La sostenibilidad como catalizador de la confianza pública 

La sostenibilidad es protagonista en discusiones públicas y análisis estratégicos de todo tipo de organizaciones. Para entender cómo inciden en la sostenibilidad del planeta, algunas empresas han incorporado análisis de impacto en temas ASG —asuntos ambientales, sociales y de gobernanza—mediante la aplicación de estándares como la Iniciativa de Reporte Global.

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paisaje de Medellín donde se ve el campus de la Universidad EAFIT y el edificio del Bloque 20 de Ciencias
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paisaje de una empresa en armonía con la naturaleza

Los análisis de sostenibilidad como la Iniciativa de Reporte Global —GRI, por sus siglas en inglés—, valoran tanto las externalidades negativas asociadas a la gestión empresarial, así como las contribuciones positivas de la organización que incrementan su credibilidad y confianza en la sociedad.

A partir de la Directiva 2022/2464 de la Unión Europea, se establece un estándar complementario con el concepto de “doble materialidad”, según el cual no sólo es importante reportar la incidencia que las acciones de una empresa tienen sobre temas ASG —materialidad de impacto—, sino también la forma en cómo esos temas afectan el desempeño financiero de la organización, los riesgos que enfrenta y las oportunidades que genera con su gestión, a través de la materialidad financiera.

Los reportes de doble materialidad, que conectan la sostenibilidad con la gestión del riesgo empresarial, son cada vez más relevantes conforme se consolidan los estándares y metodologías respectivas. Lo que queda claro es que hay una progresiva conciencia en el mundo empresarial de la conexión entre la sostenibilidad socioambiental y la sostenibilidad corporativa. En este sentido, será cada vez más importante para las organizaciones desplegar y comunicar sus estrategias de sostenibilidad.

La importancia del valor público generado por una organización no depende sólo de lo que se ha llamado “responsabilidad social empresarial” (RSE), sino también de la importancia que tiene, para una empresa, la percepción que las “partes interesadas” tienen sobre sus acciones y los valores que representan.  

Por ejemplo, casi todos preferimos trabajar en una organización que promueve el bienestar de sus colaboradores, o consumir bienes y servicios provistos por una empresa que contribuye al progreso social. Incluso, en algunos casos, una empresa amigable con el medio ambiente quizás tenga acceso a mejores condiciones de crédito. 

Es en relación con las “partes interesadas” —las personas o entidades que están en la órbita de influencia de la organización— que se definen aspectos críticos de la sostenibilidad y de los riesgos que delimitan el futuro de la empresa. 

La sostenibilidad define el futuro de las organizaciones, en tanto genera compromisos ineludibles con la sostenibilidad de la sociedad y del planeta.

 
Crear valor social desde la empresa 

El papel que desempeñan las organizaciones sociales, no gubernamentales y de la sociedad civil, se ha hecho cada vez más importante en las dos últimas décadas, conforme ganan relevancia los criterios ASG para el buen funcionamiento y la legitimidad de los sistemas económicos. 

Lo anterior sucede por al menos tres razones. Primero, porque hay una zona media indefinida entre la gestión social que corresponde al Estado y la que puede asumirse como propia de las empresas. Segundo, porque hay límites a los aportes que el sector privado puede hacer al bienestar colectivo, al desarrollo productivo y al buen funcionamiento de la sociedad y del planeta. Tercero, porque se han desarrollado herramientas que permiten plantear problemas, diseñar esquemas de intervención —como la teoría del cambio—, y evaluar el impacto y la efectividad de las acciones que emprenden este tipo de organizaciones. Todo esto configura un espacio apropiado para las empresas con propósitos sociales, ya que se les reconoce su rol y se les dota de esquemas conceptuales apropiados para medir el impacto de sus acciones. 

Además, alineando la estrategia organizacional con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y los planes de desarrollo local, las empresas contribuyen colaborativamente al logro de metas públicas. Por ello, las alianzas estratégicas y las prácticas de sostenibilidad y de responsabilidad social empresarial (RSE) desempeñan un papel muy importante en la creación de valor público.  

Las organizaciones orientadas a la creación de valor público generan, no solo valor económico —representado en el desarrollo empresarial y el apoyo a proyectos de infraestructura que mejoran capacidades logísticas y facilitan el comercio y la conectividad—, sino que también generan valor social para diferentes grupos de interés, representado en la promoción y preservación de la cultura, la naturaleza, la inclusión social y la equidad, generando un efecto cascada en iniciativas educativas, programas de salud y bienestar, y desarrollo comunitario para poblaciones en situación de desventaja. 

 

El valor de la comunicación 

Las organizaciones deben comunicar de manera clara, coherente y honesta su estrategia de sostenibilidad. No basta con tener buenas prácticas si estas no se conocen, no se comprenden, o no inspiran. Mediante una comunicación efectiva, las organizaciones pueden promover narrativas de responsabilidad compartida, impulsando cambios en el comportamiento ciudadano, el consumo consciente y la participación social.  

La comunicación genera confianza, compromiso, fidelización y movilizar aliados estratégicos cuando logra demostrar que el compromiso con la sostenibilidad es parte del corazón del negocio.  

El compromiso también es con el uso eficiente de los recursos que se destinan a la sostenibilidad, la evaluación rigurosa y la mejora de la calidad de las decisiones que cimientan la reputación organizacional y hacen transparente el impacto social y ambiental que produce la empresa.  

Además, es clave que exista consciencia profunda de esa estrategia dentro y fuera de la organización: que los líderes la comprendan, que los equipos la vivan, y que los grupos de interés vean su impacto. Solo así la sostenibilidad deja de ser un discurso y se convierte en una fuerza transformadora, capaz de generar valor privado y público.

 

Al comunicar de manera transparente sus compromisos y resultados en sostenibilidad ambiental, social y de gobernanza, las empresas refuerzan su legitimidad, fortalecen la confianza ciudadana en las instituciones públicas y privadas y mejoran en conjunto el entorno de gobernanza. 

La comunicación de los resultados en sostenibilidad organizacional no puede basarse únicamente en narrativas inspiradoras. Requiere datos verificables y análisis que permitan evaluar el impacto de las intervenciones. Para comunicar la gestión con transparencia hay que fundamentarse en la evidencia económica.  

Por eso los informes de sostenibilidad deben ir más allá del cumplimiento normativo y convertirse en ejercicios sistemáticos de rendición de cuentas, que muestren cómo las acciones de la empresa generan valor privado y público de forma medible. El fortalecimiento de la confianza pública y la sostenibilidad organizacional exige una gestión informada y basada en evidencia. Tanto las empresas como las organizaciones sociales están llamadas a medir y a comunicar con rigurosidad el impacto de sus decisiones, demostrando así su contribución al bienestar colectivo. 

Herramientas como Bien+, metodología desarrollada en la Universidad EAFIT, permiten a las organizaciones evaluar el valor público que generan, conectando sus estrategias con resultados sociales tangibles, y dando sentido a su propósito y legitimidad en la sociedad contemporánea. 

La comunicación de los resultados de gestión, en la medida en que obliga a evaluaciones cuidadosas de impacto que reflejen el valor real que produce la empresa, da fe de la responsabilidad asumida por la organización y de su compromiso con la sociedad a la que dirige sus esfuerzos.  

 

El valor de la confianza pública 

En síntesis, toda organización tiene una responsabilidad esencial en lo relativo a los factores ambientales, sociales y de gobernanza. En primer lugar, las empresas, porque con su diligencia en estos temas contribuyen a garantizar su sostenibilidad a largo plazo, atenuando riesgos que puedan incidir negativamente en su desempeño, y asegurando su “licencia social para operar”, que se deriva del cumplimiento de las expectativas que la sociedad, en su conjunto, y sus grupos de interés, tienen sobre la gestión empresarial.  

En segundo lugar, las organizaciones sin ánimo de lucro, porque contribuyen al fortalecimiento institucional y el aumento del bienestar social, haciendo viable el desarrollo económico en cuanto propician el respeto a las reglas de juego y generan consensos para impulsar la gestión empresarial.  

El desarrollo de herramientas de valoración de externalidades, —los efectos que una acción produce sobre otros agentes o la naturaleza y que no se materializan en transacciones de mercado—, y de evaluación de impacto —el análisis de los efectos que se producen cuando se destinan recursos a propósitos considerados meritorios por una organización—, abren la posibilidad de evaluar la rentabilidad social de la inversión realizada a través del cálculo del SROI —Retorno Social de la Inversión, por sus siglas en inglés—. 

Gracias a todo esto se fortalece la confianza pública en la organización, se despliegan herramientas para optimizar el uso de los recursos, y se genera transparencia, propendiendo por mejores condiciones para la vida en sociedad y el ejercicio de la iniciativa empresarial para la creación de riqueza. 

 

 

Autores

Mery Patricia Tamayo-Plata

Investigadora de la Escuela de Finanzas, Economía y Gobierno EAFIT

Jesús Alonso Botero-García

Investigador de la Escuela de Finanzas, Economía y Gobierno EAFIT

Sección de noticias EAFIT
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Programa académico Noticias
Autor
Mery Patricia Tamayo-Plata; Jesús Alonso Botero-García
Edición
Agustín Patiño Orozco

Efecto Cacao deja un legado de esperanza y paz en las comunidades rurales del país

Enero 25, 2024

Luego de cinco años de trabajo, la alianza de Efecto Cacao comparte sus logros en cuanto a la mejora de ingresos, educación y resiliencia en cerca de mil familias cacaoteras afectadas por el conflicto en Colombia que habitan las regiones de Urabá, Bajo Cauca, Huila y Tumaco. 

USAID Colombia, Casa Luker, Fundación Luker, Enel Colombia, Fundación Saldarriaga Concha, EAFIT e IDH impulsaron este proyecto y, mediante la implementación de un paquete agrícola, incrementaron en un 42 % la productividad en los cultivos rehabilitados de los cacaocultores, comparados con el promedio nacional.

​​​De un cultivo de cinco años, Efecto Cacao recoge una cosecha abundante. Este acuerdo de cooperación entre USAID Colombia, Casa Luker, Fundación Luker, Enel Colombia, Fundación Saldarriaga Concha, EAFIT y la Iniciativa de Desarrollo Sostenible (IDH) finalizó su proceso de implementación con resultados que impactaron a 974 familias productoras de cacao en las regiones de Urabá, Bajo Cauca, Huila y Tumaco.  

Uno de los logros del proyecto fue conseguir que los cacaocultores vinculados a la iniciativa incrementaran en un 42 % la productividad en sus cultivos rehabilitados, en comparación con el promedio nacional, mejorando así los ingresos de los productores y sus condiciones de vida. Allí fue clave la transferencia de buenas prácticas agrícolas, realizada a través de la metodología Soy cacaocultor, que, a su vez, incidió en la siembra y recuperación de 1.761 hectáreas de cacao.  

Esta alianza también se interesó en desarrollar capacidades técnicas, administrativas y financieras en las comunidades impactadas. Fueron 20 las asociaciones de productores de cacao que recibieron formación y acompañamiento por parte de EAFIT para mejorar su capacidad de negociación, aprender a generar relaciones comerciales sólidas y brindar más beneficios a sus asociados.  

Adolfo Eslava Gómez, profesor y director del Centro Humanista de EAFIT, agrega que “pensar, trabajar y tener varias iniciativas relacionadas con productividad, asociatividad, formación en género, emprendimiento y educación permite tener un efecto en materia de lucha contra la pobreza, al hacer que las familias participantes logren aumentar sus ingresos, gracias a las mejoras en precios y prácticas”. 

Asimismo, se entrenaron y acompañaron 837 personas de comunidades rurales —63 % mujeres— con el objetivo de consolidar ideas de negocio y establecer fuentes de ingreso adicionales para las familias. Las líneas desarrolladas incluyeron artesanías, ropa, manualidades, chocolatería, productos agrícolas, turismo y servicios ambientales.  

“Fue una oportunidad a esa puerta que muchas veces necesitamos, ese empuje y conocimiento. Lo más rico de esto es que hay variedad de emprendimientos, no solamente relacionados con cacao. Además, nos vinculamos como mujeres y nos damos apoyo”, expresa María Cortés, emprendedora de Tumaco en el área de confecciones. 

El proyecto también tuvo un enfoque social, en el que los procesos educativos fueron protagonistas. Se mejoraron las competencias de lectura de 844 niños en Necoclí y se facilitó el acceso a programas de formación técnica para 340 jóvenes de este municipio y de Tumaco. Igualmente, mediante encuentros y talleres, se trabajó en las habilidades socioemocionales de las comunidades cacaocultoras, incluyendo la resiliencia.  

Eladio de la Cruz, integrante de la comunidad de Garitón en Necoclí, considera que los talleres de resiliencia que llegaron a la comunidad de la mano de Efecto Cacao han devuelto la esperanza. “Todos pasamos por dificultades en la vida, aprendí que lo importante es poder gestionar de una mejor manera mis emociones”. En total, 1.435 familias de Necoclí y Tumaco recibieron acompañamiento psicosocial para mejorar su resiliencia y capacidad de resolución de conflictos.  

Para atender estos diferentes frentes de trabajo, la colaboración de las personas e instituciones participantes fue parte del éxito del proyecto, tal como lo destaca Julia Inés Campo, vicepresidenta de Abastecimiento y Sostenibilidad de Luker Chocolate. “Este es un gran ejemplo de cómo a través de alianzas en el sector es posible amplificar el efecto positivo que sabemos que el cacao como cultivo puede tener en Colombia”, afirma. 

Experiencia expandida 

En el evento de cierre de esta iniciativa, realizado el pasado 24 de noviembre, también se realizó el lanzamiento oficial del libro El Efecto Cacao, sembrar esperanza para cultivar paz, una construcción colectiva que destaca las historias de las comunidades cacaocultoras y refleja los logros clave de esta alianza desde el año 2019, cuando iniciaron los diferentes procesos.  

La inversión en el desarrollo de capacidades en las comunidades impactadas durante este lustro por parte del proyecto busca que los alcances se extiendan en el largo plazo, permitiendo que el cacao continúe generando oportunidades de desarrollo en estos territorios. “Aunque este proyecto llega a su conclusión, queremos resaltar que la labor no termina aquí”, asegura Jeremiah Carew, director de Misión (encargado) de USAID Colombia. “Al contrario, con las alianzas que hemos fortalecido y la capacidad mejorada, los cacaocultores tienen un camino hacia adelante para seguir generando mayores ingresos”, concluye.  

El próximo 15 de febrero a las 9:00 a.m. se realizará la presentación de resultados de Efecto Cacao en el auditorio 38 -101 de la Universidad EAFIT, donde también se hablará sobre el inicio de una nueva etapa del proyecto, en la que se espera construir de forma colectiva un derrotero para los próximos cinco años.

 

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Alejandro Gómez Valencia
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​El 24 de noviembre de 2023 se llevó a cabo el evento de clausura de Efecto Cacao, donde también se realizó el lanzamiento oficial del libro Efecto Cacao, sembrar esperanza para cultivar paz. 
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