haces, ¿qué te enamora?

Lo que más me enamora es que todavía falta mucho. Nos falta mucho por conocer, sobre todo de lo que tenemos debajo de nuestros pies y de cómo podemos aplicar otras herramientas que ya están. Por ejemplo, una ecografía o un sonar en el agua se basan en la misma tecnología, en cómo las ondas se propagan y nos llevan información. Todavía nos falta conocer y apropiarnos de otras herramientas que podríamos aplicar al estudio del suelo. 


¿Y qué no te gusta?

Que en este momento no es una investigación llamativa, no está de moda, no es algo que la gente diga: «¡Ay qué rico!, voy a aprender sobre el suelo o sobre los terremotos». Puede que la razón sea que no divulgamos por qué es importante investigar en esto. Como investigadores en estas ramas, en la Modelación Computacional, en la Ingeniería Sísmica, estamos convencidos de que lo nuestro es importante, pero no sabemos cómo podemos mostrarlo a los demás y hacerlo tan importante para el resto de la sociedad como lo es para nosotros.


¿Recuerdas alguna historia relacionada con el suelo de cuando eras niña?

No específicamente relacionadas con el suelo y los terremotos. Mi amor por la investigación nació de ese interés por descubrir algo nuevo, siempre he tratado de ver cosas nuevas. Yo he querido hacer muchas cosas desde niña y he cambiado mucho. Cuando tenía siete años decía que iba a ser piloto; después quise ser arquitecta porque mi mamá es arquitecta. 


¿En qué momento te diste cuenta de que querías ser investigadora? 

En el pregrado. Estuve muy comprometida con ser monitora y participar en semilleros de investigación; eso me fue llevando a esos caminos. Cuando empecé el pregrado era monitora de Cálculo y me gustaba mucho la Estadística y las Matemáticas; de pronto después me interesé en otro tema: las aguas. Estuve en el grupo de investigación de agua haciendo modelos computacionales para cálculos de Hidráulica. Yo estaba segura de que me iba a ir por esa línea, hasta que de pronto el profesor de Geotecnia me enamoró de esa área del conocimiento. Me decía que el agua es importante pero que pasa también por el suelo… y ahí me fui yendo. La cercanía académica con los profesores fue muy importante en mis decisiones vocacionales. 


¿Cómo era ese profesor? ¿qué recuerdas? 

Me acuerdo de que aprendíamos mucho por fuera de la clase. Él nos mandaba un correo o nos decía: «Miren, este problema es difícil, tienen que hacerlo con estas matemáticas que no vamos a ver en esta clase pero que les van a servir para después». Claro, la materia era sobre suelos y Geotecnia, pero con estímulos como ese facilitaba que conectáramos con otros conocimientos. Aprendimos un montón de Geometría, por ejemplo. Hablábamos mucho sobre cómo el suelo se parece a formas geométricas. También aprendíamos sobre Estadística: sobre todos los errores que puede haber en un conjunto de datos y en los cálculos que hacíamos. Así aprendimos a no quedarnos con un solo dato, como el promedio, sino a tener en cuenta otros posibles valores.


Tú eres de Barranquilla, ¿cuál es la diferencia entre los suelos de Barranquilla y los de Medellín?

Hay muchas diferencias, sobre todo en cómo la topografía va cambiando esos suelos. En los suelos de Barranquilla, por ser una zona mucho más plana, no hay tanta diferencia cuando estamos viendo el horizontal; es decir, el suelo no varía mucho de donde va a estar un extremo del edificio a donde va a estar el otro. Además, en Barranquilla estamos cerca a las costas, cerca de la playa, entonces hay muchas arenas, materiales mucho más gruesos.

En Medellín, en cambio, eso varía bastante. Los suelos aquí cambian mucho, hay laderas y montañas. En un punto tenemos un suelo y a diez metros tenemos otro, lo que hace que los sistemas de construcción sean diferentes. En Medellín, hay suelos finos: limos, arcillas, muy delgaditos, casi que no podemos ver los granos a simple vista. 


¿Qué le recomendarías a alguien que quiera conocer más sobre los suelos?

A mí me gusta mucho todo lo que podemos buscar en Internet. Hay una cantidad de páginas, sobre todo sobre riesgo sísmico. Por ejemplo, hay una comunidad que se llama www.iris.edu.co, que tiene también mucha información sobre los suelos y sobre cómo poder hacer que las otras personas entiendan con cosas muy sencillas. También escuchomuchos podcasts sobre el tema.

Además, hay muchos videos y animaciones que ayudan a entender conceptos clave. Hay un video (ver aquí) que muestra cómo el suelo se traga un carro por completo durante un terremoto en Nueva Zelanda en 2011, solo le quedó un poquito de una ventana arriba. Es muy impactante, pero es muy chévere entender el comportamiento del suelo. En un minuto o menos de un minuto que duró ese terremoto, el suelo se comportó como si fuera agua y el carro se hundió. Cuando el terremoto pasó, el suelo volvió a comportarse otra vez como un sólido y el carro quedó atascado. Este comportamiento del suelo como líquido  se llama licuación y es un fenómeno que a mí me impresiona mucho.