Culturrizarte fue la primera organización en la Comuna 13 que se tomó en serio el trabajo de apoyar a los migrantes venezolanos, les abrieron las puertas, y poco a poco otras organizaciones se sumaron para hacer frente a lo que Malu llama "una crisis histórica para una ciudad" a la que llegaban los venezolanos porque, según se dice entre ellos, Medellín era más cálido que en otros lugares del país.
Un día estaban celebrando la Navidad del barrio. Malu y otros líderes habían preparado comida para recibir a 180 personas que llegarían al evento a la 1:00 p.m. Eran apenas las 8:00 a.m. y tuvieron que cerrar las puertas porque ya habían llegado 235 personas, entre ellas, más de 100 venezolanos que decían: “yo no quiero que me den regalos sino algo de comer". Malu llamó a todos sus contactos y, de alguna manera, juntos se las arreglaron para atenderlos a todos. “Dios nos multiplicó lo que teníamos, y logramos cumplir la meta; no se fue nadie sin comer y a todos los niños les dimos regalito de navidad", cuenta.
“¿Quiénes éramos nosotros para decir que no?"
“Fuimos un punto de refugio, y aunque esta situación era nueva para nosotros, el amor por las personas estaba ahí y nos esforzarnos para acogerlos", cuenta Martha quien calcula que entre 2016 y 2017 pasaron por su casa 190 venezolanos de 20 familias, y personas solas, incluso menores que querían trabajar para ayudar a sus familias que se habían quedado en Venezuela.
Y a pesar de que Malu tenía toda la convicción y la vocación para servir, no fue fácil. Entre 2017 y 2018, la situación se puso compleja, no solo por la crisis migratoria, sino que “Colombia, la comuna 13 y Medellín seguían siendo lo que eran", es decir, territorios con sus propios conflictos y violencias. Los combos estaban en su furor y fueron asesinadas varios de los jóvenes que pertenecían a Culturizzarte y algunos de los venezolanos que Malu había apoyado.