Vivir en dos tiempos: el trabajo de reconstrucción de memoria colectiva en Colombia

Agosto 20, 2025

Marda, psicóloga; Gloria, abogada; Juan Gonzalo (JuanGo), periodista; Jorge, comunicador. Todos investigadores de la Universidad EAFIT relacionados con el conflicto armado colombiano.

Imagen Noticia EAFIT
Planto detalle de una planta dentro de unas manos

Quizá fue por una emoción: la vergüenza de tener poco conocimiento sobre la historia de su país. Quizá fue por un familiar: una hermana mayor historiadora. Quizá porque atravesó la vida misma: su familia fue víctima directa. Quizá porque no había otra opción: un periodista recién egresado en la Medellín de los ochenta. Cada uno, desde su orilla, ha dedicado parte de su vida a estudiar y reconstruir lo que más nos une como país: la memoria de un conflicto que a veces cae en el olvido.  

Aunque varíen las razones, hay una compartida: la certeza de que sin el entendimiento profundo del pasado no podríamos construir, juntos, una visión extendida y asertiva del presente y del futuro.

El tiempo es un agente activo en la reconstrucción de la memoria en Colombia, por dos razones. La primera es una relación obvia: hay pasado en tanto transcurre el tiempo y podemos mirar hacia atrás solo cuando hay un camino al cual asomarse. La segunda es que, en la medida en que corre el tiempo, aparecen elementos clave: las voces, los testimonios, las evidencias de la violación de derechos humanos que permiten hoy buscar justicia y velar por la reparación económica, simbólica y de salud mental de las víctimas. 

Pareciera sencillo: si pasa el tiempo, habrá pasado; si hay pasado, habrá quien lo cuente. La experiencia de estos cuatro investigadores, sin embargo, plantea la aparición de una tercera pieza fundamental para la recuperación de ese pasado: el sosiego.

Es por el sosiego que se construye memoria, pues solo con él es posible que se aviven los recuerdos, los relatos de quienes vivieron el conflicto y sin los cuales no podríamos dimensionarlo.  

¿Qué nos corresponde a quienes no la vivimos? Generosidad y hospitalidad en la escucha y también empatía para entender un sentido amplio del nosotros que trascienda el olvido y la negación: esto que le sucedió a otros ―muchos― impacta en una historia nacional de la que hago parte, aunque esta guerra no haya tocado directamente a mi puerta.

 

Las noticias, imágenes y sucesos alrededor de la guerra en Colombia han sido tan frecuentes que nos acostumbramos a ellas. ¿Cómo salir de ella? ¿Cómo des-normalizar la barbarie?

 

Andar con la piel finita

Marda lo describe como un estado de conmoción permanente que la hace tener un compromiso ético con la historia del país. “Creo que uno nunca se puede dejar de conmover”, enfatiza. Cuando pierde la esperanza, vuelve a un fragmento de Las ciudades invisibles, de Ítalo Calvino: “(...) buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”. 

“Me volví más llorón”, dice Jorge. Su trabajo de tesis doctoral se centró en el análisis de más de mil imágenes de prensa que retrataban el conflicto armado. Pero ahora no solo se permite más lágrimas: también agudizó su sentido de responsabilidad frente al país que quiere dejarle a sus dos hijas. Su trabajo, condensado en el libro La barbarie que no vimos: fotografía y memoria en Colombia, representó una forma de solidaridad con las víctimas del conflicto y el cierre que soñaba para su trayectoria académica.  

JuanGo dice que está en simultáneo en dos líneas de tiempo. Aunque camina por la Medellín del 2025, reconoce en cada esquina la de los ochenta, la de la violencia más cruda, la que lo estrenó como reportero. Lo resume en un simple juego de palabras: “el pasado está siempre muy presente”. Lo ejemplifica con un carro bomba que explotó en San Juan con la 73. Siempre que pasa entre ambas calles, le es imposible no revivir el momento.  

Gloria experimentó un efecto secundario bastante peculiar que ella categoriza como muy positivo: “dejé de tomarme tan en serio”. Un golpe al ego, podríamos decir. No se trata de minimizar los dolores propios, pero sí, quizá, de ponerlos en perspectiva frente a otros muchos más cruentos y profundos que deberían sacarnos a todos de la anestesia frente al pasado que compartimos y a los problemas que no vivimos.  
 

El pasado que aún no pasa

Hay una particularidad con el conflicto colombiano, y es que, si bien no se ha recrudecido, tampoco ha terminado. Nuestro pasado sigue pasando. El deber de la memoria nos permite, entonces, identificar de forma temprana las señales ante sus posibles degradaciones.  

No hay que esperar a que pase para aprender de él.

Nos corresponde apelar a la condición humana para construir un futuro en colectivo, reconocer lo que hemos avanzado y trazar nuevas rutas con esperanza y empatía para ver ese pasado que aún no pasa. Ese pasado que está pasa(n)do. 

 

¿Cómo volver a conmoverse? 

Las noticias, imágenes y sucesos alrededor de la guerra en Colombia han sido tan frecuentes que nos acostumbramos a ellas. ¿Cómo salir de ella? ¿Cómo des-normalizar la barbarie? Los investigadores nos cuentan.  
 

El método iconográfico

Para Jorge Bonilla, quien centra su investigación en el análisis de la imagen, una buena forma de re-sensibilizarse con las imágenes del conflicto en Colombia es aplicar el método iconográfico de Erwin Panofsky, historiador, ensayista alemán y crítico de la imagen.  

Para Panofsky, hay tres niveles de análisis de una imagen:

1. El nivel primario o natural: aquí, las figuras, elementos u objetos de una imagen no se relacionan con un tema determinado ni se analizan bajo un contexto específico. Es nombrar de forma literal los objetos de una imagen: árbol, tierra, persona.  

2. Nivel iconográfico o secundario: aquí, se trata de enlazar los objetos identificados en el primer nivel a un contexto o tema específico. El árbol, la tierra o la persona ahora están inscritos a un contexto: una época, un conflicto social, un territorio.  

3. Nivel iconológico o de significación intrínseca: aquí, se hace la interpretación más profunda de la imagen, su concepto y alcance en un contexto determinado. Se trata de asignarle un significado teniendo en cuenta el entramado cultural en el cual la imagen fue capturada o creada.

 

La importancia de un testimonio vivo

Para Marda Zuluaga, todo cambia cuando tienes de frente un testimonio vivo. Nunca será igual conocer sobre el conflicto directamente de una de sus víctimas. Para ella, esto es clave para activar la sensibilidad y el sentido de empatía por las historias de los otros.  

Recuerda especialmente una vez en la que varios de sus estudiantes de cátedra para la memoria y la paz se ofrecieron a ayudarle transcribiendo testimonios de varias víctimas del conflicto en Granada, Antioquia. La cercanía con el puño y la letra, con el relato en primera persona, fue clave para lograr que sus estudiantes se conmovieran y dimensionaran el impacto del conflicto.  

“Incluso me contaban que cuando sentían que lo estaban haciendo en automático, sin consciencia, paraban”, narra. “Ellos mismos querían estar conscientes y conectados, sentían que de lo contrario era irrespetuoso con los relatos de las víctimas”.

 

Abrirnos ante el dolor de los otros

Para Gloria María Gallego es fundamental incomodarnos y permitirnos ir a las zonas más afectadas por el conflicto. Su trabajo desde la academia ha estado atravesado por una aguda conexión con la vida fuera de ella, pues reconoce que muchas veces hay un abismo entre lo académico y la vida real.  

Esa, de hecho, fue su motivación para estudiar Derecho. Se preguntaba cómo superar el espacio entre lo teórico y lo práctico. “Hay que abrirnos a recibir el dolor de otros”, explica. “Hagamos ese duelo, que es un duelo colectivo. Es el dolor que da la lucidez y reconocer lo que pasó, lo que permitimos que pasara en nuestro país”.

 

Explorar las otras narrativas

Desde su formación en periodismo, Juan Gonzalo Betancur nos invita a volver a los principios básicos del oficio: escuchar sin prejuicios y sin intención evangelizadora. Especialmente, atrevernos a escuchar historias de orillas distintas a las nuestras y de actores a los que solemos demonizar, como los perpetradores y victimarios.  

Recuerda las premisas base del periodismo: qué, cómo, cuándo, dónde, por qué. En el fondo, es tener la disposición de escuchar todas las orillas de una misma historia y permitir que afloren las emociones, incluso los deseos de venganza y la rabia.

 

 

Trabajos de investigación relacionados

Cronistas de tiempos salvajes

Esta compilación reúne los testimonios e historias de los periodistas encargados de cubrir el periodo más violento del narcotráfico en Medellín (1988-1993). Es una obra con relatos vivos y de primera mano sobre cómo se vivió esta época desde las salas de redacción. 

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La barbarie que no vimos: fotografía y memoria en Colombia

Este trabajo analiza las imágenes de prensa que cubrieron el conflicto armado en el país y se plantea preguntas sobre las narraciones y las representaciones gráficas de este periodo en Colombia.

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Palabras para los ausentes. Una inmersión en las bitácoras del Salón del Nunca Más

En este producto editorial se analizan las bitácoras de las víctimas de Granada, Antioquia, luego de la masacre y la destrucción de su casco urbano a manos de paramilitares y guerrilleros. Reúne el dolor y la tristeza, pero también la resistencia y la fuerza de la vida.

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Fue como un naufragio: análisis y testimonios del secuestro en Colombia

Este libro analiza y reúne relatos que retratan la realidad que se vivía en la guerra en el país y evidencia cómo uno de los aspectos más crueles era el secuestro. La obra se centra en los testimonios de las víctimas.

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Autoras

Valeria Querubín

Comunicadora social

Maria Luisa Eslava

DIseñadora gráfica

Categoría de noticias EAFIT
Bloque para noticias recomendadas
Autor
Valeria Querubín
Edición
Christian Alexander Martinez-Guerrero

El camino de la sostenibilidad en diez pasos

Sostenibilidad es lo que nos permite satisfacer necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades. Frente a la amenaza del cambio climático debemos asegurar que el desarrollo actual no impacte de forma negativa a las generaciones futuras.

En este escenario, las empresas, sin importar su tamaño, son protagonistas. Una estrategia sostenible les permite a las empresas ser más competitivas y crecer en los tres pilares del desarrollo: el económico, el social y el ambiental.  

La Guía de implementación para el diseño y comunicación de la estrategia sostenible para pequeñas y medianas empresas en Colombia es una metodología que se desarrolla siguiendo diez pasos, cada uno con una serie de herramientas que les permite a las empresas materializar su estrategia sostenible. 

Accede a todas las herramientas anexas de esta metodología aquí.

 

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Un grupo de representantes de las universidades de la Alianza 4U recorren la quebrada La Volcana en su paso por el campus de la Universidad EAFIT
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Un grupo de representantes de la Alianza 4U recorren la quebrada La Volcana en su paso por EAFIT
1. Mira hacia adentro

Evalúa y prioriza las áreas de mejora en tu estrategia de sostenibilidad mediante una herramienta de autodiagnóstico para la pequeña y mediana empresa. 

 

2. Construye propósito

Identifica tu propósito superior o “razón de ser”. Más que responder “qué” o “cómo”, el propósito responde “para qué” te comprometes con resolver un problema social, creando un valor financiero significativo. Te recomendamos leer el “Manual del propósito: poner en práctica el propósito con valor compartido” de la Iniciativa de Valor Compartido (Shared Value Initiative).

 

3. Mira tu entorno

Reconoce los factores políticos, económicos, sociales, tecnológicos, ecológicos y legales que podrían incidir en tu contexto para identificar los potenciales riesgos y oportunidades para tu negocio. Aquí te proponemos una herramienta basada en el Análisis PESTEL. 

 

4. Define la materialidad de tu negocio

La “materialidad” se refiere a los temas ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) que debes priorizar en tu estrategia empresarial, en línea con los objetivos del negocio, para responder a las oportunidades y riesgos del entorno. Aquí te proponemos una herramienta para identificar y priorizar estos temas.

 

5. Define objetivos de sostenibilidad

Establece objetivos claros, inteligentes y relevantes para tu estrategia de sostenibilidad empresarial. Te proponemos definir objetivos SMART —llamados así por su acrónimo en inglés—, puesto que son específicos, medibles, alcanzables, relevantes, y limitados por el tiempo.


6. Conecta con tus grupos de interés

Un grupo de interés es una parte interesada: un grupo interno o externo, empresa, organización, miembro o sistema
que puede afectar o verse afectado por las acciones de tu empresa. Aquí te proponemos una herramienta para identificar y priorizar acciones con grupos de interés según tus objetivos de sostenibilidad.
 

7. Emprende iniciativas clave

Define iniciativas clave, con indicadores y metas, que contribuirán al cumplimiento de tus objetivos de sostenibilidad, alineando las operaciones con los temas materiales identificados.
 

8. Alinea la estrategia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)

Aquí te proponemos una herramienta que ha sido usada por miles de organizaciones en el mundo con muy buenos
resultados: SDG Compass, la guía por excelencia para la acción empresarial en sostenibilidad, conocida en español como la “Brújula de los ODS”.


9. Comunica tu estrategia sostenible

Diseña un plan para comunicar la gestión de la sostenibilidad en tu empresa. Debe ser un proceso flexible, acorde a las necesidades de la organización, y estar alineado con sus estrategias de comunicación interna y externa.
 

10. Reporta los hallazgos

Un reporte de sostenibilidad te permite rendir cuentas a tus grupos de interés sobre el desarrollo sostenible de tu empresa. Reporta las contribuciones positivas y negativas, así como los retos para el corto y largo plazo.

 

 

Autoras

Mariana Henao Alarcón

Magíster en sostenibilidad

Natalia Mesa Jaramillo

Magíster en sostenibilidad

Robinson Henao

Fotografía

 
 
Bibliografía recomendada
Sección de noticias EAFIT
Bloque para noticias recomendadas
Escuela o área Noticia
Autor
Mariana Henao Alarcón; Natalia Mesa Jaramillo
Edición
Agustín Patiño Orozco

La sostenibilidad como catalizador de la confianza pública 

La sostenibilidad es protagonista en discusiones públicas y análisis estratégicos de todo tipo de organizaciones. Para entender cómo inciden en la sostenibilidad del planeta, algunas empresas han incorporado análisis de impacto en temas ASG —asuntos ambientales, sociales y de gobernanza—mediante la aplicación de estándares como la Iniciativa de Reporte Global.

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paisaje de Medellín donde se ve el campus de la Universidad EAFIT y el edificio del Bloque 20 de Ciencias
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paisaje de una empresa en armonía con la naturaleza

Los análisis de sostenibilidad como la Iniciativa de Reporte Global —GRI, por sus siglas en inglés—, valoran tanto las externalidades negativas asociadas a la gestión empresarial, así como las contribuciones positivas de la organización que incrementan su credibilidad y confianza en la sociedad.

A partir de la Directiva 2022/2464 de la Unión Europea, se establece un estándar complementario con el concepto de “doble materialidad”, según el cual no sólo es importante reportar la incidencia que las acciones de una empresa tienen sobre temas ASG —materialidad de impacto—, sino también la forma en cómo esos temas afectan el desempeño financiero de la organización, los riesgos que enfrenta y las oportunidades que genera con su gestión, a través de la materialidad financiera.

Los reportes de doble materialidad, que conectan la sostenibilidad con la gestión del riesgo empresarial, son cada vez más relevantes conforme se consolidan los estándares y metodologías respectivas. Lo que queda claro es que hay una progresiva conciencia en el mundo empresarial de la conexión entre la sostenibilidad socioambiental y la sostenibilidad corporativa. En este sentido, será cada vez más importante para las organizaciones desplegar y comunicar sus estrategias de sostenibilidad.

La importancia del valor público generado por una organización no depende sólo de lo que se ha llamado “responsabilidad social empresarial” (RSE), sino también de la importancia que tiene, para una empresa, la percepción que las “partes interesadas” tienen sobre sus acciones y los valores que representan.  

Por ejemplo, casi todos preferimos trabajar en una organización que promueve el bienestar de sus colaboradores, o consumir bienes y servicios provistos por una empresa que contribuye al progreso social. Incluso, en algunos casos, una empresa amigable con el medio ambiente quizás tenga acceso a mejores condiciones de crédito. 

Es en relación con las “partes interesadas” —las personas o entidades que están en la órbita de influencia de la organización— que se definen aspectos críticos de la sostenibilidad y de los riesgos que delimitan el futuro de la empresa. 

La sostenibilidad define el futuro de las organizaciones, en tanto genera compromisos ineludibles con la sostenibilidad de la sociedad y del planeta.

 
Crear valor social desde la empresa 

El papel que desempeñan las organizaciones sociales, no gubernamentales y de la sociedad civil, se ha hecho cada vez más importante en las dos últimas décadas, conforme ganan relevancia los criterios ASG para el buen funcionamiento y la legitimidad de los sistemas económicos. 

Lo anterior sucede por al menos tres razones. Primero, porque hay una zona media indefinida entre la gestión social que corresponde al Estado y la que puede asumirse como propia de las empresas. Segundo, porque hay límites a los aportes que el sector privado puede hacer al bienestar colectivo, al desarrollo productivo y al buen funcionamiento de la sociedad y del planeta. Tercero, porque se han desarrollado herramientas que permiten plantear problemas, diseñar esquemas de intervención —como la teoría del cambio—, y evaluar el impacto y la efectividad de las acciones que emprenden este tipo de organizaciones. Todo esto configura un espacio apropiado para las empresas con propósitos sociales, ya que se les reconoce su rol y se les dota de esquemas conceptuales apropiados para medir el impacto de sus acciones. 

Además, alineando la estrategia organizacional con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y los planes de desarrollo local, las empresas contribuyen colaborativamente al logro de metas públicas. Por ello, las alianzas estratégicas y las prácticas de sostenibilidad y de responsabilidad social empresarial (RSE) desempeñan un papel muy importante en la creación de valor público.  

Las organizaciones orientadas a la creación de valor público generan, no solo valor económico —representado en el desarrollo empresarial y el apoyo a proyectos de infraestructura que mejoran capacidades logísticas y facilitan el comercio y la conectividad—, sino que también generan valor social para diferentes grupos de interés, representado en la promoción y preservación de la cultura, la naturaleza, la inclusión social y la equidad, generando un efecto cascada en iniciativas educativas, programas de salud y bienestar, y desarrollo comunitario para poblaciones en situación de desventaja. 

 

El valor de la comunicación 

Las organizaciones deben comunicar de manera clara, coherente y honesta su estrategia de sostenibilidad. No basta con tener buenas prácticas si estas no se conocen, no se comprenden, o no inspiran. Mediante una comunicación efectiva, las organizaciones pueden promover narrativas de responsabilidad compartida, impulsando cambios en el comportamiento ciudadano, el consumo consciente y la participación social.  

La comunicación genera confianza, compromiso, fidelización y movilizar aliados estratégicos cuando logra demostrar que el compromiso con la sostenibilidad es parte del corazón del negocio.  

El compromiso también es con el uso eficiente de los recursos que se destinan a la sostenibilidad, la evaluación rigurosa y la mejora de la calidad de las decisiones que cimientan la reputación organizacional y hacen transparente el impacto social y ambiental que produce la empresa.  

Además, es clave que exista consciencia profunda de esa estrategia dentro y fuera de la organización: que los líderes la comprendan, que los equipos la vivan, y que los grupos de interés vean su impacto. Solo así la sostenibilidad deja de ser un discurso y se convierte en una fuerza transformadora, capaz de generar valor privado y público.

 

Al comunicar de manera transparente sus compromisos y resultados en sostenibilidad ambiental, social y de gobernanza, las empresas refuerzan su legitimidad, fortalecen la confianza ciudadana en las instituciones públicas y privadas y mejoran en conjunto el entorno de gobernanza. 

La comunicación de los resultados en sostenibilidad organizacional no puede basarse únicamente en narrativas inspiradoras. Requiere datos verificables y análisis que permitan evaluar el impacto de las intervenciones. Para comunicar la gestión con transparencia hay que fundamentarse en la evidencia económica.  

Por eso los informes de sostenibilidad deben ir más allá del cumplimiento normativo y convertirse en ejercicios sistemáticos de rendición de cuentas, que muestren cómo las acciones de la empresa generan valor privado y público de forma medible. El fortalecimiento de la confianza pública y la sostenibilidad organizacional exige una gestión informada y basada en evidencia. Tanto las empresas como las organizaciones sociales están llamadas a medir y a comunicar con rigurosidad el impacto de sus decisiones, demostrando así su contribución al bienestar colectivo. 

Herramientas como Bien+, metodología desarrollada en la Universidad EAFIT, permiten a las organizaciones evaluar el valor público que generan, conectando sus estrategias con resultados sociales tangibles, y dando sentido a su propósito y legitimidad en la sociedad contemporánea. 

La comunicación de los resultados de gestión, en la medida en que obliga a evaluaciones cuidadosas de impacto que reflejen el valor real que produce la empresa, da fe de la responsabilidad asumida por la organización y de su compromiso con la sociedad a la que dirige sus esfuerzos.  

 

El valor de la confianza pública 

En síntesis, toda organización tiene una responsabilidad esencial en lo relativo a los factores ambientales, sociales y de gobernanza. En primer lugar, las empresas, porque con su diligencia en estos temas contribuyen a garantizar su sostenibilidad a largo plazo, atenuando riesgos que puedan incidir negativamente en su desempeño, y asegurando su “licencia social para operar”, que se deriva del cumplimiento de las expectativas que la sociedad, en su conjunto, y sus grupos de interés, tienen sobre la gestión empresarial.  

En segundo lugar, las organizaciones sin ánimo de lucro, porque contribuyen al fortalecimiento institucional y el aumento del bienestar social, haciendo viable el desarrollo económico en cuanto propician el respeto a las reglas de juego y generan consensos para impulsar la gestión empresarial.  

El desarrollo de herramientas de valoración de externalidades, —los efectos que una acción produce sobre otros agentes o la naturaleza y que no se materializan en transacciones de mercado—, y de evaluación de impacto —el análisis de los efectos que se producen cuando se destinan recursos a propósitos considerados meritorios por una organización—, abren la posibilidad de evaluar la rentabilidad social de la inversión realizada a través del cálculo del SROI —Retorno Social de la Inversión, por sus siglas en inglés—. 

Gracias a todo esto se fortalece la confianza pública en la organización, se despliegan herramientas para optimizar el uso de los recursos, y se genera transparencia, propendiendo por mejores condiciones para la vida en sociedad y el ejercicio de la iniciativa empresarial para la creación de riqueza. 

 

 

Autores

Mery Patricia Tamayo-Plata

Investigadora de la Escuela de Finanzas, Economía y Gobierno EAFIT

Jesús Alonso Botero-García

Investigador de la Escuela de Finanzas, Economía y Gobierno EAFIT

Sección de noticias EAFIT
Bloque para noticias recomendadas
Programa académico Noticias
Autor
Mery Patricia Tamayo-Plata; Jesús Alonso Botero-García
Edición
Agustín Patiño Orozco

Lo que nos enseñan las abejas para cuidar a las futuras generaciones 

Agosto 20, 2025

“Cuida este espacio para que los demás puedan encontrarlo igual de limpio” o “recicla para un futuro mejor”, son frases que escuchamos y vemos de manera recurrente en sanitarios, comedores, parques, cafés, etc.

Pero ¿por qué nos preguntamos siempre por el futuro? Pareciera que viviéramos en una sociedad que habita dos tiempos: mejorar el hoy para el mañana. 

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Abeja en plano detalle con flor

Y así surgen paradigmas como el del desarrollo sostenible, es decir, el reconocimiento de los límites al crecimiento, la idea de un desarrollo que satisfaga las necesidades del hoy sin comprometer las necesidades y demandas de las generaciones futuras.

En un mundo que vive a velocidades alarmantes, que está “mcdonaldizado” (que busca la eficiencia, la rapidez y la homogeneidad casi al instante), tener este tipo de propósitos de cuidado a largo plazo parece bastante retador.

 

Los acuerdos en el mundo de los derechos

Hoy, para una considerable parte de la población, resulta bastante cotidiano encontrar productos cada vez más económicos o al alcance de un clic.

Esto pareciera acercarnos, un paso más, a un mundo más igualitario o por lo menos a uno con un mayor acceso a mejores condiciones materiales para todos. Sin embargo, si se piensa en el largo plazo, esto es una trampa algo compleja.

Las empresas parecen hacerse cargo de sus productos hasta el momento en el que llegan a las manos del consumidor. ¿Y después? Nadie se encarga de ellos una vez se termina su vida útil; las montañas de basura crecen y se explotan más recursos para producir nuevos productos. Todo esto queda como herencia para las futuras generaciones.

¿Cómo garantizar que se satisfagan las necesidades y aspiraciones materiales de todos, sin destruir los sistemas naturales que permiten que haya vida en el planeta? Preguntas complejas como esta han servido para promover el surgimiento de los derechos, un mecanismo que regula nuestra actividad y garantiza el bien común.

Es claro que debemos alcanzar acuerdos comunes. Sin embargo, muchas veces es difícil pacificar las condiciones de la naturaleza con las de nuestra sociedad, sobre todo con las de cada individuo. En muchas situaciones, pensar en lo común nos enfrenta a contradicciones a nivel individual y es difícil imponer limitaciones. Esto representa un gran dilema para la humanidad, ya que los derechos son la base sobre la cual toman forma los acuerdos comunes.

Los derechos fundamentales se configuran a través de muchos instrumentos. La gran evolución jurisprudencial que hemos tenido en Colombia es un buen ejemplo. El reto, ahora, es comenzar a transitar por un camino más justo para todos. 

 

“La danza de la abeja” es un fenómeno descubierto por el científico austriaco Karl Von Frisch. Se trata de un sistema de comunicación en el que, por medio de movimientos con sus cuerpos, las abejas le avisan a la colmena en qué zonas se encuentra el néctar y dónde puede haber escasez. Así, se logra la provisión colectiva de la colmena y se garantiza su pervivencia en el tiempo.

 

Justicia entre generaciones y para las generaciones futuras

Pensar en las generaciones que no han llegado es una visión proyectiva que plantea una discusión bastante interesante. Al hacerlo, involucramos a un sujeto que aún no existe o que, si existe y puede participar, aún es muy pequeño para decidir determinantemente.

La conversación amable entre generaciones demanda un cambio paradigmático, en el que a partir de los afectos, los cuidados y la cultura que surgen de las relaciones sociales3, se genere un espacio en el que sea posible pensar en estilos de vida y dinámicas de producción propias de las generaciones del presente que no afecten el bienestar de las generaciones futuras y puedan ser replicados por ellas para proteger a las que las sucederán.

Esto nos habla de un mundo en el que debe haber espacio para muchas dimensiones del bienestar: el consumo y la producción, pero también el cuidado, la necesidad de preguntarse por los demás y por sus necesidades y valores.

Dicho todo esto, tal vez nos demos cuenta de que no se trata simplemente de hablar de “protección de las generaciones futuras”. Nos preguntaremos, entonces, ¿cómo encontrar nuevas maneras de relacionarnos? Uno de los obstáculos más difíciles es el individuo y su soledad; cada quien debe arreglárselas para navegar las lógicas de la sociedad actual.

Muchos nos sentimos atrapados, debido a la velocidad a la que gira el mundo moderno. Necesitamos cambiar, y todo parece indicar que para hacerlo necesitaremos organizarnos en colectivo. Esto implica entenderse como parte de ese colectivo y asumir roles y responsabilidades que van más allá de “compartir bienes y servicios”. Una disputa de tales características refleja tensiones muy claras entre el liberalismo —con su énfasis en la privatización— y, en el extremo opuesto, el centralismo estatal.

¿Y si en lugar de tender hacia uno u otro extremo, exploráramos la posibilidad de llegar a acuerdos que limiten ciertos aspectos en pro del bien común? De esta manera, tal vez, crearíamos espacios más sostenibles en los que las futuras generaciones puedan existir y, a su vez, establecer sus propios consensos, en armonía con sus cosmovisiones, culturas y formas de comunicación.

Hacer esto, posiblemente, es demostrar que aprendimos del ejemplo de las abejas, una especie que encuentra métodos de autorregulación, mediante acuerdos de comunicación y de responsabilidad, que pueden prolongar la supervivencia en el entorno y con ello proteger la posibilidad de las futuras generaciones de tomar sus propias decisiones. 

 

Referencias

1. Brundtland, G. H. (1987). Our common future. Organización de las Naciones Unidas.

2. Ritzer, G. (1996). The McDonaldization of society: an investigation into the changing character of contemporary 
social life. Pine Forge Press.

3. Gutiérrez, R., & Rátiva, S. (2020). Producción de lo común contra las separaciones capitalistas. Hilos de una perspectiva crítica comunitaria en construcción. En D. Roca-Servat y J. Perdomo-Sánchez (Eds.), La lucha por los comunes y las alternativas al desarrollo frente al extractivismo. Miradas desde las ecología(s) política(s) latinoamericanas (pp. 41-66). CLACSO.

 

Autores

Manuela Ruiz Veloza

Estudiante de la Maestría en Estudios Jurídicos de EAFIT

Carolina Arango Hurtado

Ingeniera en Diseño de Producto e ilustradora

Categoría de noticias EAFIT
Bloque para noticias recomendadas
Autor
Manuela Ruiz Veloza; Carolina Arango Hurtado
Edición
Christian Alexander Martinez-Guerrero

El valor de la historia empresarial para la prospectiva y la estrategia

Agosto 24, 2025

El ritmo de la vida humana va cada vez más acelerado. Se celebra la innovación, la llegada de nuevas tecnologías y las grandes transformaciones. Los cambios, sin embargo, generan incertidumbre y requieren esfuerzos adicionales para su adecuada asimilación.

De este modo, pueden surgir preguntas como: ¿qué se puede mejorar en la organización?, ¿cómo hacer más eficientes los procesos? Estos cuestionamientos aparecen cada vez más a menudo entre líderes, administradores, emprendedores y trabajadores en general.

La búsqueda de nuevas formas de hacer las cosas se convierte en una urgencia que agobia y desvía la mirada de otros asuntos que pueden ser importantes. La incertidumbre y los cambios en el entorno pueden verse como amenazas o como oportunidades irremplazables. Todo depende de la perspectiva y de la claridad de los objetivos.

Si bien es válido trabajar por la mejora continua, se debe recordar que aunque el cambio genera crecimiento, la estabilidad es fundamental para el desarrollo. Esto arroja una nueva pregunta: de todo lo que se hace y se ha hecho, ¿qué es lo que debe permanecer?

El primer paso para optimizar los recursos es reconocer los aprendizajes valiosos obtenidos hasta el momento. En el mundo empresarial, al igual que en la vida humana, son las experiencias más sencillas las que promueven el desarrollo de habilidades valiosas para sortear grandes retos con éxito. Pero aunque son similares la vida humana y la vida de las empresas, estas últimas tienen la virtud, en muchos casos, de tener varios líderes en el tiempo.

Es claro que a la hora de tomar decisiones acertadas se requiere pensamiento crítico, y para la visión crítica, se requiere el conocimiento. Es en este punto que conocer el pasado de la organización cobra relevancia. El pensamiento histórico, a saber, la conciencia del pasado para la interpretación del presente y la planeación para el futuro, es fundamental para la gestión empresarial.

Una perspectiva histórica de los problemas del presente permite desmantelar los miedos y las dudas para abordar los retos de forma pausada, con mejores ideas y decisiones inteligentes. Una mirada atenta al pasado permite identificar experiencias análogas a los problemas de hoy, reconocer patrones de comportamiento y retomar estrategias que han dado buen resultado, dando forma a la estructura e identidad de la organización.

Trabajar en el desarrollo de una perspectiva histórica para la gestión empresarial a partir de marcos históricos amplios es un ejercicio de revisión del comportamiento de los equipos de trabajo y de los líderes ante la incertidumbre. La reactividad y la rapidez desmedida en las respuestas, por ejemplo, pueden ser indicios de que el cambio toma por sorpresa a la organización.

En ese sentido, valorar la historia y los aportes útiles que esta ofrece para la gestión es la clave para accionar con preparación y conocimiento de aquello que se hace; desde la comprensión de las lógicas y los valores propios de la particularidad de cada temporada como tejido de la historia de la organización.

Todo comienza con hacerse preguntas: ¿cuál ha sido el proceso de esta organización?, ¿cómo fue su nacimiento?, ¿qué transiciones ha experimentado?, ¿cuáles han sido sus valores y sus mayores retos?

Por supuesto, responder a dichas cuestiones es una gran tarea para la cual las organizaciones de larga trayectoria puede servirse de expertos y del aporte de los empleados como actores directos de la construcción de la historia; mientras que las más jóvenes pueden comenzar a generar un archivo de recursos históricos como actas y testimonios que en retrospectiva permitan reflexionar acerca del abordaje de situaciones críticas.

La integración del análisis histórico organizacional es una acción que tiene como punto de partida el compromiso social empresarial y el interés por contribuir al entorno. Las decisiones que se toman en las empresas no solo afectan a la operación y a los empleados, sino que también tienen un gran impacto en la sociedad, en la región y en otras organizaciones relacionadas. El líder y su forma de pensar y actuar generan cambios altamente relevantes que construyen paso a paso el futuro. Por esto, la elaboración de la historia de la compañía puede dar luces de respuestas a retos futuros a nivel interno y externo.

Considerando el impacto de los líderes y administradores en su entorno, dentro y fuera de la organización, y sabiendo que no hay rutas directas hacia el éxito, es valioso pensar en las habilidades que podrían ser útiles para una persona que desea liderar sorteando la incertidumbre para alcanzar las metas propuestas. A continuación, cuatro ideas de desarrollo integral en el liderazgo:

1. Empatía: Las organizaciones, como seres vivos, se mueven gracias a las personas que las conforman. Poder situarse en el papel del otro favorece el aprendizaje y el buen relacionamiento. Esta habilidad es necesaria para comprender las consecuencias de las acciones y el impacto positivo o negativo que las decisiones tienen sobre los demás.

2. Registro diverso de la realidad: Es importante conocer las cifras y balances de la compañía, al igual que conocer a los colaboradores y entender los ritmos humanos de la operación. El desarrollo humano e integral de los líderes es imprescindible.

3. Pensamiento crítico: Se requiere disposición para investigar, aprender y comprender todos los días para tomar buenas decisiones sin perder la capacidad de asombrarse sobre aquello que puede volverse familiar.

4. Escucha y diálogo respetuoso: En la diversidad de consejos está la clave para la resolución de conflictos. Entender las distintas maneras de comprender la realidad y expresar las ideas propias de forma asertiva es clave para el desarrollo empresarial.

Además de aquello que se debería cambiar, ¿qué se debería conservar?, ¿cuáles fueron las mejores decisiones que tomaron los líderes anteriores?, ¿qué valor tiene la historia empresarial y cómo podría integrarse un análisis retrospectivo para favorecer el progreso de la compañía? El progreso no es solo cuestión de fuerza, sino también de dirección, y está, a su vez, depende de la observación y de la estrategia.

 

Autora

María Isabel García

Comunicadora social

Imagen Noticia EAFIT
Conexión: Entrepreneur Summit, un encuentro coorganizado por EAFIT a través de su centro On.going.
Categoría de noticias EAFIT
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Autor
Maria Isabel García
Edición
Christian Alexander Martinez-Guerrero

El riesgo no espera

Agosto 20, 2025

La gestión del riesgo en Colombia se volvió importante desde los años ochenta, cuando desastres como el terremoto de Popayán (1983) y la tragedia de Armero (1985) demostraron la fragilidad de las poblaciones ante eventos extremos.

Pero los desastres no son únicamente fenómenos naturales, sino también la manifestación de vulnerabilidades creadas por la intervención humana que ignora las dinámicas del territorio.

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Foto de sector de Medellín

Ante esta realidad surge la denominada gestión del riesgo de desastres, que se mueve en diversos tiempos. El primero es un tiempo inmediato, de respuesta a la emergencia: qué hacer en el ahora, cómo evitar que el agua inunde las casas o que los deslizamientos se lleven vidas.

Esta rapidez es útil, pero deja a un lado otro tiempo importante: el futuro. Por eso, con la planeación a largo plazo, el concepto de riesgo se entiende no solo como una circunstancia del presente ni algo a lo cual se debe reaccionar en el momento menos favorable. Desde esta perspectiva, la reducción del riesgo trata de construir escenarios en los que se evite la tragedia. 

 

Convivir con el riesgo

Aunque Medellín es una ciudad innovadora, en su interior persisten profundas desigualdades socioespaciales que exponen a algunos de sus habitantes a condiciones de alto riesgo. Sectores como El Sinaí, ubicado en la comuna 2 (Santa Cruz), enfrentan amenaza constante de inundaciones, a causa de dinámicas históricas de segregación, desplazamiento forzado y autoconstrucción en zonas inestables e informales.

Allí, la gestión del riesgo es una forma de vida. El río es un vecino impredecible: los niños disfrutan y juegan en él, pero, en época de invierno, el nivel del agua sube por las paredes de las casas hasta tapar pisos enteros.  En algunos casos, una línea color café de casi tres metros de alto es el rastro de una inundación en la calle más cercana al río y en la calle principal del barrio, dos cuadras más adentro. La línea recuerda los días cuando la tragedia y la angustia han sido las protagonistas.

Esto pasa durante cada temporada de lluvias, al menos dos veces al año, aunque no dejan de registrarse otras inundaciones de menor magnitud. En todos estos casos, el propósito de la vida se resume en acciones como salvar lo que se pueda, sacar a las mascotas o cuidar a las personas más vulnerables. 

 

Resistencias cotidianas frente a la emergencia 

A pesar de los esfuerzos institucionales en materia de gestión del riesgo de desastres, la presencia efectiva del Estado es limitada en territorios como este. La insuficiente intervención de las autoridades hace que estas comunidades tengan que vivir en un tiempo inmediato, en estado de alerta y autogestión frente a amenazas como las inundaciones.

Por eso, la comunidad de El Sinaí resuelve estos problemas con una lógica que parece innata, universal, que obedece a un instinto de adaptación que aparece durante las crisis. Por ejemplo, sus habitantes han puesto compuertas herméticas en sus casas, construido muros, diques y barreras que los protegen. Todo esto forma parte de la inteligencia colectiva, la cual no es exclusiva de ellos: estrategias similares se han visto en otras partes del mundo, como Venecia.

¿Significa esto que existen dos realidades paralelas? Posiblemente. Para Venecia, una para los turistas y otra para los residentes. Para Medellín, una segura, formal y planificada y otra vulnerable, informal y relegada a las laderas o márgenes del río.

 

Representación gráfica de las dos realidades que coexisten en Medellín.

 

Entretanto, desde universidades como EAFIT trabajamos para entender y transformar íntegramente las problemáticas de los territorios. Para El Sinaí, se propone una gestión del riesgo que valore la inteligencia colectiva, acelere los tiempos de reacción y fortalezca la vida digna. 

 

Notas

1. La avalancha del nevado del Ruiz sepultó a más de 25.000 personas. Es el desastre más grande de la historia del país. 

2. Según el Plan Municipal de Gestión del Riesgo de Desastres de Medellín 2015-2030, las mayores densidades poblacionales se concentran en las comunas 1 (Popular) y 3 (Manrique), precisamente donde se concentra el mayor porcentaje de áreas de amenaza y de riesgo por fenómenos socionaturales les y las mayores vulnerabilidades por las condiciones de vida de la población.

 

Referencia

Wilches-Chaux, G. (2008). La gestión del riesgo: del deber de la esperanza a la obligación del milagro. [Discurso]. Foro Global Provention.

 

Este contenido fue construido como elemento complementario de un trabajo de grado de la Maestría en Procesos Urbanos y Ambientales de EAFIT, en la que se exploraron acciones para la reducción del riesgo en el sector del Sinaí en Medellín.

Autores

Susana Galvis Bravo

Magíster en Procesos Urbanos y Ambientales

Julián Carvajal Zapata (@caarza)

Comunicador gráfico publicitario e ilustrador

Categoría de noticias EAFIT
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Autor
Susana Galvis Bravo; Julián Carvajal Zapata (@caarza)
Edición
Christian Alexander Martinez-Guerrero

Tic-tac... ¿Quién le enseñó a contar al reloj? 

Antes de los engranajes, los calendarios y las alarmas digitales, incluso antes de que el ser humano pensara en dividir el día en horas y minutos, ya existía un maestro del tiempo en el cielo. Nuestro Sol es la gran referencia que marca el inicio del día, el cambio de las estaciones, el ritmo de las cosechas ¡y de la vida misma!

Durante milenios, nuestros antepasados miraron al cielo para entender el paso del tiempo. Observaron la luz y las sombras, la duración de los días, el vaivén de las estaciones. El Sol fue su guía, su reloj natural, su calendario celeste. 

Nuestra estrella fue la que nos brindó la primera noción del tiempo, al permitirnos medir los ciclos de muchos fenómenos naturales. Aún hoy, aunque tenemos relojes atómicos, seguimos dependiendo de nuestro Sol más de lo que imaginamos. 

¡Sigue leyendo para descubrir el tiempo que se esconde en la sombra de un obelisco, en los sueños profundos que llegan con la oscuridad y en la luz lejana de las estrellas! Un tiempo que medimos, pero que también sentimos, vivimos y, a veces, olvidamos.

 

El reloj más antiguo del mundo 

¿Qué hora es? Para saberlo, basta una simple, pero aguda mirada al cielo.  

Los antiguos egipcios lo sabían. Erigían obeliscos cuya sombra proyectada indicaba el paso del día. A medida que la sombra se movía, los observadores atentos podían dividir el día en segmentos y anticipar el momento de realizar ciertos trabajos o rituales.

Un obelisco es, en esencia, un gnomon gigante, es decir, un instrumento clavado verticalmente en el suelo que convierte la luz del Sol en la materia prima para medir el tiempo. Este fue uno de los primeros relojes solares conocidos, aunque no tenía números ni manecillas. 

En la América precolombina, las culturas mesoamericanas marcaban los solsticios y los equinoccios mediante alineaciones de piedras y estructuras ceremoniales. Sabían que el Sol no siempre salía por el mismo punto en el horizonte y usaban esos desplazamientos para marcar el paso de las estaciones, regular los ciclos agrícolas y celebrar festividades.  

En Europa sobrevive Stonehenge, un gran círculo megalítico aún envuelto en misterio que está alineado con la salida del Sol en el solsticio de verano, una prueba de que desde hace milenios los humanos hemos observado al Sol no solo con asombro, sino con precisión.

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Imagen del Sol donde se resaltan emisiones electromagnéticas de Rayos X

Nuestra estrella rige los ciclos de la vida. Las cosechas, las migraciones, los rituales religiosos y las actividades cotidianas han estado sincronizados con su posición en el cielo. Cada amanecer era una promesa y cada atardecer la señal de que el tiempo no se detiene.  

Solo hasta los días de Albert Einstein y su teoría de la relatividad especial, descubrimos que el tiempo es mucho más complejo que los ciclos que percibimos en nuestra escala, y que su transcurso también depende del observador. 

Desde nuestra perspectiva terrestre, el Sol parece moverse por el cielo. Sin embargo, es la Tierra la que gira sobre su propio eje. Ese giro, que tarda aproximadamente veinticuatro horas, es lo que define lo que llamamos un día. Por su parte, la Tierra, que orbita a casi ciento cincuenta millones de kilómetros del Sol, completa un ciclo completo alrededor de él en poco más de trescientos sesdías. Ese ciclo define un año, un año solar

Hoy en día, los relojes mecánicos y digitales, con sus engranajes y algoritmos, no hacen más que imitar lo que el cielo lleva milenios enseñándonos: que el tiempo es movimiento, repetición y también cambio.  

Al igual que los obeliscos egipcios, los relojes atómicos más precisos en la actualidad se ajustan con referencia a fenómenos astronómicos. De alguna forma, seguimos mirando al Sol para que nuestros relojes no pierdan el ritmo. 

 
El Sol en nuestros cuerpos 

El tiempo solar no solo organiza lo que sucede allá afuera, también moldea lo que ocurre dentro de nosotros. Nuestro cuerpo, como una pequeña tierra, responde a la luz y a la oscuridad, al día y a la noche, con ritmos internos que han evolucionado durante millones de años. 

Estos ciclos se conocen como ritmos circadianos (del latín circa diem, “alrededor de un día”) y son oscilaciones biológicas de aproximadamente veinticuatro horas que regulan funciones esenciales como el sueño y la vigilia, la secreción de hormonas, la presión arterial, la temperatura corporal e incluso el estado de ánimo. 

El marcapasos de este sistema se encuentra en una diminuta estructura del cerebro llamada núcleo supraquiasmático, ubicada en el hipotálamo. Este núcleo recibe información directamente de los ojos sobre la cantidad de luz que hay en el ambiente. Así nuestros cuerpos saben cuándo es de día y cuándo es de noche, y regula la liberación de sustancias como la melatonina, que induce el sueño. 

Cuando estamos expuestos a la luz natural del Sol durante el día, especialmente en las primeras horas de la mañana, nuestro reloj biológico se sincroniza adecuadamente. Esta exposición solar favorece un mayor estado de alerta, mejora la concentración y contribuye a regular la temperatura corporal.  

En cambio, la falta de luz solar o la exposición excesiva a luz artificial durante la noche pueden provocar una desincronización circadiana que afecta el sueño, el apetito y el estado de ánimo.  

La vida moderna, marcada por el uso constante de pantallas y entornos urbanos cada vez más iluminados, ha incrementado estos desequilibrios. La contaminación lumínica, al alterar los ciclos naturales de luz y oscuridad, no solo impide ver las estrellas, sino que también interfiere con nuestros ritmos biológicos más profundos. 

Pero los efectos del Sol en nuestra biología van más allá del reloj interno: su luz estimula la producción de vitamina D en la piel, una vitamina esencial para la salud ósea, el sistema inmunológico y el equilibrio hormonal. 

También hay evidencia de que la exposición solar regula neurotransmisores como la serotonina, lo que puede explicar por qué en los meses más oscuros del año muchas personas experimentan tristeza estacional. 

Los ritmos del Sol también afectan a otras formas de vida. Las plantas abren sus hojas al amanecer y las cierran al anochecer. Los girasoles giran siguiendo la trayectoria solar. Algunas especies animales migran según las estaciones, mientras otras entran en hibernación durante los meses sin luz.  

El Sol no solo marca el tiempo, también lo habita. 

Nuestras sociedades se mueven con base en el ritmo solar. La jornada laboral, el calendario escolar, la hora del almuerzo y la de dormir tienen una raíz astronómica.  

Aunque hoy vivamos en edificios iluminados todo el día, con rutinas desligadas del entorno natural, seguimos siendo criaturas solares. Y quizás deberíamos recordarlo más a menudo. 

 
Relojes que miran a las estrellas 

La luz del Sol tarda ocho minutos y veinte segundos en llegar a la Tierra. Esto significa que todo lo que vemos en el cielo, incluso al Sol, es pasado. Es decir, el presente está ligeramente alterado por la velocidad de la luz. 

En realidad, cuando levantamos la mirada para admirar un amanecer o una puesta de Sol, lo que vemos ya sucedió. En otras palabras, hacemos arqueología cósmica

Este desfase se vuelve aún más impresionante cuando observamos otros astros. La luz de la estrella más cercana luego del Sol, Próxima Centauri, tarda más de cuatro años en llegar a nuestro planeta.  

¡Observar esa estrella hoy es ver cómo era hace poco más de cuatro años!  

Cuando estudiamos galaxias distantes a través de telescopios espaciales como el James Webb, estamos viendo luz emitida hace miles de millones de años, incluso antes de que existiera la Tierra. 

La astronomía es una ciencia del pasado, una verdadera máquina del tiempo que nos permite ver el universo como fue, no como es. 

Gracias a estas observaciones, hemos logrado descubrir el tiempo a escalas que van más allá de la experiencia humana. Sabemos, por ejemplo, que el Sol nació hace unos cuatro mil seiscientos millones de años, cuando una nube interestelar de gas y polvo colapsó bajo su propia gravedad. En su interior se encendieron las reacciones nucleares que alimentan a nuestra estrella hasta el día de hoy.  

El máximo solar es un período cíclico de mayor actividad de Sol aproximadamente cada once años. Se caracteriza por un aumento en la cantidad de manchas solares y de radiación, que pueden llegar a afectar el clima y las telecomunicaciones en la Tierra. Esta imagen combina veinticinco imágenes del Sol cerca de su pico de actividad a lo largo de todo un año. Se espera que el próximo máximo solar sea en el año 2025. Crédito foto: NASA/GSFC/SDO.

 

También sabemos que dentro de unos cinco mil millones de años nuestro Sol se transformará en una estrella gigante roja, engullirá a Mercurio y a Venus, y tal vez la Tierra. Luego expulsará sus capas externas y quedará como una enana blanca, un corazón estelar que se irá enfriando lentamente durante muchísimos años. 

Estas escalas temporales no se miden con relojes, sino con modelos, observaciones y extrapolaciones físicas, pero también con paciencia: cuando estudiamos las estrellas, el tiempo se vuelve otro, se transforma en un tiempo profundo, donde una vida humana es apenas un parpadeo. 

Los relojes más exactos del mundo, aquellos que se utilizan hoy para la navegación con Sistemas de Posicionamiento Global —GPS por sus siglas en inglés—, para sincronizar Internet y para realizar experimentos científicos de altísima precisión, están sintonizados con relojes atómicos que, a su vez, se comparan con fenómenos cósmicos.  

Un reloj atómico óptico emplea un láser que emite luz visible o ultravioleta, a una frecuencia extremadamente alta, la cual resuena exactamente con la transición atómica óptica de materiales como el cesio o el estroncio.  

Un átomo de estroncio, enfriado a temperaturas cercanas al cero absoluto —doscientos setenta y tres grados centígrados bajo cero—, permite que la sincronización entre las frecuencias del láser y las transiciones electrónicas atómicas puedan contarse con altísima precisión, y así medir el tiempo, garantizando una mayor resolución y un menor error acumulado. 

Algunos investigadores incluso proponen usar púlsares, estrellas de neutrones que giran cientos de veces por segundo y emiten pulsos regulares de radio, para sincronizar relojes atómicos. Se espera que estos cuerpos celestes sean relojes naturales para futuras naves interestelares.  

Si el Sol fue nuestro primer reloj, las estrellas pueden ser nuestros relojes del futuro a escalas cósmicas, fuera de nuestro vecindario solar. Mientras tanto, aquí seguimos, en esta pequeña esfera azul que gira en torno a una estrella promedio, en un brazo espiral de una galaxia cualquiera.  

Pero para nosotros, el Sol lo es todo, responsable del tiempo, la luz y la vida. 

 

¿Tiempo para qué? 

Cuando el tiempo se nos escapa entre pantallas, notificaciones y agendas saturadas, volver la mirada al Sol es un acto poético. Pero es también un acto profundamente científico, biológico... y necesario. 

Hemos perfeccionado métodos para medir el tiempo hasta fracciones inimaginables, de milmillonésimas de segundo, que definen operaciones bancarias, procesos de sincronización satelital y pruebas de física de partículas. 

Sin embargo, en medio de la exactitud extrema, algo se perdió: la conexión con los ritmos naturales, con el día que comienza cuando el Sol asoma y con la noche que invita al descanso.  

Perdimos la experiencia de sentir el tiempo, no solo de contarlo. 

 

La influencia del Sol va más allá de la necesaria luz. Su actividad durante los picos del ciclo solar cada once años, puede desencadenar fenómenos como eyecciones de masa coronal y tormentas geomagnéticas que afectan directamente el clima espacial. Estas tormentas pueden interferir con las comunicaciones satelitales, dañar instrumentos en órbita e incluso alterar los sistemas de navegación global.  

Nuestros relojes más precisos, los relojes atómicos, están alojados en satélites que orbitan la Tierra y sincronizan toda la infraestructura digital, desde los cajeros automáticos hasta los vuelos comerciales. Una perturbación solar puede afectarlos y tener un efecto en cascada sobre la sincronización global del tiempo. 

Paradójicamente, una explosión en la atmósfera del Sol puede llegar a desordenar los segundos más exactos de nuestra civilización. 

Estudiar el Sol, como lo han hecho astrónomos, campesinos, culturas ancestrales y contemporáneas, es también estudiar cómo nos organizamos como sociedad. Porque el tiempo no es solo una dimensión física: es también un acuerdo social, una experiencia subjetiva, un pulso que nos une a todo lo que nos rodea. 

Quizás la pregunta no sea solo cómo medimos el tiempo, sino para qué lo medimos. ¿Lo hacemos para estar más conectados, o más apurados? ¿Para comprender los ciclos de la vida o para dominarlos? ¿Nos servirá para entender que la medida del tiempo es relativa? ¿O para construir máquinas que nos permitan establecer sociedades en planetas alejados del nuestro? ¿Puede el Sol enseñarnos una forma más sabia de vivir el tiempo? 

Entender el tiempo del Sol no significa renunciar a la tecnología ni negar el progreso. Significa recordar que, más allá del reloj, hay un ritmo más profundo que late en el universo, en nuestro cuerpo y en la Tierra misma. Un ritmo que no inventamos, pero que podemos aprender a escuchar, impulsados por la curiosidad humana y el conocimiento de la física, que nos ha permitido llegar hasta donde estamos. 

 

 

Autores

Santiago Vargas-Domínguez

Investigador del Observatorio Astronómico Nacional de la Universidad Nacional de Colombia

René Restrepo-Gómez

Investigador de la Escuela de Ciencias Aplicadas e Ingenierías EAFIT

Maria Clara Jaramillo

Comunicadora social e ilustradora

Sección de noticias EAFIT
Bloque para noticias recomendadas
Programa académico Noticias
Público Noticias
Autor
Santiago Vargas-Domínguez; René Restrepo-Gómez; María Clara Jaramillo
Edición
Agustín Patiño Orozco

Editorial: El tiempo como herencia y promesa 

Agosto 20, 2025

 

Imagen Noticia EAFIT
Amanecer en el bosque

En sus 65 años, la Universidad EAFIT celebra mucho más que un aniversario: honra su vocación de sembrar futuro. Desde la ciencia, la música, la historia, la ingeniería o la astronomía, esta edición de Descubre y Crea propone una pregunta común: ¿qué hacemos con el tiempo? 

Esta edición de Descubre y Crea se sumerge en ese río inagotable que es el TIEMPO, un concepto tan escurridizo como esencial. Lo abordamos desde múltiples orillas: como memoria y como expectativa, como percepción y como recurso, como historia y como anticipación, porque el tiempo de la ciencia, la creación y la innovación no es solo el del avance, también es el del regreso, la contemplación y el asombro. 

Le preguntamos al Sol, primer reloj de la humanidad, y encontramos que seguimos orbitando bajo su influencia, incluso en la era de los relojes atómicos. Escuchamos a la mazorca hablar del tiempo como vínculo: ese que une a humanos y plantas en una historia de domesticación compartida. Viajamos al corazón de El Hueco, en Medellín, donde el tiempo rural se convierte en estrategia empresarial. Exploramos la confianza, la complejidad y la adaptabilidad como elementos de una máquina del tiempo que puede sembrar valor en los líderes del futuro. Nos asomamos a la música para descubrir cómo el tempo es emoción, técnica y también rebeldía. Y, por supuesto, develamos cómo algunos temas continuos (como el conflicto armado colombiano y la reconstrucción de la memoria) transforma la vida de los investigadores y los sitúa en un espacio y tiempo tan extraño como humano. 

En cada historia narrada en estas páginas —y en sus extensiones transmedia— encontrarán preguntas sin respuestas definitivas, visiones que se cruzan, y experiencias que nos devuelven el sentido de por qué hacemos lo que hacemos. 

Hoy, EAFIT no solo conmemora sus 65 años; proyecta su legado en desafíos concretos: formar talento, liderar con propósito, expandir el conocimiento, conectar ciencia, tecnología e innovación con los territorios. Lo hace sabiendo que el tiempo es el recurso más escaso y a la vez el más fértil. 

Esta revista es una celebración del tiempo —pasado, presente y porvenir—. Porque el conocimiento también crece con estaciones, con memoria, con decisiones que miran hacia el horizonte. 

Este número no es solo un homenaje al tiempo vivido, sino una invitación a imaginar —y a construir— el tiempo por venir. 

Antonio Copete Villa

Vicerrector de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad EAFIT

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Autor
Antonio Copete Villa
Edición
Christian Alexander Martinez-Guerrero

Zoom Ciencia

Valor

Jornada completa $990.000

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Media jornada $495.000

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Incluye

1

Acompañamiento de expertos: investigadores y talleristas guían cada actividad paso a paso.

2

Vive la experiencia EAFIT disfrutando del campus, sus laboratorios y centros de experiencia diseñados para explorar el conocimiento.

3

Refrigerios y almuerzo (según jornada elegida).

4

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5

Materiales de trabajo para las actividades y talleres.

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