Procesos de enseñanza y aprendizaje mediados por tecnología

La tecnología es clave para integrar conocimiento, docencia y aprendizaje. En la Universidad EAFIT, la plataforma EAFIT Interactiva —nuestro Sistema de Gestión del Aprendizaje—, se ha consolidado como un entorno digital que redefine la experiencia de aprendizaje al impulsar la interacción, fomentar la flexibilidad y estimular la innovación. 

Exploremos su impacto transformador, los retos que implica su adopción y las historias reales de profesores que han logrado convertir sus cursos mediados por tecnología en vivencias significativas y memorables. 

La integración de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en la educación ha generado una transformación profunda en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Investigaciones recientes han demostrado que el uso de plataformas digitales, recursos interactivos y entornos virtuales de aprendizaje potencia no solo el acceso al conocimiento, sino también la autonomía, la motivación y el desarrollo de competencias del siglo XXI (Selwyn, 2016; Bates, 2019). 

Por ejemplo, la UNESCO (2022) resalta que las TIC permiten diversificar las metodologías pedagógicas, facilitar el aprendizaje personalizado y fomentar la inclusión. En particular, los Sistemas de Gestión del Aprendizaje o LMS —del inglés Learning Management System— se han consolidado como infraestructuras clave para la gestión del aprendizaje, al facilitar la organización de contenidos, la comunicación sincrónica y asincrónica, el seguimiento del progreso y la evaluación continua.

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Estudiantes realizando actividades en computadoras
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Estudiantes realizan actividades en un LMS o Sistema de Gestión del Aprendizaje como EAFIT Interactiva.
 
Una universidad que aprende y se transforma 

En este escenario global, la Universidad EAFIT asume con firmeza el liderazgo en la adopción de tecnologías emergentes y de la inteligencia artificial como ejes de transformación educativa, organizacional y social. La educación virtual, híbrida y flexible ha dejado de ser una alternativa para convertirse en un pilar estratégico que garantiza la pertinencia y la sostenibilidad de los procesos formativos. 

En el caso particular de la Universidad, la plataforma EAFIT Interactiva se consolida como el espacio digital donde convergen el profesor, el estudiante y el currículo. A través de este LMS, se articulan contenidos, se gestionan actividades, se realiza evaluación continua, se fortalecen las comunidades de aprendizaje y se dinamiza el acompañamiento docente. 
 
Para garantizar el uso efectivo de la plataforma y potenciar sus posibilidades pedagógicas, el área de Gestión Digital del Aprendizaje (GDA) se encarga de brindar soporte y aportar al desarrollo de contenidos digitales y otros recursos de aprendizaje mediante estrategias como Aprende+ EAFIT. En suma, desde la gestión tecnológica, pasando por el diseño instruccional y el seguimiento del proceso educativo, EAFIT Interactiva es un LMS que contribuye a una experiencia de aprendizaje coherente, intuitiva y centrada en el estudiante.

 

Historias que inspiran: voces desde la práctica docente 

Veamos dos testimonios que reflejan un cambio significativo en la relación docente-estudiante y en la forma de concebir la educación mediada por tecnología, en línea con la literatura sobre pedagogías activas y el uso efectivo de las TIC (Laurillard, 2012).

"He logrado potenciar el uso de la herramienta y el acercamiento con mis estudiantes. Es práctica, eficiente y colaborativa. Los cuadernos de calificaciones me han permitido calificar de manera continua y mantenerme al día con ellos. EAFIT Interactiva, soportada en Brightspace, tiene un gran potencial al integrarse con contenidos de editoriales como McGraw-Hill y Pearson." 

 

Hernán Alzate Arias, profesor de cátedra adscrito a la Escuela de Finanzas, Economía y Gobierno de EAFIT

"Desarrollar mi curso con apoyo del equipo del Área de Gestión Digital del Aprendizaje fue un proceso de cocreación: Yo puse el contenido, y ellos su experiencia para hacerlo innovador y significativo. La plataforma EAFIT Interactiva permite a los estudiantes aprender a su ritmo, fomenta la autogestión y convierte el conocimiento en experiencia." 

 

Jimena Gutiérrez Rúa, profesora de la Maestría en Sostenibilidad de EAFIT.

 
Retos, aprendizajes y acciones en curso 

A pesar de su amplia adopción en la comunidad universitaria, uno de los principales retos para la gestión de EAFIT Interactiva es reducir el uso que se limita exclusivamente al registro de calificaciones. Frente a esto, se han propuesto cursos autocontenidos, sesiones formativas y acompañamiento permanente por parte del Área de Gestión Digital del Aprendizaje y el equipo de Aprende+ EAFIT. Estas acciones buscan motivar a los docentes a explorar y aprovechar más las funcionalidades interactivas, de seguimiento y de diseño pedagógico que este LMS ofrece. 
 
Es clave reconocer que estas tecnologías no son por sí mismas la solución para asumir los retos actuales de formación y gestión del aprendizaje. Los LMS son innovadores cuando se apoyan en el talento humano que puede brindar soporte técnico, orientación y acompañamiento para asegurar que la adopción tecnológica se traduzca, en este caso, en experiencias de aprendizaje exitosas. En otras palabras, el éxito de las TIC educativas depende tanto de la infraestructura como del desarrollo profesional docente (Kirkwood & Price, 2014).  

 

 
Visión a futuro: una experiencia coherente, conectada y catalizadora 

Actualmente, la Universidad EAFIT avanza en la expansión de EAFIT Interactiva como plataforma LMS para la gestión de todos sus procesos formativos, no solo en los programas de pregrado. La meta es que, sin importar el nivel académico, ni la modalidad (presencial, virtual o híbrida), la experiencia del estudiante sea fluida, coherente y articulada. 
 
Adicionalmente, se explora la incorporación de inteligencia artificial para enriquecer el análisis del aprendizaje, personalizar la experiencia del estudiante y fortalecer los procesos de retroalimentación y evaluación formativa. Esto está en línea con los desarrollos recientes sobre analítica de aprendizaje —learning analytics— y sistemas adaptativos, que han mostrado efectos positivos en la toma de decisiones pedagógicas y la mejora del rendimiento estudiantil (Siemens & Long, 2011). 

 

Una invitación a transformar el aprendizaje juntos 

EAFIT Interactiva no es solo una plataforma: es una invitación a imaginar nuevas formas de enseñar y aprender. Es una herramienta al servicio de la pedagogía, de la innovación y de la relación humana. Todos los profesores, investigadores, empleados administrativos y estudiantes de la Universidad EAFIT están llamados a hacer parte activa de esta transformación. La educación del futuro se construye hoy, con tecnología, con sentido pedagógico y con propósito. 

Si tienes dudas o comentarios sobre EAFIT Interactiva, puedes comunicarte con el Área de Gestión Digital del Aprendizaje (GDA) a través del canal único de atención: soporteinteractiva@eafit.edu.co

 

 

Autores

Luis Gerardo Pachón Ospina

Coordinador del Área de Gestión Digital del Aprendizaje, Vicerrectoría de Aprendizaje EAFIT

Yina Andrea Zapata Franco

Gestora de experiencias educativas digitales, Área de Gestión Digital del Aprendizaje EAFIT

 

 

Bibliografía recomendada

 

Sección de noticias EAFIT
Bloque para noticias recomendadas
Autor
Luis Gerardo Pachón-Ospina; Yina Andrea Zapata Franco
Edición
Agustín Patiño Orozco

Del azadón al mercado global: la alquimia empresarial de El Hueco 

Imaginemos un laboratorio en donde no se mezclan ácidos ni metales, sino saberes campesinos y estrategias urbanas: ese es el escenario de la alquimia empresarial de El Hueco. 

El término "alquimia”, subraya la idea de transformación: así como los alquimistas aspiraban a convertir metales comunes en oro, los migrantes del Oriente antioqueño en el Valle de Aburrá combinaron de modo creativo sus recursos intangibles —confianza, solidaridad, cooperativismo—, con el contexto urbano y las prácticas empresariales del Valle de Aburrá. A través de interacciones sociales complejas, crearon un nuevo valor colectivo. 

En los pasillos estrechos de El Hueco, el humo de los vehículos que circulan sin pausa se entremezcla con los olores intensos de las comidas callejeras y el polvo de las mercancías recién descargadas. Todo vibra al ritmo de voces que anuncian productos y regatean precios, murmullan trueques, convites, compadrazgos y natilleras: las prácticas de comerciantes y empresarios, que lejos de fórmulas secretas o laboratorios ocultos, aprovechan la confianza y la reciprocidad que han cultivado en campo para adaptarse a las dinámicas urbanas.  

Hoy, estas redes empresariales se expanden como hilos dorados que impulsan una parte importante del comercio de Medellín, probando que el verdadero oro nace en la intersección entre la tierra y la sociedad humana. 

 

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Fotografías de archivo del sector El Hueco o Guayaquil en el centro de la ciudad de Medellín
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Centro Comercial Gran Plaza en el corazón de El Hueco, en el tradicional barrio Guayaquil del Centro de la ciudad de Medellín
Prófugos del azadón y del machete 

En el corazón del viejo Guayaquil, entre pasajes laberínticos y edificios antiguos que albergan comercios, floreció durante las últimas décadas del siglo XX un modelo de negocios que desafía los esquemas convencionales de la historia empresarial. 

Bajo el apelativo de El Hueco, campesinos migrantes provenientes del Oriente antioqueño transformaron sus saberes rurales en estrategias urbanas de gran calado, tejiendo las redes de confianza y colaboración que hoy constituyen un referente para repensar la formalidad, la innovación y la resiliencia empresarial en América Latina. 

Los habitantes de El Santuario, Marinilla y Granada salieron de sus pueblos “con una mano adelante y otra atrás, espantando el hambre con una rama[1]”. A estos migrantes internos también se les conoce como “prófugos del azadón y del machete[2]”, ya que dejaron atrás sus cultivos de papa, maíz, legumbres y hortalizas, para buscar oportunidades en el comercio de la ciudad.  

 

Exterior de la Plaza de Mercado Cisneros, en el barrio Guayaquil, durante la primera mitad del siglo XX. Fuente: Rodríguez (1920). Archivo Fotográfico Biblioteca Publica Piloto, Medellín.

 

Estas historias de partida forzosa y de adaptación al contexto urbano ilustran el traslado de prácticas rurales —el respeto por la palabra, el trueque, el ahorro colectivo y la reciprocidad comunitaria—, a las dinámicas empresariales de la ciudad. De esta manera los migrantes del oriente antioqueño no solo preservaron su identidad, sino que también forjaron un modelo híbrido en el que la experiencia campesina se convirtió en capital social y organizativo, sentando las bases de las prácticas comerciales en El Hueco. 

Al llegar a la Medellín de los años setenta, estos migrantes encontraron en el comercio informal del barrio Guayaquil un espacio propicio para reinventarse. Sin acceso a créditos bancarios ni infraestructura formal, recurrieron a prácticas comunitarias: sistemas de ahorro colectivo o “natilleras”, préstamos entre paisanos y acuerdos verbales en lugar de contratos escritos. Tal es la fuerza de la palabra empeñada que basta un apretón de manos para cerrar un negocio. “La confianza vale más que cualquier papel[2]”.  

Esta informalidad estructurada se convirtió en una ventaja competitiva. Al compartir riesgos y recursos, los comerciantes de El Hueco podían adquirir mercancías importadas a bajo coste y redistribuirlas sin los trámites habituales.  

La creación de Asoguayaquil en 1997, y luego de Centro Unido en 2015, selló la transición de las redes espontáneas hacia asociaciones formales, sin renunciar a los valores que las sustentaban: solidaridad, reciprocidad y familiaridad.  

 

Del oriente antioqueño al lejano oriente 

Sin limitarse a un mercado de subsistencia, El Hueco articuló cadenas de valor que lo conectaron con mercados nacionales e internacionales.

En la década de los noventa, una nueva generación de comerciantes antioqueños viajó directamente a China, país donde aprendieron a negociar sin la necesidad de intérpretes y establecieron alianzas que hoy facilitan la importación de todo tipo de mercancías, sin depender de intermediarios.  

Esta forma de innovación social evidencia la capacidad de los colectivos locales para desarrollar innovaciones organizacionales sin depender de estructuras corporativas convencionales, mostrando cómo se configuran soluciones creativas a partir de saberes comunitarios.  

Si bien en El Hueco algunos negocios todavía operan en pasillos improvisados, otros han evolucionado hasta convertirse en auténticos centros comerciales, con ascensores, galerías de arte y sistemas de seguridad privada. No obstante, estos avances no ocultan el ADN rural de sus fundadores.  

 

Fotografía: Archivo de la Asociación de Comerciantes de Guayaquil (Asoguayaquil, s.f).

 

La familiaridad continúa marcando las conexiones empresariales: primos, compadres y vecinos de antaño comparten ahora locales comerciales contiguos, amalgamando lazos de sangre y de negocios. En El Hueco se ha producido un tránsito, desde la informalidad hacia un modelo empresarial híbrido, caracterizado por un aumento de la formalización que no sigue las rutas convencionales de la industria, ni depende de fusiones y adquisiciones.  

En este enclave, conviven estructuras formalizadas con prácticas no escritas, que favorecen la agilidad operativa y mantienen los bajos costos de transacción.  

Para dar cuenta de esta dinámica, proponemos el concepto de productividad adaptativa, que reconoce la capacidad de los comerciantes para generar empleo y sustento en contextos de exclusión institucional, para crear mercados que satisfacen necesidades desatendidas por el comercio formal, y para desarrollar mecanismos alternativos de financiamiento, distribución y comercialización basados en redes de confianza.  

El empresariado de El Hueco forja conexiones internacionales sin recurrir a intermediarios reglados y transforma saberes rurales tradicionales en ventajas competitivas dentro del entorno urbano. Este modelo amalgama lo mejor de ambos mundos e impulsa el dinamismo económico de Medellín. 

 

 

La herencia de El Hueco 

La dimensión intergeneracional añade otro matiz a este relato. La primera generación de El Hueco aprendió en la “universidad de la calle” las técnicas de negociación y gestión de inventarios. La segunda generación, sus hijos, mitad aprendices y mitad profesionales, iniciaron el proceso de formalización de sus negocios. La tercera generación, con estudios universitarios y dominio del chino-mandarín, integra sistemas de gestión contemporáneos y redes digitales, sin olvidar la importancia de la palabra empeñada. 

Esa continuidad demuestra que la ruralidad no es un lastre, sino un capital cultural que, bien adaptado, genera resiliencia y cohesión social. 

La historia de El Hueco propone un paradigma alternativo en la historia empresarial tradicional, al desplazar el foco de atención hacia los actores populares y los entornos informales. Al reivindicar el capital social como motor de desarrollo, se desmantela la creencia de que solo las grandes élites industriales generan crecimiento económico. Sin necesidad de ser una excepción marginal, el ecosistema empresarial de El Hueco demuestra que el comercio opera como una actividad primaria de creación de riqueza, desplegando dinámicas propias que se articulan con las lógicas globales. 

Este planteamiento resuena con Werner Sombart, para quien el empresario es conquistador, organizador y negociador: en El Hueco, el conquistador cambia el machete por el mostrador, el organizador teje amplias redes familiares, y el negociador elude la burocracia con el poder de la palabra. Desde la perspectiva de Joseph Schumpeter, allí florece una innovación social y organizacional, más que una tecnológica, nacida de la exclusión y la marginalidad. 

 

Centro Comercial Gran Plaza en el corazón del sector de El Hueco, en el tradicional barrio Guayaquil del centro de la ciudad de Medellín. Fotografía: medellinguru.com.

 

La metáfora de la alquimia también alude a las asociaciones sociales y comerciales que estructuran El Hueco, fundamentadas en la confianza, la solidaridad y el cooperativismo, que superan las explicaciones convencionales al funcionar como mecanismos de protección, innovación y expansión. Gracias a ellas, emprendedores informales se convirtieron en comerciantes consolidados, crearon vínculos internacionales y fundaron gremios que perviven hasta hoy. 

Más allá de documentar un fenómeno local, estos hallazgos ofrecen claves para entender otras dinámicas empresariales en América Latina. En el ámbito docente, las visitas de campo y los talleres del Semillero de Prácticas y Redes Empresariales SIPRE de la Universidad EAFIT permiten a los estudiantes desarrollar empatía, pensamiento crítico y habilidades metodológicas para enfrentarse a realidades donde la formalidad y la tecnología no están garantizadas. 

Todavía hay mucho que estudiar en El Hueco: la feminización del comercio, la consolidación de redes empresariales de tercera generación, las oportunidades para la transferencia de conocimientos, estudios comparativos con otros centros de empresarismo informal en la región y análisis de la economía política de la informalidad.  

En suma, El Hueco es un laboratorio vivo de innovación social que invita a repensar la historia empresarial latinoamericana desde sus márgenes. 

 

 

Referencias 
  1. E07. Entrevista semiestructurada, 28 septiembre 2019, Medellín.
  2. E09. Entrevista semiestructurada, 20 febrero 2020, Medellín.

 

 

Autora

Natalia Gonzalez-Salazar

Investigadora de la Escuela de Administración EAFIT

 
Bibliografía recomendada
  • Baumol, W. J. (1990). Entrepreneurship: Productive, unproductive and destructive. Journal of Political Economy, 98(5), 893–921.
  • Baumol, W. J. (1993). Formal entrepreneurship theory in economics: Existence and bounds. Journal of Business Venturing, 8(3), 197–210.
  • Baumol, W. J. (1996). Entrepreneurship: Productive, unproductive, and destructive. Journal of Political Economy.
  • Baumol, W. J. (2004). Entrepreneurial enterprises, large established firms and other components of the free-market growth machine. Small Business Economics, 23, 9–21.
  • Schumpeter, J. A. (1911). The Theory of Economic Development: An Inquiry into Profits, Capital, Credit, Interest, and the Business Cycle. Harvard University Press.
  • Schumpeter, J. A. (1942). Capitalism, socialism and democracy. Harper & Brothers.
  • Schumpeter, J. A. (1968). Ensayos de Joseph A. Schumpeter.
  • Sombart, W. (1972). El burgués: Contribución a la historia espiritual del hombre económico moderno. Ediciones Castilla.
  • Sombart, W. (2005). El burgués: Contribución a la historia espiritual del hombre económico moderno (2.ª ed.). Alianza Editorial. 
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Autor
Natalia Gonzalez-Salazar
Edición
Agustín Patiño Orozco

Al ritmo del beat: ¿Qué significa el tiempo en la música?

En música, denominamos tempo —literalmente “tiempo” en italiano—, a la velocidad e intención general de una composición musical, la cual se mide en pulsos por minuto o bpm —del inglés beats per minute—. Sigue leyendo y descubre cómo los grandes maestros de la música han entendido el tempo y cómo este ha evolucionado con los avances artísticos y tecnológicos.

El tempo medieval 

Sabemos que existen algunos registros de las músicas seculares de la Europa medieval, pero vamos a empezar hablando de la música sacra de la época, pues en ella podemos evidenciar la notación o escritura musical temprana. 

Los músicos medievales escribían “neumas” —signos escritos encima del texto a cantar— como una guía de los sonidos y su situación relativa dentro de la escala musical. Pero a diferencia de la notación moderna basada en fracciones del pulso, la notación neumática no anotaba el tempo ni el ritmo de la música, por lo que era necesario conocer previamente la melodía. 

Hoy conocemos a la música litúrgica medieval como “cantos gregorianos”, considerada la música más apropiada para el culto por la Iglesia católica, por lo que su influencia todavía se puede escuchar en las misas actuales. 

El Rorate Coeli, un canto que habla sobre la venida del Mesías, será la primera composición que veremos. Debido a que la notación musical se encontraba en desarrollo, no se anotaban los valores rítmicos matemáticos que representan la subdivisión del pulso, por lo que el ritmo era casi improvisado. 

 

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Fotografías de la Orquesta Sinfónica EAFIT
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Orquesta Sinfónica de la Universidad EAFIT interpretando la obra Carmina Burana (1937) de Carl Orff con motivo del cumpleaños número 65 de la Universidad.

Partitura de Rorate Coeli. Imagen: Chorus Newman (2021). 

 

Es evidente la poca información rítmica que nos provee la partitura del Rorate Coeli[1], por lo que inferimos que era imposible interpretar esta obra musical de manera consistente en repetidas ocasiones. 

Como la música estaba al servicio del culto, la prioridad era que los fieles comprendieran los textos religiosos. En consecuencia, el tempo al momento de interpretar la obra debía ser moderado, incluso más lento que el habla normal, para enfatizar y meditar el mensaje bíblico. 

En suma, no sabemos con exactitud la velocidad del Rorate Coeli, pero podemos suponer que la interpretación histórica era cercana al tempo del habla humana en una conversación. En la actualidad, diríamos que esta obra debe seguir un tempo moderato —unos ochenta pulsos por minuto u 80 bpm—, o quizás un poco más lento: un tempo andante de 60 bpm.  

 

El tempo barroco 

Johann Sebastian Bach, uno de los más grandes compositores del barroco, dedicó gran parte de su música a Dios y al servicio de la Iglesia luterana. Por eso, es lógico suponer que Bach abordó el tempo desde una perspectiva ligada a su retórica musical y al contexto litúrgico en el que se interpretaba su obra.  

Como en el siglo XVII todavía no se había inventado el metrónomo, la medición precisa en bpm era imposible. Los músicos de la época indicaban la velocidad de sus obras recurriendo a términos más o menos subjetivos como adagio, andanteallegro o presto, que indican el “sentir” que debe tener la interpretación musical. 

El tempo se entendía en función del afecto —la emoción y/o el carácter— de la música, por lo que los términos italianos ya mencionados eran vitales para transmitir la información interpretativa que de otra forma se perdería. 

 

Symbolum Nicenum de la Misa en B menor BWV 232, de J. S. Bach. Imagen: International Music Score Library Project

 

En esta partitura podemos ver la indicación “andante”[2], que señala un tempo similar al de una persona que camina a paso moderado: no muy rápido, pero tampoco muy lento, de forma que se entienda el discurso musical y lírico de la obra. Por ejemplo, aquí se habla del credo niceno, el cual declara las creencias de la fe cristiana según el Concilio de Nicea del año 325. Esta prioridad demandaba regular el tempo para hacer énfasis en el mensaje recitado por el coro.  

 

El tempo para Beethoven 

Ludwig van Beethoven vivió gran parte de su vida antes de que se inventara el metrónomo, por lo que debió recurrir a los recursos conocidos en su época para indicar el tempo en el que se deberían interpretar sus obras.  

Sin embargo, durante la segunda mitad de la vida de Beethoven se popularizó en Europa el metrónomo, un instrumento que les permitiría a los músicos medir con mayor precisión, en pulsos por minuto, o sea en bpm, el tempo de sus obras. 

Esto no significó el abandono de las indicaciones en italiano que aún conocemos, ya que estas no solo indican un tempo, sino también un “sentir”, una emoción o carácter que se le debe dar a la obra.  

Por ejemplo, scherzando se traduce como “bromeando” o “jugando”, mientras que allegro agitato, significa “alegre agitado”, y adagio e poco rubato quiere decir “lento y con poco rubato”, es decir, con poca flexibilidad para ligeras variaciones expresivas en el tempo a criterio del intérprete musical. 

La quinta sinfonía de Beethoven —una de las obras más importantes, famosas e interpretadas de este compositor—, fue concebida, terminada y estrenada años antes de la invención del metrónomo. Sin embargo, en las ediciones actuales de esta obra podemos ver una indicación de tempo puesta por el mismo Beethoven años después. El tempo es allegro con brio, lo que nos da a entender que es un movimiento rápido, con fuerza y carácter. 

Indicación del tempo a 108 bpm en Sinfonía n.º 5 en C menor, Op. 67, de Ludwig van Beethoven. Imagen: International Music Score Library Project

 

Lo interesante aquí es que la indicación del tempo está a 108 bpm, mucho más rápido de lo que se pensaría para un allegro con brio, tan rápido que algunos intérpretes sugieren que se trata de un error del propio Beethoven, e incluso existen grabaciones de la obra siendo interpretada bastante más lento de lo indicado por su autor. 

Contradictores del supuesto error de Beethoven argumentan que, al final del segundo movimiento de la Sinfonía n.º 6 en F mayor, el compositor incluye frases musicales que simulan el canto del ruiseñor, la codorniz y el cuco, y que siendo la pretensión del músico sonar lo más parecido posible a estas aves en su entorno natural, la indicación del tempo debe ser la correcta y no implicaría un fallo en el metrónomo o una definición diferente de “pulsos por minuto”.

 

Canto del ruiseñor en la Sinfonía n.º 6 en F mayor, Op. 68, de Ludwig van Beethoven. Imagen: International Music Score Library Project

 

Canto de la codorniz en la Sinfonía n.º 6 en F mayor, Op. 68, de Ludwig van Beethoven. Imagen: International Music Score Library Project

 

Canto del cuco en la Sinfonía n.º 6 en F mayor, Op. 68, de Ludwig van Beethoven. Imagen: International Music Score Library Project

 

El tempo espectral 

Gérard Grisey fue un compositor francés del siglo XX que vivió tiempos tumultuosos y de grandes rupturas con respecto a la tradición musical clásica, en los que surgieron numerosas escuelas y estéticas, como por ejemplo la escuela “espectralista” que tuvo auge a mediados de los años setenta. 

De acuerdo con Grisey, el espectralismo “surgió curiosamente alrededor del mismo tiempo que la geometría fractal[3]” y como escuela de composición propuso “una organización formal y materiales sonoros inspirados directamente por la física del sonido, gracias a la ciencia y el acceso a micrófonos[3]”. 

Vale la pena decir que el sonido tiene cuatro cualidades esenciales: el tono o altura —si el sonido es agudo o grave—, la intensidad —si el sonido es suave o fuerte—, el timbre —una cualidad de los armónicos que hacen parte de un sonido y le dan su carácter distintivo— y la duración —cuánto tiempo duran las vibraciones del sonido—.  

El timbre es de especial interés para los compositores espectralistas, gracias a la posibilidad técnica de descomponer el espectro de un sonido para comprender los armónicos que determinan su timbre. 

Pero la duración también es clave si hablamos de tempo. Según Grisey, “los compositores del siglo XX especularon mucho sobre las duraciones. Aplicaron al tempo las proporciones de conceptos espaciales: los números primos —Messiaen—, el número áureo —Bartók—, la serie de Fibonacci —Stockhausen—, los binomios de Newton —Risset—, e incluso procedimientos probabilísticos como la Teoría Kinética de los gases —Xenakis—[4]”. 

En su artículo Tempus Ex Machina, Grisey habla de un “esqueleto del tiempo”, al que define como las divisiones temporales que un compositor utiliza para organizar los sonidos[4]. Esta propuesta no divide el tiempo en unidades metronómicas, como los pulsos por minuto o bpm, sino en unidades cronométricas, como el segundo.  

Las partituras de Grisey son muy interesantes visualmente y están llenas de símbolos a los que muchos no estamos acostumbrados. En su obra Periodes de 1974, vemos un ejemplo de lo que Grisey llamaría luego “esqueleto del tiempo” que demarca la duración de esa sección musical. 

 

Partitura de Periodes (1974), de Gérard Grisey. Imagen: International Music Score Library Project

 

Esta partitura muestra un sonido que debe durar unos treinta segundos como mínimo, y es posible que dure un poco más, porque contar treinta segundos exactos es imposible para los seres humanos, o por lo menos muy difícil, por lo que Grisey decide dar un rango de tiempo con el que se puede jugar. También es notable que la música no inicia en el segundo cero, sino un poco después. 

En consecuencia, aquí la unidad de tempo no está en pulsos por minuto o bpm, sino que es “unos treinta segundos”. Esta unidad temporal es difícil de fraccionar o subdividir en unidades más pequeñas, al menos en una representación escrita, mientras que en la notación tradicional se puede ver cada pulso dividido en mitades, tercios, cuartos, octavos, etc.  

La falta de subdivisiones visualmente exactas del pulso le hace imposible al intérprete dividir el tempo con absoluta precisión, y eso era justo lo que buscaba Grisey en este caso, al igual que muchos de sus contemporáneos espectralistas. 

Debido a que Periodes es una pieza para siete instrumentistas, y debido a la notación del tempo utilizada, se necesita que el director musical ayude a los intérpretes a medir el tiempo de cada pasaje, para que ellos mismos no estén contando los segundos y puedan enfocarse en la música.  

Veamos un ejemplo más con Grisey, la obra Prologue (1976) para viola solista. Vemos que para la “célula musical” —la frase melódica y rítmica que se escribe dentro del cuadro— el compositor nos indica que debe interpretarse a 70 bpm, acelerando de manera gradual hasta los 90 bpm

 

Partitura de Prologue (1976), de Gérard Grisey. Imagen: International Music Score Library Project.  

 

La comilla sobre el pentagrama nos indica una respiración, pero con la expresión “ad lib.” también nos dice que la duración de esa respiración está al criterio del intérprete.  

Además, junto con la unidad metronómica “pulso = 70”, Grisey utiliza una notación proporcional justo después de la respiración. Mejor dicho, nos indica que hay tres notas cuya duración total debe ser de un segundo: la primera nota más corta que la siguiente, y la tercera nota solo al finalizar la unidad cronométrica de un segundo, y esto se sabe por el símbolo slash sobre la última nota, usado para indicar una duración casi inmediata.   

La música hindú, por ejemplo, también combina varios estilos para la notación del tempo, aunque sus desarrollos preceden lo visto en Grisey y otros compositores occidentales del siglo XX.  

En suma, a través de los años y con los avances tecnológicos y artísticos, hemos logrado ser más precisos en las indicaciones de tempo para interpretar obras musicales. Muchos compositores deciden no ser exactos siempre, pero sí dar indicaciones que les permitan a los intérpretes acercarse al tempo en su obra, como lo hace Brahms en su Cuarteto de cuerda n.° 1 en C menor al indicar allegreto molto moderato e comodo, o Bach con tan solo un andante

 

Orquesta Sinfónica de la Universidad EAFIT interpretando la obra Carmina Burana (1937) del compositor alemán Carl Orff con motivo del cumpleaños número sesenta y cinco de la Universidad en 2025. Foto: Robinson Henao.

 

Otros tiempos en la música 

Tiempo... del Latin Tempus “extensión o medida”, que significa la duración de las cosas que se encuentran sujetas al cambio. El tempo en la música es mucho más que una simple indicación de velocidad: anuncia puentes emocionales que a veces nos conectan y otras nos acogen en un abrazo sonoro. El tempo es el ritmo que nos une, el latido invisible que guía nuestra experiencia musical y nos invita a sincronizarnos con la obra y con quienes la interpretan. 

Al igual que pasa con el lenguaje, el tempo es un viajero, recorre geografías, adopta acentos y se adapta a distintas personalidades culturales. Cada región, cada tradición musical imprime en el tempo un sello propio, una manera particular de sentir y expresar el tiempo. Sin embargo, a pesar de estas diferencias, el tempo tiene una cualidad universal: nos permite pensar en el colectivo, en la comunidad que comparte la experiencia musical. 

Trabajar en una Orquesta Sinfónica como la de la Universidad EAFIT permite estar cerca de términos, como allegro, lento, molto o acelerando, propios de la música sinfónica y que representan diferentes indicaciones que guían la interpretación y la emoción de la obra. Sin embargo, más allá de estas formas clásicas de marcar el tempo, existen otras maneras de acoger y vivir el ritmo musical, que invitan a transitarlo de manera más libre y a fijar nuestros pensamientos en esa experiencia sonora para transformar, conectar y reflejar identidades culturales diversas. Así, descubriremos cómo el tempo es a la vez un lenguaje personal y un puente hacia el encuentro colectivo. 

 

El tempo en la música africana 

La música africana, especialmente la subsahariana, se caracteriza por su riqueza rítmica basada en la polirritmia, que es el diálogo superpuesto de varios patrones rítmicos diferentes, interpretados simultáneamente por distintos instrumentos y voces. En un canto ceremonial pueden haber hasta seis u ocho patrones rítmicos distintos, ejecutados a la vez por tambores, palmas y cantos. El maestro del tambor guía al conjunto, estableciendo un pulso constante que sirve de referencia para todos, mientras los demás músicos entrecruzan sus ritmos, creando una textura compleja y dinámica. La repetición y la variación generan secuencias de llamada y respuesta que pueden prolongarse durante horas, manteniendo el trance y la participación colectiva.  

 

El tempo en el joropo 

Colombia y Venezuela comparten la llanura y la práctica del "contrapunteo", que es un duelo musical entre dos o más copleros que improvisan versos al ritmo del joropo, un género musical ejecutado principalmente con arpa, cuatro y maracas. El ritmo del joropo es ágil y sincopado, pues alterna compases de 3/4 y 6/8 que le dan un carácter saltarín y vivaz, mientras que el contrapunteo exige que los copleros mantengan el pulso y no pierdan el compás mientras improvisan los versos que le dedican a su contrincante en tiempo real.  

 

El tempo en el jazz 

En el jazz, el ritmo se expresa a través del swing y la síncopa. Oscar Peterson, uno de los pianistas más influyentes del jazz, es conocido por mantener un pulso constante mientras introduce complejas variaciones rítmicas y acentuaciones inesperadas. El swing consiste en dividir el tiempo de manera desigual, generando una sensación de movimiento y fluidez que invita al oyente a moverse con la música. Peterson, por ejemplo, podía mantener un tempo estable durante largas improvisaciones, jugando con la anticipación y el retardo de las notas para crear tensión y liberar energía, lo que produce un efecto hipnótico con la complejidad armónica y melódica propia del jazz. 

 

 

Referencias
  1. Chorus Newman. (2021) Partituras de canto gregoriano. Disponible en: https://matematicas.unex.es/~sancho/gregoriano/gregoriano.pdf
  2. International Music Score Library Project (IMSLP): https://imslp.org/
  3. Grisey, G., & Fineberg, J. (2000). Did you say spectral? Contemporary Music Review, 19(3), 1–3. https://doi.org/10.1080/07494460000640311
  4. Grisey, G. (1987). Tempus ex Machina. Traducción: Nora García. Disponible en: https://es.scribd.com/doc/210688833/Gerard-Grisey-Tempus-Ex-Machina  
 

 

Autores

Juan José Galindo Ramírez

Estudiante del Pregrado en Música de EAFIT

Susana Palacios David

Maestra en Música, Jefe de la Orquesta Sinfónica EAFIT

Robinson Henao

Fotografías

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Autor
Juan José Galindo Ramírez; Susana Palacios David
Edición
Agustín Patiño Orozco

Futuro de las finanzas regionales en Colombia 

En Colombia, los departamentos se financian mediante recursos propios y mediante transferencias del Gobierno nacional. A pesar del anhelo de descentralización fiscal, la mayor parte de los recursos con los que cuentan los gobiernos regionales provienen de transferencias del Gobierno central. El recaudo de impuestos y los ingresos de otras fuentes es minoritario. 

Para estudiar este fenómeno, se pueden medir los ingresos corrientes tributarios y no tributarios de las gobernaciones a partir de los datos oficiales del Departamento Nacional de Planeación (DNP) sobre las operaciones efectivas de caja, y luego compararlos con las transferencias recibidas desde el Gobierno nacional. 

Pese a que la brecha entre recursos propios y recursos provenientes de transferencias se ha venido acortando, los departamentos han recibido del Gobierno nacional en promedio 1,43 veces más de lo que están en capacidad de recaudar por sí mismos. En otras palabras, entre los años 2000 y 2023, los ingresos propios de los departamentos representaron en promedio el 41,29% del total de sus ingresos. Pero los datos ocultan una realidad mucho más compleja: la desigualdad en la proveniencia de los ingresos de los departamentos.  

Los departamentos de Colombia se clasifican en categorías fiscales: Cundinamarca, Antioquia y Valle del Cauca son de categoría “especial”, pues concentran una mayor población y obtienen más ingresos corrientes de libre destinación. Otros departamentos se clasifican en las categorías 1, 2, 3 y 4: la categoría 4 es la de menor población y menor nivel de ingreso.  

En los tres departamentos de categoría especial, los ingresos corrientes propios han superado a las transferencias recibidas desde otras entidades públicas. Estos departamentos se benefician de grandes aglomeraciones urbanas e intensa actividad económica, lo que les permite obtener un gran recaudo tributario e incluso desarrollar otras fuentes de ingreso.  

Todos los demás departamentos tienen una realidad distinta. En ellos, las transferencias superan a los ingresos propios. Para poner solo un ejemplo, mientras que Cundinamarca genera el 61% de sus recursos mediante ingresos propios, Amazonas no alcanza a generar el 10%.  

 

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Paisaje rural del departamento de Cundinamarca, Colombia
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Paisaje rural del departamento de Cundinamarca, en Colombia
Un país de regiones 

Las diferencias entre los departamentos de Colombia implican que un cambio en la política fiscal territorial del país puede tener impactos muy distintos en cada región.  

Por lo general, las medidas orientadas a aumentar la autonomía regional fortalecen a departamentos con mayor capacidad de generar recursos propios, como Antioquia, Cundinamarca y Valle del Cauca. Sin embargo, otras entidades territoriales no se beneficiarían en la misma medida, puesto que pueden enfrentar dificultades para incrementar su recaudo tributario. 

En contraste, mantener o fortalecer las transferencias desde la nación hacia los departamentos permite a los departamentos con menor autonomía acceder a recursos cuantiosos que de otra manera no lograrían conseguir.  

Esta opción puede verse como beneficiosa, ya que previene una mayor desigualdad en los ingresos de los departamentos. Sin embargo, los incentivos que este sistema genera no contrubuyen a fortalecer la eficiencia de las administraciones territoriales y pueden limitar la competitividad de los departamentos con mayor dinamismo económico.  

Además, la mayoría de las transferencias del Gobierno nacional tienen destinaciones específicas que limitan la capacidad de las gobernaciones para decidir los rubros en los que es más pertinente invertir estos recursos.

Figura 1. Relación entre Ingresos Corrientes Departamentales e Ingresos por Transferencias, 2000-2023. Las categorías fiscales de los departamentos se definan cada año a partir de datos sobre su población e ingresos corrientes de libre destinación. Elaboración propia a partir de datos del DNP.

 

Por lo anterior, además del debate sobre las fuentes de financiación —dar mayor autonomía para recaudar o fortalecer las transferencias—, también se discute la posibilidad de fortalecer la capacidad decisoria de los departamentos para asignar los recursos a distintas áreas, de acuerdo con las prioridades territoriales. 

Si bien es crucial mantener un adecuado financiamiento de los departamentos para fortalecer la igualdad entre las regiones del país, también lo es permitir que el recaudo propio se fortalezca, para incrementar la autonomía de los departamentos y tener un gasto público más orientado a las necesidades específicas de la diversa geografía nacional.  

En este sentido, nuestra estimación[1] es que un crecimiento del 1% en la producción económica de los departamentos generaría un 0,8% de aumento en el recaudo propio, principalmente a través de los ingresos no tributarios. Es decir, el crecimiento y el desarrollo económico de los departamentos es una buena forma de lograr que estos obtengan mayor autonomía.

 

Autonomía con buen juicio fiscal 

La Ley 617 de 2000 representa una herramienta fundamental para que los departamentos gestionen de forma más responsable sus recursos. Al exponer una categorización basada en dos factores concretos —la población y los ingresos corrientes de libre destinación—, la norma no solo busca ordenar las finanzas territoriales, sino también promover el equilibrio entre los recursos públicos que se recaudan y lo que se gasta en un año fiscal[2]. 

El Estado colombiano, mediante las normas de hacienda pública, orienta a los departamentos a conocer bien su capacidad fiscal y a ajustar su estructura administrativa en función de ella. La posibilidad de cambiar de categoría, según el desempeño financiero, introduce un incentivo claro: aquellos que gestionen sus recursos de manera eficiente tendrán más flexibilidad, mientras que quienes no lo logren, verán limitado su presupuesto destinado a la inversión.  

Es crucial destacar que los recursos que los departamentos pueden administrar con mayor libertad provienen, en su mayoría, de los ingresos propios que generan a través del recaudo de impuestos, por ejemplo, gravando productos como la cerveza, los licores, los cigarrillos y el tabaco, los cuales aportan una parte importante de los ingresos corrientes.  

Los gobiernos departamentales también generan ingresos por concepto de registro y anotación, y mediante el recaudo de impuestos a vehículos automotores. Además, la sobretasa a la gasolina cumple un rol clave, junto con otros ingresos que ayudan a completar el recaudo departamental.

Figura 2. En este mapa, los departamentos de Colombia se muestran más grandes o pequeños según su nivel de Ingresos Propios (Tributarios y No Tributarios) como Porcentaje del Total de los Ingresos Departamentales. Elaboración propia a partir de datos del DNP [4]. 

 

El Artículo 4 de la Ley 617 de 2000 fija topes a los gastos de funcionamiento de los departamentos según su nivel de ingresos. Un departamento de categoría especial puede gastar en funcionamiento hasta el 50 % de sus ingresos de libre destinación, mientras que uno de categoría 3 o 4 tiene que mantenerse dentro del 70 %[2]. 

La normativa también es clara en cuanto a qué ingresos pueden considerarse de libre uso, excluyendo aquellos que ya tienen un destino específico, como las regalías o las transferencias. Estos recursos solo pueden ser usados para un fin determinado y no pueden ser redistribuidos por el Gobierno nacional. Aun así, es necesario darles un manejo adecuado para asegurarse de que realmente respondan a las necesidades actuales. 

Por su parte, las rentas nacionales tienen un destino específico y pueden utilizarse de manera flexible según las prioridades del presupuesto general[3]. Solo existen tres excepciones: las participaciones que la Constitución asigna a departamentos, distritos y municipios; los recursos para inversión social —salud, educación y programas para combatir la pobreza—; y aquellos que deben destinarse a entidades de previsión social o a las intendencias y comisarías.  

En suma, mejorar la forma en que se planea el presupuesto nacional y los presupuestos territoriales es determinante para que los recursos sin un uso fijo se aprovechen al máximo, especialmente en áreas como salud, educación y reducción de la pobreza, sin perder la capacidad de adaptarse a las necesidades actuales.

 

 

Notas
  1. Arias Mejía, J. M., Caicedo Esper, G. F., Acosta Ochoa, S., Salazar Aguirre, J., y Echeverri Valencia, M. F. (2024). Realidades de la descentralización fiscal de los departamentos. En Descentralización y autonomía territorial: El camino hacia adelante. Valor Público, Universidad EAFIT. Disponible en https://universidadeafit.widen.net/s/qpmwlrqldz/descentralizacion-autonomia-territorial
  2. Congreso de Colombia. (2000). Ley 617 de 2000. Esta Ley ajusta aspectos clave de la Ley 136 de 1994 y de la Ley Orgánica del Presupuesto, con la intensión de fortalecer la descentralización y mejorar el manejo fiscal en municipios y departamentos.
  3. Constitución Política de Colombia. (1991). Artículo 359. Establece el principio general de no asignación específica de las rentas nacionales, salvo las excepciones.
  4. Departamento Nacional de Planeación (DNP) TerriData. Disponible en TerriData :: DNP

 

 

Autores

José Miguel Arias-Mejía

Estudiante de la Maestría en Economía de la Universidad EAFIT

Gonzalo Felipe Caicedo-Esper

Profesor de cátedra de la Escuela de Finanzas, Economía y Gobierno EAFIT

Luis Miguel Ocampo-Marín

Experto en CAD y lider de proyectos en urbam EAFIT

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Autor
José Miguel Arias-Mejía; Gonzalo Felipe Caicedo-Esper
Edición
Agustín Patiño Orozco

El camino de la sostenibilidad en diez pasos

Sostenibilidad es lo que nos permite satisfacer necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades. Frente a la amenaza del cambio climático debemos asegurar que el desarrollo actual no impacte de forma negativa a las generaciones futuras.

En este escenario, las empresas, sin importar su tamaño, son protagonistas. Una estrategia sostenible les permite a las empresas ser más competitivas y crecer en los tres pilares del desarrollo: el económico, el social y el ambiental.  

La Guía de implementación para el diseño y comunicación de la estrategia sostenible para pequeñas y medianas empresas en Colombia es una metodología que se desarrolla siguiendo diez pasos, cada uno con una serie de herramientas que les permite a las empresas materializar su estrategia sostenible. 

Accede a todas las herramientas anexas de esta metodología aquí.

 

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Un grupo de representantes de las universidades de la Alianza 4U recorren la quebrada La Volcana en su paso por el campus de la Universidad EAFIT
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Un grupo de representantes de la Alianza 4U recorren la quebrada La Volcana en su paso por EAFIT
1. Mira hacia adentro

Evalúa y prioriza las áreas de mejora en tu estrategia de sostenibilidad mediante una herramienta de autodiagnóstico para la pequeña y mediana empresa. 

 

2. Construye propósito

Identifica tu propósito superior o “razón de ser”. Más que responder “qué” o “cómo”, el propósito responde “para qué” te comprometes con resolver un problema social, creando un valor financiero significativo. Te recomendamos leer el “Manual del propósito: poner en práctica el propósito con valor compartido” de la Iniciativa de Valor Compartido (Shared Value Initiative).

 

3. Mira tu entorno

Reconoce los factores políticos, económicos, sociales, tecnológicos, ecológicos y legales que podrían incidir en tu contexto para identificar los potenciales riesgos y oportunidades para tu negocio. Aquí te proponemos una herramienta basada en el Análisis PESTEL. 

 

4. Define la materialidad de tu negocio

La “materialidad” se refiere a los temas ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) que debes priorizar en tu estrategia empresarial, en línea con los objetivos del negocio, para responder a las oportunidades y riesgos del entorno. Aquí te proponemos una herramienta para identificar y priorizar estos temas.

 

5. Define objetivos de sostenibilidad

Establece objetivos claros, inteligentes y relevantes para tu estrategia de sostenibilidad empresarial. Te proponemos definir objetivos SMART —llamados así por su acrónimo en inglés—, puesto que son específicos, medibles, alcanzables, relevantes, y limitados por el tiempo.


6. Conecta con tus grupos de interés

Un grupo de interés es una parte interesada: un grupo interno o externo, empresa, organización, miembro o sistema
que puede afectar o verse afectado por las acciones de tu empresa. Aquí te proponemos una herramienta para identificar y priorizar acciones con grupos de interés según tus objetivos de sostenibilidad.
 

7. Emprende iniciativas clave

Define iniciativas clave, con indicadores y metas, que contribuirán al cumplimiento de tus objetivos de sostenibilidad, alineando las operaciones con los temas materiales identificados.
 

8. Alinea la estrategia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)

Aquí te proponemos una herramienta que ha sido usada por miles de organizaciones en el mundo con muy buenos
resultados: SDG Compass, la guía por excelencia para la acción empresarial en sostenibilidad, conocida en español como la “Brújula de los ODS”.


9. Comunica tu estrategia sostenible

Diseña un plan para comunicar la gestión de la sostenibilidad en tu empresa. Debe ser un proceso flexible, acorde a las necesidades de la organización, y estar alineado con sus estrategias de comunicación interna y externa.
 

10. Reporta los hallazgos

Un reporte de sostenibilidad te permite rendir cuentas a tus grupos de interés sobre el desarrollo sostenible de tu empresa. Reporta las contribuciones positivas y negativas, así como los retos para el corto y largo plazo.

 

 

Autoras

Mariana Henao Alarcón

Magíster en sostenibilidad

Natalia Mesa Jaramillo

Magíster en sostenibilidad

Robinson Henao

Fotografía

 
 
Bibliografía recomendada
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Autor
Mariana Henao Alarcón; Natalia Mesa Jaramillo
Edición
Agustín Patiño Orozco

La sostenibilidad como catalizador de la confianza pública 

La sostenibilidad es protagonista en discusiones públicas y análisis estratégicos de todo tipo de organizaciones. Para entender cómo inciden en la sostenibilidad del planeta, algunas empresas han incorporado análisis de impacto en temas ASG —asuntos ambientales, sociales y de gobernanza—mediante la aplicación de estándares como la Iniciativa de Reporte Global.

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paisaje de Medellín donde se ve el campus de la Universidad EAFIT y el edificio del Bloque 20 de Ciencias
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paisaje de una empresa en armonía con la naturaleza

Los análisis de sostenibilidad como la Iniciativa de Reporte Global —GRI, por sus siglas en inglés—, valoran tanto las externalidades negativas asociadas a la gestión empresarial, así como las contribuciones positivas de la organización que incrementan su credibilidad y confianza en la sociedad.

A partir de la Directiva 2022/2464 de la Unión Europea, se establece un estándar complementario con el concepto de “doble materialidad”, según el cual no sólo es importante reportar la incidencia que las acciones de una empresa tienen sobre temas ASG —materialidad de impacto—, sino también la forma en cómo esos temas afectan el desempeño financiero de la organización, los riesgos que enfrenta y las oportunidades que genera con su gestión, a través de la materialidad financiera.

Los reportes de doble materialidad, que conectan la sostenibilidad con la gestión del riesgo empresarial, son cada vez más relevantes conforme se consolidan los estándares y metodologías respectivas. Lo que queda claro es que hay una progresiva conciencia en el mundo empresarial de la conexión entre la sostenibilidad socioambiental y la sostenibilidad corporativa. En este sentido, será cada vez más importante para las organizaciones desplegar y comunicar sus estrategias de sostenibilidad.

La importancia del valor público generado por una organización no depende sólo de lo que se ha llamado “responsabilidad social empresarial” (RSE), sino también de la importancia que tiene, para una empresa, la percepción que las “partes interesadas” tienen sobre sus acciones y los valores que representan.  

Por ejemplo, casi todos preferimos trabajar en una organización que promueve el bienestar de sus colaboradores, o consumir bienes y servicios provistos por una empresa que contribuye al progreso social. Incluso, en algunos casos, una empresa amigable con el medio ambiente quizás tenga acceso a mejores condiciones de crédito. 

Es en relación con las “partes interesadas” —las personas o entidades que están en la órbita de influencia de la organización— que se definen aspectos críticos de la sostenibilidad y de los riesgos que delimitan el futuro de la empresa. 

La sostenibilidad define el futuro de las organizaciones, en tanto genera compromisos ineludibles con la sostenibilidad de la sociedad y del planeta.

 
Crear valor social desde la empresa 

El papel que desempeñan las organizaciones sociales, no gubernamentales y de la sociedad civil, se ha hecho cada vez más importante en las dos últimas décadas, conforme ganan relevancia los criterios ASG para el buen funcionamiento y la legitimidad de los sistemas económicos. 

Lo anterior sucede por al menos tres razones. Primero, porque hay una zona media indefinida entre la gestión social que corresponde al Estado y la que puede asumirse como propia de las empresas. Segundo, porque hay límites a los aportes que el sector privado puede hacer al bienestar colectivo, al desarrollo productivo y al buen funcionamiento de la sociedad y del planeta. Tercero, porque se han desarrollado herramientas que permiten plantear problemas, diseñar esquemas de intervención —como la teoría del cambio—, y evaluar el impacto y la efectividad de las acciones que emprenden este tipo de organizaciones. Todo esto configura un espacio apropiado para las empresas con propósitos sociales, ya que se les reconoce su rol y se les dota de esquemas conceptuales apropiados para medir el impacto de sus acciones. 

Además, alineando la estrategia organizacional con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y los planes de desarrollo local, las empresas contribuyen colaborativamente al logro de metas públicas. Por ello, las alianzas estratégicas y las prácticas de sostenibilidad y de responsabilidad social empresarial (RSE) desempeñan un papel muy importante en la creación de valor público.  

Las organizaciones orientadas a la creación de valor público generan, no solo valor económico —representado en el desarrollo empresarial y el apoyo a proyectos de infraestructura que mejoran capacidades logísticas y facilitan el comercio y la conectividad—, sino que también generan valor social para diferentes grupos de interés, representado en la promoción y preservación de la cultura, la naturaleza, la inclusión social y la equidad, generando un efecto cascada en iniciativas educativas, programas de salud y bienestar, y desarrollo comunitario para poblaciones en situación de desventaja. 

 

El valor de la comunicación 

Las organizaciones deben comunicar de manera clara, coherente y honesta su estrategia de sostenibilidad. No basta con tener buenas prácticas si estas no se conocen, no se comprenden, o no inspiran. Mediante una comunicación efectiva, las organizaciones pueden promover narrativas de responsabilidad compartida, impulsando cambios en el comportamiento ciudadano, el consumo consciente y la participación social.  

La comunicación genera confianza, compromiso, fidelización y movilizar aliados estratégicos cuando logra demostrar que el compromiso con la sostenibilidad es parte del corazón del negocio.  

El compromiso también es con el uso eficiente de los recursos que se destinan a la sostenibilidad, la evaluación rigurosa y la mejora de la calidad de las decisiones que cimientan la reputación organizacional y hacen transparente el impacto social y ambiental que produce la empresa.  

Además, es clave que exista consciencia profunda de esa estrategia dentro y fuera de la organización: que los líderes la comprendan, que los equipos la vivan, y que los grupos de interés vean su impacto. Solo así la sostenibilidad deja de ser un discurso y se convierte en una fuerza transformadora, capaz de generar valor privado y público.

 

Al comunicar de manera transparente sus compromisos y resultados en sostenibilidad ambiental, social y de gobernanza, las empresas refuerzan su legitimidad, fortalecen la confianza ciudadana en las instituciones públicas y privadas y mejoran en conjunto el entorno de gobernanza. 

La comunicación de los resultados en sostenibilidad organizacional no puede basarse únicamente en narrativas inspiradoras. Requiere datos verificables y análisis que permitan evaluar el impacto de las intervenciones. Para comunicar la gestión con transparencia hay que fundamentarse en la evidencia económica.  

Por eso los informes de sostenibilidad deben ir más allá del cumplimiento normativo y convertirse en ejercicios sistemáticos de rendición de cuentas, que muestren cómo las acciones de la empresa generan valor privado y público de forma medible. El fortalecimiento de la confianza pública y la sostenibilidad organizacional exige una gestión informada y basada en evidencia. Tanto las empresas como las organizaciones sociales están llamadas a medir y a comunicar con rigurosidad el impacto de sus decisiones, demostrando así su contribución al bienestar colectivo. 

Herramientas como Bien+, metodología desarrollada en la Universidad EAFIT, permiten a las organizaciones evaluar el valor público que generan, conectando sus estrategias con resultados sociales tangibles, y dando sentido a su propósito y legitimidad en la sociedad contemporánea. 

La comunicación de los resultados de gestión, en la medida en que obliga a evaluaciones cuidadosas de impacto que reflejen el valor real que produce la empresa, da fe de la responsabilidad asumida por la organización y de su compromiso con la sociedad a la que dirige sus esfuerzos.  

 

El valor de la confianza pública 

En síntesis, toda organización tiene una responsabilidad esencial en lo relativo a los factores ambientales, sociales y de gobernanza. En primer lugar, las empresas, porque con su diligencia en estos temas contribuyen a garantizar su sostenibilidad a largo plazo, atenuando riesgos que puedan incidir negativamente en su desempeño, y asegurando su “licencia social para operar”, que se deriva del cumplimiento de las expectativas que la sociedad, en su conjunto, y sus grupos de interés, tienen sobre la gestión empresarial.  

En segundo lugar, las organizaciones sin ánimo de lucro, porque contribuyen al fortalecimiento institucional y el aumento del bienestar social, haciendo viable el desarrollo económico en cuanto propician el respeto a las reglas de juego y generan consensos para impulsar la gestión empresarial.  

El desarrollo de herramientas de valoración de externalidades, —los efectos que una acción produce sobre otros agentes o la naturaleza y que no se materializan en transacciones de mercado—, y de evaluación de impacto —el análisis de los efectos que se producen cuando se destinan recursos a propósitos considerados meritorios por una organización—, abren la posibilidad de evaluar la rentabilidad social de la inversión realizada a través del cálculo del SROI —Retorno Social de la Inversión, por sus siglas en inglés—. 

Gracias a todo esto se fortalece la confianza pública en la organización, se despliegan herramientas para optimizar el uso de los recursos, y se genera transparencia, propendiendo por mejores condiciones para la vida en sociedad y el ejercicio de la iniciativa empresarial para la creación de riqueza. 

 

 

Autores

Mery Patricia Tamayo-Plata

Investigadora de la Escuela de Finanzas, Economía y Gobierno EAFIT

Jesús Alonso Botero-García

Investigador de la Escuela de Finanzas, Economía y Gobierno EAFIT

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Autor
Mery Patricia Tamayo-Plata; Jesús Alonso Botero-García
Edición
Agustín Patiño Orozco
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